martes, 18 de noviembre de 2008

Red de mentiras

El otro día escribí una larga entrada hablando de esta película y otras cosillas y no sé cómo me lo cargué todo y no pude recuperarlo. Es imposible repetirlo, pero más o menos me acuerdo y, desde luego, conservo las mismas ideas, así que allá va.
Es una buena película, a pesar de algunas críticas negativas que ha recibido. La factura técnica es impecable (faltaría más, tratándose de Ridley Scott, a quien no le escatiman medios ni presupuesto). Creo que Leonardo DiCaprio está muy bien, y desde luego Russell Crowe da el tipo de jefe de la CIA con pocos escrúpulos. Como anécdota me fijé en que aparece en una brevísima escena, apenas un cameo, Giannina Facio, la legítima de Scott, haciendo de esposa del personaje de Crowe, igual que en Gladiator. De la historía en sí ya se puede discutir más. A mí me enganchó y conseguí enterarme de la complicada trama porque iba avisada. Bueno, a lo mejor no lo era tanto, pero desde luego el título lo dice todo. Quienes ostentan el poder intentan convencernos de que hacen lo que sea (literalmente) para salvaguardar nuestra paz y tranquilidad. No importan los medios para luchar contra el terrorismo, aunque algunos den náuseas. Hubo momentos en que me revolví en la butaca, de verdad. Y si eso ocurre en una película, qué será en la realidad. Sabemos lo que quieren que sepamos, ni más ni menos, aunque nuestra sacrosanta democracia, libertad de prensa y otras grandezas nos cubran de una manto tan protector como defensivo. Sobre la guerra de Irak aún queda mucho que decir, como de tantos otros conflictos. De las películas que hablan de ella quizá las más impactantes, para mi gusto, son Leones por corderos y sobre todo En el valle de Elah. De otras guerras (Vietnam, las mundiales...) hay mucha más filmografía. Casi todas duras y críticas. Menudo tema para escribir sin parar. Qué ocurrirá de verdad en las altas esferas, quién manda de verdad en nuestras vidas, quién maneja los hilos de lo que nos rodea. La ficción nos acerca a lo que se supone enigmas y misterios. ¿Seguro que es tan ficticio como aseguran los títulos de crédito? Sabemos que hay quien no se detiene ante nada, que las intrigas y juegos sucios están a la orden del día. Y no lejos de nosotros, además.
¿Quién está libre de la mentira? ¿Quién no ha mentido alguna vez? ¿Quién no ha engañado, aunque sea en detalles sin importancia? ¿Se puede ser totalmente sincero sin herir a los demás? Es una norma conocida que son necesarias ciertas dosis de hipocresía para mantener el orden social. Hay una diferencia entre mentir y no decir la verdad. La omisión a veces es la mejor salida. Todos somos en cierta manera agentes secretos, dobles o triples: manejamos información variada de muy distintas personas y tenemos que cuidarnos de las meteduras de pata. Dicen que la información es poder, supongo que por eso nos gusta el morbo, hurgar en las vidas ajenas, tirar simbólicamente esa primera piedra porque "el otro" se lo merece. Las palabras matan más que las balas. Cuesta muy poco cargarse la fama de cualquiera, basta con empezar a hacer circular un rumor o inventarse directamente una falsedad. Me acuerdo, por ejemplo, de Expiación, que también se basa en una mentira, aunque de signo totalmente distinto. Muchas tramas novelescas o fílmicas se basan en falsedades o en engaños más o menos encubiertos. En tono de comedia tienen su gracia, pero cuando se recurre a ellos con otros fines adquieren tintes más serios. Y qué decir cuando uno es víctima de ellos, se puede llegar a extremos realmente dramáticos. A cierta edad es difícil no haber experimentado alguna vivencia de ese cariz. Dejan un sabor tan amargo que nos hacen cambiar a veces drásticamente. De algunas mentiras no nos recuperamos jamás. Y cuántas más permanecerán siempre en la sombra, agazapadas, esperando para salir a la luz en el momento más oportuno (o inoportuno, según se mire). No hay forma de librarse de ellas. Sólo somos libres para no decirlas, o quizá ni eso. Cuesta se fiel a uno mismo, cuanto más a los otros. Todos queremos ser limpios y puros, presumimos de buenas intenciones, pero, ay, somos humanos y la fragilidad no es exclusivamente femenina, como insinuaba el mismísimo Shakespeare.
Fuerza y honor, queridos blogueros.

1 comentario:

Joselu dijo...

Tendemos a embellecer nuestra vida, a necesitar ser mejores de lo que somos, a que los demás crean nuestras imposturas, a proyectar una imagen ideal de nosotros mismos y precisar que los otros nos la devuelvan para sentirnos a salvo. La mentira a veces es muy sutil y linda con la ficción. Por eso la literatura y los escritores son profesionales de la mentira. ¡Qué felicidad poder urdir historias sin fin con la complicidad del arte! Hay un libro que estoy esperando comprar que se llama El niño azul. El escritor tiene noventa y cinco años. Trata de la relación entre un muchacho con tintes psicóticos y con propensión a convertirse en psicópata y su terapeuta, que logra encauzar su deriva criminal hacia el arte (la pintura). Eso es lo mejor que se puede hacer con la mentira: convertirnos en creadores para poder mentir a gusto y sin mala conciencia. El arte (o su sucedáneo) debería redimirnos. Un cordial saludo.