A punto de conocer los resultados de las elecciones de hoy (mucho me temo que no habrá sorpresas y se cumplirán los peores pronósticos) quiero volver la vista atrás, a ese 1977 en el que se celebraron las primeras Elecciones Generales tras una larga etapa de oscurantismo y represión. Ese año aprobé las oposiciones de Magisterio, cielo santo, cuánto ha llovido desde entonces (y sigue lloviendo, en gran parte de España, al parecer). Tantos años, tantos cambios... Ahí están las hemerotecas, las fonotecas y sobre todo la televisión para recordarnos aquellos años: cómo éramos, cómo vestíamos, qué votamos... Tardé en engancharme a la serie Cuéntame, pero ahora la sigo con fidelidad y admiración. En esa familia Alcántara se reflejan otros millones de familias gracias a la estupenda labor de guionistas, actores y cuantos consiguen trasladarnos de manera fiel a los tresillos de escay (creo que ya se escribe así), los primeros televisores, los barrios ahora tan diferentes, los problemas, incluida la droga, las dudas, el miedo, las tradiciones... Yo nací en 1955, así que he vivido todo eso en primera persona . Estudié según el plan de Bachillerato que exigía aprobar el examen de Ingreso a los diez años con un máximo de tres faltas de ortografía, qué tiempos aquéllos, a ver quién es el guapo que pretende recuperar hoy esa ley...
No es mi intención detenerme más de lo necesario en esto. El caso es que ayer asistí a un estupendo concierto en el Auditorio Teresa Berganza de Villaviciosa de Odón interpretado por la Orquesta deCámara del Ampurdán con un título de lo más sugerente: De Mozart a Los Beatles. Efectivamente, sonaron claras y rotundas las notas de la Pequeña Serenata Nocturna KV 525, la Danza Húngara nº 5 de Brahms, la famosa Tritsch Tratsch Polca de Strauss, el Intermezzo de Goyescas de EnricGranados, Libertango de Astor Piazzola... hasta llegar a una pequeña muestra del genio de LosBeatles, terminando con esa fabulosa Yesterday, una de las más bellas canciones de todos los tiempos.
La nota curiosa y diferente la puso el director, Carles Coll, catalán de pura cepa que tomó el micrófono en varias ocasiones para dirigirse al público con humor e ingenio. Antes de empezar Lamáquina de escribir, una maravillosa rareza de Leroy Anderson, hizo subir al escenario a un niño de ocho años y durante un rato entabló con él un diálogo inteligente y curioso. Le mostró una máquina de escribir, "sin cables ni enchufes. Tampoco tiene pantalla, no la busques. ¿Y la impresora? Fíjate, el papel se pone así, ¿ves qué fácil? Y puedes escribir con mayúsculas dándole a esta tecla, incluso en rojo, sin necesidad de cartucho. Escribe tu nombre: Ernesto. Pero dale fuerte, dale una hostia a las teclas... " Fueron unos momentos deliciosos, por el desparpajo del crío y por la ocurrencia del director. Hay que ver qué bien traído el recuerdo, qué buena lección de cómo pasa el tiempo... Muchos de los allí presentes éramos usuarios de ordenadores, móviles y otros cacharros modernos, pero antes, no hace tanto tiempo, manejamos esas máquinas de escribir hoy obsoletas y arrinconadas. Por eso tenía tanto sentido el Yesterday que cerró el concierto antes de la usual propina.
Yesterday, ayer, yo, nosotros... Iguales o diferentes, pero evolucionados, sin duda. El poder evocador de la música me llevó a épocas pasadas, no necesariamente mejores todas, pero definitivamente idas. Idas, pero no muertas. El pasado vive en nosotros, queramos o no. Somos el resultado de todo lo vivido. Podemos considerarnos afortunados si nuestra situación actual no es peor que la pasada, achaques normales aparte. Nos damos por satisfechos si hemos aprendido de todo lo anterior, si hemos llegado hasta aquí con la mente lúcida sin dejar de hacenos preguntas, si somos capaces de transmitir esa experiencia a nuestros herederos.
Quiero recomendaros una obra de teatro muy divertida si queréis pasar dos horas de carcajadas: Lacena de los idiotas, con unos magistrales Josema Yuste (todavía me río con el inovidable número de la empanadilla de aquella lejana Nochevieja) y Agustín Jiménez, artista del monólogo, que hace toda una creación de su personaje, el idiota de turno. Ingenio, humor, enredo... Supongo que tiene algo que ver con la película francesa del mismo título, aunque no la he visto, pero está llena de referencias locales y actuales. En cualquier caso, no os la perdáis si tenéis ocasión.
Fui a ver en el cine El niño de la bicicleta. Me la recomendó una colega y me decepcionó un tanto. Está bien, pero esperaba más.
Ya no hay lugar para la esperanza: una nueva marea azul invade España otra vez. Debemos prepararnos para lo peor. Quien crea que estos señoritos van a ser el bálsamo de Fierabrás contra la crisis y el paro va listo. Vivirán mientras puedan de la queja por la mala herencia recibida (¿y por qué tanto interés en recoger ese desastre, entonces?) y adoptarán medidas drásticas e impopulares que no han querido explicar durante la campaña. Retrocederemos en prestaciones y conquistas sociales, que se preparen los homosexuales, los periodistas, los desprotegidos, los partidarios y defensores de la sanidad y la enseñanza públicas, los liberales... Era de esperar, pero no es justo este resultado. Es desalentador. ¿Acaso no conocen ya millones de españoles la forma de gobernar de estos herederos de quien ha sido un año más honrado y recordado en el Valle de los Caídos? Qué mala memoria tenemos... Se engaña quien piense que "eran otros tiempos". No soy nada optimista, lo siento. En fin, la alternancia será buena, no lo dudo, pero no así,no así, no con éstos...