


Por casualidad entra en contacto con Ousmane, musulmán africano que lleva quince años trabajando como guarda forestal en Francia. También está buscando a su hijo, a quien dejó cuando tenía seis años. Ni siquiera sabe qué aspecto tiene, si le viera no le reconocería. Es su mujer, que sigue en África, quien le ha pedido que le busque. Elizabeth al principio le mira con recelo, le parece un hombre extraño, de otra religión, de otra raza, pero las circunstancias les obligan a encontrarse una y otra vez y a compartir incluso piso porque sus hijos no sólo se conocían sino que, además, estaban enamorados, eran compañeros de clase de árabe en la mezquita, vivían juntos y tenían pasajes para ir en tren a Francia. Así, Elizabeth y Ousmane entienden que tienen mucho en común, sin saberlo. Les une la relación de sus hijos y la incertidumbre sobre lo que les pueda haber ocurrido. Buscan juntos hasta que llegan a conocer la terrible verdad.
Es una hermosa película sobre las relaciones inesperadas, cómo vencer la desconfianza hacia el diferente, el dolor de las víctimas de un atentado terrorista y, lo que más me llamó la atención, lo poco que los padres sabemos sobre nuestros hijos. Ni Elizabeth ni Ousmane saben cómo viven, qué hacen ni con quién se relacionan sus hijos. ¿Lo sabemos los demás? A duras penas y sin mucho detalle, me temo.
La película no indaga en los atentados en sí, ya bastante conocidos y difundidos. Muestra algunos aspectos de la investigación para identificar a las víctimas sin ser morbosa. Es delicada y profunda, sobria y emotiva. Cuenta mucho sin recurrir a grandes aspavientos, el tipo de cine verdadero que no necesita más que un buen guión y unos intérpretes excelentes para transmitir emociones y hacer pensar. Dos desconocidos, hombre y mujer, dos personas muy diferentes, acaban descubriendo todo lo que les une. El dolor es universal, no distingue razas ni religiones, no importa dónde se haya nacido, siempre es lacerante y terrible. Las alegrías y los temores son parecidos en todas las latitudes. La película puede resumirse en la frase: "Nuestras vidas no son tan diferentes".
Brenda Blethyn podría ser el ama de casa que guarda su turno en la frutería a nuestro lado, no tiene nada destacable salvo una gran expresividad y, sobre todo, unos ojos que lo dicen todo. Sotigui Kouyaté es muy alto, muy delgado, camina muy despacio apoyado en un bastón, parece no tener nunca prisa, está resignado a vivir tan lejos de África. Obtuvo el Oso de Plata en Berlín en 2009 y falleció unos meses después.




En la escena final, los niños acosan a Bakhtay simulando disparos, pero ella no se da por vencida hasta que su amigo le dice: "¡Tírate al suelo! Si no mueres no te dejarán en paz, no serás libre." Terrible verdad: ha de morir para lograr la libertad.
La escena inicial muestra la voladura de dos enormes estatuas de Buda talladas en la roca, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, destruidas por los talibanes en 2001 en su ciego afán por eliminar todo cuanto fuera en contra del Corán. Una prueba más de la ceguera fundamentalista, de su locura.
El título hace referencia a una frase del padre de la directora: "Hasta las estatuas se avergüenzan al ver tanto horror." Es un día en la vida de una niña, una entre millones, reprimida por ser mujer y por vivir en un país asolado por las sucesivas ocupaciones. Es Afganistán pero podría ser la India, Indonesia, cualquier país africano. Por desgracia, sobran escenarios para situar una historia tan impactante. Qué injusto contraste con nuestro mundo, que sigue nadando en la abundancia. Bakhtay lucha lo indecible para conseguir un cuaderno, que al final resulta deshojado por unos niños crueles, mientras aquí tiramos material escolar sin ningún miramiento. Cómo me duele ver tanta despreocupación en mis alumnos... Todos los días abandonan sin ningún miramiento cuadernos, folios, rotuladores, lápices, gomas, reglas... No les importa, no lo valoran. Les da lo mismo perderlo. En el mejor de los casos, comprarán más. Es nuestra lucha diaria, con escaso éxito. Ni siquiera en vacaciones me siento alejada de estos temas. Descanso, pero de vez en cuando mi conciencia despierta. Así que, a pesar de todo, os deseo unas felices vacaciones. Si son con buen cine, mejor.