domingo, 20 de febrero de 2011

CINCO HORAS ENTRE MUJERES

Un sobrio escritorio. Unas sillas. Un ataúd. Una iluminación discreta. Una mujer enlutada que estruja un pañuelo entre las manos, suspira y empieza un largo monólogo en el que da rienda suelta a sus sentimientos y recuerdos porque el difunto es su marido, Mario, fallecido durante la noche por un fulminante infarto. Con estos escasos mimbres Miguel Delibes escribió hace más de cuarenta años una obra estremecedora, novedosa, única. Aprovecha el personaje de Menchu, Carmen Sotillo, la viuda, para dar su visión de la España de aquellos años y los anteriores, los de la guerra y sus consecuencias.
La gran Lola Herrera se empeñó en convertir este texto denso y vigoroso en un monólogo teatral allá por 1979. La representó durante once años, que se dice pronto. En 1981 rodó Función de Noche con Josefina Molina. Alguien dijo de esta película que era el mejor desnudo del cine español. En ella Lola y su exmarido, Daniel Dicenta, conversan sobre su matrimonio, su ruptura, sus mutuos reproches. La vi entonces y me asombra recordar tantos detalles: cómo confiesa que fingía los orgasmos (algo que ofende muchísimo a su marido), su intención de operarse los pechos hasta que su amiga Juana Ginzo (grandísima actriz radiofónica) la disuade, la ilusión por adecentar una casa en un pueblo... Se intercalan algunas escenas de Cinco horas con Mario, obra que entonces interpretaba y que le provocó una profunda crisis personal porque se resistía a aceptar que había en ella más de Carmen Sotillo de lo que estaba dispuesta a admitir.
El libro está entre los más importantes de Delibes, pero la versión teatral quedó dormida durante años hasta que la misma Josefina Molina ha vuelto a ponerla en pie con una nueva intérprete, Natalia Millán, más conocida por sus papeles musicales que por los dramáticos. Su interpretación es maravillosa, perfecta. Presta al personaje una dicción más rápida, mayor inflexión en los pasajes con cierta jocosidad y una soltura envidiable, de todo punto necesaria para sostener en solitario un monólogo que va de lo dramático a lo anecdótico, del dolor al reproche, del conformismo a la confesión. Para el público más joven resultará difícil entender el tipo de mujer que representa Menchu: clasista, tradicional, machista, escandalizada por las ideas más progresistas de su marido, que comprendía a las prostitutas y cuestionaba la autoridad de un guardia civil, por ejemplo, iba al trabajo en bicicleta y renunciaba a prebendas por defender su integridad. Ella no entendía su falta de ambición, le echa en cara haber renunciado a ciertos trabajos por defender sus ideas y no haber cedido a su capricho de tener al menos un seiscientos, que en aquella época lo tenían hasta las porteras. Carmen pertenece a una familia algo venida a menos pero con ciertos delirios de grandeza, como los antiguos hidalgos. Dice en varias ocasiones que dejó pasar la oportunidad de casarse con un hombre de futuro más prometedor al que vuelve a ver casualmente veinticinco años más tarde al volante de un flamante Tiburón rojo. Está a punto d etener un desliz pero asegura que no pasó nada, nada.
Carmen se desahoga en esa noche ante su marido de cuerpo presente. Su matrimonio no ha sido feliz, como tantos otros, sostenido por el inviolable sacramento y la presión social, que en aquella época tenía una fuerza hoy incomprensible. Es una mujer que no ve con buenos ojos que otras estudien, a ver para qué lo necesitan. Con saber andar erguida, mantener un buen aspecto y desenvolverse con soltura en público cumplen de sobra. Se refiere en varias ocasiones a su madre, todavía más tradicional, que la educa en ese modelo de mujer sumisa, descanso del guerrero y ama y señora en ciertas cuestiones, siempre a la sombra del varón. El papel duro es para ellas, ellos descansan cuando les echan las bendiciones: se aseguran tranquilidad en el hogar y fidelidad de por vida. Se queja, sin embargo, de la falta de pasión de Mario, que en la noche de bodas ni siquiera mostró interés carnal por ella. Sabe que otros aún la admiran y piropean, pese a haber tenido cinco hijos.
Justifica la existencia de los pobres porque gracias a ellos existe la caridad. Argumentos como éste resultan hoy realmente chocantes, como otras de sus ideas. No entiende que su hijo mayor no quiera ponerse de luto, una tradición de fuerte arraigo durante siglos. Bien que lo contó Lorca en La casa de Bernarda Alba.
Los largos aplausos premiaron el esfuerzo de Natalia Millán. Es de suponer que se mantenga largo tiempo en cartel para que muchos puedan disfrutar de esta gran obra y comprender o recordar cómo éramos no hace tantos años. Es una buena ocasión para revisar un clásico moderno. Delibes murió sin recibir el Nobel, algo que muchos nunca entenderemos.
Una cena tranquila remató deliciosamente nuestra salida. Éramos cuatro mujeres unidas por nuestra pasión por la enseñanza, preocupadas por los vaivenes del mundo actual y buenos ejemplos de mujeres preparadas y trabajadoras, nada que ver con ese arquetipo que acabábamos de ver. Las mujeres podemos ser las mayores aliadas o las peores enemigas con respecto a otras. Nadie comprende a una mujer mejor que otra mujer, pero por lo mismo llegamos a veces a hacer un daño considerable. No es nuestro caso, afortunadamente. Se siente una tan bien pudiendo ser sincera, hablando de los temas más diversos, desgranando confidencias y recuerdos, proyectos, sin caer en los tópicos que se siguen empeñando en adjudicarnos cortedad de ideas y pobreza de miras. Qué poco nos conocen... Gracias por tan estupenda noche, Blanca, Concha y Charo.




10 comentarios:

Cabopá dijo...

Qué suerte tienes Yolanda, no te pierdes ni una ahora el teatro y esa magnifica obra de Delibes....
Aquí en mi ciudad en fantástico Teatro Romea, lleva cerrado para tres largos años, el gobierno municipal lo cerró por obras y nadie sabe que están haciendo dentro, eran obras que tardarían tres meses... Hay teatro en los pueblos y ciudades más importantes,donde vienen compañías incluso buenas. Pero igual que ir al cine a los centros comerciales me da mucha pereza...
Hacía tiempo que no te visitaba, siempre me gusta hacerlo.
Besicos.

Joselu dijo...

Este año entra en el programa de selectividad la obra que comentas. Sería espléndido poder asistir a la representación de Natalia Millán, pero me temo que o no vendrá por Barcelona o cuando lo haga será demasiado tarde. Es una obra curiosa porque en una primera lectura te identificas con el progresismo de Mario frente al conservadurismo de Menchu. Sin embargo, esa letanía de reproches de ella van iluminando un matrimonio fracasado en que él tampoco prestó la suficiente atención y pasión a su relación con su esposa. Sin este aspecto, que no deja bien a Mario, la obra pierde densidad. No es sólo la confrontación entre una mentalidad abierta y otra cerrada, sino también la radiografía de un matrimonio en que él también falló. Probablemente si hubieran tenido la oportunidad del divorcio, cada uno hubiera podido seguir su camino que se muestra como irreconciliable en su vida en común. Vi la representación de Lola Herrera en Zaragoza. Me gustó. Creo que debió ser hacia finales de los ochenta.

Ayer vi Más allá de la vida que me encantó. El día anterior fui a ver Pa negre que me pareció extraordinaria. Por fin cine en catalán que no presenta estúpidamente el conflicto de la guerra civil bajo un prisma nacionalista de buenos y malos. No hay buenos ni malos y todos son traidores en función de las circunstancias. Me gustó tanto que posiblemente vuelva a verla.

Un abrazo, colega.

Fernando Manero dijo...

Vi esa obra cuando se estrenó en el Teatro Calderón de Valladolid, antes de que lo hiciera en Madrid, en homenaje a Miguel Delibes. Hacia tiempo había visto también la versión de Lola Herrera, pero confieso que me impresionó más la de Natalia Millán. Imprime al texto de Delibes una carga emocional que la simple lectura, más plana, no aporta. En cierto modo, la representación teatral modifica las ideas preconcebidas que el texto ofrece al lector. La personalidad de la mujer sale reforzada y con ello se evidencia aún más la tragedia de una época en el que aquella se veía obligada a desempeñar el papel sumiso con que Delibes dibuja la relación entre los personajes. Qué lástima que Don Miguel no la pudiera ver. Estoy convencido que le hubiera encantado. Un abrazo, amiga

Lola dijo...

Quiero ir a Madrid a verla. Creo que me gustará tanto como me gustó la de Lola Herrera. La verdad que Delibes sabe adentrarse en ese corazón femenino de aquellos años. Yo nunca he sido así y por eso me llamaban "rara". Me alegro que lo pasarais tan bien. Un abrazo Lola

Miguel dijo...

Yo recuerdo haberla leído cuando estudiaba sexto de bachillerato (en el 75). La cogí de la biblioteca del centro y me la leí poco a poco y sin prisas, sin obligaciones (como debe ser, vamos) y me encantó. Unos años más tarde, en el 79, llegó Lola Herrera con su versión teatral. Y fuimos mi novia y yo a verla. Fue magnífica. Por cierto, guardo una anécdota de aquella función. En mitad de la representación, un niño empezó a llorar, y Lola, con toda la naturalidad y todas las tablas del mundo, paró la representación, se dirigió al público diciendo que la obra era muy complicada y que requería mucha concentración, y que el llanto de aquel niño la desconcentraba, que por favor, abandonase la sala, que le devolverían el dienero sin ningún problema; y luego, tras unos breves momentos de ensimismamiento, siguió como si nada la obra.

Un beso.

Yolanda dijo...

Cabopá, tú vives junto al mar, y yo, ya ves, al menos puedo disfrutar del teatro, que no es lo mismo, pero bueno... La oferta teatral en pueblos cercanos al mío ha disminuido mucho por la mala gestión de los Ayuntamientos pero al menos Madrid no pierde comba. Con el tatro Romea pasará lo mismo que con tantas obras que no interesa ver terminadas, alguien se llevará la pasta, seguro. La crisis siempre la pagamos los mismos, la cultura la primera.
Un beso enorme.

Yolanda dijo...

Fernando, tengo entendido que el propio Delibes trabajó en esta nueva adaptación de su obra y le agradaba la interpretación de Natalia Millán, diferente a la de Lola Herrera. Las dos son excelentes, cada una en su estilo. Lola era más reposada y clásica, Natalia tiene otra desenvoltura más actual, sin salirse una coma del texto. Es curioso comprobar cómo las mismas palabras pueden ser tan diferentes según quien las diga. En todo caso es una obra más que recomendable.
Un saludo.

Yolanda dijo...

Lola, es de agradecer que un hombre sepa adentrarse en el alma femenina y captar los muchos matices que tenemos sin caer en los tópicos. El gran Delibes era inteligente y observador y supo sacar mucho partido a un personaje que habla y habla dando rienda suelta al volcán que lleva dentro. Es una obra perfecta para ser representada. La sola lectura exige reposo y meditación, algo que no todo el mundo está dispuesto a hacer en un mundo regido por la prisa y la inmediatez. He aprovechado para releer algo y me maravilla ese río de sentimientos desbordados. Ojalá tenga mucho éxito y llegue a mucha gente.
Un abrazo.

Yolanda dijo...

Lola, para una mujer es una gozada leer y escuchar una obra escrita pensando en nosotras, sin caricaturas ni burlas. Estamos muy hartas de ser blanco de machistas e ignorantes que no quieren conocernos ni entendernos. Cuesta escaparse del rol que nos tienen asignado desde la cuna. Ven a verla, seguro que te encanta. Y sigue siendo "rara", qué sabrán ellos...
Un beso enorme.

Yolanda dijo...

Miguel, es maravilloso encontrar hombres que sepan apreciar una obra plenamente femenina. Muchos hombres se quejan de lo complicadas que somos, pero se detienen poco en nosotras, en nuestro mundo. La sensibilidad no pertenece en exclusiva a un sexo u otro pero sí es cierto que a nosotras nos cuesta menos hablar de nuestros sentimientos, los hombres tenéis un extraño pudor para contar intimidades y daros a conocer. Pesan mucho tantos siglos de educación equivocada.
El teatro sigue siendo una experiencia casi mágica, un espectáculo sin trampas donde se ve de verdad la calidad de un actor. Asistí hace años a una función intrepretada por el fallecido Juanjo Menéndez con un público detestable, ignorante y maleducado que le puso en el disparadero. La mayoría de las veces los actores establecen con los espectadores un diálogo cómplice que demuestra quién tiene poderío y quién no. En España hay grandes actores que no siempre pueden demostrar su valía, no sabemos loque nos estamos perdiendo.
Un abrazo, colega.