martes, 30 de diciembre de 2008


Acabo de ver en la tele dos películas de dibujos animados, Aladdin y Pocahontas. Qué hacía yo viendo películas infantiles, os preguntaréis. ¿Acaso recordaba mi infancia? ¿O era pereza porque tampoco había nada más apetecible en el horizonte catódico? No lo sé, pero con las primeras imágenes de Aladdin me he trasladado a aquellas Navidades en las que mi hijo tenía cinco años y la vimos juntos al término de la Cabalgata de Reyes. Después cenamos en el Burger. Eso lo hicimos hasta que su edad le quitó esa parte de inocencia y ya no fuimos a más cabalgatas. Qué pena. El tiempo se lleva tanto por delante... Pero, ¿por qué sentir pena? ¿Por qué no alegrarse de la felicidad pasada? Hoy mi hijo es un joven feliz y trabajador a punto de terminar Magisterio. Apenas recuerda esos episodios de su infancia pero yo estuve ahí con él. El tiempo dedicado a los hijos es el mejor empleado del mundo.
Estas Navidades son bien distintas. Miles de niños mucho menos afortunados que mi hijo y tantos otros viven aterrorizados bajo la amenaza de los bombardeos israelíes. Nadie parece realmente interesado en poner fin a tan largo e injusto conflicto. Unos y otros esgrimen sus razones para continuar con la guerra y el resto del mundo se limita a emitir comunicados de condena y bla, bla, bla. Mueren inocentes, la ayuda no puede llegar, los heridos sufren en los hospitales, las madres lloran a sus hijos muertos, y todo mientras celebramos la Navidad en otros lares y nos preparamos para cambiar de año. ¿Tiene sentido todo esto? ¿Qué podemos hacer? No lo sé. Siento una desazón indefinible. Nos hemos acostumbrado a ver imágenes terribles sin conmovernos apenas. Una vergüenza mundial.

sábado, 27 de diciembre de 2008

Actividades navideñas

Ya llevamos una semana de vacaciones, cómo pasa el tiempo... Ya hemos celebrado al Nochebuena y la Navidad y estamos a punto de estrenar un nuevo año, esta vez no bisiesto, que según dicen son "siniestros". Ha habido de todo, como siempre. Cada uno hará su balance personal. Yo no puedo quejarme, desde luego. Tuve la amenaza de una intervención quirúrgica que finalmente se desvaneció y mi vida ha seguido más o menos igual, sin alteraciones importantes. Ya lo dicen los ingleses: "No news, good news". Siempre queda la ilusión de alguna novedad, algún cambio, si es para bien, pero el día a día ya es de por sí un reto, aunque parezca monótono e igual a tantos otros.
Termino el año como lo empecé, o casi: yendo al cine. He visto El Intercambio, la última de Clint Eastwood como director. La prota es Angelina Jolie, que está bastante bien, nada de mujer espectacular ni heroína de cómic. Es una mujer luchadora, desesperada porque pretenden engañarla dándole un niño que no es su hijo para tapar un error policial. Ella no se conforma y planta cara al poder. No puedo contaros más sin estropear la intriga. La sala estaba casi llena y algunos aplaudieron al final. Me encanta cómo dibuja el viejo Clint sus personajes, nada estereotipados, sin caer nunca en el tópico o la cursilería. Aquí la ambientación es perfecta aunque el argumento recuerde a otras películas en ciertos momentos. Todo lo que tiene que ver con la infancia me atrae de modo especial, a pesar de que con demasiada frecuencia me revuelva las entrañas por lo que cuenta. Las noticias que son protagonizadas por niños suelen ser trágicas y terribles, casi tanto, o en ocasiones más, que las relacionadas con mujeres maltratadas o asesinadas. La crueldad se ceba en los más débiles, y la mujer y el niño lo son. Vaya tema navideño... En cualquier caso, os la recomiendo y ya me contaréis.
Y ayer por fin vi Gomorra, muy recomendada por Carlos Boyero. Trata de la Camorra napolitana y el autor de la novela en que se basa está amenazado por ella. No tiene nada de la elegancia de El Padrino, aquí toda la violencia es dura y explícita, los personajes son sucios y no hay ningún fotograma bello. Tiene el realismo característico del cine italiano. Da miedo pensar que los créditos finales dicen la verdad: ahí fuera el crimen organizado lava sus trapos sucios mientras nosotros pagamos impuestos confiadamente sin plantearnos el qué, el cómo ni el quién. Otra película que no pega mucho en estas fechas, pero muy recomendable.
Lo que me tiene muy enganchada es el segundo libro de Stieg Larsson, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Un título largo que encierra una historia apasionante. No suelen gustarme las traducciones, pero ésta es perfecta. Eso sí, hay que leer antes la primera parte. Lástima que el autor muriera sin conocer el éxito alcanzado por su obra y que ya no pueda ofrecernos más muestras de su talento. Ahora que puedo permitirme el lujo de leer durante horas espero darle un buen empujón. Leer con calma bajo una buena manta es placer de dioses.
Feliz domingo a todos.

sábado, 20 de diciembre de 2008

NAVIDAD, OTRA VEZ
"Treinta y ocho mil noventa y cuatro", "Veinticinco mil euros"... Es el soniquete de cada 22 de diciembre, el sonido inconfundible de la Navidad. Es el día de las vacaciones recién comenzadas, ya hemos disfrutado de las comidas con los compañeros, hemos llevado a cabo otro festival agotador, ya hemos expresado nuestros buenos deseos y tantas otras cosas agradables. Sin embrago, no sé por qué, yo me emociono de manera inexplicable con esta cantinela de la lotería. Jamás pienso que voy a ser agraciada con el gordo ni nada por el estilo, pero me alegra saber que otros muchos más necesitados que yo sí lo serán. Pero no, mi emoción no se debe a ese sentimiento tan altruista. Supongo que en el fondo de la memoria, en lo más recóndito de mi ser, están guardadas mi infancia y mi adolescencia, pasadas en parte en el Sáhara, esos reinos perdidos en los que seguramente no fui tan feliz como mi nostalgia me hace creer, pero que, convenientemente lavados y purificados por un elemental mecanismo inconsciente de defensa, representan para mí un refugio seguro, cálido e inalterable. Nada puede ya modificar el pasado. No se ve, no puede ser tocado, pero está ahí. Lo que yo soy ahora es en buena parte resultado de lo que fui entonces. De aquella época viene mi recuerdo de mi infantil e inocente creencia en los Reyes Magos, el olor del puchero caliente que preparaba mi madre (el hogar lo parece más en invierno, cuando acoge a los ateridos y hambrientos miembros de la familia con un humeante plato capaz de reconfortar al más desalentado), la sensación de que todo estaba bien entonces porque mis necesidades, pocas o muchas, estaban satisfechas, y tantas otras cosas que resultan agridulces en el recuerdo. ¿Por qué esa nostalgia nunca es dulce y placentera? ¿Qué tiene esa etapa de especial? No lo sé. Sólo sé que los Niños de San Ildefonso son ajenos a lo que sus infantiles voces despiertan en mí, pero acuden puntuales a su cita, cada 22 de diciembre.
En otro lugar, días atrás, niños y niñas, profesores, padres y madres, abuelos y abuelas, curiosos de toda condición llenaron un polideportivo que acogió cómodamente a semejante multitud. Abundaron los disfraces de pastores, de ángeles, de mil cosas distintas, cualquier excusa es válida para representar ese misterio que es la Navidad. Año tras año nos esforzamos por aportar algo distinto, pero la historia es siempre la misma, la pongamos como la pongamos, y yo siempre pienso lo mismo: "Qué hermoso sería si fuese cierto." Qué hermoso sería que hubiera nacido de verdad un niño especial al que unos magos llevaban ricos presentes guiados por una estrella mágica, un niño al que adoraron unos humildes pastores despertados por un ángel, un niño que traía un mensaje de esperanza para todos los que quisieran escucharle... Porque, indudablemente, los hechos narrados siglo tras siglo no se corresponden con lo que realmente ocurrió. Eso que llamamos tradición se ha ido forjando con el paso del tiempo entre leyendas, buenos sentimientos y mucho cuento por parte de algunos, pero todos, en mayor o menor medida, nos dejamos llevar por el ambiente del brillo artificial del derroche de luces, el dulzor empalagoso de los polvorones, la oleada de buenos deseos incluso de personas que habitualmente casi ni te saludan, las prisas, el afán por comprar más y más... Es una vorágine que nada tiene que ver con aquel ser que nació no se sabe bien dónde ni cuándo. Estoy convencida de que hemos inventado la Navidad porque la necesitamos. Es la mejor excusa para explotar a conciencia los buenos sentimientos, para intentar sacar de cada uno de nosotros lo más noble y bonito que tenemos. Es la mejor época para sacudir los bolsillos y las conciencias. Si hay que afiliarse a Médicos sin Fronteras, ahora es la ocasión. Nos empacharemos de turrón y caros manjares sin sentirnos culpables de la muerte por inanición de millones de niños inocentes gracias a un oportuno donativo más o menos generoso. Cielo santo, qué imponente circo hemos montado con la mejor (?) de las intenciones. Cómo soportamos (nunca mejor dicho) la presencia de ese cuñado inaguantable con la excusa de estas "entrañables" fechas. Las reuniones familiares, impuestas por una mal entendida costumbre de juntar a unos seres queridos (al menos en teoría), a veces acaban ocupando un espacio en la página de sucesos. Toma Navidad...
Por eso, para seguir creyendo en la bondad del ser humano (en alguna parte la tenemos todos, seguro), contemplo emocionada la función que preparan estos niños aún no demasiado contaminados por nuestro afán mercantilista, falso y superficial, de celebrar a todo lujo algo que en su origen fue humilde y sencillo. Ya sé que ellos también son consumistas, les hemos hecho así, y que cada vez pierden antes la inocencia, pero para mí representan esa infancia mía pasada pero no olvidada que es acaso mi "jardín secreto" más confesable. Qué más da su intención: yo veo lo que quiero ver, como todos, y en la amplitud del polideportivo revive aquella niña que fui, está ahí, a mi lado, porque nunca participó en una función semejante. Esa misma niña será la que se emocione cualquier noche de éstas viendo ¡Qué bello es vivir!, por enésima vez, con James Stewart haciendo de hombre bueno y sencillo. El cine es pura mentira, pero nos hace vibrar, soñar, reír, llorar... Acaso buena parte de lo que nos despierta sentimientos sinceros y auténticos sea mentira. ¿Necesitamos esas mentiras para ser como realmente queremos ser? La realidad es tan dura y tan prosaica a veces que buscamos cualquier excusa para no enfrentarnos a ella. ¿Y si lo que soñamos es tan fuerte que se convierte en realidad? Ojalá los buenos deseos no se debiliten tan rápidamente como las burbujas del champán. Ojalá no perdamos nunca la limpieza de la mirada infantil. Ojalá encontremos la paz y el sosiego que tanto necesitamos. Ojalá las personas que queremos estén siempre ahí, a nuestro lado. Ojalá sepamos descubrir la manera de hacer el bien sin buscar una medalla. Ojalá acertemos a descubrir el misterio que todos llevamos dentro. Ojalá...
Y para terminar...
Creímos que todo estaba
roto, perdido, manchado...
-Pero, dentro, sonreía
lo verdadero, esperando.-
¡Lágrimas rojas, calientes,
en los cristales helados...!
-Pero, dentro, sonreía
lo verdadero, esperando.-
Se acababa el día negro
revuelto en frío mojado...
- Pero, dentro, sonreía
lo verdadero, esperando.-
J.R. JIMÉNEZ

viernes, 12 de diciembre de 2008

HOY PUEDE SER UN GRAN DÍA, QUE DIRÍA SERRAT


Hoy he visto una película muy agradable, Un gran día para ellas. Es inteligente, elegante y entretenida. Necesitaba algo así después de la semana que he tenido, breve pero intensa. Es una coproducción USA-UK y tiene el aroma de las viejas comedias inglesas, refinadas y muy bien ambientadas. Los actores son muy buenos, empezando por Frances McDormand, que siempre está estupenda, y Amy Adams, de quien alguien ha dicho que incluso recuerda a la inefable Marilyn. Quizá no sea para tanto, pero desde luego tiene dotes sobradas para la comedia. Las situaciones de enredo provocan la sonrisa casi continua, sin asomo de mal gusto o desagrado tan abundante en las comedias típicas de USA, sobre todo las dirigidas al mundo adolescente. Bajo su apariencia ligera esconde grandes verdades: hay que aprovechar las oportunidades cuando se presentan. La acción transcurre en un solo día, de ahí el título, y es que realmente hay días que pueden cambiar toda una vida. La aparentemente tontita y superficial protagonista resulta no serlo y la insignificante y casi indigente asistente personal acaba transformando la existencia de varias personas con bondad y sinceridad en un mundo frívolo y superficial, a punto de cambiar radicalmente por la amenaza inminente de la 2ª Guerra Mundial. Ella sabe lo que vale el amor porque perdió al suyo en las trincheras de la Gran Guerra y sin pretenderlo conquista a un hombre del que muchas se enamorarían sin esfuerzo. Qué buen rato he pasado, de verdad. Cómo agradezco estas obras que arrancan sonrisas y despiertan buenos sentimientos. Parecen obras menores, pero es muy difícil realizar una buena comedia. Las situaciones más cómicas son las más trabajadas. Conseguir contar con fluidez una historia sin grandes acontecimientos es todo un arte. Ya empiezo a estar algo cansada de las superproducciones millonarias tan llamativas como huecas, pero me temo que es lo que se avecina en las fechas navideñas. Tendré que seleccionar lo que veré en las próximas semanas.
No sé si estáis al tanto de la famosa prueba de nivel que realiza la Comunidad de Madrid a los alumnos de 6º. Se supone que es para comprobar los conocimientos de los alumnos, objetivo ya de por sí bastante discutible, pero en relaidad es un motivo más de guerra sucia entre unos centros y otros porque publican la puntuación obtenida. Después de hacerlo un par de veces hubo tantas protestas que lo dejaron, pero han vuelto a las andadas. Todos los centros (públicos, privados y concertados) realizan la prueba el mismo día, con unas condiciones que recuerdan a un examen a Notaría o algo así. La hacen todos los alumnos, sean de NEE, Compensatoria, repetidores o escolarizados en su nivel. Si un alumno no la hace, por el motivo que sea, le ponen un cero redondo y, evidentemente, baja radicalmente la media de su centro. Cada vez son más las voces que se alzan en contra de este tipo de pruebas, pero la Administración es implacable. Tendría sentido variando las condiciones y escuchando las propuestas de los centros, pero eso es soñar con imposibles. Volvemos a lo de siempre: nuestros jefes no tienen ni idea de lo que realmente ocurre en las aulas. Si los resultados son malos (no son buenos en general) nos piden más proyectos y más planes de mejora, pero sin aumentar los recursos, faltaría más. Y así nos va. Siempre en la picota, siempre expuestos a las críticas de propios y extraños, sin apenas defensa. Todos los docentes estamos hartos de estas situaciones. Se nota, además, que el final de este trimestre es muy estresante y estamos deseando olvidarnos durante unos días de los problemas educativos. ¿Lo conseguiremos? Ojalá. Hay que poner distancia entre el trabajo y la vida personal sin que ello signifique perder interés. La mayoría nos implicamos demasiado en los problemas de los alumnos y acabamos sufriendo de veras. Estoy pensando cómo acabar cuatro meses juntos de una manera bonita, más allá de los regalos del "amigo invisible" y cosas así. Ya pensaré algo. Hay actividades preciosas que no necesitan un céntimo y son las que de verdad se recuerdan. Estamos acostumbrados a echar mano de lo material para celebrar cualquier acontecimiento y nos olvidamos del valor del calor personal, de la amistad, de las palabras de aliento, de esos detalles en apariencia insignficantes que conforman realmente los lazos más agradables con nuestros semejantes. Hay tantas cosas que nos pueden hacer sonreír cada día... Basta tener los ojos y los oídos bien abiertos, o simplemente estar en disposición de disfrutar. Hoy a mediodía me han saludado antiguos alumnos que estaban en el patio del IES y me han anunciado una próxima visita. Una de las niñas me ha escrito una carta preciosa, escrita con mimo y cariño, que me ha emocionado de veras. En medio de tanto ajetreo y tanta aparente ingratitud siempre hay un rayito de luz. Así que, qué más da si recibimos reconocimiento oficial a nuestra labor o no. Hoy me han bastado esos dos detalles para sentirme una vez más MAESTRA FELIZ.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Negrita
Acabo de ver La Ola, fantástica película sobre la posibilidad del renacimientoNegrita del fascismo en la sociedad actual tomando como referencia una experiencia real en un centro de enseñanza estadounidense allá por los 60, si no me he informado mal. Es interesantísima, os la recomiendo vivamente. Está realizada con la seriedad que caracteriza al cine alemán (por lo menos, lo que yo sé de él), en la línea de La vida de los otros o Good Bye, Lenin!, estupendas las dos. Tengo que conseguir la novela en que está basada porque quiero recuperar algunos diálogos que merecen un largo comentario por sí solos. Os transcribo la sinopsis según el folleto que he recogido en el cine:
"Alemania hoy. Durante una semana de estudio de proyectos, al proCursivafesor de instituto Rainer Wenger se le ocurre un experimento que explique a sus alumnos cuál es el funcionamiento de los gobiernos totalitarios. En apenas unos días, lo que comienza con una serie de ideas inocuas como la disciplina y el sentimiento de comunidad se va convirtiendo en un movimiento real: La Ola. Al tercer día, los alumnos comienzan a amenazarse entre sí. Cuando estalla la violencia durante un partido de waterpolo, el profesor decide no seguir con el experimento, pero para entonces es demasiado tarde. La Ola se ha descontrolado."
Al director, Dennis Gansel, le interesaba el tema de la Alemania nazi, las preguntas de si el fascimo puede ocurrir de nuevo, de cómo funciona el sistema fascista, de cómo la gente puede dejarse llevar. Tiene algo que ver con su propia historia familiar, pues su abuelo fue oficial del Tercer Reich. ¿Cómo engañaron los nazis a la gente? ¿Cómo se nos podría engañar de nuevo hoy? Demasiadas preguntas con múltiples respuestas. Yo también he vivido en ese ambiente y sé lo que significa todo eso, aunque no hasta esos extremos, pero mi padre era militar y sé lo que digo. Sé lo que significa pertenecer a un grupo y comulgar con unas ideas que hoy considero erróneas y peligrosas simplemente por el hecho de haberlas respirado y mamado desde pequeña, sin tener que plantearme nada porque todo me lo daban pensado y decidido. Cuando empecé a darme cuenta de que todo aquello era injusto, irracional y rayano en la locura e incluso en el delito (pues qué sino es condenar a una parte de la Humanidad simplemente por ser "diferente", llegando a justificar su exterminio) comencé a salir de aquel ambiente, pero figuraos el problema que se me planteaba: era mi familia, eran los de mi sangre los que pensaban así y yo era la "traidora" por renegar de esas ideas. Podéis imaginaros lo difícil que fue, y aún no ha terminado, claro, aunque mis padres ya han muerto. Cuando el corazón y la cabeza van por distintos caminos el conflicto (serio) está servido. Mi corazón y mi cabeza ahora están en el mismo sitio, aunque los lazos familiares están ahí y digamos que lo llevamos razonablemente bien... sin entrar en detalles.
Por eso me he sentido tan identificada con esos adolescentes que casi sin darse cuenta abrazan una causa totalitaria sólo por sentir la seguridad que da la pertenencia a un grupo fuerte y unido (su fortaleza viene de su unidad), con un uniforme y un saludo en apariencia inocuos pero que encierran una gran atrocidad. La espiral de violencia crece y alcanza unos límites insospechados en pocos días. Y me he puesto también en la piel de un profesor que intenta que sus alumnos experimenten por sí mismos una teoría que ha llenado miles de páginas, ha inspirado no sé cuántas obras de teatro y películas y sigue enfrentando a muchas personas. Lo malo es que aquella teoría, aquella esperanza que significó el nazismo en la Alemania de los años 30 se convirtió en un monstruo cuyo alcance nadie fue capaz de prever. ¿Cómo contener a una masa cuando está enardecida por un discurso, una bandera o incluso un partido de fútbol? Es muy fácil dar rienda suelta a la bestia que llevamos dentro, lo difícil es controlarla. Se puede encontrar justificación para cualquier barbaridad: has mirado a mi chica, me has rayado el coche, eres diferente... y yo puedo hacerte esto o lo otro, incluso matarte porque estoy en mi derecho. Soy superior a ti y eso me legitima para decidir sobre tu vida. Puedo invadirte porque eres un país atrasado y salvaje, puedo expoliarte porque soy más fuerte que tú, puedo masacrarte porque sólo me interesa tu riqueza, tu vida vale una mierda. Señalad cualquier punto del mapamundi y encontraréis hechos como éstos en cientos de países y en cada año de nuestra historia. Demasiadas ideas mezcladas, pero todo se reduce a lo mismo: hay que estar alerta ante la violencia latente en cada uno de nosotros, no se puede permanecer de brazos cruzados ante la injusticia, hay que enseñar (y aprender) a compartir y a convivir con todos los que comparten el ancho mundo con nosotros... Tareas demasiado importantes y ambiciosas como para ignorarlas o mirarlas con desprecio. En las aulas dedicamos mucho tiempo a esta faceta de la educación (la más importante) y por ello cada vez estoy más convencida de la importancia de nuestro trabajo. No desmayéis, compañeros, no bajéis la guardia: nos va en ello el futuro.
Y hablando de nuestro trabajo, ¿no habéis notado que hoy, víspera del mal llamado puente de la Constitución, han faltado muchos alumnos a clase? En mi colegio la media ha sido de cuatro por clase, que se dice pronto. Me parece muy bien que una familia decida irse de viaje en fecha tan especial, pero que luego no nos digan a nosotros que tenemos muchas vacaciones. Si ellos tienen derecho a ausentarse cuando les conviene, que respeten nuestro calendario laboral también. ¿O no?
Con tres maravillosos días de fiesta por delante mis planes se reducen a tres cosas: manta, libro y sofá (cuando mis obligaciones me lo permitan, claro, pero ahora mismo no me preocupan). Ya he terminado Un asesinato piadoso, que me ha tenido enganchada varias semanas, y voy a empezar la nueva obra de Lorenzo Silva, El blog del inquisidor, prometedor título del que os mantendré informados.
Feliz descanso a todos.

miércoles, 3 de diciembre de 2008


Hace unos días fui a ver Quantum of solace, la última de James Bond. Después de la semana que había pasado me apetecía distraerme un poco y ver algo que no me hiciera pensar mucho. Y qué queréis que os diga, es una buena película de acción, desde luego, pero demasiado enrevesada, o será que no recordaba los suficientes detalles de Casino Royale, tendré que volver a verla. Las escenas de persecuciones, tiros y demás son espectaculares, muy bien hechas, sin dar tiempo a pensar lo que está ocurriendo. Daniel Craig está estupendo, me encanta este actor. Como novedad, no utiliza gadgets y parece más humano y vulnerable que nunca sin perder su gesto duro de agente (asesino) implacable. Me gusta este giro del personaje, alejado del estereotipo de los tebeos de otras películas que forjaron la leyenda de espía con licencia para matar. Habrá quien piense que ha traicionado al Bond de más de veinte pelis anteriores, yo creo que es un cambio necesario y que ya era hora de mostrar otra cara más humana del héroe (?). Sigue estando al servicio de Su Majestad, por supuesto, pero con matices. No me gustan los personajes planos, previsibles. Quiero ver en la cara del actor las luces y las dudas de un hombre metido a espía pero que conserva su faceta humana, y Daniel Craig lo consigue. Me gustó, y es que, como dicen en alguna parte, voy predispuesta a pasarlo bien y siempre encuentro algo positivo en lo que veo. Luego hago la crítica, claro, pero de momento disfruto de ese tiempo a oscuras en el cine metida en una historia cuyo tema elijo en función de mi apetencia de ese día. Procuro ir informada porque así capto mejor los detalles. El cine sigue siendo magia, aunque cada vez cuesta más encontrar buenas obras. Hace años que perdió ese halo maravilloso que caracterizaba a los grandes clásicos y ahora es cada vez más un producto más del consumo rápido de usar y tirar. Javier Marías lo contaba muy bien hace un par de domingos. Parece que lo importante es decir "he visto tal película" y tacharla de la lista para ir enseguida a por la siguiente en lugar de paladearla despacio y volver a verla con más detalle, o recordarla tranquilamente y con calma buscando en tal o cual escena esa chispa que hace disfrutar de lo bien hecho. La televisión se encarga de pasar una y otra vez películas ya vistas, pero a veces es un placer que lo haga, como el ciclo recientemente dedicado al inmenso Paul Newman o la revisión de la trilogía de El Padrino. Parece mentira que tengan más de treinta años, están impecables, son maravillosas ahora y lo seguirán siendo pase el tiempo que pase.
Tenía pensado ir a ver La ola, que según dicen algunos es muy recomendable para jóvenes y adolescentes porque muestra lo fácilmente manipulables que pueden llegar a ser y lo sencillo que puede resultar hacer renacer el fascismo si se dan las circunstancias adecuadas y se ofrece el mensaje oportuno. Es un tema que da para mucho, desde luego. Provoca pánico pensar que pueda resurgir semejante monstruo, pero quizá no lo tengamos tan lejos. Continuamente nos llegan mensajes del peligro que supone la inmigración, los puestos de trabajo que quitan, lo que se benefician de nuestro sistema sanitario... Los que trabajamos en la enseñanza pública y tratamos con ellos sabemos que la realidad es muy distinta. No son, ni de lejos, los que más problemas dan pero sí son los más agradecidos. Vienen en unas condiciones penosas y tienen siempre el viento en contra, digan lo que digan algunos que protestan porque les quitan becas o plazas de guardería. En muchos casos se juegan la vida intentando encontrar un futuro mejor que el que les esperaría a miles de kilómetros y sólo encuentran desprecio y odio. En el pueblo donde yo trabajo abrieron un Aula de Enlace el curso pasado, pero los muy genios la pusieron en un centro concertado y los inmigrantes no podían pagar la cuota que les exigían, así que se han tenido que marchar a mi colegio, por ejemplo, donde tenemos un profesor de Compensatoria sólo dos días a la semana. Viva la política educativa del PP... Eso sí, han cedido suelo público en Alcorcón para levantar un colegio concertado religioso que separa a los niños de las niñas en toda la etapa educativa amparándose en el derecho de los padres a elegir la educación que más les plazca. Que en estos tiempos alguien ampare semejante barbaridad da para pensar... e indignarse.
Y para seguir en la línea social que me reclama mi colega Miguel, cómo no hacer mención a la última barbarie terrorista. Esto acabará algún día, sin duda, pero no de la forma deseada. Yo creí posible durante mucho tiempo un diálogo, largo y duro, sin duda, pero fructífero al fin y al cabo para acabar con esta pesadilla, pero ahora nos están demostrando que ya no puede ser. Qué final tan amargo para un post que sólo quería hablar de la proximidad de las vacaciones, de la Navidad quizá más austera pero no menos dichosa si se sabe aprovechar bien y del ajetreo que vivimos en los colegios en estos días. Yo, como todos mis compañeros, me siento literalmente saturada de trabajo, no doy abasto para hacer controles, poner notas, asistir a reuniones, levantar actas, preparar el festival, atender a los padres... ah, y dar clase, claro, que a veces parece que es lo de menos. En fin, paciencia, llevaremos todo adelante, como siempre, aunque sea a costa de muchas horas extra y mucho esfuerzo añadido.
Y ya que parece que estamos en la semana de la poesía gracias a Joselu quiero terminar con unos versos de Gloria Fuertes, siempre atinada.

Llevando de la mano a la ternura

se espanta la razón y no me alcanza

y si queréis saber

ahora os describo el sabor de la felicidad.

Es quedarse dormido

con los brazos abiertos

y los labios atados

libres y entrelazados.


jueves, 27 de noviembre de 2008

DÍA DEL MAESTRO

Hoy es el Día del Maestro, aunque hace años unificaron todas las fiestas dedicadas a los patronos de la enseñanza en una sola, en enero. Tenemos clase, pues, pero eso no nos impide celebrarlo con una comida y homenajear a algún compañero especial por algún motivo.
Pocas profesiones merecen tanto respeto como la nuestra, y, al mismo tiempo, pocas son tan criticadas y vilipendiadas. Estamos cansados de dar la cara ante autoridades y padres sin respaldo alguno después de dejarnos la piel, la voz y el alma en cada niño o adolescente que recibimos. Por eso tienen tanto mérito las voces que se alzan en nuestro favor, propias o ajenas, pero quizá lo más valioso sea el reconocimiento de nuestros alumnos, aunque sea al cabo de los años, como contaba Joselu en un emotivo post no hace mucho. No hay que perder ninguna ocasión de alentar a un compañero preocupado, o de celebrar una reunión alegre y entrañable, o de recordar cuán importante es nuestra labor. No hace mucho me permití la osadía de "recrear" a Miguel Hernández en su famosa Elegía, aunque la poesía me da muchísimo respeto. Contiene claves dedicadas a personas concretas, pero se pueden hacer extensivas a muchos otros. Os la dedico a todos los docentes, rogándoos perdonéis mi atrevimiento, fruto de la emoción de ciertos momentos vividos.
ELEGÍA
Yo quiero ser luchando ese maestro
de las aulas que ocupas y engrandeces
compañero del alma, tan contento.
Alimentando almas infantiles,
y usando mi voz por instrumento,
amaré a los tiernos chiquitines.
Tendré tu corazón por alimento,
tanto trabajo se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un decreto traidor y la ignorancia
un papelote brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y mi sorda rabia,
y siento más tu fuerza que mi afonía.
Ando sobre papeles arrugados,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de tu clase a mis tutorandos.
Temprano sonó el timbre esta mañana,
temprano entramos en las clases,
temprano despedimos la desgana.
No perdono a la Bestia innombrable,
no perdono a la DAT desatenta,
no perdono a los díscolos ni a los padres.
En mis manos sostengo un grueso libro
de palabras ciertas y valientes
hablando a tiernos e inocentes niños.
Quiero escribir en sus vírgenes mentes,
quiero desterrar el móvil y la Play
con dentelladas secas y calientes.
Quiero abrirme paso en su maraña,
y sembrar en sus corazones intactos
y enseñarles y escribir en sus entrañas.
Volverás a mi clase y a mi mesa
por los largos pasillos polvorientos
pajareará tu alma colemenera.
Entre angelicales voces y tumultos
volverás al arrullo de las aulas
de los alborotados inoportunos.
Alegrarás la sombra de mis cejas
con tus chistes ocurrentes y tus refranes
disputando los minutos en humo tras la verja.
Tu corazón, nunca terciopelo ajado,
llama a un terreno aún en barbecho
sin desmayo y sin justo pago.
A las aladas almas de las rosas
de la encina verde te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
¡Feliz Día del Maestro!

lunes, 24 de noviembre de 2008

¡SOCORRO!

¡Socorro! No sé qué he hecho, pero han desaparecido los enlaces que tenía, como supongo recordaréis algunos. Es lo que ocurre cuando te pones a jugar con lo que no conoces bien. Si alguien puede echarme una mano se lo agradeceré en el alma.
Llevo días sin publicar porque he pillado una faringitis de las mías. Cada año me caen tres o cuatro por lo menos, y una de ellas suele ser de las importantes. Gajes del oficio, complicados con mi ausencia de bazo, que sirve de protección frente a ciertas infecciones. Me he quedado sin voz, aunque he ido a trabajar, y si no me tomo la baja estaré así toda la semana. Hace un frío que pela aquí en Madrid, como en casi toda España, según cuentan. No hago más que tomar antiinflamatorios, limón con miel y otras guarrerías que todos conocéis. Los que nos ganamos la vida hablando sufrimos con frecuencia este tipo de dolencias. No sé vosotros, pero me cuesta adaptarme a esta situación, aunque he aprendido a manejar una clase con otros recursos. En ocasiones así creo que abusamos de ese instrumento tan preciado, no tanto por elevarla (a la fuerza) sino por utilizarla en exceso. Yo soy muy habladora, lo reconozco, y he comprobado que cuando hablo menos y hago trabajar más a los alumnos por su cuenta las clases son más tranquilas. Me pierde el apasionamiento, querer darles casi cuanto sé, sobre todo a través de la palabra, y en realidad la tarea del maestro debe ser abrir caminos, enseñar nuevas rutas, no limitarse a repetir modelos y contenidos ya trillados. Así que la afonía me permite explorar otros rumbos, y, ya que no puedo hablar, escribo y pienso.
Buscando por internet he encontrado una frase curiosa: "Las voces del retorno vivirán la afonía del silencio". También he encontrado un acróstico dedicado a mi querido Joaquín Sabina y un poema titulado AFONÍA POÉTICA de un autor del que sólo se que se llama CASIOPEA. Como me ha parecido curioso os los transcribo, aunque es un poco largo:
La palabra se desmorona
no quedan de ella
sino fragmentos sueltos
que nada dicen
y a nadie nombran.
La palabra no tiene fuerza
da tumbos contra el mundo
y lo lastima imperceptible.
Al amor nos aferramos
como huérfanos sin nido
en el amor nos empeñamos
el amor devirtuamos
con palabras coloridas y sin sentidos.
Es la palabra nuestra herramienta
es la palabra nuestra bandera
es la palabra nuestro asidero
es la palabra nuestro suicidio.
De tanto uso incorrecto
.........innecesario.
Hoy me detengo y miro
el mundo en el que habito
el tiempo en el que muero.
Intentaré hacer algo
sin banderas ni panfletos
y tal vez en no hacer nada
pueda comenzar este sendero.
Por eso hoy me declaro
en afonía poética
mientras reconstruyo mis palabras
una a una y con esmero
a ver si en el camino cobran fuerza
y levantan el mundo donde habito
y el tiempo donde muero.
Quizá estos "tiempos muertos" como son mi afonía y otros avatares de poca importancia sean una buena ocasión para cambiar la rutina y pararse a pensar y hacer otras cosas. Todos nos quejamos de falta de tiempo. Normalmente vamos corriendo de un sitio a otro, nos tomamos el café del recreo a toda prisa, llegamos tarde y mal a muchas citas... A veces voy preparando mentalmente mis clases y mi jornada completa cuando voy al colegio por un camino mil veces recorrido y más de un día me sorprendo redescubriendo las mil tonalidades de los árboles que bordean la carretera, la tranquilidad del campo (un día vi cruzar a toda prisa tres o cuatro jabalíes, otras veces he visto alguna serpiente, o erizos...), el lujo de no transitar entre edificios feos e impersonales. No tengo voz, pero me queda la palabra, esa palabra tan maravillosamente utilizada por grandes escritores. Espero las vuestras.
Y ya que estamos a un mes justo de la Nochebuena, ¿qué me decís del despilfarro que supone tanto alumbrado navideño? ¿No se crearía el mismo ambiente (quien lo necesite) con menos bombillas? ¿Nos podemos permitir este derroche? Dicen que es para animar al consumo. Yo personalmente me siento agobiada por tanta luz artificial y por tanta superficialidad. Y qué decir de los machacones villancicos en fechas tan tempranas... buf, dan ganas de no pisar un centro comercial hasta las rebajas de enero, o ni eso, visto el panorama.
Salud y buena semana a todos.

martes, 18 de noviembre de 2008

Red de mentiras

El otro día escribí una larga entrada hablando de esta película y otras cosillas y no sé cómo me lo cargué todo y no pude recuperarlo. Es imposible repetirlo, pero más o menos me acuerdo y, desde luego, conservo las mismas ideas, así que allá va.
Es una buena película, a pesar de algunas críticas negativas que ha recibido. La factura técnica es impecable (faltaría más, tratándose de Ridley Scott, a quien no le escatiman medios ni presupuesto). Creo que Leonardo DiCaprio está muy bien, y desde luego Russell Crowe da el tipo de jefe de la CIA con pocos escrúpulos. Como anécdota me fijé en que aparece en una brevísima escena, apenas un cameo, Giannina Facio, la legítima de Scott, haciendo de esposa del personaje de Crowe, igual que en Gladiator. De la historía en sí ya se puede discutir más. A mí me enganchó y conseguí enterarme de la complicada trama porque iba avisada. Bueno, a lo mejor no lo era tanto, pero desde luego el título lo dice todo. Quienes ostentan el poder intentan convencernos de que hacen lo que sea (literalmente) para salvaguardar nuestra paz y tranquilidad. No importan los medios para luchar contra el terrorismo, aunque algunos den náuseas. Hubo momentos en que me revolví en la butaca, de verdad. Y si eso ocurre en una película, qué será en la realidad. Sabemos lo que quieren que sepamos, ni más ni menos, aunque nuestra sacrosanta democracia, libertad de prensa y otras grandezas nos cubran de una manto tan protector como defensivo. Sobre la guerra de Irak aún queda mucho que decir, como de tantos otros conflictos. De las películas que hablan de ella quizá las más impactantes, para mi gusto, son Leones por corderos y sobre todo En el valle de Elah. De otras guerras (Vietnam, las mundiales...) hay mucha más filmografía. Casi todas duras y críticas. Menudo tema para escribir sin parar. Qué ocurrirá de verdad en las altas esferas, quién manda de verdad en nuestras vidas, quién maneja los hilos de lo que nos rodea. La ficción nos acerca a lo que se supone enigmas y misterios. ¿Seguro que es tan ficticio como aseguran los títulos de crédito? Sabemos que hay quien no se detiene ante nada, que las intrigas y juegos sucios están a la orden del día. Y no lejos de nosotros, además.
¿Quién está libre de la mentira? ¿Quién no ha mentido alguna vez? ¿Quién no ha engañado, aunque sea en detalles sin importancia? ¿Se puede ser totalmente sincero sin herir a los demás? Es una norma conocida que son necesarias ciertas dosis de hipocresía para mantener el orden social. Hay una diferencia entre mentir y no decir la verdad. La omisión a veces es la mejor salida. Todos somos en cierta manera agentes secretos, dobles o triples: manejamos información variada de muy distintas personas y tenemos que cuidarnos de las meteduras de pata. Dicen que la información es poder, supongo que por eso nos gusta el morbo, hurgar en las vidas ajenas, tirar simbólicamente esa primera piedra porque "el otro" se lo merece. Las palabras matan más que las balas. Cuesta muy poco cargarse la fama de cualquiera, basta con empezar a hacer circular un rumor o inventarse directamente una falsedad. Me acuerdo, por ejemplo, de Expiación, que también se basa en una mentira, aunque de signo totalmente distinto. Muchas tramas novelescas o fílmicas se basan en falsedades o en engaños más o menos encubiertos. En tono de comedia tienen su gracia, pero cuando se recurre a ellos con otros fines adquieren tintes más serios. Y qué decir cuando uno es víctima de ellos, se puede llegar a extremos realmente dramáticos. A cierta edad es difícil no haber experimentado alguna vivencia de ese cariz. Dejan un sabor tan amargo que nos hacen cambiar a veces drásticamente. De algunas mentiras no nos recuperamos jamás. Y cuántas más permanecerán siempre en la sombra, agazapadas, esperando para salir a la luz en el momento más oportuno (o inoportuno, según se mire). No hay forma de librarse de ellas. Sólo somos libres para no decirlas, o quizá ni eso. Cuesta se fiel a uno mismo, cuanto más a los otros. Todos queremos ser limpios y puros, presumimos de buenas intenciones, pero, ay, somos humanos y la fragilidad no es exclusivamente femenina, como insinuaba el mismísimo Shakespeare.
Fuerza y honor, queridos blogueros.

jueves, 13 de noviembre de 2008







Ésta es la inscripción que se puede leer en el Mirador de Vicente Aleixandre, maravilloso paisaje de la sierra de Madrid que disfrutamos ayer en un largo paseo (entre diez y doce kilómetros, según mis colegas). Hizo mucho frío, pero no llovió. Tuvimos sol durante el recorrido, aunque las cumbres se veían nevadas y algo ocultas por la niebla. El aire era limpio y vivificante. Con 48 criaturas la excursión tiene sus inconvenientes, pero no tuvimos mayor problema que ir tirando de unos cuantos lentos. Hicieron cantidad de fotos, elegiremos las mejores y les daremos un premio.

Algunos llevaban preparados sus escritos y allí los dejaron, por lo que no tengo copia de ellos. A ver si los responsables de la página los publican. Yo no pude escribir nada, no hubo tiempo porque ellos se adueñaron del cuaderno, pero al fin y al cabo ése era unos de los propósitos de la excursión. Finalmente encontré algunos poemas que les han resultado atractivos:


ADOLESCENCIA


Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a este camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
-El pie breve,
la luz vencida alegre-.
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.

VICENTE ALEIXANDRE
VIVIR PARA VER
Todo era alegre en el claro
resplandor de la mañana
y al mirarte sentí el llanto
borrándome la mirada.
Llorar y ver son virtudes
que un mismo sentido enlaza
como acompaña en la nieve
el silencio a la pisada.
Todo era alegre y sentía
con la visión, la distancia;
le di descanso a mis ojos:
¡de sólo mirar lloraban!
LUIS ROSALES
En su mirador hay otros versos tallados:
Las noches de Cercedilla
las llevo en mi soledad
y son ya la última linde
que yo quisiera mirar.
Me habría gustado poder disfrutarlos más despacio, pero no pudimos porque íbamos apurados de tiempo. Cuando se va con niños no siempre se puede hacer lo que nos apetece, pero hay lugar para otras cosas. La convivencia en estas salidas es muy bonita y enriquecedora para todos. La Naturaleza es un marco incomparable para dar paso a nuevos contactos. Los chavales disfrutan de lo lindo y los profes somos casi uno más en el grupo. Hay que recoger lo que van perdiendo, atar cordones, repartirles la comida, ayudarles en algunos tramos... Hemos hecho cantidad de excursiones de este tipo y disfrutamos tanto como ellos. Todos estamos más relajados sin las limitaciones de las paredes del aula y aprovechamos para contarles cosillas del entorno: nombres de árboles y arbustos, algún animal que sale al paso o se sabe que está por allí, agazapado, los embalses, los picos... Aprender a respetar a la Madre Tierra es una asignatura más, y ninguna tontería en los tiempos que corren.
Después de cada excursión les mando un trabajillo para trabajar la expresión escrita, ya sabéis que contar lo que piensan o sienten no les resulta fácil. Les he dicho que lo hagan cuanto antes, y que si quieren recordar mejor cierren los ojos durante unos momentos y traten de revivir mentalmente lo que vieron porque el aislamiento favorece la concentración. Recuerdo que en tiempos les hacía algo de relajación antes de los controles y les funcionaba. Tendré que volver a esa práctica.
Cuando me vieron llegar ataviada con botas, chubasquero y demás uno de ellos, Daniel, me dijo: "Jo, seño, llevas completo el kit de exploradora de la Señorita Pepis". Ocurrente que es el crío.
Ahora sólo me falta librarme de las agujetas (soportables) que padezco y quedarme con el estupendo recuerdo de un día diferente. Menos mal que el fin de semana está ahí mismo...





domingo, 9 de noviembre de 2008


UN POCO DE RITMO

Anteayer fui a ver el nuevo espectáculo de MAYUMANÁ, MOMENTUM. Todo un despliegue de ritmo frenético, piruetas imposibles y humor cómplice con un público entregado desde el principio. A ambos lados del escenario dos gigantescos relojes de arena muestran lo inexorable del paso del tiempo. El montaje me pareció imaginativo y todo un alarde de nuevas técnicas, aunque algunos opinaban que el anterior era mucho mejor. Yo también lo vi, pero, francamente, no creo lo mismo. Siempre son geniales, con unos cuerpos jóvenes envidiablemente flexibles y bien entrenados y una música que te hace moverte sin querer. Yo, que soy tremendamente torpe para seguir un ritmo, admiro ese alarde de vitalidad al compás del sonido de cualquier objeto al que se pueda arrancar una nota. Todas las músicas del mundo están enlazadas de alguna manera, y este grupo formado por muchachos de varias nacionalidades lo demuestra. La escasa hora y media del espectáculo supo a poco, desde luego, pero tuvo una prórroga en el vestíbulo y en las escaleras tras la función. Lo poco que hablaron fue casi todo en inglés, pero no hacía falta saber idiomas para entender un trabajo que se supone de meses y largas horas de ensayo. El precio de la entrada es elevado, desde luego, como cualquier otra obra que exige personas en escena y no enlatadas (del precio del cine también se podría hablar...), pero yo recomiendo que vayáis a verlo si queréis pasar un rato diferente.
Y al día siguiente vi algo completamente distinto, Una historia de violencia en DVD porque no pude verla cuando la pasaron por televisión y también se me escapó en el cine en su día. David Cronenberg nunca deja indiferente. Ya me impactó con Inseparables, con el impagable Jeremy Irons haciendo dos papeles (es todo un señor capaz de los más diversos matices, especialmente los dramáticos) y hace poco con Promesas del Este, otra vez con Viggo Mortensen, por quien siento debilidad, lo confieso. Supongo que habéis visto las tres, pero por si acaso no os desvelaré gran cosa del argumento. Las tres hablan del lado oscuro del ser humano, de sus muchos recovecos y de lo que puede llegar a hacer en un momento dado. Cualquiera de apariencia "normal" e inocente llega a esconder terribles secretos o realizar actos repulsivos. Nadie está libre de bordear o incluso meterse de lleno en la locura y la violencia más extrema. La literatura ha dado claros ejemplos de todo ello. Dicen que en las facultades de Medicina recomiendan la lectura de algunas obras, como Crimen y castigo, por ejemplo, para estudiar ciertas patologías. Los grandes autores lo son porque diseccionan con su pluma y otros instrumentos el alma y sus matices, inabarcables e imprevisibles, sea en novela, teatro, poesía, cine, escultura o pintura. Ése es el valor del arte y no el precio que puede llegar a alcanzar, pero como todo está hoy en venta y es objeto de mercadeo se pierde de vista. Y llevando el asunto a mi trabajo, ¿cómo se van a llenar los museos, cines o teatros en el futuro si no despertamos en los niños y jóvenes el amor por las obras bellas? No hay mucho espacio para ello en los programas educativos actuales. Joselu (Profesor en la Secundaria) se quejaba hace poco de la situación de la literatura, y los más pesimistas auguran el fin del libro como tal soporte para dentro de diez años. No creo que la literatura muera nunca, aunque es posible que la disfrutemos de otras maneras. La magia de la palabra bien dicha es inmortal. El hombre empezó muy pronto a contar historias y a guardar constancia de lo que ocurría a su alrededor, y lo seguirá haciendo por mucho que cambien los soportes utilizados para ello.
El miércoles vamos de excursión a la zona de Cercedilla y aprovechando que veremos El Mirador de los Poetas estoy buscando algún poema de Vicente Aleixandre y Luis Rosales apropiado para niños, pero me está costando encontrarlo por la edad de mis alumnos. He descubierto que pueden dejar testimonio escrito de su visita en un cuaderno guardado a tal efecto y les animaré a ello. Hay que aprovechar estas circunstancias para enseñarles algo diferente y mostrarles otros horizontes fuera del aula. Ya os contaré cómo resulta el día.
Feliz semana a todos.

martes, 4 de noviembre de 2008

NO ESTAMOS SOLOS


Quizá sea cierto que no estamos solos en le universo, que hay alguien allá lejos, en otro sistema solar o galaxia, vaya usted a saber. Quizá nunca lleguemos a comprobarlo. Asomamos tímidamente la patita apenas unos pasos más allá de nuestro planeta y ya nos creemos los reyes del mambo. No soy la primera ni la única en creer que más valdría emplear todo ese dineral en limpiar nuestra casa, nuestra maltratada Tierra, en lugar de buscar otro lugar de asilo muy lejano y mucho más costoso. No sé qué absurda ambición lleva a tal empresa: demostrar que un país es mejor que otro, justificar secretos fines bélicos, poner más espías y más potentes... Se alzan miles de voces llamando a la cordura, pregonando que nos estamos cargando nuestra única casa, y nada, no hay manera: venga a fabricar basura por tierra, mar y aire, haciendo oídos sordos al cambio climático, la desertización y la pobreza galopantes. ¿Quién va a parar todo este desatino? No parecemos dispuestos a cambiar nuestra forma de vida, olvidando que si escupimos al cielo la porquería nos caerá encima tarde o temprano. No hará falta ninguna invasión alienígena para acabar con nuestra "civilización", lo vamos a hacer solitos, sin injerencias extrañas. Pero qué brutos somos... En los colegios nos hartamos de tratar el tema de la educación ambiental y tenemos el enemigo en casa: apenas pisan la calle los chavales se encuentran con miles de ejemplos contrarios. Es como cuando en una clase de Educación Vial les preguntas cuántos padres se abrochan el cinturón de seguridad y levantan la mano la mitad, como mucho. Penoso.
Esta gran máquina que es internet propaga en tiempo récord imágenes bellísimas de nuestro mundo. De África a Groenlandia, de los templos orientales a las montañas Rocosas todo es un mosaico maravilloso pero frágil en manos inconscientes de su poder: podemos llevar a cabo obras fantásticas, pero también destruir en un momento lo que ha costado tanto tiempo crear. Nos creemos dueños de la Tierra cuando sólo somos sus inquilinos. El mar parece infinito y limpio, pero esconde cantidades ingentes de basura. Nos hemos acostumbrado a usar y tirar sin medida con el pretexto de que eso es bueno para el libre mercado, y aquí tenemos el resultado: la funesta crisis nos ha sacudido en nuestro orgullo consumista, nos ha perdido la ambición, la desmesura. Incapaces de administrar nuestro inmenso patrimonio no sabemos renunciar a cuatro cosas superfluas. Oscuros intereses impiden que surjan y se desarrollen energías alternativas al petróleo. No hemos sabido combinar progreso y vida sostenible para todos. Los ricos cada vez son más ricos (cuatro en todo el mundo, nada más) y los pobres más pobres. Y la Tierra se queja, pero no queremos escuchar sus lamentos. La oímos, pero no la escuchamos. Alarmistas estúpidos que son algunos, como diría el inefable Aznar. Qué bobada es ésa del cambio climático, con lo verde que está mi campo de golf en pleno desierto... Qué maravilla de progreso que permite construir torres de cientos de pisos y urbanizaciones ganando terreno al mar, no me diga que eso no es bueno, si somos la pera... Y tan contentos, ciegos como estamos.
La Tierra es tan pequeñita en medio del espacio, tan indefensa, tan frágil... Y está en manos de su peor verdugo, su autodenominado dueño y señor. Hay otros mundos, pero están en éste, como decía el anuncio. Hay no sé cuántas galaxias y estrellas miles de veces mayores que el Sol, pero nosotros estamos aquí y ahora y de nada vale mirar hacia planetas inalcanzables. Estamos gozosamente presos en este pedacito de universo sin acertar a cuidarlo debidamente. ¿De verdad somos tan pequeños como asegura ese power point tan sugerente? No hay vida insignificante, por chiquito que sea nuestro Sol comparado con Arturo, por ejemplo. Cualquier vida es grandiosa, qué más da que allá arriba brillen gigantes apenas vislumbrados. Yo creo en la grandeza de cada existencia porque comparto mi espacio con personas que me sonríen, que respiran el mismo aire que yo, que sufren y gozan como yo, que sienten mis mismas inquietudes y albergan los mismos anhelos. En cada ser humano habita la Humanidad entera. Todos podemos alcanzar en algún momento el paraíso y también bajamos a los infiernos con la misma facilidad. Que pregunten a una madre si la respiración de su hijo es insignificante, o a un amante la cercanía del amado, o al solitario la sonrisa de una compañía. Sé que mañana volveré a hacer mi trabajo con el mismo entusiasmo de siempre, volveré a sentarme junto a un pequeño que balbucea al leer y trataré de poner un poco de calor en la mañana otoñal. Eso es la vida, la mía, la de tantos otros. Tan grande en su anonimato, tan feliz en su cotidianidad.
Y siguiendo la estela de Joselu, ojalá tengamos algo que celebrar dentro de unas horas. Muchos confiamos en Obama, esperemos que no nos defraude.
Buenas noches a todos.

sábado, 1 de noviembre de 2008



¡Hola a todos! Estoy contenta porque he sobrevivido al maldito Halloween sin soportar tiradas de huevos en mi casa o en mis coches. Parece que los monstruitos importados esta vez no me han elegido como blanco. Quizá contribuyó la noche, que estaba muy poco apetecible y a lo mejor les disuadió de la excursión gamberra. En cualquier caso, me alegro. Eso sí, Equinoccio estaba plagado de ellos y los locales parecían la reproducción de la casa de los Monster, aquella fantástica serie de nuestros años jóvenes.
Fui al cine, como cada viernes. Vi Sólo quiero caminar, de Agustín Díaz Yanes. Muy distinta de su anterior trabajo, Alatriste, desde luego, que me gustó mucho a pesar de que recibió críticas de todos los colores. Se empeñan en decir que ésta no es la segunda parte de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, no sé por qué. Es del mismo corte, pero con mujeres más de armas tomar. Todos los actores son estupendos, ellas como ladronas y vengadoras aguerridas y ellos como matones sin escrúpulos bastante cabrones, salvo Diego Luna, del que te enamoras sin querer. El mundo de la delincuencia mejicana es terrible, hombres y mujeres sin escrúpulos para quienes la vida de una persona no vale un higo. La fotografía y la música (el título es de un tema de Paco de Lucía, guitarrista genial) acompañan perfectamente la acción. Ellas están soberbias. Por lo visto el personaje de Victoria Abril no era tan duro, pero ella insistió en hacerlo así. Elena Anaya es la más frágil. Ariadna Gil lleva el sufrimiento en la piel y Pilar López de Ayala es el contrapunto necesario. Entre ellas hay unos lazos indestructibles, establecen una relación como sólo las mujeres unidas en la adversidad saben crear. Así somos las mujeres: podemos ser las mejores aliadas y las peores enemigas. Fuertes y quebradizas a la vez, soportamos las mayores adversidades sin llegar a rompernos y raramente aceptamos la derrota. Incluso cuando caemos en la depresión o en alguna grave enfermedad no nos permitimos hundirnos del todo. Me encantan las historias de mujeres auténticas y fuertes, y por supuesto nos soporto a las frívolas y coquetas. Creo que ya os recomendé Mil soles espléndidos, una historia dura y maravillosa. Hace tiempo leí Madres e hijas, una recopilación de Laura Freixas de relatos de diversas autoras en Anagrama, así como Atlas de geografía humana y Modelos de mujer, de mi admirada Almudena Grandes. Por suerte abundan las obras sobre mujeres excepcionales simplemente por serlo, sin llegar a ser heroínas imposibles o personajes de cartón piedra. Cuántas mujeres corrientes son ejemplo de valor y arrojo sin dárselas de nada, sirviendo de pilares de toda la familia, cuidando de disminuidos e inválidos y multiplicando los escasos recursos de que disponen. Y antes de que se enfaden los hombres, aclaro que me molestan igual las críticas infundadas hacia ellos. No soporto los estereotipos como "todos los hombres son iguales" o las críticas infundadas. Aparte de que hay de todo, evidentemente, conozco muchos hombres que no tienen nada que ver con esa imagen de machistas egoístas que muchas mujeres se empeñan en proclamar. Hombres y mujeres estamos condenados a entendernos, queramos o no. Basta con un poco de sentido común y de flexibilidad.
Hablando de hombres y mujeres, os debo contaros cómo conocí a mi marido. Yo trabajaba en 1982 en el "Antonio Machado" de Majadahonda. Era tutora de 5º y una de mis alumnas, Almudena, era hija de una colega, Lali, a la que por cierto vi ayer. Un día me dijo que un vecino suyo preguntaba por mí, y yo, lógicamente intrigada, le pregunté por qué. Me contestó que eran "cosas de Almudena". Unos días después se me acerca con un sobrecito y me dice: "Oye, que la cosa va en serio, que el chico te quiere conocer". Dentro de él había una foto de carnet en cuyo reverso ponía: "¡Hola, Yolanda! Soy Paco, me gustaría conocerte pronto." "¿Y ahora qué hago?", pregunté a Lali. "Pues no sé, contéstale o vete una tarde a casa y os presento" (eran vecinos). Así que le mandé una foto a través de Almudena con mi teléfono y aquella misma tarde me llamó. Yo por aquel entonces iba a la Universidad y no tenía libre hasta el fin de semana, pero tenía prisa por conocerme y como al día siguiente, martes, teníamos Claustro quedamos a las 7, cuando él salía de trabajar.Fuimos caminando hasta la Plaza Colón y al poco empezó a llover. ¡Nos pusimos como sopas! Pero nos caímos bien y... hasta ahora. Nos casamos en 1985 y nuestro hijo César nació en 1987. Somos muy felices.
Tiempo después me enteré de cómo se le había ocurrido a Almudena que podíamos congeniar. Al parecer, una mañana se le estropeó el coche a Lali y mi marido se ofreció a llevarlas. Por el camino le iba diciendo a la niña algo así como: "Vaya rollo el cole, tendrás un maestro viejo y antipático..." Y Almudena, que me quería mucho, le contestó: "Pues no, es una maestra joven y muy guapa". Mi marido, ocurrencias suyas, le dijo: "Pues a ver si me la presentas". Y dicho y hecho, como os he contado. Ya veis qué caprichoso es el destino, de qué manera más casual una encuentra al hombre de su vida. Realmente es cierto eso de que nunca se sabe cuándo un día puede ser realmente especial.
Mañana os contaré por qué he puesto la imagen de nuestro maltratado planeta, hoy me he ido por otros derroteros.
Feliz domingo a todos.

lunes, 27 de octubre de 2008

Búsquenle los reñidores;
cérquenle los jugadores;
quien se precie, que le ataje;
y a ver si hay quien le aventaje
en juego, en lid o en amores.
¡Hola, colegas! ¿Cómo lleváis el inicio de la semana? Yo bien, con una agradable sorpresa gracias a una de mis alumnas. En mi lucha (perdida) contra Halloween les conté algunas de las tradiciones españolas relacionadas con el 1 de noviembre y les insinué lo de llevar dulces propios de estas fechas si algunos se sentía generoso. Voilá!, Patricia se ha presentado esta mañana con una bandeja de buñuelos de pastelería, gratamente festejados en el recreo. Una compañera me ha dicho en tono jocoso que tengo a mis alumnos bien adiestrados. Bueno, digámoslo así. Al menos en esta ocasión ha dado resultado la instrucción. Les he comentado que, según la tradición, cada vez que te comes un buñuelo sale un alma del Purgatorio, y, para mi pasmo, no saben lo que es. Les he dicho que se lo pregunten a las profes de Religión, pero no sé si se lo han contado. ¿Qué demonios estudian ahora estos chavales? Ya que dan Religión, mal que nos pese a muchos, al menos que enseñen lo fundamental, digo yo. Casi todos coincidimos en que sería interesante dar una Historia de las religiones, para saber lo importante de cada una, pero está visto que con la Iglesia hemos topado, no hay quien pueda con ellos.
Luego hemos tenido reunión para la CCP, y como este año soy Coordinadora me las trago todas. Venga papeles y recados. Quizá dediquemos la Semana Cultural a la gastronomía, ahora que me han quitado el taller de cocina. Hay una propuesta de la editorial Planeta para elaborar un libro de la localidad con aportaciones de los propios niños, desde Infantil hasta 6º. Es una buena idea, pero muy laboriosa. Veremos si sale adelante.
Creo haberos dicho el otro día que por estas fechas suelo releer el Tenorio, ya que se ha perdido la buena costumbre de emitirlo por televisión o representarlo en teatro. Ah, el Romanticismo, cuánto juego da en literatura... Esas historias desgarradas e hiperbólicas, desarrolladas entre fantasmas, cementerios y amores imposibles. Siempre me gustó esa etapa, desde mis tiempos de instituto. Creo que todos los maestros tenemos algo de románticos, en el sentido literario: luchamos por ideales a veces inalcanzables, nos rebelamos contra la injusticia y el poder mal ejercido y buscamos metas más allá de lo que dicta la mera norma. Ya no se lleva eso de querer redimir a un hombre (o a una mujer) por amor, pero no me digáis que no tiene su encanto seguir pensando que el cariño obra milagros. Aunque, bien pensado, qué mayor milagro que sobrevivir al día a día, a la hipoteca, al qué comemos mañana o qué hacemos el sábado o dónde vamos de vacaciones. La convivencia puede quemar mucho si no se trufa bien con mil detalles insignificantes que la hagan agradable. Parece que no queda mucho sitio para eso que se llama romanticismo a secas: velitas, cenas, lencería... Yo, la verdad, nunca he perdido la cabeza por esas cosas. Me sobran los aniversarios, los regalos y esas "tonterías" que a algunos les parecen tan importantes. Mi marido opina que cuanto más cariñosa se muestra una pareja en público, menos dura, y más de una vez he comprobado que es así. Creo que muchas parejas gastan demasiada pólvora en salvas y así les va. Bien está una sorpresa de vez en cuando, pero no hay que mosquearse por otros detalles menores. Recuerdo que la víspera de San Valentín, por ejemplo, mi marido se presentó con una rosa roja diciéndome: "Toma, para que mañana tengas suerte". Y es que tenía que ir a Puerta de Hierro para empezar los trámites para una operación. Quiso la suerte que me tocara consulta con un ginecólogo razonable que no era partidario de hacerla, con muchos argumentos. Os podéis imaginar lo contenta que salí. ¡Funcionó la intención de mi marido! ¿Casualidad? Por cierto, una compañera me recuerda que os debo la historia de cómo nos conocimos. Es verdad, pero lo haré otro día, hoy ya es muy tarde. Por eso también he de guardar para otro momento alguna reflexión sobre el Día de Difuntos. Os dejos hasta entonces con casi los últimos versos del Tenorio:
Yo mi alma he dado por ti,
y Dios te otorga por mí
tu dudosa salvación.
Misterio es que en comprensión
no cabe de criatura:
y sólo en vida más pura
los justos comprenderán
que el amor salvó a Don Juan
al pie de la sepultura.
Ya nadie escribe hipérbatos así, ¿verdad? Pero qué bonito queda...
Y para que veáis lo que he aprendido, os pongo el enlace para leer el artículo de Pérez Reverte sobre Halloween con todo el sello de la casa:
Otro día, más. Un saludo a todos.