jueves, 31 de diciembre de 2009

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS




Quiero mirar siempre de frente.
Quiero no tener miedo.
Quiero saber decir siempre la palabra adecuada.
Quiero decir siempre la verdad.
Quiero decir más veces "te quiero".
Quiero dar más besos.
Quiero ofrecer más caricias.
Quiero derrochar cariño
Quiero ser más generosa.
Quiero ser más receptiva.
Quiero leer más.
Quiero escuchar más música.
Quiero seguir aprendiendo.
Quiero mirar menos el reloj
Quiero estar más con mis seres queridos.
Quiero cuidar más la Tierra.
Quiero mirar más al Sol.
Quiero aspirar profundamente cada segundo.
Quiero sonreír más.
Quiero llorar más sin esconderme.
Quiero ser mejor persona.
Quiero seguir aprendiendo a disfrutar.
Quiero tener la mirada clara y la sonrisa franca.
Quiero ser más comprensiva.
Quiero ser mejor maestra.
Quiero ser mejor persona.
Quiero escribir más.
Quiero ser más humilde.
Quiero hablar menos y escuchar más.
Quiero seguir teniendo ilusiones.
Quiero seguir confiando en quienes merecen mi confianza.
Quiero quejarme menos.
Quiero reflexionar más.
Quiero sentirme menos importante.
Quiero visitar más museos.
Quiero ir más al teatro.
Quiero seguir disfrutando del cine.
Quiero recordar con la dosis justa de nostalgia.
Quiero saber perdonar.
Quiero ser más ordenada.
Quiero seguir siendo feliz.
Quiero cuidarme más y cuidar a los que me rodean.
Quiero seguir teniendo conmigo a mi marido y a mi hijo.
Y quiero seguir así, aquí, como ahora, como siempre.
Por un 2010 lleno de buenos deseos y mejores hechos.




sábado, 26 de diciembre de 2009

NOTAS NAVIDEÑAS



Sigue el frío, y la lluvia, y mi catarro, tan bien cuidado que no quiere abandonarme. Hoy es el primer día que no he salido a la calle, a ver si estando quieta, calentita y callada me quito de encima este incordio, porque no pienso pasarme todas las vacaciones tosiendo y sin separarme del pañuelo.
Ya han pasado las dos primeras fiestas señaladas, Nochebuena y Navidad. Han sido tranquilas, en familia, como debe ser, aunque ya sabéis lo que dicen algunos: "¿Qué tal lo has pasado? ¿Bien... o en familia?" Si la familia es un nido acogedor te sientes acompañado y querido, pero no faltan todos los años por estas fechas algunas que acaban en urgencias o en la comisaría. La obligación de juntarse no siempre acaba bien, pero nos sentimos comprometidos y luego pasa lo que pasa.
Desde que murió mi madre, hace ya cuatro años, mis cinco hermanos y yo no nos vemos con demasiada frecuencia, aunque estamos en contacto. Las distancias marcan los encuentros. Mis suegros viven cerca y sí nos juntamos estos días, en su casa o en la mía. La Nochebuena fue aquí. Entre mi marido y yo preparamos la cena: buenos entrantes, crema senegalesa (nunca he sabido por qué se llama así, pero está buenísima, a base de manzana, puerro, apio, manzana y caldo de pollo, bien calentita), volovanes rellenos de besamel de marisco, perdices escabechadas y mango natural de postre, para desengrasar. Muchas veces pienso que nos complicamos demasiado estos días en la cocina cuando un buen cocido sería recibido con gran alborozo. Pero no, nos armamos de paciencia (y de dinero) y vamos al mercado a estudiar precios y calidades en los puestos, que ofrecen primorosos productos especialmente preparados para estas fechas. Aparecen embutidos insólitos, patés exquisitos, mariscos enormes, lubinas salvajes (yo le digo al pescadero que me las dé ya domadas, que de salvajes ya estoy un poco cansada), cochinillos blanquísimos, corderos recién sacrificados, almendras, cardos enormes, piñas prietas cargadas de vitaminas... Me encantan los mercados, pero no soporto los grandes centros comerciales con todos los productos ya envasados y envueltos en plástico, no me fío de ellos. Me gustan los tenderos de toda la vida, los que atienden incluso a última hora con la misma sonrisa y la misma amabilidad, los que comentan cualquier detalle de la actualidad y ofrecen alternativas y recetas para cada ocasión. Cada vez tienen más difícil la supervivencia, pero si dejamos que se pierdan perderemos también una parte importante de nuestras vidas. Hace poco estuve en el recientemente remodelado mercado de San Miguel, en Madrid, y qué desilusión... Lo han convertido en un centro pijo y caro, sin ningún encanto.
Como me gusta cocinar, me gusta también comprar comida, y he de reconocer que soy una exagerada. Siempre tengo provisiones como para soportar un asedio. Cuando tengo tiempo no me importa dedicar un buen rato a la elaboración de un plato, aunque prefiero los más rápidos y menos complicados. Creo que una comida preparada y ofrecida con amor es el mejor de los regalos. Cómo echo de menos (y mis colegas y alumnos) mi taller de cocina, perdido ya en el limbo del bilingüismo...
Mi hijo come que da gusto verle, así que nunca he tenido problemas a la hora de preparar algo nuevo. Ayer llevé natillas para la comida de Navidad en casa de mi hermano. A mi padre le encantaban. Y cuando llegan estas fechas suelo preparar cardo con almendras, como lo hacía mi madre, aunque es un engorro limpiarlo (el congelado no es lo mismo, digan lo que digan), así como borraja o lombarda. Esos sabores que recuerdo de la casa de mis padres son imperecederos. Por eso estos días son tan traicioneros, en cualquier momento puede asomar la lágrima ante un olor, un sabor, un recuerdo... Cuando ya vamos teniendo huecos en el corazón los villancicos y los turrones tienen otro significado. Las Navidades de cuando éramos niños no se olvidan nunca. Ya no repito algunos de esos ritos, los regalos, el árbol, el belén... Cuando mi hijo era pequeño lo montaba sobre una mesa con arena y piedrecitas, y él enseguida hacía caminitos para hacer rodar los cochecitos, que le encantaban, así que era un belén motorizado. Esos recuerdos son los que quedan, los que perduran.
Ahora van llegando los resúmenes de las noticias del año, los hechos más reseñables según los encargados de prepararlos en los distintos medios. Otro día pensaré en mi propio resumen. Hoy quiero recordar a Mario Benedetti, una de esas personas que nunca deberían morir. Mueren, pero no desaparecen porque sus palabras permanecen. Con él os dejo.

ESTADOS DE ÁNIMO

Unas veces me siento

como pobre colina,

y otras como montaña

de cumbres repetidas,

unas veces me siento

como un acantilado,

y en otras como un cielo

azul pero lejano,

a veces uno es

manantial entre rocas,

y otras veces un árbol

con las últimas hojas,

pero hoy me siento apenas

como laguna insomne,

con un embarcadero

ya sin embarcaciones,

una laguna verde

inmóvil y paciente

conforme con sus algas

sus musgos y sus peces,

sereno en mi confianza

confiando en que una tarde,

te acerques y te mires,

te mires al mirarme.


sábado, 19 de diciembre de 2009

"SON BUENAS GENTES QUE VIVEN..."

Hace un frío polar que supongo todos estáis sintiendo, con mayor o menor intensidad según la zona en que viváis. Es lo normal, después de todo. Siempre se oye en estas situaciones eso de "la mayor nevada desde tal año", "las temperaturas más bajas desde el siglo pasado", y cosas por el estilo. No sé si alguna vez dicen la verdad. Mi madre ya decía hace años que cuando era niña el camino que subía al castillo, en Burgos, donde estaba el colegio de monjas en el que estudiaba, permanecía nevado durante todo el inverno, meses enteros. Ya no pasan esas cosas. Cuando nieva nos alarmamos y protestamos por el retraso de los trenes, los atascos en la carretera, los inconvenientes del hielo... No es la mejor época para viajar, desde luego, pero todos queremos juntarnos con la familia para celebrar las fechas que se aproximan y hacemos caso omiso de las recomendaciones. Luego pasa lo que pasa, qué le vamos a hacer. Los que han viajado por tierras de inviernos realmente crudos dicen que España y sobre todo los españoles afrontan mal estas situaciones.
Yo cojo el coche si es necesario, pero no si puedo evitarlo. Aunque el trayecto sea corto, la radio siempre es una buena compañía. Cuando estoy en casa suelo escuchar la SER, en el coche sintonicé durante años M80, o KISS FM, por la música tan familiar que ponían, pero últimamente escucho RADIOLÉ (no sé si se escribe así, todo junto). Es la favorita de mi marido, la dejó sintonizada y ahí sigue, no la he cambiado. Dice que es la música mas relajante, no tiene noticias, aleja las preocupaciones y a todo el mundo le gusta. Pasados muchos días, he de darle la razón, aunque me resistía. No me gusta el flamenco, pero sí la copla y melodías por el estilo. A ratos ponen música de épocas pasadas, ésas que pertenecen a nuestra historia musical, la banda sonora de nuestra vida. Suelen ser relatos musicados de grandes pasiones, amores desgarrados, o alegres, o bien homenajes a la madre, al padre, los hijos o la abuela. Todo muy apasionado, desde luego. Llama mucha gente para saludar o para pedir que toquen los cascabeles, la vaquita y no sé qué más para conseguir algún deseo. Al principio me parecía un tontería, ahora me gusta escuchar lo que pide la gente: "Oye, tocad los cascabeles bien fuertes para que mi hijo se arregle con la novia, que se lo están pensando". O: "Para que mi hija apruebe el carné de conducir, que ya es la tercera vez que se presenta". "Que mi nuera se quede embarazada, que lo desea con toda el alma". "Para mi marido, que está sin trabajo y lo estamos pasando muy mal, para que encuentre algo pronto." "Para que mi mujer sepa o mucho que la quiero, que no puedo estar sin ella". Raramente los buenos deseos son para uno mismo, siempre son para solucionar un problema de algún ser querido. Son gente sencilla, cariñosa, sincera. Me admira la fe que demuestran al expresar sus deseos, como si al verbalizarlos se fueran a cumplir. Creen realmente en lo que dicen, como si esa llamada a la radio fuera su últma esperanza, la misma que ponen todos en el décimo que compran, supongo. Quizá nos falta eso, fe, o siquiera expresar nuestros anhelos. La mayoría tenemos otars ilusiones, quizá más materiales, relacionadas con el bienestar sobre todo económico: un coche nuevo, una casa mayor, unas buenas vacaciones... Por eso me gusta escuchar estas pequeñas historias de cada día, tan reales, tan espontáneas. "Son buenas gentes que viven/ laboran, pasan y sueñan/ y en un día como tantos/ descansan bajo la tierra". Las inmortales palabras de Machado se hacen realidad cada día en esas personas cuyas voces me llegan a través de la radio. Personas que sufren calamidades pero no se arrugan, plantan cara a la adversidad y sobrellevan como pueden las contrariedades sin grandilocuencia, con un lenguaje sencillo y abierto. Si de ellos dependiera, la cumbre de Copenhague habría terminado de muy distinta manera, menos vergonzosa, desde luego, o se habría solucionado el problema de Aminatu Haidar mucho antes, o incluso saldríamos de la maldita crisis con soluciones realistas y efectivas, porque está visto que quien tiene el poder, sobre todo el económico, el más efectivo, no tiene la más mínima vergüenza en pedirnos esfuerzos y ahorros mientras ellos, los bancos, siguen obteniendo ganancias de muchos millones sin ningún pudor. Por eso quiero dedicar este humilde recuerdo a toda la buena gente que habita en nuestro planeta, la buena gente que permanece anónima dando el callo cuando es necesario , la buena gente que hace que todo funcione cada día. Qué asco de caras (más bien jetas) que pueblan las televisiones para contar historias vergonzantes, escándalos pagados e inventados, peleas familiares magnificadas, malos tratos novelados y puede que inventados, qué lejos están de esa otra realidad a pie de calle, las crónicas de cada día, con su grandeza y su miseria, los sucesos que nunca salen en los periódicos, las vivencias tan humanas que nos acercan a la divinidad. Benditos sean.
Feliz semana a todos. ¡Ya llegan las vacaciones!








domingo, 13 de diciembre de 2009

LA MUJER ES VIDA

Tenía muchas ganas de ver Fugadas, aunque tuve que ir sola porque no había más entradas, y además me tocó en la última fila, pero mereció la pena. María Galiana (Carmen), la admirable abuela de Cuéntame, y Rosario Pardo (Marga) son dos mujeres de diferentes edades que coinciden de madrugada en un arcén porque quieren huir de sus respectivas vidas insatisfechas. Una ha escapado de un asilo de ancianos vestida con un camisón horrible y la otra ha dejado a su marido e hija, que ese día ha cumplido dieciocho años, con una sola palabra escrita: "Mierda". Con eso lo resume todo. Y juntas emprenden una huida sin destino, pero lejos de lo que les impide ser felices. Tienen sueños, deseos, anhelos, ganas de vivir.
Me gustó la escenografía, muy original. Me encantó el texto, ingenioso y profundo, con esa manera de decir cosas importantes bajo una capa de ironía y sencillez. Y me parecieron fabulosas las dos actrices, con una veteranía que llenaba el escenario sin más aditamentos. María Galiana, sobre todo, estaba pefecta en su papel de mujer ya mayor de vuelta de todo pero ansiosa de seguir viviendo, de huir de un geriátrico feo lleno de gente fea y aburrida. Rosario Pardo se ha hartado de ser una criada para los suyos, egoístas y desentendidos de cuanto signifique comprensión o amor de verdad. Forman una pareja curiosa que hacen frente a varias situaciones insólitas (ordeñan vacas en un granja, comen sobre la tumba de una amiga de Carmen, se instalan por una noche en una casa tras forzar la entrada...) hasta decidir, en la última escena, que la libertad no tiene precio, pero es sumamente valiosa.
Es una obra optimista, falsamente simple, que provoca sonrisas y alguna carcajada. Me gustan las obras protagonizadas por mujeres fuertes, alejadas de los estereotipos de muñequitas decorativas o encasilladas en su papel más tradicional. Las mujeres, según Mafalda, "hemos desempeñado un trapo en la Historia de la Humanidad", en lugar de "un papel". Qué razón tiene... Seguimos siendo menospreciadas e infravaloradas. A estas alturas ya se puede decir poco nuevo sobre nuestra condición, lo que falta es llevar a la práctica las leyes de igualdad y tantas otras que duermen en el limbo porque aún hay demasiados intereses en nuestra contra. Unas veces por miedo, otras por ignorancia, las más por mala intención y sempiterno machismo, no conseguimos hacernos valer como deberíamos. Algunas sentencias judiciales son vergonzosas, otras hacen valer un derecho que antes fue negado. Nunca he sido militante feminista, entre otras cosas porque algunas de ellas llevan a cabo acciones que me parecen tan radicales como las que pretenden combatir. Reconozco, sin embargo, que siglos de injusticia no se borran ni superan sólo con buenas palabras. La religión (no sólo la católica) nos relega a un puesto "honorífico", cuando no degradante. Luchar a codazos a veces es la única salida. Aún nos queda mucho por hacer y aprender.
Una mujer totalmente distinta es Renée, la portera de El erizo, preciosa película basada en la novela La elegancia del erizo, que no he leído. Las críticas se dividen: o la ponen por las nubes o todo lo contrario. No sé cómo es la novela, pero la película es un derroche de sensibilidad, mimo y cuidado por las imágenes y los personajes. En un edificio de lujosos pisos vive Paloma, una superdotada de doce años que se empeña en levantar acta de cuanto ve y oye, con implacable crueldad a veces, ayudada por una vieja cámara de vídeo que le ha regalado su padre. En el libro, según he leído, lo hace a través de un diario. Su padre es un influyente ministro, su madre una neurótica colgada del psicoanálisis y las pastillas que habla más con las plantas que con su familia y su hermana una joven superficial y algo histérica también. Nadie se fija en Renée, la portera, una mujer casi invisible a los ojos de los inquilinos hasta que llega Kakuro Ozu, un japonés rico y refinado que descubre en ella una lectora empedernida, admiradora de Anna Karenina y dueña de una vida interior rica y cultivada que contrasta enormemente con su apariencia vulgar y descuidada y su nula actividad social. Entre ellos se entabla una relación diferente, bonita, sincera, ajena a los condicionamientos sociales y culturales que les separan. Paloma visita asiduamente la portería y encuentra en Renée el cariño y el calor que su familia le niegan. Los tres forman una sociedad aparte del resto, un paraíso ajeno a la mediocridad que les rodea. Sus vidas son muy diferentes, pero confluyen de un modo mágico y misterioso para demostrar que las apariencias casi siempre engañan, que no sabemos nada de quienes nos rodean y que la felicidad puede estar a la vuelta de la esquina, tesis defendida por no pocas obras más que estimables (Si la cosa funciona, por ejemplo).
Ha comparado El erizo con Amélie, no sé por qué. Ésta no he sido capaz de verla entera, me parece cursi e ininteligible, un falso cuento de hadas. Alguien me dijo que es como un largo anuncio de compresas. El erizo está llena de detalles bonitos y significativos, como ese pez que revive en el retrete o ese chal que realza un vestido estrenado para una cena, o los dibujos que realiza Paloma al estilo japonés. Tiene un gran "pero" para mi gusto, pero no puedo desvelarlo. Lo intuirán quienes hayan leído el libro. Es una película intimista que habla de sentimientos, de vida y de esperanza, algo de lo que estamos muy necesitados. Me hizo pensar, aparte de provocarme sentimientos encontrados. Tendrá sus detractores, por lo que veo por ahí, pero era lo que yo necesitaba el viernes por la tarde tras una semana odiosa, llena de trabajo y de reuniones no siempre gratas. A veces, no muchas, el cine saca a relucir su magia y se convierte en imágenes hipnóticas capaces de hacer olvidar lo más aciago y trasladarte a un mundo distinto y distante, quizá ése que llevamos dentro y tenemos tan olvidado.
Feliz semana a todos. ¡Ya queda poco para las vacaciones!

sábado, 5 de diciembre de 2009

Me resistía a ver Buscando a Eric, a pesar de estar firmada por Ken Loach, porque el fútbol no es precisamente mi deporte favorito, pero no tenía muchas más opciones interesantes, y la verdad es que me hizo pasar un rato estupendo. Cuenta la historia de Eric, un cartero de Manchester cuya vida es un desastre. Dejó a su primera mujer, Lily, el amor de su vida, apenas nacida su hija, incapaz de soportar las duras críticas de su padre y de afrontar su responsabilidad, y su segunda mujer le abandonó hace siete años dejándole a sus hijastros, dos adolescentes vagos, rebeldes y sucios que llenan su casa de amigotes y trastos sin ningún respeto. Su hija le pide que durante unas horas al día cuide a su bebé, mientras ella termina su tesis univrsitaria. Eso supone ver a su ex-mujer, lo que le causa tal choque que provoca un accidente por conducir en dirección contraria. No sufre heridas graves, pero su situación anímica es angustiosa. Sus amigos carteros tratan inútilmente de animarle. En su habitación tiene un póster de Erica Cantona, antiguo jugador del Manchester, su gran ídolo, y se pregunta qué haría él en su situación. Fumando porros robados a uno de sus hijastros se le aparece el propio Eric, que le da una serie de consejos muy razonables, le anima y se convierte incluso en su entrenador personal. Así se atreve a hablar con Lily , aunque tarda mucho en decirle lo que piensa realmente, cambia de hábitos y de aspecto y con ayuda de sus amigos carteros libra a sus hijastros de la peligrosa influencia de un mafioso que les ha metido en un buen lío. ¿Final feliz? Ah..., quién sabe...

Parece que la idea de la película fue del propio Eric Cantona, que según cuentan sigue levantando pasiones allá donde aparece. Se interpreta a sí mismo en la película y parece un hombre sanote por fuera y por dentro, feliz, razonable y sensato. Me chocó porque no es ésa la idea que yo tengo de la mayoría de los futbolistas, endiosados y soberbios hasta decir basta sin motivo, sólo por ser ascendidos a la categoría de "galácticos" y generar ingresos millonarios, aparte de ser mejores o peores jugadores, algo que soy incapaz de juzgar. Cantona, francés, parece todo lo contrario. Él, o la idea que su tocayo tiene de él, es lo que salva al cartero. Ken Loach vuelve a mostrar el mundo obrero británico, el escenario de casi todas sus películas (las duras Ladybird, Ladybird, Lloviendo piedras, Tierra y libertad o Agenda oculta, que le han dado merecida fama) . Se le reprocha que siempre habla de lo mismo. Bueno, ¿y qué? Sus personajes son verídicos, reales, los actores parecen realmente quienes son en la película. Su mundo es humilde y profundamente humano. No hay lujos ni falsos idealismos, decorados de cartón piedra o irritante glamour. Pese a ello, la amistad se erige como el gran valor de la película y de sus vidas; la unión salva a la familia de Eric en una escena memorable. Es curioso, recordé cómo en El secreto de sus ojos es precisamente la pasión por un equipo lo que lleva a la detención del asesino. Ambas películas no tienen nada en común salvo ese detalle.

Me encantaron los personajes, tan de la calle, del día a día, tan corrientes y tan entrañables. Charlan en torno a unas cervezas y hacen sesiones de autoayuda de lo más cómico. Nunca abandonan a un amigo, incluso en las situaciones más comprometidas. Eric es un hombre inteligente que sufre crisis de pánico que le impiden tener relaciones sentimentales duraderas y reacciona escondiéndose, tomado cervezas con sus amigos y yendo a los partidos para no pensar en nada. La película es una historia sobre la amistad y sobre cómo aceptarse a uno mismo. Es una película contra el individualismo: se es más fuerte en grupo que solos.
Ken Loach sólo tiene palabras de elogio hacia Eric Cantona. Es un apasionado del fútbol . Según él, ir a un partido es un acto muy social. En él estallan todas las emociones y todas nos afectan: la esperanza, la alegría, la pena, el dolor, la decepción, el suspense, el suplicio, una sensación maravillosa cuando el balón entra en la portería. Supongo que hay que ser futbolero empedernido para compartir estos sentimientos. Yo siento todo eso leyendo ciertos libros, escuchando músicas que me llegan a lo más hondo (el sentido del oído es el más sutil y más fuerte a la vez), asistiendo a conciertos que me impactan, viendo películas interesantes, viviendo situaciones con fuerte carga emocional... A veces quisiera sentir esa exaltación del hincha, pero no alcanzo a entender la fuerza de atracción de un equipo, ni mucho menos comprendo los extremos patéticos y terribles a los que pueden llegar: insultos al contrario, provocaciones a la autoridad, agresiones a menudo graves... Hay quien justifica todo eso, yo no puedo hacerlo. Sin embargo, también reconozco que puede dar origen a obras estimables, pero no es lo normal. Hace años compré unos cassettes (tiempos aquéllos...) con unos Cuentos de fútbol narrados por Pepe Domingo Castaño, Paco González y J. Ramón de la Morena, entre otros, con textos de Delibes, Benedetti, Fernán-Gómez... Una rareza con su puntito de original calidad.
En cualquier caso, sí comparto la tesis de la película: los amigos son una ayuda y un apoyo inestimables que pueden llegar a salvarnos la vida de modo no sólo metafórico, un tesoro de valor incalculable. Es cierto que la unión hace la fuerza y que contar con un hombro amigo no tiene precio. Cuidarlos es vital, aunque no siempre resulte fácil. No siempre es sencillo ser buen amigo. La amistad puede ser la mejor medicina y nos libra de la soledad. Una vez un amigo me llamó para decirme: "Sólo quería saber que estabas ahí". Y estaba, en efecto. La amistad se forja con confianza y sinceridad. Yo aprecio como un verdadero lujo las ocasiones en las que puedo hablar con un amigo durante horas, tranquilamente, sin tener que medir las palabras, sacando todo lo que llevo dentro y que a veces hace tanto daño. La relación amistosa entre mujeres es especial, llegamos a un grado de intimidad que los hombres no entienden. Creo que ellos se cuentan otro tipo de cosas. Y, desde luego, creo que es perfectamente posible la amistad entre un hombre y una mujer sin sexo de por medio.
Feliz puente a todos.