Acaba la semana con frío y lluvia, como debe ser a estas alturas de noviembre. Ya ha durado demasiado el otoño inusualmente cálido que alarma, y con razón, a los preocupados por la evolución del clima de nuestro planeta. El trimestre pesa, ya estamos todos cansados y necesitados de un respiro. Dentro de unos días disfrutaremos de un puente que algunos aprovecharán para hacer un viaje o darse algún capricho. Y el día de la lotería nos despediremos de las aulas hasta el próximo enero. Demasiados días, dicen algunos; una necesidad, pensamos otros que soportamos día a día tensiones y trabajos de todo tipo.
Yo he tenido una semana muy ajetreada. Se aproxima la primera evaluación y hay que afinar mucho para poner las notas. Siempre hay descontentos, pero nadie piensa en lo que supone para lo maestros dar vueltas y más vueltas a las calificaciones, por claros que estén los criterios de evaluación. Intentamos ser justos y buscar el bien de nuestros alumnos, a veces somos demasiado generosos y les damos una oportunidad (yo los llamo "aprobados terapéuticos") y otras es necesaria una llamada de atención. A estas alturas ya está todo dicho: el esfuerzo personal suele brillar por su ausencia, los contenidos cada vez son más penosos, las sucesivas reformas no hacen sino agravar el problema, el alarmante aumento del fracaso escolar no parece tener solución... Pero ahí seguimos, al pie del cañón. He estado viendo en la página www.leer.es algunas actividades para el dichoso Informe PISA y es de llorar. Sé lo que trabajo con mis alumnos y me desanimo cuando veo que no son capaces de entender esos textos ni de solucionar los problemas que les proponen. Lo mismo podría decirse de las Pruebas CDI de la Comunidad de Madrid. Están mal planteadas, contienen preguntas que no se ajustan al currículo actual y nadie sabe cómo se puntúan. Cada año hacemos constar razonadamente en la Memoria nuestras quejas, y no sirve de nada. Ganas nos dan de tirar la toalla, sentimos una terrible impotencia cuando vemos el abismo entre nuestro esfuerzo y nuestros logros. Da igual que protestemos, reneguemos, propongamos o preparemos algo más acorde con nuestras metas:al final hay que hacer lo que nos mandan, presentar unas programaciones inútiles y unas competencias que aún no sabemos para qué sirven, llevar a cabo actividades que consumen un tiempo precioso en las clases, rellenar papeles y más papeles... En mi caso particular de esta semana, he tenido que adelantar 120 euros con mi tarjeta de crédito para reservar una visita al museo de El Prado en marzo, he dedicado casi una hora de la tarde del viernes al acabar mi jornada a un padre angustiado por su situación de separado, he pasado largas horas en mi casa preparando clases y controles... pero todo eso no cuenta absolutamente nada si no entrego a tiempo las malditas competencias o no puedo justificar una ausencia en la hora de exclusiva. Me parece demencial.
Así es la enseñanza, un continuo ajetreo, mil situaciones distintas cada día, ratos agradables, otros no tanto, mucha paciencia, mucho trabajo... Y, sin embargo, entro en las clases a gusto, veo las caritas de mis alumnos sonrientes, intento ser amena sin perder el rigor, atiendo sus demandas a veces un tanto insólitas ("Se me ha atascado la cremallera de la mochila", "Necesito una tirita porque me he cortado", "Fulanito no quiere sentarse conmigo porque en el partido le he sacado tarjeta roja"...), nada importante pero todo vivo, urgente y necesario para ellos. Si consigo el clima adecuado me siento satisfecha: leen a gusto, trabajan concentrados, intervienen levantando la mano... Los resultados, lamentablemente, no son siempre los deseados. ¿Por qué? No lo sé, ojalá lo supiera. Echo un vistazo a los textos de hace años y veo que contenían lecturas del Lazarillo, Cela, Borges, Mark Twain... Hoy la literatura infantil es mucho más abundante pero, salvo excepciones, su lenguaje es paupérrimo y las historias, simples y ramplonas. Les gustan, evidentemente, pero tienen que leer (y entender) textos científicos, divulgativos o simplemente curiosos. El mayor problema de los alumnos actuales, diga lo que diga no sé qué "experto" que ha estado en nuestro país días atrás, es la comprensión lectora. No saben interpretar un texto. Si las preguntas no tienen una respuesta literal y muy sencilla no saben contestarla. En un control de Matemáticas no sabían qué era "producto" y "diferencia". Cielo santo, ¿qué está pasando? ¿Son más torpes que los alumnos de hace años? No lo creo. Tienen más problemas personales (la separación de sus padres es un trauma terrible), están sobrecargados de actividades extraescolares, sufren las consecuencias del desarraigo por traslados que no llegan a asimilar o entender, acusan la prisa del mundo actual, reciben modelos vergonzosos del cine y sobre todo de la televisión (dan ganas de mandar a la hoguera a ciertos personajes que llenan horas de programas sonrojantes)... Y nosotros intentamos suavizar todo eso, aislarles del caos que a veces nos rodea, ayudarles en su camino por la vida recién estrenada. Demasiada tarea, y demasiado dura, con muy pocos apoyos eficaces. A veces, eso sí, vienen madres agradecidas por lo que hemos hecho con sus hijos. Han notado una gran diferencia con respecto a centros anteriores y lamentan tener que irse, pero las circunstancias mandan.
Así que acabé ayer por la tarde con "saturación mental" y me fui a ver Adventureland, una historia de adolescentes afortunadamente fuera de lo común, nada de sandeces ni humor basto y grosero, un relato sencillo e inteligente sobre lo que supone entrar de golpe en el mundo adulto. Un joven recién graduado debe renunciar a su proyectado viaje por Europa porque sus padres atraviesan un bache económico y tiene que pasarse el verano trabajando por un sueldo mísero en un parque de atracciones local donde descubre el amor y otras verdades. Es una película que pasará casi desapercibida, pero es digna y está bien interpretada. Mi hijo lleva varios años trabajando en Caprabo y ahora también en Carrefour, a la espera de poder empezar a ejercer como maestro, y la verdad es que la experiencia laboral en esos sitios es dura, pero provechosa. Ha aprendido mucho sobre el valor del dinero y el trato con jefes y compañeros de todo tipo, que no es poco. Yo recomiendo a todos los chavales que pasen por alguna experiencia similar, pero no todos están dispuestos a "rebajarse" haciendo cierto tipo de trabajos. Peor para ellos.
Joaquín Sabina me acompaña con su último disco. Sólo lo he escuchado una vez. Me parece más tranquilo que en otros anteriores, con letras muy trabajadas, serias y reflexivas. Será que se está haciendo mayor... Me encanta como poeta, aunque sea un juerguista impenitente. Ha empezado una nueva gira y ya están todas las entradas vendidas. Suerte para él.
Feliz semana a todos.