lunes, 12 de enero de 2009

























Si el Capitán Trueno pudiera venir
nuestras cadenas saltarían en mil,
de él aprendimos que el bueno es el mejor,
lo que al pasar el tiempo comprendemos que no...
Si le Capitán Trueno pudiera venir,
nuestras cadenas saltarían en mil,
monstruos gigantes, princesas encantadas,
el malo siempre palma, la chica se salva...
Ven, Capitán Trueno, haz que gane el bueno...
que el mundo está... al revés...
NegritaA bordo de su barco subiríamos tú y yo,
perseguidos por los años, desde que él los dejó,
en océanos de tebeo, con escobas de papel,
Negrita¡haríamos a los piratas retroceder!
NegritaVen, Capitán Trueno, haz que gane el bueno...
Negrita(Letra y música de Asfalto)
Negrita
Han vuelto a publicar los álbumes de El Capitán Trueno, el héroe de tebeo de hace... puf... muchos años. Yo tenía diez años cuando empecé a leerlos. Me gastaba mi paga semanal de diez pesetas en comprar aquellos tebeos grandes, en blanco y negro, excepto la portada, que luego leía ilusionada y feliz en las tarde calurosas del Sáhara. Qué buenos ratos aquéllos... No me gustaban los tebeos "de niñas", prefería las aventuras del héroe medieval, siempre acompañado por los fieles Goliat y Crispín y castamente enamorado de Sigrid, la reina de Thule. Nunca concedieron los dibujantes y guionistas de tantas historias una escena de amor entre ellos, faltaría más, estamos hablando de los años sesenta, y había que preservar las mentes infantiles de cualquier perjudicial fantasía erótica. Daba igual, porque la imaginación era libre y todos nos imaginábamos algún que otro escarceo en las sombras de la noche, entre una aventura y otra. Creo que voy a comprar estos nuevos ejemplares porque aquellos originales se perdieron vaya usted a saber dónde. No sé dónde los voy a poner, pero el Capitán Trueno se merece un lugar en mi casa. Me hizo soñar, me llevó a países exóticos antes que Salgari y Verne, despertó mi imaginación y satisfizo mi deseo infantil de creer que el bien siempre gana al mal. Más pronto que tarde aprendí que no siempre (casi nunca) es así, pero los finales felices siempre han tenido muchos adeptos. Me enseñó lo que era el valor, aunque a través de guiones torticeros (la censura lo podía casi todo), la amistad, el compañerismo, la ayuda al débil... Por eso deseo releer aquellas historias, para ver si lo que recuerdo se corresponde con la realidad, aunque temo el resultado: ya no tengo diez años y he visto demasiadas cosas como para saber que el mal es poderoso, pero aún me queda una buena dosis de idealismo (por eso soy maestra, entre otros motivos).
El deseo de justicia novelada me llevó después a devorar El Coyote (por eso mi hijo se llama César) y años después establecí el paralelismo entre aquellos héroes y Don Quijote, que anhelaba, como ellos, "desfacer entuertos". Y qué hacemos los maestros sino enderezar errores día tras día, ayudar al débil (ignorante, emigrante, retrasado...), poner un poco de luz en tantas situaciones equívocas... Somos héroes como ellos, aunque no salgamos en ningún libro o tebeo siquiera. Todo el que es capaz de hacer más agradable la vida a su alrededor es un héroe sin necesidad de subirse a un globo o derrocar a un tirano, aunque qué mayor tirano que la ignorancia. En los tiempos de los efectos especiales abusivos y de los juegos electrónicos quizá sea buena idea volver la vista a las antiguas historias que hicieron buenos lectores a lo largo de generaciones crecidas entre historias en blanco y negro. Yo soñé mil veces ser Sigrid o el mismísimo Capitán Trueno, quería ser la protagonista de aquellas aventuras. ¿Quién no ha soñado alguna vez con ser Indiana Jones, Supermán o Spiderman? Todos queremos ir más allá, en la realidad o viajando con la imaginación. Hay quien desea ir a la India o culmina el Camino de Santiago, pero todos realizamos de alguna manera ese viaje interior que nos lleva hacia territorios desconocidos incluso sin movernos del sillón. Benditos sean los héroes de nuestra infancia que nos iniciaron en el mundo real de los sueños...





































4 comentarios:

Joselu dijo...

Yo también fui un lector apasionado de las aventuras de El capitán Trueno y El Jabato. Publicaban cuando yo tenía trece o catorce años sus historias en una colección titulada Trueno Color. La tenía entera. Encuadernaba los números y así reuní un montón de tomos bastante gruesos. Las circunstancias por que se perdieron me producen una enorme tristeza. Eran unos de los objetos más preciados de mi adolescencia, pero no creo que ahora vuelva a rehacer la colección. Como todo, tuvo un tiempo y no me gusta volver al pasado. Guardo eso sí su recuerdo vivo e intenso. Y la verdad es que nunca me pregunté por qué Sigrid y el capitán Trueno nunca tenían relaciones más íntimas. Debía ser muy inocente. Un abrazo de uno de los fans del capitán Trueno.

Marta dijo...

Yo soy jovencita para el Capitán Trueno, pero recuerdo en casa de mis padres los libros que recopilan las historias del Capitán Trueno y a mi padre coprándolo en las ferias del libro de ocasión.

Yo soy más de la época de Heidi, de Marco y su monito. Pero reconozco que alguna vez he visto algo o leido algo de cuando era pequeña, por puro sentimentalismo, y efectivamente, te decepciona un poco. Esos ideales del bien y del mal se te derrumban, pues la experiencia te va demostrando que el mundo muchas veces no es justo. En estos dibujos tampoco había erotismo pero...¿Qué sucedió entre Pedro y Heido cuando crecieron? ¿Y clara era la otra? es algo que se comenta...jaja
Tanto los tebeos, como los dibujos han formado parte de nuestra niñez y nos han ayudado ha crecer como personas inclucándonos unos ciertos valores que complementan los que nos han enseñado nuestros padres y nuestr@os maestr@s. Por eso debemos vigilar lo que nuestros pequeños leen y ven por la tele.

Un abrazo!

Sarashina dijo...

Lo mío era más bien Florita y el Pumby, además del TBO, claro, y luego el DDT y otras publicaciones de humor. Yo era una niña, y había para niños, para niñas y para tutilimondi. Mis hermanos leían estos y yo ni los miraba, porque si le gustaban a ellos, a mí no podían gustarme. Eran brutísimos mis hermanos. Yo era la mayor y luego venían ellos, apandillados para todo descalabro. Qué sola estaba con mis tebeos de niña. Me acuerdo de unos en el mismo formato del Capitán Trueno que eran cuentos de hadas. Menudos recuerdos. Por eso hoy pienso que los buenos lectores se forjan desde la infancia con tebeos y con todo lo que podamos ofrecerles, sin tanto afán de culturizarlos.

Miguel dijo...

Qué bonito post. Yo hace unos meses también hablé de ello. Por si quieres leerlo es un post de junio de 2008. La verdad es que el Capitán Trueno nace en 1956 y yo, dos años más tarde, somos casi de la misma edad, por eso tengo que decir que a mí me pilló demasiado pequeño, sólo lo conocía por las referencias de mis primos. Luego, ya de mayor, lo redescubrí. Y hoy soy un impenitente lector de las aventuras del Capitán, Crispín, Goliat, y por supuesto, Sigrid. Tienen algo estos còmics que me hacen sentirme en un mundo ideal, donde las aventuras existen, pero también la justicia, la amistad, el amor...
Desde hace más de diez años estoy coleccionando en facsímil todas su aventuras que aparecieron en los cuadernillos de 1'25, 1'50 y 2 pesetas convenientemente encuadernados. Y las leo, a razón de una por semana. Para preservar el ritmo semanal que tenían estas publicaciones. Para mí, leer los sábados después de comer una aventura del Capitán Trueno es todo un ritual.