sábado, 31 de enero de 2009


La Duda es, con razón, una de las grandes apuestas para los Oscar de este año. Todos los protagonistas están en estado de gracia, como dicen los críticos, en especial Meryl Streep, la mejor actriz, quizá, del panorama actual. Sabe convertirse en cada personaje que interpreta, sea comedia (El diablo viste de Prada), drama (Los puentes de Madison, La decisión de Sophie, Leones por corderos) o incluso musical ( Mamma Mía!). Lo domina todo, nada se le resiste. Aquí interpreta un personaje antipático desde el principio pero lleno de fuerza. Su condición de religiosa no es especialmente relevante, aunque no lo parezca. Lo mismo se puede decir del sacerdote encarnado por Philip Seymour Hoffman, de apariencia bondadosa y aperturista y por tanto enfrentado a la monja directora de un colegio neoyorquino en 1964.
Supongo que conocéis la trama: en el seno de un colegio religioso surge la duda de si el sacerdote ha abusado del único niño negro del centro o no. Lo de menos es si ha sido cierto o no, lo cual, tratándose de un tema tan espinoso, no deja de sorprender; lo que cuenta son las interpretaciones y los diálogos. No es un ataque contra la Iglesia, el asunto puede surgir en cualquier centro, aunque esa institución en concreto tenga mucho que esconder (y de lo que avergonzarse) al respecto. La sospecha está siempre ahí, nadie está libre de ella, y su contrario, la certeza, suele ser difícil de demostrar. Aquí no aparece, todo es duda hasta el final, como bien indica el título.
La han comparado con La calumnia, con razón, y con Expiación, aunque la lista de películas que presentan un tema parecido es larga y fructífera. La difamación da mucho juego. No hacen falta ni siquiera indicios, basta con soltar un rumor y está hecho el daño. El sacerdote lo cuenta muy bien con un ejemplo en un sermón: una feligresa confiesa haber murmurado sobre un vecino y pregunta cómo puede remediar el daño; el sacerdote le dice que suba a la azotea de su casa y raje con un cuchillo una almohada. Vuelve la mujer con la tarea realizada y solicita una respuesta: "¿Y ahora qué debo hacer?". El sacerdote responde: "Ahora recoge todas las plumas que ha esparcido el viento". "Pero eso es imposible", razona con toda lógica. "Pues eso es lo que has hecho: ahora es imposible reparar el daño." ¿Cabe mejor enseñanza? Cualquiera está a merced de la maledicencia, y aunque se demuestre su falta de culpabilidad siempre estará a expensas de los que quieran seguir sospechando o murmurando. Lo sé porque lo he vivido muy de cerca.
El primer niño negro del colegio, con ciertos problemas familiares, encuentra apoyo y ayuda en el sacerdote, y eso no pasa desapercibido. De ahí a la sopecha de pederastia hay un paso, y no porque la monja sea especialmente mala, pero sí es muy rígida y conservadora. Supongo que no se acostumbra a los cambios en las costumbres (anda que si viera las de ahora, le daba un soponcio...) y no tolera la relajación de las mismas ni el incumplimiento de las normas. Un comentario inocente de una monja joven y encantadora (estupenda Amy Adams) desata el drama, pero nadie se rasga las vestiduras, no hay gritos ni escenas violentas. Se plantea una duda que a algunos les parece razonable sin tener ninguna prueba. Es un duelo entre diferentes modos de ver una misma realidad. ¿Quién no se ha visto involucrado alguna vez en una situación parecida? No necesariamente tan grave, entendedme bien: un asunto con varias lecturas, cualquiera que precise una posición a favor o en contra. La verdad no siempre brilla por sí misma, la justicia no siempre se cumple, la certeza es más una opinión que una prueba. Somos mucho más dados a la difamación porque suele salir gratis y nos gusta el morbo. Todos conocemos rumores más o menos malintencionados sobre personajes públicos y en internet hay miles de páginas dedicadas a las llamadas "leyendas urbanas", del tipo "yo no lo he visto pero Fulanito asegura que es verdad", y qué decir de la televisión, que crea y destroza imágenes de cualquiera con la misma facilidad que cambian de cámara. "Difama, que algo queda", dice el refrán, y que razón tiene. No basta con ser honrado, responsable, trabajador: si te creas un enemigo o alguien te coge ojeriza, prepárate. Yo tengo compañeros muy queridos que han pasado por ello y jamás han oído una disculpa. Les hicieron sufrir un calvario simplemente por cumplir con su obligación y se vieron envueltos en un proceso que pudo tener graves consecuencias. En todas partes hay mala gente, por desgracia.
La Duda no da respuestas, pantea incertidumbre y deja que cada cual saque sus conclusiones. Uno puede ver la lucha por el poder, otro el miedo al aperturismo, otro el peligro de no aplicar mano dura en todos los ámbitos, no sólo en la enseñanza... Yo vi, sobre todo, una historia muy trabajada y muy bien interpretada, unos personajes que llenan la pantalla e hipnotizan con cada detalle. Me encanta cómo el cine destaca algunos objetos o magnifica los rostros y las expresiones. Qué gran y bella mentira es el cine...
Feliz semana a todos.

3 comentarios:

Joselu dijo...

Leyéndote uno piensa que se pierde muchas películas interesantes. El hecho de no tener abuelos cerca nos deja sin posibilidades de salir los viernes o los sabados. Se dice que no se hace hoy día buen cine, pero pienso que hay bastantes películas que resultan interesantes, lo que pasa es que la forma de hacer cine actualmente es muy diferente al que se hacía hace unas décadas. Quizás ahora sea menos sutil, más efectista, menos profundo. Hay pocas películas que no he podido olvidar, que me han dejado por circunstancias diversas una huella honda. Las películas que recuerdas veinte años después son las que han merecido la pena, pero para eso necesitas que el tiempo pase. Algún día podrías decir qué películas recuerdas por alguna razón veinte años después. ¿Las hay? ¿Cuáles son? Una buena cuestión. Un abrazo, colega.

Marian dijo...

Ayer fui a ver La duda. La interpetación, como señalas, es magnífica (sobre todo Meryl Streep, que siempre consigue ocultarse, a pesar de su fama, detrás de los personajes que interpreta) pero hay algunos aspectos que no han acabado de convencerme. La actitud del sacerdote permanece hasta el final en duda, pero es puesta en solfa, y no caprichosamente, por todos (la monja inocente, la directora severa, la madre del alumno negro, el mismo sacerdote, que, aunque niega lo evidente no deja una y otra vez de sembrar sospechas...) y eso hace que pensemos que hay algún elemento inconcluso en la película, pues no debería ser casual hacer al espectador ir en una línea para luego dejarla sin resolver. O sea, desde el principio creo que se orienta al espectador para que piense que la directora tiene razón. Y al final, paradójicamente, se pone en duda también su actuación. Por eso el final resulta chocante, inesperado...
Por otra parte, me parece estupendo el reflejo de personalidades contradictorias (la educadora severa, pero correcta en la búsqueda del bien; el sacerdote progresista y amable, pero desviado...En fin, casos imperfectos y dudosos comos tantos de la vida real.

Anónimo dijo...

Haces una verdadera obra maestra de la reseña cinematográfica, ya quisieran muchos críticos tener tu maestría.

Yo vi la película el pasado sábado y me resultó enormemente interesante; la interpretación de prácticamente todos los actores es magnífica; el tema, interesante y bien tratado, y planteando esa duda que da el título al fim; las imágenes son cinematografía pura y en conclusión, no hay que perdérsela, es cine del mejor.

Gracias por tu post. Saludos.