martes, 31 de agosto de 2010

EL MAR, SIEMPRE EL MAR, Y MUCHO MÁS

Acabó el verano, snif... Adiós a la ausencia de horarios, de prisas, de obligaciones... En vacaciones puedes levantarte cuando se te antoje, desayunar con deleite, vestir con ligereza y despreocupación... Yo suelo pasar el mes de agosto en San Sebastián, como he comentado en alguna ocasión. Voy con mi marido a un piso estupendo cerca de Ondarreta y disfrutamos de largos paseos, baños en la playa si el tiempo lo permite, degustación de los mil placeres culinarios que ofrece esa tierra, contemplamos los fuegos artificiales en la Semana Grande, asistimos a espectáculos (muchos gratuitos y de calidad), a veces quedamos con amigos o familiares... Es un mes relajado y tranquilo. Yo me levanto tarde, desayuno con calma y si hace bueno voy a la playa; si no, doy un paseo de todos modos, compro algo (todo allí es una tentación: qué fruterías, qué mercados, qué panaderías...) y cuando vuelvo mi marido me espera con la comida hecha y la mesa puesta. Cocina de fábula, es muy imaginativo y dice que le relaja hacerlo. Luego me echo la siesta, leo algo, hago crucigramas... Una delicia, vamos.

San Sebastián (Donostia para ellos) es una ciudad preciosa, limpia, cuidada, llena de espacios amplios, abierta al mar, con cantidad de bellos rincones para pasear y descubrir: el palacio de Miramar, el de Aiete, los montes Igueldo, Urgull y Ulía, los paseos (el más famoso es el de La Concha, pero no el único), el Casco Viejo, todo un clásico, con unas barras a rebosar de deliciosos pinchos, el Peine del Viento, el Kursaal, un espacio maravilloso y muy bien aprovechado, cantidad de miradores para quedarte horas viendo las olas, inacabables... Vayas donde vayas encontrarás motivos para alegrarte de haber ido. La gente de allá ama su tierra y sus tradiciones, y, digan lo que digan algunos, son amables, educados y atentos con el visitante.
La tradición manda tomar un delicioso helado antes o después de los fuegos y tomar parte en la verbenas, conciertos o espectáculos que se ofrecen en numerosas plazas y calles, animadísimas durante las fiestas. Todo tiene un aire diferente, señorial, nada chabacano. La gente viste muy bien y disfruta con lo que ve. Abundan los komunak, los servicios públicos, algo muy de agradecer, y, salvo excepciones, están limpios y muy presentables. Me pareció curioso que en una gasolinera lo dijeran tan claro: "Entre, está limpio". ¡Y lo estaba!




Las carreras de traineras, todo un espectáculo, gozan de gran tradición y numeroso público las admira y aplaude. Nacieron de la competitividad entre los pescadores por ver quién llegaba antes a la playa para obtener el mejor precio por las capturas y, según cuentan, una vez, hace años, el pueblo de Orio se arruinó casi en su totalidad porque apostó muchísimo por su trainera (su color es el amarillo) y perdieron. La bandera más codiciada es la de La Concha, que se disputa en los primeros días de septiembre, pero la competición se gana tras varias carreras muy disputadas.



Se pueden hacer cantidad de excursiones por los numerosos parque naturales que salpican todo el País Vasco, como el de Pagoeta, pero nosotros hemos ido un par de veces a La Rhune, en territorio francés, que dispone de un tren de cremallera coqueto y curioso que te lleva a unos 9oo metros para disfrutar de una vista única, sensacional. Allá arriba te sientes en la cima del mundo, si el día está despejado ves desde San Sebastián hasta Las Landas o más y se aprecia perfectamente la curvatura de la Tierra. Muchos suben o bajan andando, tanto por el lado francés como por el navarro, ya que parte de la cumbre pertenece a Vera de Bidasoa. Una línea amarilla marca la frontera entre España y Francia. Lo normal es subir y bajar en el tren, un paseo lento (el tren va a unos 8 km/h), pero los más osados hacen unos de los dos trayectos andando. Nosotros bajamos andando el año pasado, y todavía me parece increíble haberlo hecho. No es excesivamente largo, pero sí algo peligroso porque es una continua bajada con tramos bastante complicados. Se puede hacer por el lado navarro (mi marido lo ha hecho este año) pero es incluso más difícil, pues el sendero es de gravilla suelta y se resbala mucho. En cualquier caso, si hace buen día hay mucha gente y hay que echarle paciencia para sacar los billetes, pero el paseo por la cumbre y las vistas merecen sobradamente la pena. Eso sí, mejor llevarse los bocadillos de casa porque los establecimientos de allá no son nada baratos. Nosotros este año fuimos con unos amigos y entre los bocadillos que había preparado mi marido, queso, lomo, chorizo y ensalada comimos como en el mejor de los restaurantes, sentados en las rocas y viendo el inmenso Cantábrico a lo lejos. Un día inolvidable, sin duda.




Qué más puedo deciros... En Zarautz degustamos un delicioso bonito a la parrilla, muy típico de allí, antes de iniciar el paseo hasta Guetaria junto al mar. Es una buena caminata, pero fácil y preciosa.
Una noche cenamos en Guetaria, en el puerto, donde son tradicionales las parrillas a la vista del público, con unos estupendos amigos. Un rodaballo magnífico, langostinos y un bonito blanco y jugoso sabían a gloria bendita en semejante marco, y qué decir de la compañía. No sé si es la magia de las vacaciones, el entorno, la calidad de los productos, ese txacolí que entra sin ningún esfuerzo, el trato con personas queridas, el ambiente templado, quizá todo ello se confabula para ofrecer momentos inolvidables que te hacen decir lo de la canción: "Gracias a la vida, que me ha dado tanto..."





Pude incluso ir al teatro un par de veces. Por fin vi "Monólogos de la vagina", que me encantó. Aparte de momentos divertidos, gracias a tres actrices fantásticas, hace pensar. Os la recomiendo si se os pone a tiro. Otro día pude ver al gran Paco Valladares en "Trampa mortal", que me decepcionó un poco al final, pero sólo por escuchar la voz de este enorme actor y contemplar su dominio del escenario ya merecía la pena.
Quise asistir a algún concierto en el Kursaal, como el año pasado, en plena Quincena Musical, pero los elevados precios me hicieron desistir. Otra vez será.
El resto, lectura. Acabé La evolución de Calpurnia Tate, viajé a la Sevilla de mil seiscientos y pico con Matilde Asensi y su entretenida Venganza en Sevilla, leí en dos tardes No pidas sardina fuera de temporada, un clásico en los IES, según tengo entendido, releí algo de Mujercitas, tantos años después, y ahora estoy enfrascada en Los ojos amarillos de los cocodrilos, un superventas que ya necesita poca publicidad.
Como veis, un mes perfecto para descansar y cargar las pilas, según expresión mil veces repetida. Sin roces ni problemas, en un marco incomparable, sin grandes lujos pero con buenos productos, es la preparación ideal para un invierno que se supone largo, frío y gris. A todas las parejas, además, les viene bien un poco de intimidad y aislamiento, aunque, según los entendidos, tras las vacaciones aumentan las demandas de divorcio porque la convivencia prolongada a veces supone una dura prueba. Yo hablo según mi experiencia, pero no todo el mundo tiene que opinar lo mismo, evidentemente.
Así que aquí estamos otra vez. Mañana, primer contacto con los colegas, todos morenos y sin arrugas, presumiblemente. Qué buena cara traemos tras las vacaciones... ¿Cuánto nos durará? Yo, de momento, he de quitarme de encima una faringitis que pillé los últimos días, qué fastidio... En fin, un año más en nuestro haber que a todos os deseo lo más agradable posible.
Os dejo con algo que oí en la radio y me hizo gracia: La suerte está echada y hoy tampoco parece que vaya a levantarse.