sábado, 19 de marzo de 2011

PERIGEO

ROMANCE DE LA LUNA, LUNA

La luna vino a la fragua

con su polisón de nardos.

El niño la mira mira.

El niño la está mirando.

En el aire conmovido

mueve la luna sus brazos

y enseña, lúbrica y pura,

sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.

Si vinieran los gitanos

harían con tu corazón

collares y anillos blancos.

Niño, déjame que baile.

Cuando vengan los gitanos

te encontrarán sobre el yunque

con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,

que ya siento sus caballos.

Niño, déjame, no pises

mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba

tocando el tambor del llano.

Dentro de la fragua el niño

tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,

bronce y sueño, los gitanos.

Las cabezas levantadas

y los ojos entornados.

¡Cómo canta la zumaya,

ay cómo canta en el árbol!

Por el cielo va la luna

con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,

dando gritos los gitanos.

El aire la vela, vela.

El aire la está velando.

En una noche como ésta, presidida por una luna espléndida, enorme, brillante, suspendida en el cielo quieto en mágico equilibrio, las palabras de García Lorca son una opción siempre bella y musical. Poco más se puede añadir sin estropearlas. Disfrutad de la luna, de la noche y de la poesía.


martes, 1 de marzo de 2011

ESOS NIÑOS DEL CINE...

Apagados ya los ecos de los excesivamente publicitados Óscar de Hollywood (espectáculo llama a espectáculo), lejos de los modelitos lucidos por las estrellas y los discursos casi siempre previsibles, en una gala bastante plúmbea, según los críticos (yo sólo he visto pequeños cortes), sólo cabe alegrarse de los merecidos galardones obtenidos por la magnifica El discurso del Rey (¡no os la perdáis!) y alguno más: Toy Story (emocionante y sensible), Christian Bale (tengo ganas de ver The fighter), el más que cantado de Nathalie Portman (aún no he visto su Cisne Negro) y las muchas desilusiones, inevitables siempre. Pero bueno, todo forma parte del mismo circo, con más o menos fortuna.
Antes del día D fui a ver Valor de Ley, no sin cierta reticencia. No todo lo de los Coen me gusta y el western es un género difícil que ha dado maravillosas películas y terribles bodrios, cómo no. Yo vi la primera versión de ésta allá por 1970, quizá, cuando se estrenó. Con ella ganó el codiciado Óscar John Wayne, el Duque, el ídolo de mi padre. Encarnaba a un alguacil tuerto que ayuda a una insoportable Mattie (Kim Darby, de la que Wayne dijo que era "la peor actriz con la que había trabajado") a vengar la muerte de su padre. En esta nueva adaptación una portentosa Hailee Steinfeld se come a los tres machotes duros y curtidos encarnados por Jeff Bridges (qué bien está siempre este hombre), Matt Damon (nada de chico guapo aquí) y el malvado Josh Brolin. Mattie aquí es valiente, tozuda, intrépida, inteligente y hábil. Gracias a ella el malo paga sus culpas y otros no mejores que pasaban por allí se llevan también lo suyo. Hay cierta socarronería, propia de los Coen, dureza y cinismo. Me parece una película formalmente perfecta, idónea para recrearte en la fotografía, los detalles, los diálogos... Se merecía mejor suerte en el reparto de premios, pero qué se le va a hacer, la estatuilla sólo puede tener un ganador por categoría.
Por cierto, no sé si será debido a la publicidad de estos premios pero las tres últimas semanas he visto los centros que albergan salas de cine abarrotados, hasta los topes, como hacía tiempo que no veía, a pesar de la maldita crisis y del final de un mes siempre difícil. ¿O no será tanto como dicen? No entiendo nada, la verdad, pero me alegro de veras.
Por el contrario, Pa Negre fue la gran sorpresa de los Goya, versión hispana del circo americano. Fui a verla atraída por las críticas más que por el aluvión de premios. Temí que me desilusionara como me ocurrió con La Soledad hace un par de años, creo, pero sentí todo lo contrario: una sacudida desde la brutal escena inicial, un estremecimiento en varias más, una indignación creciente y un encogimiento del alma al ver a unos niños perder la inocencia por la maldad de sus mayores, arrastrados a la vergüenza y la miseria moral y física por la reciente guerra y el odio que germina con demasiada facilidad en el ser humano. Apenas hay bondad en esta historia de crímenes ocultos y venganzas crueles. El mundo rural catalán de la posguerra es mostrado en toda su crudeza. Hay amos ricos y egoístas, amparados por su poder para abusar de los campesinos que cuidan sus tierras, carentes de todo escrúpulo para desposeer de su fortuna al beneficiario legal. Pero no son mejores los perdedores de la contienda, aunque cobijados a veces por sus ideales, sobrepasados por la terrible realidad.
La historia se va desentrañando en sucesivas capas que encierran un misterio tras otro, un pasado oculto no sólo por la guerra sino por el odio, la injusticia y la intolerancia. No es otra película sobre nuestra maldita Guerra Civil, es un relato descarnado sobre la pérdida de la inocencia y la necesidad de expiar las culpas. El sexo ocupa un lugar destacado, es descubrimiento doloroso en los niños (terribles escenas) y opresión en los adultos, incapaces de escapar a su destino, arrastrados por el rencor y la crueldad. Ni los buenos resultan tan puros como parece en un principio ni los malos son tan terribles como en otras ocasiones, y eso que Sergi López da casi tanto miedo como en El laberinto del Fauno. Todos los actores están fabulosos, desde Nora Navas hasta Laia Marull y Eduard Fernández, pero destacan los niños, sobre todo Francesc Colomer, fantástico como el centro donde convergen otros personajes y a través de cuya mirada descubrimos secretos y traiciones, las mentiras que ocultan los adultos, incluso los más idealizados, empezando por su propio padre, al que adora hasta que... El gesto duro que muestra en el cartel anunciador es el perfecto resumen de la película: me habéis robado la inocencia, me habéis mentido, pero voy a construir mi futuro lejos de vosotros, sobre esas cenizas en las que habéis convertido los sueños y aspiraciones de tantos como yo, marcados para siempre.
Hay sordidez en esas casas oscuras y frías con puertas cerradas, fotos que esconden secretos y rincones casi sagrados. Los amos han huido y han dejado a muchos en la obligación de buscarse la vida criando pájaros o trabajando en fábricas. No hay nada idílico, incluso la naturaleza es dura y salvaje, como esos seres obligados a urdir una nueva mentira para tapar la anterior. Son crueles quizá sin posibilidad de escape. Todo parece confabularse para destruir cualquier esperanza, la oscuridad no es una metáfora sino una realidad opresiva de la que nadie puede escapar. Hay dolor y muerte, venganza, todo tan negro como ese pan que envenenaba las entrañas. No es algo exclusivo de la España de 1944, pero sigue siendo algo muy nuestro que a menudo se nos olvida. Y la memoria ha de servir para algo, para aprender y no repetir tan terribles errores. No soy partidaria de idealizar el pasado ni de falsificarlo para justificar equivocaciones antiguas o actuales, creo que por difícil que sea lograr la objetividad hay que saber que ciertos valores son intocables y que perseguir a los homosexuales, asesinar a los judíos, abusar de los más débiles y perseguir a los que piensan de manera diferente siempre está mal, lo haga quien lo haga.
Pa Negre es una película excelente que espero sea vista ahora por mucha gente gracias a la publicidad de los Goya merecidamente ganados. No es agradable de ver ni cómoda ni complaciente, pero resulta fascinante y altamente recomendable. Quizá me anime a leer la novela en la que está basada.
Aprovecho para recomendaros el comentario que he encontrado en www.jmbigas.blogspot.com sobre ella, es excelente y muy bien documentado.
Pasad estos días de frío lo mejor posible. Un saludo a todos.