miércoles, 24 de octubre de 2012

DE VIAJE POR EUROPA

                      En estos tiempos inciertos, dominados por esa omnipresente odiosa palabra que me niego a repetir, los maestros seguimos luchando por una enseñanza pública de calidad, al alcance de todos, sin limitaciones políticas o ideológicas, abierta y plural, con menos medios cada vez pero sin desfallecer ni dejar de intentar cumplir con nuestros objetivos. Se equivocan quienes piensan que somos acomodaticios y remolones, desganados, desmotivados o poco cumplidores. Nada más lejos de la realidad. Basta con darse una vuelta por nuestro colegio, el Santiago Apóstol, para comprobar nuestra intensa actividad, apenas mermada por las duras condiciones impuestas por las autoridades competentes. No podemos privar a nuestros alumnos (muchos, cada vez más, y más complicados en muchos casos) de experiencias que les enriquecen y ayudan a formarse. Hay un mundo ancho y diverso a su alcance más allá  de los libros y nosotros consideramos indispensable este aspecto para configurar una enseñanza completa e imprescindible.
 
                      Las salidas extraescolares resultan siempre excitantes y atractivas, pero conllevan un trabajo de organización por parte de los profesores que pocos conocen. Conseguir realizar una excursión, por sencillo que parezca, exige llamadas telefónicas, envío de correos, búsqueda de información, elaboración de circulares, recogida de dinero y autorizaciones... Pero ahí estamos, ¡por fin!, los alumnos y profesores de 5º sentados en los autocares, un luminoso día de octubre, para visitar el Parque Europa en Torrejón de Ardoz, una idea fascinante. Consiste en ver de cerca reproducciones a escala de monumentos representativos de nuestra vieja Europa, cuna de la civilización occidental.El cine y la televisión nos muestran a menudo imágenes de la Torre Eiffel, la Puerta de Brandenburgo, la figura de La Sirenita, la Fontana de Trevi o incluso nuestra archiconocida Puerta del Sol, pero pocos saben la historia de tales lugares, los secretos que ocultan o lo que representan. Puedes pasar cien veces por la Puerta de Alcalá sin reparar en la inscripción en latín que figura en ella o sin saber qué significan los leones o el cuerno de la abundancia que la rematan. Pues bien, nosotros ya lo sabemos gracias a Zoraida y Consuelo, dos estupendas guías que nos han llevado por gran parte de Europa de un modo atractivo y claro, contándonos el porqué de la forma de un teatro griego o cómo los vikingos, los auténticos descubridores de América, trasladaban sus famosos drakkars cuando finalizaban la travesía sin necesidad de grúas o poleas.
 
 
 
                         Somos poco conscientes de la historia que encierran estos monumentos. Cada uno merece ser contemplado y admirado como valores intemporales y en muchos casos hermosos. La parte del muro de Berlín, de trágico recuerdo para tantas personas que dejaron en él su vida y sus ansias de libertad (Nino Bravo lo cantó en su famosa canción Libre) poco tiene que ver con el magnífico David de Miguel Ángel, una de las más bellas esculturas de todos los tiempos, o con la Victoria de Samotracia, cuyas alas inspiraron el logotipo de una famosa marca deportiva. Y qué decir de la archifamosa Torre Eiffel, hoy símbolo indudable de París pero que  a punto estuvo de ser derribada tras la Exposición Universal de 1889 porque algunos la consideraron poco estética. Y quién resiste la tentación de arrojar unas monedas a la Fontana de Trevi, la más visitada de Roma y escenario de una célebre película que muchos recordamos.
 
                         La pequeña Sirenita mira nostálgica hacia el mar, su casa, y recibe  a los viajeros que llegan a Copenhague desde su roca. Buen momento para releer lo que sobre ella escribió Andersen... En otro país abierto también al mar, una curiosa figurita infantil encierra una historia poco conocida: es el Manneken Pis, símbolo de Bruselas junto con el Atomium, tan diferentes los dos y sin embargo unidos por un destino común. Y sin salir de los Países Bajos, los molinos holandeses encierran en sus aspas un eficaz medio de comunicación sin necesidad de satélites, teclas ni baterías, pero, eso sí, ¡con contraseña!
 
 
 
                         El puente de Van Gogh nos recuerda sus originales cuadros, tan bellos y tan apreciados hoy a pesar de que él murió en la miseria y sin conocer la gloria que merecía. Otro puente, el de la Torre de Londres, es una de las mejores muestras del espíritu británico: práctico, sólido y eficaz. Las construcciones centenarias parecen resistir mejor el paso del tiempo que las obras actuales. Aí están los teatros griegos y romanos, por ejemplo, cuya perfecta acústica nada tiene que envidiar a los modernos auditorios. O la torre de Belem, que sigue presidiendo la entrada a Lisboa tras siglos de impávida vigilancia.
 
                         La segunda parte de la visita, tras un necesario refrigerio, ha consistido en desplazarse por puentes tibetanos, tablas de surf y otros excitantes obstáculos que han puesto a prueba la habilidad y forma física de los chavales. Los arneses dan seguridad, pero resulta complicadillo aprender el buen uso de los mosquetones. Prueba superada sin problemas hasta llegar al plato fuerte: ¡la tirolina! ¡Yupi, qué divertido lanzarse por un cable  a toda velocidad suspendidos en el aire! La llegada es algo brusca, pero emocionante.
 
                         Comer, jugar, divertirse, compartir, aprender, convivir en un entorno diferente... eso es lo que hemos hecho hoy. Ha sido una experiencia inolvidable que muchos querrán repetir. Estupenda idea para pasar un día en familia sin prisa y sin agobios. Animamos  a todos a ponerla en práctica, seguro que les encanta.
 
                        En el autobús reina el alboroto. Quién dijo cansancio... Sería deseable algo más de tranquilidad, pero parece misión imposible. La excitación continúa. ¿Ha merecido la pena? Por supuesto que sí, para chicos y grandes. Ahora queda recordar y asimilar lo visto y oído, aprovechar la experiencia y valorarla.
 
                        ¡Hasta la próxima!