jueves, 31 de diciembre de 2009

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS




Quiero mirar siempre de frente.
Quiero no tener miedo.
Quiero saber decir siempre la palabra adecuada.
Quiero decir siempre la verdad.
Quiero decir más veces "te quiero".
Quiero dar más besos.
Quiero ofrecer más caricias.
Quiero derrochar cariño
Quiero ser más generosa.
Quiero ser más receptiva.
Quiero leer más.
Quiero escuchar más música.
Quiero seguir aprendiendo.
Quiero mirar menos el reloj
Quiero estar más con mis seres queridos.
Quiero cuidar más la Tierra.
Quiero mirar más al Sol.
Quiero aspirar profundamente cada segundo.
Quiero sonreír más.
Quiero llorar más sin esconderme.
Quiero ser mejor persona.
Quiero seguir aprendiendo a disfrutar.
Quiero tener la mirada clara y la sonrisa franca.
Quiero ser más comprensiva.
Quiero ser mejor maestra.
Quiero ser mejor persona.
Quiero escribir más.
Quiero ser más humilde.
Quiero hablar menos y escuchar más.
Quiero seguir teniendo ilusiones.
Quiero seguir confiando en quienes merecen mi confianza.
Quiero quejarme menos.
Quiero reflexionar más.
Quiero sentirme menos importante.
Quiero visitar más museos.
Quiero ir más al teatro.
Quiero seguir disfrutando del cine.
Quiero recordar con la dosis justa de nostalgia.
Quiero saber perdonar.
Quiero ser más ordenada.
Quiero seguir siendo feliz.
Quiero cuidarme más y cuidar a los que me rodean.
Quiero seguir teniendo conmigo a mi marido y a mi hijo.
Y quiero seguir así, aquí, como ahora, como siempre.
Por un 2010 lleno de buenos deseos y mejores hechos.




sábado, 26 de diciembre de 2009

NOTAS NAVIDEÑAS



Sigue el frío, y la lluvia, y mi catarro, tan bien cuidado que no quiere abandonarme. Hoy es el primer día que no he salido a la calle, a ver si estando quieta, calentita y callada me quito de encima este incordio, porque no pienso pasarme todas las vacaciones tosiendo y sin separarme del pañuelo.
Ya han pasado las dos primeras fiestas señaladas, Nochebuena y Navidad. Han sido tranquilas, en familia, como debe ser, aunque ya sabéis lo que dicen algunos: "¿Qué tal lo has pasado? ¿Bien... o en familia?" Si la familia es un nido acogedor te sientes acompañado y querido, pero no faltan todos los años por estas fechas algunas que acaban en urgencias o en la comisaría. La obligación de juntarse no siempre acaba bien, pero nos sentimos comprometidos y luego pasa lo que pasa.
Desde que murió mi madre, hace ya cuatro años, mis cinco hermanos y yo no nos vemos con demasiada frecuencia, aunque estamos en contacto. Las distancias marcan los encuentros. Mis suegros viven cerca y sí nos juntamos estos días, en su casa o en la mía. La Nochebuena fue aquí. Entre mi marido y yo preparamos la cena: buenos entrantes, crema senegalesa (nunca he sabido por qué se llama así, pero está buenísima, a base de manzana, puerro, apio, manzana y caldo de pollo, bien calentita), volovanes rellenos de besamel de marisco, perdices escabechadas y mango natural de postre, para desengrasar. Muchas veces pienso que nos complicamos demasiado estos días en la cocina cuando un buen cocido sería recibido con gran alborozo. Pero no, nos armamos de paciencia (y de dinero) y vamos al mercado a estudiar precios y calidades en los puestos, que ofrecen primorosos productos especialmente preparados para estas fechas. Aparecen embutidos insólitos, patés exquisitos, mariscos enormes, lubinas salvajes (yo le digo al pescadero que me las dé ya domadas, que de salvajes ya estoy un poco cansada), cochinillos blanquísimos, corderos recién sacrificados, almendras, cardos enormes, piñas prietas cargadas de vitaminas... Me encantan los mercados, pero no soporto los grandes centros comerciales con todos los productos ya envasados y envueltos en plástico, no me fío de ellos. Me gustan los tenderos de toda la vida, los que atienden incluso a última hora con la misma sonrisa y la misma amabilidad, los que comentan cualquier detalle de la actualidad y ofrecen alternativas y recetas para cada ocasión. Cada vez tienen más difícil la supervivencia, pero si dejamos que se pierdan perderemos también una parte importante de nuestras vidas. Hace poco estuve en el recientemente remodelado mercado de San Miguel, en Madrid, y qué desilusión... Lo han convertido en un centro pijo y caro, sin ningún encanto.
Como me gusta cocinar, me gusta también comprar comida, y he de reconocer que soy una exagerada. Siempre tengo provisiones como para soportar un asedio. Cuando tengo tiempo no me importa dedicar un buen rato a la elaboración de un plato, aunque prefiero los más rápidos y menos complicados. Creo que una comida preparada y ofrecida con amor es el mejor de los regalos. Cómo echo de menos (y mis colegas y alumnos) mi taller de cocina, perdido ya en el limbo del bilingüismo...
Mi hijo come que da gusto verle, así que nunca he tenido problemas a la hora de preparar algo nuevo. Ayer llevé natillas para la comida de Navidad en casa de mi hermano. A mi padre le encantaban. Y cuando llegan estas fechas suelo preparar cardo con almendras, como lo hacía mi madre, aunque es un engorro limpiarlo (el congelado no es lo mismo, digan lo que digan), así como borraja o lombarda. Esos sabores que recuerdo de la casa de mis padres son imperecederos. Por eso estos días son tan traicioneros, en cualquier momento puede asomar la lágrima ante un olor, un sabor, un recuerdo... Cuando ya vamos teniendo huecos en el corazón los villancicos y los turrones tienen otro significado. Las Navidades de cuando éramos niños no se olvidan nunca. Ya no repito algunos de esos ritos, los regalos, el árbol, el belén... Cuando mi hijo era pequeño lo montaba sobre una mesa con arena y piedrecitas, y él enseguida hacía caminitos para hacer rodar los cochecitos, que le encantaban, así que era un belén motorizado. Esos recuerdos son los que quedan, los que perduran.
Ahora van llegando los resúmenes de las noticias del año, los hechos más reseñables según los encargados de prepararlos en los distintos medios. Otro día pensaré en mi propio resumen. Hoy quiero recordar a Mario Benedetti, una de esas personas que nunca deberían morir. Mueren, pero no desaparecen porque sus palabras permanecen. Con él os dejo.

ESTADOS DE ÁNIMO

Unas veces me siento

como pobre colina,

y otras como montaña

de cumbres repetidas,

unas veces me siento

como un acantilado,

y en otras como un cielo

azul pero lejano,

a veces uno es

manantial entre rocas,

y otras veces un árbol

con las últimas hojas,

pero hoy me siento apenas

como laguna insomne,

con un embarcadero

ya sin embarcaciones,

una laguna verde

inmóvil y paciente

conforme con sus algas

sus musgos y sus peces,

sereno en mi confianza

confiando en que una tarde,

te acerques y te mires,

te mires al mirarme.


sábado, 19 de diciembre de 2009

"SON BUENAS GENTES QUE VIVEN..."

Hace un frío polar que supongo todos estáis sintiendo, con mayor o menor intensidad según la zona en que viváis. Es lo normal, después de todo. Siempre se oye en estas situaciones eso de "la mayor nevada desde tal año", "las temperaturas más bajas desde el siglo pasado", y cosas por el estilo. No sé si alguna vez dicen la verdad. Mi madre ya decía hace años que cuando era niña el camino que subía al castillo, en Burgos, donde estaba el colegio de monjas en el que estudiaba, permanecía nevado durante todo el inverno, meses enteros. Ya no pasan esas cosas. Cuando nieva nos alarmamos y protestamos por el retraso de los trenes, los atascos en la carretera, los inconvenientes del hielo... No es la mejor época para viajar, desde luego, pero todos queremos juntarnos con la familia para celebrar las fechas que se aproximan y hacemos caso omiso de las recomendaciones. Luego pasa lo que pasa, qué le vamos a hacer. Los que han viajado por tierras de inviernos realmente crudos dicen que España y sobre todo los españoles afrontan mal estas situaciones.
Yo cojo el coche si es necesario, pero no si puedo evitarlo. Aunque el trayecto sea corto, la radio siempre es una buena compañía. Cuando estoy en casa suelo escuchar la SER, en el coche sintonicé durante años M80, o KISS FM, por la música tan familiar que ponían, pero últimamente escucho RADIOLÉ (no sé si se escribe así, todo junto). Es la favorita de mi marido, la dejó sintonizada y ahí sigue, no la he cambiado. Dice que es la música mas relajante, no tiene noticias, aleja las preocupaciones y a todo el mundo le gusta. Pasados muchos días, he de darle la razón, aunque me resistía. No me gusta el flamenco, pero sí la copla y melodías por el estilo. A ratos ponen música de épocas pasadas, ésas que pertenecen a nuestra historia musical, la banda sonora de nuestra vida. Suelen ser relatos musicados de grandes pasiones, amores desgarrados, o alegres, o bien homenajes a la madre, al padre, los hijos o la abuela. Todo muy apasionado, desde luego. Llama mucha gente para saludar o para pedir que toquen los cascabeles, la vaquita y no sé qué más para conseguir algún deseo. Al principio me parecía un tontería, ahora me gusta escuchar lo que pide la gente: "Oye, tocad los cascabeles bien fuertes para que mi hijo se arregle con la novia, que se lo están pensando". O: "Para que mi hija apruebe el carné de conducir, que ya es la tercera vez que se presenta". "Que mi nuera se quede embarazada, que lo desea con toda el alma". "Para mi marido, que está sin trabajo y lo estamos pasando muy mal, para que encuentre algo pronto." "Para que mi mujer sepa o mucho que la quiero, que no puedo estar sin ella". Raramente los buenos deseos son para uno mismo, siempre son para solucionar un problema de algún ser querido. Son gente sencilla, cariñosa, sincera. Me admira la fe que demuestran al expresar sus deseos, como si al verbalizarlos se fueran a cumplir. Creen realmente en lo que dicen, como si esa llamada a la radio fuera su últma esperanza, la misma que ponen todos en el décimo que compran, supongo. Quizá nos falta eso, fe, o siquiera expresar nuestros anhelos. La mayoría tenemos otars ilusiones, quizá más materiales, relacionadas con el bienestar sobre todo económico: un coche nuevo, una casa mayor, unas buenas vacaciones... Por eso me gusta escuchar estas pequeñas historias de cada día, tan reales, tan espontáneas. "Son buenas gentes que viven/ laboran, pasan y sueñan/ y en un día como tantos/ descansan bajo la tierra". Las inmortales palabras de Machado se hacen realidad cada día en esas personas cuyas voces me llegan a través de la radio. Personas que sufren calamidades pero no se arrugan, plantan cara a la adversidad y sobrellevan como pueden las contrariedades sin grandilocuencia, con un lenguaje sencillo y abierto. Si de ellos dependiera, la cumbre de Copenhague habría terminado de muy distinta manera, menos vergonzosa, desde luego, o se habría solucionado el problema de Aminatu Haidar mucho antes, o incluso saldríamos de la maldita crisis con soluciones realistas y efectivas, porque está visto que quien tiene el poder, sobre todo el económico, el más efectivo, no tiene la más mínima vergüenza en pedirnos esfuerzos y ahorros mientras ellos, los bancos, siguen obteniendo ganancias de muchos millones sin ningún pudor. Por eso quiero dedicar este humilde recuerdo a toda la buena gente que habita en nuestro planeta, la buena gente que permanece anónima dando el callo cuando es necesario , la buena gente que hace que todo funcione cada día. Qué asco de caras (más bien jetas) que pueblan las televisiones para contar historias vergonzantes, escándalos pagados e inventados, peleas familiares magnificadas, malos tratos novelados y puede que inventados, qué lejos están de esa otra realidad a pie de calle, las crónicas de cada día, con su grandeza y su miseria, los sucesos que nunca salen en los periódicos, las vivencias tan humanas que nos acercan a la divinidad. Benditos sean.
Feliz semana a todos. ¡Ya llegan las vacaciones!








domingo, 13 de diciembre de 2009

LA MUJER ES VIDA

Tenía muchas ganas de ver Fugadas, aunque tuve que ir sola porque no había más entradas, y además me tocó en la última fila, pero mereció la pena. María Galiana (Carmen), la admirable abuela de Cuéntame, y Rosario Pardo (Marga) son dos mujeres de diferentes edades que coinciden de madrugada en un arcén porque quieren huir de sus respectivas vidas insatisfechas. Una ha escapado de un asilo de ancianos vestida con un camisón horrible y la otra ha dejado a su marido e hija, que ese día ha cumplido dieciocho años, con una sola palabra escrita: "Mierda". Con eso lo resume todo. Y juntas emprenden una huida sin destino, pero lejos de lo que les impide ser felices. Tienen sueños, deseos, anhelos, ganas de vivir.
Me gustó la escenografía, muy original. Me encantó el texto, ingenioso y profundo, con esa manera de decir cosas importantes bajo una capa de ironía y sencillez. Y me parecieron fabulosas las dos actrices, con una veteranía que llenaba el escenario sin más aditamentos. María Galiana, sobre todo, estaba pefecta en su papel de mujer ya mayor de vuelta de todo pero ansiosa de seguir viviendo, de huir de un geriátrico feo lleno de gente fea y aburrida. Rosario Pardo se ha hartado de ser una criada para los suyos, egoístas y desentendidos de cuanto signifique comprensión o amor de verdad. Forman una pareja curiosa que hacen frente a varias situaciones insólitas (ordeñan vacas en un granja, comen sobre la tumba de una amiga de Carmen, se instalan por una noche en una casa tras forzar la entrada...) hasta decidir, en la última escena, que la libertad no tiene precio, pero es sumamente valiosa.
Es una obra optimista, falsamente simple, que provoca sonrisas y alguna carcajada. Me gustan las obras protagonizadas por mujeres fuertes, alejadas de los estereotipos de muñequitas decorativas o encasilladas en su papel más tradicional. Las mujeres, según Mafalda, "hemos desempeñado un trapo en la Historia de la Humanidad", en lugar de "un papel". Qué razón tiene... Seguimos siendo menospreciadas e infravaloradas. A estas alturas ya se puede decir poco nuevo sobre nuestra condición, lo que falta es llevar a la práctica las leyes de igualdad y tantas otras que duermen en el limbo porque aún hay demasiados intereses en nuestra contra. Unas veces por miedo, otras por ignorancia, las más por mala intención y sempiterno machismo, no conseguimos hacernos valer como deberíamos. Algunas sentencias judiciales son vergonzosas, otras hacen valer un derecho que antes fue negado. Nunca he sido militante feminista, entre otras cosas porque algunas de ellas llevan a cabo acciones que me parecen tan radicales como las que pretenden combatir. Reconozco, sin embargo, que siglos de injusticia no se borran ni superan sólo con buenas palabras. La religión (no sólo la católica) nos relega a un puesto "honorífico", cuando no degradante. Luchar a codazos a veces es la única salida. Aún nos queda mucho por hacer y aprender.
Una mujer totalmente distinta es Renée, la portera de El erizo, preciosa película basada en la novela La elegancia del erizo, que no he leído. Las críticas se dividen: o la ponen por las nubes o todo lo contrario. No sé cómo es la novela, pero la película es un derroche de sensibilidad, mimo y cuidado por las imágenes y los personajes. En un edificio de lujosos pisos vive Paloma, una superdotada de doce años que se empeña en levantar acta de cuanto ve y oye, con implacable crueldad a veces, ayudada por una vieja cámara de vídeo que le ha regalado su padre. En el libro, según he leído, lo hace a través de un diario. Su padre es un influyente ministro, su madre una neurótica colgada del psicoanálisis y las pastillas que habla más con las plantas que con su familia y su hermana una joven superficial y algo histérica también. Nadie se fija en Renée, la portera, una mujer casi invisible a los ojos de los inquilinos hasta que llega Kakuro Ozu, un japonés rico y refinado que descubre en ella una lectora empedernida, admiradora de Anna Karenina y dueña de una vida interior rica y cultivada que contrasta enormemente con su apariencia vulgar y descuidada y su nula actividad social. Entre ellos se entabla una relación diferente, bonita, sincera, ajena a los condicionamientos sociales y culturales que les separan. Paloma visita asiduamente la portería y encuentra en Renée el cariño y el calor que su familia le niegan. Los tres forman una sociedad aparte del resto, un paraíso ajeno a la mediocridad que les rodea. Sus vidas son muy diferentes, pero confluyen de un modo mágico y misterioso para demostrar que las apariencias casi siempre engañan, que no sabemos nada de quienes nos rodean y que la felicidad puede estar a la vuelta de la esquina, tesis defendida por no pocas obras más que estimables (Si la cosa funciona, por ejemplo).
Ha comparado El erizo con Amélie, no sé por qué. Ésta no he sido capaz de verla entera, me parece cursi e ininteligible, un falso cuento de hadas. Alguien me dijo que es como un largo anuncio de compresas. El erizo está llena de detalles bonitos y significativos, como ese pez que revive en el retrete o ese chal que realza un vestido estrenado para una cena, o los dibujos que realiza Paloma al estilo japonés. Tiene un gran "pero" para mi gusto, pero no puedo desvelarlo. Lo intuirán quienes hayan leído el libro. Es una película intimista que habla de sentimientos, de vida y de esperanza, algo de lo que estamos muy necesitados. Me hizo pensar, aparte de provocarme sentimientos encontrados. Tendrá sus detractores, por lo que veo por ahí, pero era lo que yo necesitaba el viernes por la tarde tras una semana odiosa, llena de trabajo y de reuniones no siempre gratas. A veces, no muchas, el cine saca a relucir su magia y se convierte en imágenes hipnóticas capaces de hacer olvidar lo más aciago y trasladarte a un mundo distinto y distante, quizá ése que llevamos dentro y tenemos tan olvidado.
Feliz semana a todos. ¡Ya queda poco para las vacaciones!

sábado, 5 de diciembre de 2009

Me resistía a ver Buscando a Eric, a pesar de estar firmada por Ken Loach, porque el fútbol no es precisamente mi deporte favorito, pero no tenía muchas más opciones interesantes, y la verdad es que me hizo pasar un rato estupendo. Cuenta la historia de Eric, un cartero de Manchester cuya vida es un desastre. Dejó a su primera mujer, Lily, el amor de su vida, apenas nacida su hija, incapaz de soportar las duras críticas de su padre y de afrontar su responsabilidad, y su segunda mujer le abandonó hace siete años dejándole a sus hijastros, dos adolescentes vagos, rebeldes y sucios que llenan su casa de amigotes y trastos sin ningún respeto. Su hija le pide que durante unas horas al día cuide a su bebé, mientras ella termina su tesis univrsitaria. Eso supone ver a su ex-mujer, lo que le causa tal choque que provoca un accidente por conducir en dirección contraria. No sufre heridas graves, pero su situación anímica es angustiosa. Sus amigos carteros tratan inútilmente de animarle. En su habitación tiene un póster de Erica Cantona, antiguo jugador del Manchester, su gran ídolo, y se pregunta qué haría él en su situación. Fumando porros robados a uno de sus hijastros se le aparece el propio Eric, que le da una serie de consejos muy razonables, le anima y se convierte incluso en su entrenador personal. Así se atreve a hablar con Lily , aunque tarda mucho en decirle lo que piensa realmente, cambia de hábitos y de aspecto y con ayuda de sus amigos carteros libra a sus hijastros de la peligrosa influencia de un mafioso que les ha metido en un buen lío. ¿Final feliz? Ah..., quién sabe...

Parece que la idea de la película fue del propio Eric Cantona, que según cuentan sigue levantando pasiones allá donde aparece. Se interpreta a sí mismo en la película y parece un hombre sanote por fuera y por dentro, feliz, razonable y sensato. Me chocó porque no es ésa la idea que yo tengo de la mayoría de los futbolistas, endiosados y soberbios hasta decir basta sin motivo, sólo por ser ascendidos a la categoría de "galácticos" y generar ingresos millonarios, aparte de ser mejores o peores jugadores, algo que soy incapaz de juzgar. Cantona, francés, parece todo lo contrario. Él, o la idea que su tocayo tiene de él, es lo que salva al cartero. Ken Loach vuelve a mostrar el mundo obrero británico, el escenario de casi todas sus películas (las duras Ladybird, Ladybird, Lloviendo piedras, Tierra y libertad o Agenda oculta, que le han dado merecida fama) . Se le reprocha que siempre habla de lo mismo. Bueno, ¿y qué? Sus personajes son verídicos, reales, los actores parecen realmente quienes son en la película. Su mundo es humilde y profundamente humano. No hay lujos ni falsos idealismos, decorados de cartón piedra o irritante glamour. Pese a ello, la amistad se erige como el gran valor de la película y de sus vidas; la unión salva a la familia de Eric en una escena memorable. Es curioso, recordé cómo en El secreto de sus ojos es precisamente la pasión por un equipo lo que lleva a la detención del asesino. Ambas películas no tienen nada en común salvo ese detalle.

Me encantaron los personajes, tan de la calle, del día a día, tan corrientes y tan entrañables. Charlan en torno a unas cervezas y hacen sesiones de autoayuda de lo más cómico. Nunca abandonan a un amigo, incluso en las situaciones más comprometidas. Eric es un hombre inteligente que sufre crisis de pánico que le impiden tener relaciones sentimentales duraderas y reacciona escondiéndose, tomado cervezas con sus amigos y yendo a los partidos para no pensar en nada. La película es una historia sobre la amistad y sobre cómo aceptarse a uno mismo. Es una película contra el individualismo: se es más fuerte en grupo que solos.
Ken Loach sólo tiene palabras de elogio hacia Eric Cantona. Es un apasionado del fútbol . Según él, ir a un partido es un acto muy social. En él estallan todas las emociones y todas nos afectan: la esperanza, la alegría, la pena, el dolor, la decepción, el suspense, el suplicio, una sensación maravillosa cuando el balón entra en la portería. Supongo que hay que ser futbolero empedernido para compartir estos sentimientos. Yo siento todo eso leyendo ciertos libros, escuchando músicas que me llegan a lo más hondo (el sentido del oído es el más sutil y más fuerte a la vez), asistiendo a conciertos que me impactan, viendo películas interesantes, viviendo situaciones con fuerte carga emocional... A veces quisiera sentir esa exaltación del hincha, pero no alcanzo a entender la fuerza de atracción de un equipo, ni mucho menos comprendo los extremos patéticos y terribles a los que pueden llegar: insultos al contrario, provocaciones a la autoridad, agresiones a menudo graves... Hay quien justifica todo eso, yo no puedo hacerlo. Sin embargo, también reconozco que puede dar origen a obras estimables, pero no es lo normal. Hace años compré unos cassettes (tiempos aquéllos...) con unos Cuentos de fútbol narrados por Pepe Domingo Castaño, Paco González y J. Ramón de la Morena, entre otros, con textos de Delibes, Benedetti, Fernán-Gómez... Una rareza con su puntito de original calidad.
En cualquier caso, sí comparto la tesis de la película: los amigos son una ayuda y un apoyo inestimables que pueden llegar a salvarnos la vida de modo no sólo metafórico, un tesoro de valor incalculable. Es cierto que la unión hace la fuerza y que contar con un hombro amigo no tiene precio. Cuidarlos es vital, aunque no siempre resulte fácil. No siempre es sencillo ser buen amigo. La amistad puede ser la mejor medicina y nos libra de la soledad. Una vez un amigo me llamó para decirme: "Sólo quería saber que estabas ahí". Y estaba, en efecto. La amistad se forja con confianza y sinceridad. Yo aprecio como un verdadero lujo las ocasiones en las que puedo hablar con un amigo durante horas, tranquilamente, sin tener que medir las palabras, sacando todo lo que llevo dentro y que a veces hace tanto daño. La relación amistosa entre mujeres es especial, llegamos a un grado de intimidad que los hombres no entienden. Creo que ellos se cuentan otro tipo de cosas. Y, desde luego, creo que es perfectamente posible la amistad entre un hombre y una mujer sin sexo de por medio.
Feliz puente a todos.


sábado, 28 de noviembre de 2009

PIENSO Y SIENTO ... (LUEGO EXISTO)


Acaba la semana con frío y lluvia, como debe ser a estas alturas de noviembre. Ya ha durado demasiado el otoño inusualmente cálido que alarma, y con razón, a los preocupados por la evolución del clima de nuestro planeta. El trimestre pesa, ya estamos todos cansados y necesitados de un respiro. Dentro de unos días disfrutaremos de un puente que algunos aprovecharán para hacer un viaje o darse algún capricho. Y el día de la lotería nos despediremos de las aulas hasta el próximo enero. Demasiados días, dicen algunos; una necesidad, pensamos otros que soportamos día a día tensiones y trabajos de todo tipo.

Yo he tenido una semana muy ajetreada. Se aproxima la primera evaluación y hay que afinar mucho para poner las notas. Siempre hay descontentos, pero nadie piensa en lo que supone para lo maestros dar vueltas y más vueltas a las calificaciones, por claros que estén los criterios de evaluación. Intentamos ser justos y buscar el bien de nuestros alumnos, a veces somos demasiado generosos y les damos una oportunidad (yo los llamo "aprobados terapéuticos") y otras es necesaria una llamada de atención. A estas alturas ya está todo dicho: el esfuerzo personal suele brillar por su ausencia, los contenidos cada vez son más penosos, las sucesivas reformas no hacen sino agravar el problema, el alarmante aumento del fracaso escolar no parece tener solución... Pero ahí seguimos, al pie del cañón. He estado viendo en la página www.leer.es algunas actividades para el dichoso Informe PISA y es de llorar. Sé lo que trabajo con mis alumnos y me desanimo cuando veo que no son capaces de entender esos textos ni de solucionar los problemas que les proponen. Lo mismo podría decirse de las Pruebas CDI de la Comunidad de Madrid. Están mal planteadas, contienen preguntas que no se ajustan al currículo actual y nadie sabe cómo se puntúan. Cada año hacemos constar razonadamente en la Memoria nuestras quejas, y no sirve de nada. Ganas nos dan de tirar la toalla, sentimos una terrible impotencia cuando vemos el abismo entre nuestro esfuerzo y nuestros logros. Da igual que protestemos, reneguemos, propongamos o preparemos algo más acorde con nuestras metas:al final hay que hacer lo que nos mandan, presentar unas programaciones inútiles y unas competencias que aún no sabemos para qué sirven, llevar a cabo actividades que consumen un tiempo precioso en las clases, rellenar papeles y más papeles... En mi caso particular de esta semana, he tenido que adelantar 120 euros con mi tarjeta de crédito para reservar una visita al museo de El Prado en marzo, he dedicado casi una hora de la tarde del viernes al acabar mi jornada a un padre angustiado por su situación de separado, he pasado largas horas en mi casa preparando clases y controles... pero todo eso no cuenta absolutamente nada si no entrego a tiempo las malditas competencias o no puedo justificar una ausencia en la hora de exclusiva. Me parece demencial.

Así es la enseñanza, un continuo ajetreo, mil situaciones distintas cada día, ratos agradables, otros no tanto, mucha paciencia, mucho trabajo... Y, sin embargo, entro en las clases a gusto, veo las caritas de mis alumnos sonrientes, intento ser amena sin perder el rigor, atiendo sus demandas a veces un tanto insólitas ("Se me ha atascado la cremallera de la mochila", "Necesito una tirita porque me he cortado", "Fulanito no quiere sentarse conmigo porque en el partido le he sacado tarjeta roja"...), nada importante pero todo vivo, urgente y necesario para ellos. Si consigo el clima adecuado me siento satisfecha: leen a gusto, trabajan concentrados, intervienen levantando la mano... Los resultados, lamentablemente, no son siempre los deseados. ¿Por qué? No lo sé, ojalá lo supiera. Echo un vistazo a los textos de hace años y veo que contenían lecturas del Lazarillo, Cela, Borges, Mark Twain... Hoy la literatura infantil es mucho más abundante pero, salvo excepciones, su lenguaje es paupérrimo y las historias, simples y ramplonas. Les gustan, evidentemente, pero tienen que leer (y entender) textos científicos, divulgativos o simplemente curiosos. El mayor problema de los alumnos actuales, diga lo que diga no sé qué "experto" que ha estado en nuestro país días atrás, es la comprensión lectora. No saben interpretar un texto. Si las preguntas no tienen una respuesta literal y muy sencilla no saben contestarla. En un control de Matemáticas no sabían qué era "producto" y "diferencia". Cielo santo, ¿qué está pasando? ¿Son más torpes que los alumnos de hace años? No lo creo. Tienen más problemas personales (la separación de sus padres es un trauma terrible), están sobrecargados de actividades extraescolares, sufren las consecuencias del desarraigo por traslados que no llegan a asimilar o entender, acusan la prisa del mundo actual, reciben modelos vergonzosos del cine y sobre todo de la televisión (dan ganas de mandar a la hoguera a ciertos personajes que llenan horas de programas sonrojantes)... Y nosotros intentamos suavizar todo eso, aislarles del caos que a veces nos rodea, ayudarles en su camino por la vida recién estrenada. Demasiada tarea, y demasiado dura, con muy pocos apoyos eficaces. A veces, eso sí, vienen madres agradecidas por lo que hemos hecho con sus hijos. Han notado una gran diferencia con respecto a centros anteriores y lamentan tener que irse, pero las circunstancias mandan.

Así que acabé ayer por la tarde con "saturación mental" y me fui a ver Adventureland, una historia de adolescentes afortunadamente fuera de lo común, nada de sandeces ni humor basto y grosero, un relato sencillo e inteligente sobre lo que supone entrar de golpe en el mundo adulto. Un joven recién graduado debe renunciar a su proyectado viaje por Europa porque sus padres atraviesan un bache económico y tiene que pasarse el verano trabajando por un sueldo mísero en un parque de atracciones local donde descubre el amor y otras verdades. Es una película que pasará casi desapercibida, pero es digna y está bien interpretada. Mi hijo lleva varios años trabajando en Caprabo y ahora también en Carrefour, a la espera de poder empezar a ejercer como maestro, y la verdad es que la experiencia laboral en esos sitios es dura, pero provechosa. Ha aprendido mucho sobre el valor del dinero y el trato con jefes y compañeros de todo tipo, que no es poco. Yo recomiendo a todos los chavales que pasen por alguna experiencia similar, pero no todos están dispuestos a "rebajarse" haciendo cierto tipo de trabajos. Peor para ellos.

Joaquín Sabina me acompaña con su último disco. Sólo lo he escuchado una vez. Me parece más tranquilo que en otros anteriores, con letras muy trabajadas, serias y reflexivas. Será que se está haciendo mayor... Me encanta como poeta, aunque sea un juerguista impenitente. Ha empezado una nueva gira y ya están todas las entradas vendidas. Suerte para él.

Feliz semana a todos.

domingo, 22 de noviembre de 2009

TODOS ESTAMOS TOCADOS

El viernes tocaba teatro. Conseguimos ponernos de acuerdo un grupo de excelentes colegas y amigos y fuimos a ver Toc, Toc, una desternillante sátira sobre los trastornos obsesivo-compulsivos (TOC en el lenguaje psiquiátrico). La oferta teatral madrileña es abundante y variada y permite elegir aquello que más te guste o te apetezca. Esta vez elegimos una obra divertida porque a estas alturas de trimestre necesitamos reírnos y relajarnos y no estamos para dramas. Conseguimos nuestro objetivo con creces. Toc, Toc , del francés Laurent Baffie, asegura casi dos horas de risas continuas, con siete actores estupendos que encarnan a pacientes con distintas patologías que acuden a la consulta de un afamado doctor que garantiza la mejoría de su mal en una sola sesión. El doctor no aparece y ellos montan su propia terapia de grupo. Hay un afectado por el síndrome de Tourette (ST) que involuntariamente insulta y vocifera a quienes le rodean, un taxista obsesiondo por el cálculo (se llama Camilo y en su camiseta pone "K 1.000 O"), genial, ocurrente y bastante tocapelotas (con perdón), una hipocondriaca fanática de la limpieza que cree ver en todas partes microbios y posibles contagios, una joven que repite dos veces cuanto dice y oye, una mujer mayor que se persigna continuamente y cree haber olvidado las llaves, o haber dejado abiertos el gas y los grifos, entre otras obsesiones, y un joven para quien la simetría y el orden lo son todo, junto a su incapacidad enfermiza para pisar las rayas del suelo, lo mismo que le ocurría a Jack Nicholson en Mejor, Imposible , una de las mejores comedias de los últimos años. Los seis conforman un grupo variopinto y curioso que establece unas relaciones muy especiales. Todos están allí porque ningún especialista hasta la fecha ha conseguido encontrar alivio para su TOC, lo que les impide llevar una vida digamos normal. El taxiste dice que ha ido allí por su mujer, que tras veinticinco años no soporta su manía calculadora, porque él, la verdad, no siente que tenga realmente un problema. Primera fase de una enfermedad: la negación. "Yo no tengo un problema, son los demás quienes lo tienen. ¿Cómo pueden vivir con este desorden?", por ejemplo. ¿Cuándo un defecto, o una manía, o una obsesión, llegan a convertirse en una enfermedad? Mi abuelo paterno era hipocondriaco y nunca fue tratado por un psicólogo. Sus obsesiones eran el pan nuestro de cada día. Tomaba treinta y tantas pastillas al día, aparte de jarabes e inyecciones. Si alguien le contaba que tomaba tal medicamento para el hígado, él se lo compraba de inmediato por prevención. Se ponía voluntariamente dolorosas inyecciones de hígado o hierro y la vacuna contra el tétanos cada dos por tres porque temía morir si se pinchaba accidentalmente con un clavo algo oxidado. Dos veces tuvieron que ingresarlo en un hospital porque estaba convencido de que se había infectado. "No tiene nada, pero si no le tratamos como si lo tuviera se muere de verdad", dijo el médico. Gastaba cantidades ingentes en medicamentos, por supuesto, y hacía el pedido por teléfono a la farmacia como si fuera el Hipercor. Todas las noches comprobaba una y mil veces puertas, ventanas, grifos y llaves de paso. Y, sin embargo, nadie consideró que mereciera atención psicológica.
Pasa el tiempo y el doctor sigue sin aparecer. La enfermera explica que viene en avión desde Londres y que la niebla primero y el tráfico después le están retrasando. Así que los seis pacientes empiezan una partida de Monopoly curiosa y esclarecedora. El ritmo de la obra va subiendo y se suceden las situaciones hilarantes, los diálogos ingeniosos (gran mérito del autor de la versión española, Julián Quintanilla) y los toques humorísticos y humanos a un tiempo. Al fin y al cabo, son enfermos que necesitan ayuda. Y se les ocurre montar una peculiar terapia de grupo: por orden de llegada, cada uno tiene tres minutos para intentar controlar su problema apoyado por los demás. El éxito parece desigual e incluso nulo: no tienen remedio. Pero alguien cae en la cuenta de lo que realmente ha pasado: por un momento, todos han conseguido controlarse y olvidarse de lo suyo. ¿Cuándo? Cuando se han olvidado de "su" problema y se han volcado en el otro: el joven pisa las rayas sin pensar cuando va en busca de un vaso de agua, la fanática de la limpieza se olvida de ello cuando toca al otro... Dejar de mirarse al ombligo es el paso imprescindible para curarse, eso es lo que aprenden sin la ayuda de ningún médico, simplemente hablando entre ellos, comprendiéndose, apoyándose mutuamente. Y una frase: "La amistad no ensucia". Gran verdad, desde luego. Así que después de tanta risa además hemos aprendido algo: todos los problemas tienen solución, o al menos mejoría, con ayuda de los demás. Encerrrarse en uno mismo agrava cualquier contratiempo, por duro que sea. Y, por el contrario, darse generosamente a los otros es altamente beneficioso para el propio equilibrio emocional. No se trata de ir dando la brasa a todo el que nos rodea, sino de buscar (y ofrecer) comprensión y complicidad. Los maestros lo sabemos muy bien. El intercambio de información y materiales y la aparentemente simple concesión de unos minutos de atenta escucha obran milagros, más, mucho más que tantas reuniones largas, tediosas e inútiles que no llevan a ninguna conclusión válida. Hay quien dice que si acudiéramos más a los amigos no tendríamos que ir tanto al psiquiatra, y no es ninguna tontería. Hay casos en los que resulta necesario, claro, pero si descargáramos más las tensiones riéndonos y charlando con los amigos nos iría mucho mejor. Es la mejor terapia. Yo acudí a varios grupos así hace años y aprendí muchísimo. Lo que vi, escuché y aporté en las muchas sesiones me ayudaron a sacar y conjurar mis demonios, ésos que me hacían tanto daño. Es una experiencia muy recomendable.
Tras la risa, bocata de calamares, algo tan castizo y tan nuestro. Madrid era un hervidero variopinto, curioso y alborotado. Muchos hacían largas colas para comprar el décimo que supone en muy pocos casos la solución a sus problemas. Es la tradición de cada Navidad, un rito ineludible. Y acabamos con un chocolate con churros que nos dejó un dulce sabor de boca. "Di que es el valor del chocolate", me insistía Miguel, el alma de nuestras salidas. Y es que lo tomamos en el establecimiento de Valor, el buen chocolate que tan bien conocen los habitantes de Villajoyosa, por ejemplo. Así que fue una noche perfecta, unas horas que nos sirvieron para olvidarnos de la larga y ajetreada semana laboral entre amigos entrañables, valores seguros que nunca fallan y siempre están ahí, para lo bueno y para lo aciago, como hemos demostrado en no pocas ocasiones. La amistad es un sentimiento impagable, enriquecedor y sólido como pocos. No hay que dejar crecer la hierba en su camino, según el sabio proverbio. Seguiremos caminando, pues, día tras día, por aulas, patios y pasillos, y otras veces cambiaremos el espacio de nuestros pasos. No importa el lugar, nunca estaremos solos.
Cambiando de tercio, una breve reseña cinematográfica. Fui a ver "2012" porque tenía invitaciones, pero no la recomiendo. Os la resumo: efectos especiales, 10; historia, 0,5. Es increíble de principio a fin. Los guionistas han hecho un corta y pega con otras películas catastrofistas del tipo de Titanic, La aventura del Poseidón, El día de mañana y otras por el estilo, así que los actores están porque tiene que haber personas, pero nada más. Tal como vamos, no hará falta un meteorito ni una invasión extraterrestre ni unas extrañas erupciones solares para acabar con nuestra vieja Tierra, nosotros solitos vamos a destruirla a no mucho tardar. Hay suficientes armas nucleares como para cargársela y el cambio climático lo está haciendo inexorablemente porque no somos capaces de modificar nuestra manera de obtener bienestar. Y nadie parece capaz de cambiar este rumbo...
Feliz semana a todos.

sábado, 14 de noviembre de 2009

CELDA 211

Celda 211 es una película durísima, sobrecogedora, impactante. Iba avisada, pero ya la primera escena me dejó clavada en la butaca. Poco después aparece la nuca rapada de Luis Tosar y sabes que se va a apoderar de las dos horas restantes. Se oyeron comentarios, exclamaciones, más tarde algún insulto dirigido a un personaje especialmente repulsivo, y eso que hay varios acreedores al título. Es una gran película y además es española, que no es poco. Ha triunfado en cuantos festivales se ha proyectado, aunque no sé si ha recibido algún premio o se presentaba fuera de concurso. Es cine carcelario, género que tiene muchos adeptos. Recuerdo especialmente Cadena Perpetua, con Tim Robbins y Morgan Freeman en papeles inolvidables. Anteriores son El hombre de Alcatraz, Fuga de Alcatraz o La leyenda del indomable, entre otras muchas. Quizá tengan tanto interés porque muestran un mundo duro y despiadado en el que nadie desea entrar más que de visita, si acaso. Jesús Quintero presentó con su peculiar estilo una serie de entrevistas con reclusos en Cuerda de presos, y decía que si algo había aprendido era que cualquiera puede encontrarse en esa situación en el momento menos pensado. Entrevistó, por ejemplo, a un hombre ya mayor que, harto de la ludopatía de su mujer, que se gastaba todo cuanto estaba a su alcance y lo que podía sacar malvendiendo las pertenencias familiares, cogió la escopeta, entró en el bingo donde sabía que acudía día tras día y la mató. Una tragedia anunciada que él pagó con largos años de cárcel. La televisión se encarga de airear casos espeluznantes, pero suele tratarlos de manera repulsiva y morbosa, lo que les quita toda credibilidad. En lugar de hacernos odiar el delito se recrea en los detalles más sórdidos, muchas veces sin contrastarlos. Busca testigos no siempre fiables y recurre a cualquier método con tal de hacerse con un trozo del pastel de la audiencia. Miserables.
Celda 211 no hace concesiones a nadie, no es complaciente ni políticamente correcta y es especialmente crítica con el poder, que sale muy mal parado. Juan, un joven funcionario de prisiones, acude un día antes de su incorporación oficial a la cárcel para familiarizarse con ella. Un desdichado incidente desencadena la tragedia. Debe hacerse pasar por un preso más, lo que le obliga a mentir y hacer cosas impensables cuando todo se complica. Un motín encabezado por Malamadre (magistral Luis Tosar) coge rehenes y pide una serie de mejoras en sus condiciones. Me cuesta no contar nada más porque todo ocurre con rapidez y los acontecimientos trágicos se suceden de manera inexorable. El espectador quisiera otro desarrollo, pero no es posible. La tensión no decae ni un momento. Hay personajes rudos, duros, crueles, desengañados, curtidos por la vida que les ha llevado allí y por la estancia entre barrotes. Algunos actores son presos reales y los que no te hacen dudar de su condición. Antonio Resines no es aquí el cómico bonachón al que nos tiene acostumbrados, y es una de las grandes bazas de la película. Dice Carlos Boyero, que le dedica grandes elogios a pesar de su proverbial reparo, cuando no directa antipatía al cine español, que sobran los flashbacks que muestran la vida de Juan con su mujer embarazada, y yo creo justamente lo contrario, que marcan el dramático contraste entre la feliz normalidad y la tragedia en la que se ve envuelto.
Sentí rabia e impotencia en más de una escena. ¿Por qué han de ser así las cosas, la vida en la cárcel, las soluciones políticas? Ignoro cómo es vivir encerrado. Sé que muchos creen que los presos viven estupendamente, que disfrutan de muchas comodidades y que nunca cumplen sus condena por completo, por atroz que haya sido su delito. Un funcionario relativamente reciente me dijo hace poco que los reclusos viven como Dios porque el Estado español es cien por cien garantista. No sé si creerle. La Justicia es desesperadamente lenta y no siempre hace honor a su nombre. ¿Cómo puede demorarse un juicio con su correspondiente sentencia durante años? ¿Qué siente en todo ese tiempo el que se juega quizá el resto de su vida? Da escalofríos sólo pensar en la posibilidad de pasar por un trance así.
Luis Tosar, que ya ha demostrado sobradamente lo buen actor que es (recordemos, por ejemplo, Los lunes al sol o Te doy mis ojos, entre otras) se marca aquí un personaje digno de un Goya, por lo menos, aunque puede aspirar de sobra a metas más altas. No parpadea, es el amo de la función con sólo un gesto. Siempre me ha asombrado cómo los buenos actores controlan su mirada. Da más respeto que miedo. En un mundo en el que las lealtades y las traiciones son a muerte hay que saber bien con quién te juntas. Sabemos que la droga circula con holgura en las cárceles, que los funcionarios hacen la vista gorda para recibir soplos convenientes, que algunos presos pasan información a cambio de ciertos privilegios, que la política está por encima de la ética en ocasiones... Es un mundo oscuro y cruel en el que se desdibujan más que nunca los límites entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, lo humano y lo irracional. Id a verla si os gusta el buen cine y soportáis las emociones fuertes. Coincidí con un matrimonio amigo y él me comentó que le había resultado casi inaguantable. No es una película para cualquiera, desde luego, y merece realmente la pena.
Buena semana a todos.

domingo, 8 de noviembre de 2009

TRAMPA PARA PÁJAROS

Hay que reconocer que asistir con regularidad a conciertos, teatro, cine, exposiciones y museos se ha puesto en un pico. Estar al día en lo referente a la cultura supone no sólo interés sino también cierto poder adquisitivo. No hace mucho hablábamos por estos lares cibernéticos de los derechos de autor y las descargas en internet, sin llegar a ninguna conclusión válida para todos, claro está. Yo defendía que la cultura deber ser asequible, pero no gratis. Me encantaría ver a Les Luthiers, por ejemplo, pero las entradas buenas cuestan nada menos que setenta euros, y me parece un abuso, la verdad. Serán muy buenos, pero a qué precio... Los teatros "normales" tienen precios más baratos, dentro de un orden, claro. Una salida a Madrid para asistir a una obra supone no poco desembolso entre el precio de la entrada, el transporte (no digamos si vas en coche y además debes pagar el aparcamiento), el café o la caña que te tomas, la cena o piscolabis... Lo hago de vez en cuando, a pesar de todo, aun reconociendo que algunos precios son abusivos. Por eso aprovecho las giras teatrales que recorren los municipios cercanos, obras nada desdeñables que recalan en Casas de Cultura y Auditorios para acercar a un público más modesto las representaciones que han tenido éxito en la capital. No hace mucho os hablé de La tortuga de Darwin, con una genial Carmen Machi. Ayer le tocó el turno a Trampa para pájaros, del varias veces denostado José Luis Alonso de Santos, muy bien interpretada por Manuel Bandera y un casi desconocido Juan Alberto López, que encarnan perfectamente a dos hermanos muy diferentes enfrentados desde niños y que deben encarar juntos una situación límite provocada por uno de ellos, Mauro, policía en un serio aprieto por no saber afrontar las consecuencias de un grave error.
Trampa para pájaros fue escrita hace ya algunos años. Cuenta en tiempo real el encuentro entre Mauro, el hermano mayor, policía rudo, amargado y dolido con quienes fueron sus colegas, dispuestos ahora a liquidarle, y Abel, el pequeño, pianista, homosexual y defensor de los valores humanos y democráticos por los que su hermano sólo siente desprecio. Mauro es machista, torturador confeso, rudo, áspero y resentido, y sin embargo no se hace odioso, más bien despierta cierta compasión porque es un ser atormentado y enfermo, descreído, que se siente traicionado por ese sistema que le amparó y adiestró durante años para cometer actos atroces. Todo sale a relucir en la conversación que mantienen en el desván de la casa familiar, lleno de recuerdos: las peleas infantiles, los abusos del mayor, la preferencia de la madre por el pequeño, más guapo, obediente y educado, los caminos tan diferentes que tomaron, la sombra autoritaria del padre militar... Mauro siguió sus órdenes y se hizo policía; Abel (ya marcado por el nombre) dejó ese ambiente tan opresivo para estudiar música. Su vida tampoco ha sido un camino de rosas, pero al menos la ha elegido él y no se avergüenza de nada. Mauro cuenta historias terribles de lo que ha visto durante tantos años en el mundo de los terroristas, los delincuentes, las prostitutas, los políticos sin escrúpulos, los policías corruptos... Justifica la tortura: "A ver si te crees que un terrorista se sienta contigo tomando un café y te cuenta por las buenas dónde están los zulos, las armas, la información..." Vivió formado y amparado por un régimen político que ya no existe y ahora el actual se vuelve contra él, y no lo asimila, no puede entenderlo. Él sólo cumplió con su obligación, hacía lo que le mandaban, era lo que había que hacer. Abel se escandaliza, él piensa de otra manera, cree en los valores democráticos, en la legalidad, en la honradez. "Pero en qué mundo vives", viene a decirle Mauro. Él ha conocido lo peor de la sociedad, esas cloacas que todos sabemos que existen pero que no queremos ver. Me recordaba en cierta manera a Jack Nicholson en Algunos hombres buenos cuando dice (más bien grita) a Tom Cruise que a ver qué se ha creído un niñato como él que quiere dormir tarnquilo a costa de que él vigile el muro, pero sin querer saber cómo y encima le pide cuentas sobre el modo de hacerlo.
Así que he aquí la cuestión: ¿se pueden garantizar la paz, el bienestar y el orden sin violar las leyes democráticas? ¿Nos importan de verdad los métodos empleados para combatir el delito? ¿Justificamos la tortura en algunos momentos? ¿Y la pena de muerte? No faltan casos y ejemplos en uno y otro sentido. Un colega decía, por ejemplo, que "se podía hacer hablar" al presunto asesino de la chica andaluza cuyo cadáver aún no ha aparecido. Supongo que a más de uno se le habrá ocurrido lo mismo. Ídem con el secuestro del Alakrana: cuatro tiros bien dados y se acabó el problema. Pero no es tan fácil, no cuando se ha alcanzado cierto nivel de civilización y justicia. El camino hacia la paz y el orden (menuda frase hecha) no es sencillo, nunca lo ha sido. Antes se recurría a métodos más expeditivos, y huelga recordar casos y casos de terribles errores no tan lejanos. Siempre se puede encontrar una justificación: no había otro camino, era inevitable, corrían peligro vidas inocentes... Y algunas veces casi lo entiendes y otras se te revuelven las tripas. Tras cada brote violento puedes encontrar un abuso, históricamente hablando. Un país invade a otro buscando agua, comida, poder, riqueza, venganza... y éste se defiende, lógicamente. ¿Se puede evitar la guerra? En muchos casos, sí, en otros no está tan claro. Por eso siempre ha habido (y habrá, es de suponer) muchos hombres como Mauro que obedecen ciegamente al poder, al que les ordena dejar a un lado los escrúpulos y llevar a cabo actos sucios, rastreros y crueles porque la sociedad necesita verse libre de todos los que amenazan su bienestar, sus vacaciones, su caña de los domingos, el colegio de sus hijos... ¿Cuál es el precio de nuestra forma de vida? ¿Quién limpia esas cloacas para que no nos llegue siquiera su olor?
Mauro, ahora casi desequilibrado, se siente traicionado por quienes antes aplaudían sus actos. Pistola en mano se justifica diciendo que "si me han entrenado como a un perro, es lógico que muerda". Su mujer ya no puede más, no soporta tanta tensión. Él tampoco. Abel intenta hacerle entrar en razón, es decir, entregarse. Mauro sabe lo que le espera si lo hace. Ahora está al otro lado de la línea, esa delgada línea que separa lo que llamamos el bien y el mal, la justicia y el delito, la legalidad y el abuso. En algo de lo que dice sí estamos todos de acuerdo: los políticos nos utilizan para colocarse en posición de ejercer el poder, en cuanto pueden se llenan los bolsillos con nuestro dinero y pueden ser tan delincuentes como el más miserable chorizo de poca monta. No hay más que echar un vistazo al panorama actual para constatarlo. ¿Qué podemos hacer? ¿No votar? Puede, pero si siguen votando unos cuantos su elección será legítima. No podemos dejar de pagar impuestos, ni de acudir al trabajo, ni apearnos del mundo, en suma, si no nos gusta. Todos nos sentimos en algún momento desencantados por los políticos que hemos elegido, casi nunca estamos de acuerdo con las leyes que promulgan y las decisiones que toman, pero no por ello nos liamos a tiros a las primeras de cambio ni cometemos otras barbaridades. Dice Serrat en una canción algo así como que "Sería fantástico que todo estuviera como está mandado y que no mandara nadie", pero eso es una utopía, una fantasía inalcanzable. Una colega mía de hace años, excelente persona, decía que no podemos vivir pensando que estamos rodeados de sinvergüenzas, desconfiando de todos y creyendo que todo y todos cuantos nos rodean son sucios y malos. Tenía razón. Una cosa es vivir con los ojos cerrados y otra ver sólo el lado oscuro de la vida.
Trampa para pájaros me revolvió por dentro, lo reconozco. Es una obra dura, amarga, nada complaciente con el poder, de las que hacen pensar. Cada uno puede sacar sus propias conclusiones. Cada vez que veo algo así me reafirmo en mis convicciones, en las que me hacen creer en muchas personas, en la utilidad de mi trabajo a pesar de todos los sinsabores, en todo lo bueno que me rodea. Quizá sólo podamos hacer eso, encender una cerilla en vez de maldecir las tinieblas, mantener nuestro trozo de acera limpia para que lo esté la calle, derrochar sonrisas y buen hacer sin dejar de ser realistas. En suma, vivir y tratar de hacer la vida más agradable a nuestro alrededor. Seguirá existiendo la figura de Mauro, y la de Abel, y la de cada uno de nosotros, con su historia personal y familiar a cuestas, con sus dudas, sus errores y sus grandezas. Somos humanos, quizá en eso se resume todo.
Feliz semana.

domingo, 1 de noviembre de 2009

DÍA DE DIFUNTOS... Y RÉQUIEM POR LA ENSEÑANZA PÚBLICA

He tenido una semana muy cargada en todos los sentidos, sobre todo en el colegio. Los padres están acostumbrados a acercarse a nosotros al entrar o al salir, sin esperar a la hora reglamentaria de tutoría: que si mi niño está malito y no puede venir, que tenga usted el papel que mandó, que cómo va mi niña... Si pudiéramos, escribiríamos una novela con cada caso. Nunca sabemos de qué vamos a enterarnos al llegar. Esta semana nuestra sorpresa ha sido mayúscula al comprobar que nos han adjudicdo una alumna nueva en 6º procedente del IES cercano. Sí, habéis leído bien: empezó el curso en 1º de ESO, después de cursar "de aquella manera" 6º en un centro concertado. No aprobó, pero al irse del centro le "regalaron" la promoción. Había estado varios años en el extranjero y su nivel de conocimientos, incluida la lengua española, es penoso. Su madre no estuvo de acuerdo con el cambio de etapa, pero, por cuestiones que aún desconozco, tuvo que remover Roma con Santiago hasta conseguir que el Inspector Jefe autorizara el traslado a nuestro colegio. Así que ahí está la criatura, afrontando por segunda vez en dos meses escasos un nuevo centro, nuevos profesores, nuevos compañeros, nuevo material... Le mandé escribir una redacción sobre ella, sus gustos, sus mascotas... para hacerme una idea de su capacidad de expresión. Escribió diez líneas escasas y le pregunté cuántos años tenía. "Doce", me contestó. "¿Y no escribes ni una línea por año? Anda, cuéntame algo más." Así que a ver qué hacemos con ella. A veces tengo la sensación de que los centros públicos somos la casa de tócame Roque. Si no fuera por nosotros estos casos, y tantos otros, no tendrían solución. ¿Es razonable lo ocurrido con esta niña? Pues no, y lo malo es que a nosotros nos fríen con papeles, programaciones, competencias, estadísticas... y para qué, digo yo, si cada dos por tres hay que modificarlo todo. Qué falta de seriedad... En qué manos estamos...
Mucho peor es lo ocurrido en el IES de Brunete. Hace poco más de una semana les obligaron a reducir a uno los Bachilleratos de Humanidades y Sociales, eliminaron los desdobles y los apoyos y se llevaron a tres profesores recién contratados, que han vuelto a engrosar las listas del paro porque hay que reducir gastos. ¡Y no pasa "ná"! Ésta es la política educativa de la Comunidad de Madrid, la que gestiona la inefable Esperanza con mano férrea, la que pelea con su "jefe" de filas por el control de Cajamadrid mientras presume de liberal. ¿Tantos millones de madrileños están ciegos? ¿No ven cómo se privatiza la sanidad y la educación para beneficiar a los listos de turno? ¿Qué hacen los sindicatos?
Precisamente el otro día hablé con un par de sus representantes. No siento simpatía por ellos en general, lo reconozco. Creo, como muchos, que son unos "renegados de la tiza" que, salvo excepciones, no nos representan ni nos defienden. Son la otra cara del poder. Me contaron, entre otras cosas, que ahora tienen entre manos el caso de una profesora de ESO denunciada por unos padres y dejada a su suerte por el Equipo Directivo correspondiente. Resulta que pilló copiando a una alumna en los exámenes de septiembre, le quitó la chuleta y la suspendió, claro. El papá de la criatura fue a protestar, faltaría más, y además la denunció por "intromisión en la intimidad de su hija" (?) porque la chuleta en cuestión estaba en su estuche y la profesora, evidentemente, la sacó de ahí. Para colmo, el asunto llegó a la Inspección, que le pidió la programación y todos los papeles imaginables. Al no constar en ningún sitio que copiar en un examen era motivo de suspenso (?), la profesora se encontró en una situación de total indefensión, por lo que recurrió al sindicato. Y en ésas andan, a ver cómo sale de este atolladero la compañera. Nunca había oído un caso semejante, y eso que yo también he pasado por situaciones cuando menos insólitas.
También me contaron, como caso divertido, para compensar, que en un colegio de Madrid con un alto porcentaje de inmigrantes pasó la Secretaria por las clases para rellenar esas prolijas estadísticas que tanto gustan a la Administración. En una de ellas notó que un alumno con claros rasgos sudamericanos no levantó la mano al ser preguntado: "¿De dónde eres?". "De Perú". "¿Y por qué no levantas la mano?" "¡Es que no tengo papeles!", respondió, asustado. Supongo que pocos pueden llegar a entender la respuesta del muchacho, ni llegar a imaginar su pánico ante ciertas situaciones. Muchos como él están escolarizados, sí, con suerte, pero arrastran una historia familiar normalmente sangrante y la amenaza de la expulsión siempre está ahí.
Para rematar la semana, el viernes celebramos (más bien celebraron, yo me quedé en mi clase corrigiendo porque mis alumnos estaban de excursión) el dichoso Halloween con disfraces de monstruos varios y desfile de calabazas elaboradas por los propios alumnos a instancias de las profes de Inglés. Todo muy americano, para eso somos un centro bilingüe. Es una batalla perdida. Yo temo esta fecha, ya lo comenté el año pasado. Nunca me libro de las pandas de gamberros que no saben divertirse sin hacer daño, sea el motivo que sea. Anoche vi pasar algunas de estas bárbaras hordas con máscaras y disfraces que sin molestarse en llamar siquiera al timbre tiraron directamente tres huevos, por lo menos, a la fachada de mi casa. Otros vecinos tuvieron peor suerte, si cabe: quitar huevo reseco de la carrocería de los coches es harto difícil, alguno incluso tenía la ventanilla bajada y la tarea se extiende a la tapicería. Viva la globalidad, sí, señor, si la entendiéramos bien...
A pesar de todo tuve un rato para releer "Don Juan Tenorio", que siempre es un placer, y hoy he dedicado buena parte de la tarde a elaborar huesos de San Expedito para que mañana los saboreen mis colegas. Hay que mantener las tradiciones españolas, tan ricas en todos los sentidos.
Para terminar, os contaré una auténtica anécdota de Noche de Difuntos vivida por una colega a la edad de doce años, más o menos. Es de un pequeño pueblo de Segovia, y tal noche como ésta que nos ocupa, fría y ventosa, volvía a casa acompañada por unas amigas cuando vieron venir por la carretera dos fantasmas blancos y resplandecientes agitados por el viento en plena oscuridad. Corrieron a sus casas, invadidas por el pánico, claro está. Al día siguiente supieron la verdad de lo ocurrido: una vecina fue a recoger unas sábanas que tenía tendidas en el huerto, temiendo que se las llevara el viento, y como estaban tiesas por el frío tuvo que llevarlas sujetándolas una con cada mano, por lo que vistas desde lejos parecían dos auténticos fantasmas. Es de imaginar el susto de las pobres niñas al ver cobrar vida a unos simples trozos de tela.
Vuelvo a recomendaros el artículo de Pérez Reverte titulado "Sus muertos más frescos". Y también es buena ocasión para releer "El miedo", magistral relato de Valle-Inclán. Nada saben de esta inteligente sutileza los guionistas de esas películas de supuesto terror llenas de sangre y vísceras, historias insustanciales trufadas de gritos histéricos y situaciones esperpénticas (en el peor sentido de la palabra). Hace unos años se me ocurrió ir a ver una película japonesa titulada "Llamada perdida". En qué hora... Ya la taquillera me advirtió: "¿Va sola?" "Sí". "Es de miedo". "Ya". "De mucho miedo", insistió. "Bueno, no se preocupe, si me desmayo ya me recogerá alguien". La sala estaba casi llena de adolescentes. La historia iba de unos chavales que van muriendo a las veinticuatro horas justas de recibir una llamada en sus móviles. Tras el primero, el cine fue un desmadre: empezaron a sonar los móviles, las musiquitas, contestaban a voz en grito entre risas, saltaban de una butaca a otra... Dinero y tiempo perdidos, qué le vamos a hacer...
Feliz semana a todos.

domingo, 25 de octubre de 2009

ÁGORA

Tenía muchas ganas de ver Ágora, tan anunciada y promocionada desde meses atrás. Me gusta Amenábar, al menos lo que ha filmado hasta ahora, sobre todo Mar Adentro, que me impresionó profundamente. Los Otros también era muy estimable. Tesis y Abre los ojos eran originales, pero las recuerdo con menor intensidad. No tienen nada en común unas con otras, lo que supone no poco mérito aunque el resultado sea desigual.
La crítica se ha dividido en sus valoraciones sobre Ágora. Todas coinciden en alabar el gran trabajo de Raquel Weisz, bellísima y perfecta en su papel, y el del resto del reparto, así como la ambientación y el vestuario, a los que no hay que poner ningún reparo. Se lo han trabajado de verdad, no es cartón piedra barato ni túnicas de todo a cien. Los peros empiezan en el guion, demasiado discursivo para algunos, con exceso de datos y discusiones sobre astronomía, religión y el saber en general. Sin embargo, yo creo que todo eso es necesario para entender la historia, bastante compleja, centrada en Hypatia, sus enseñanzas, sus inquietudes y sus deseos de independencia. Parece ser que en realidad murió a edad avanzada, no en plena juventud y hermosura, pero no creo que importe demasiado. Según tengo entendido, no dejó nada escrito, pero la importancia de sus estudios ha perdurado a través de los siglos.
La historia se sitúa en el siglo IV, cuando el cristianismo ya era la religión oficial del Imperio Romano, lejos de las persecuciones anteriores. Su nuevo status les volvió intolerantes y crueles con las demás religiones, actitud que se mantiene hoy en día. Con razón la Iglesia católica prohíbe a sus fieles verla, como ya hizo con El Código DaVinci y tantas otras, lo cual supone una propaganda excelente y gratis, además. ¿Por qué la Iglesia teme tanto a las críticas fundadas y a los hechos históricos que no la favorecen? Se puede ser creyente sin ser ciego o sordo, pero las verdades que defienden como fundamentales no soportan el más mínimo análisis racional. Ninguna religión lo hace. Deberían servir para unir a todos los seres humanos, para ser mejor con los demás, para ayudarles, y en lugar de eso son instrumentos del poder, medios para manejar los cuerpos y las almas y excusa para iniciar crueles guerras. Hay tantos episodios espantosos relacionados con la religión a lo largo de toda la Historia que da miedo sólo recordarlos.
Hypatia se pregunta el porqué de las órbitas de los planetas, el misterio de las estrellas, qué lugar representa la Tierra en el universo. Estudia, observa, reflexiona. Siente pasión por los libros de la legendaria Biblioteca de Alejandría, donde ocurre la acción. Intenta inútilmente salvarlos de la destrucción provocada por unos fanáticos. Pobres libros, depositarios del saber, tan perseguidos y destruidos en tantas ocasiones que están en la mente de todos. He leído en algún sitio que aquella fabulosa biblioteca llegó a almacenar tal cantidad de tesoros porque cada vez que llegaba un barco en el que se hallaba algún manuscrito se requisaba, se llevaba a la Biblioteca, donde era copiado, y se devolvía a su portador. Pero todo aquel esfuerzo desapareció, para desgracia nuestra. Entonces, como ahora, el saber suponía una amenaza para el Poder.
Ya en aquella época había divergencias en el seno de la incipiente Iglesia. Carlos Boyero, a quien la película no consiguió emocionar, aunque reconoce su factura impecable, hace notar que los cristianos van de negro absoluto, utilizan la lapidación como pena de muerte y muestran modales muy parecidos a los integristas musulmanes actuales. ¿Casualidad? No lo creo. Son fanáticos de su Dios, creen a pies juntillas en los libros sagrados (no escritos por Jesucristo, como es bien sabido) y no toleran ninguna crítica. Devuelven con creces la crueldad que soportaron tiempo atrás, envalentonados con su nueva situación. Las razones que llevaron al auge del cristianismo son tema para otro post.
El Imperio Romano ya se tambaleaba en aquella época, lejos de su esplendor de antaño. No sabe manejar la nueva situación, con religiones enfrentadas, sin querer tomar ninguna decisión arriesgada, lo que supone un fracaso seguro. La Historia se ha escrito así, a base de errores monumentales, de luchas encarnizadas por una idea, un trozo de tierra, riquezas... Muchos han muerto por defender a otros, su sangre empapa el suelo que pisamos.
Hypatia renuncia voluntariamente al amor carnal para centrarse en sus estudios, aunque no le faltan pretendientes. Como mujer no comparto esta decisión, incluso me cuesta entenderla. En tono de broma dije a mi amiga Blanca: "Si lo que quiere es ver las estrellas, que haga el amor de una vez". Pero no cede a los requerimientos de su esclavo Davo (estupendo Max Minghella) ni a los del prefecto Orestes (Oscar Isaac) . A pesar de lo que algunos han dicho, estas historias frustradas de amor sí me resultaron emocionantes. Entendí la pasión de los enamorados, y quise entender las negativas de ella, absorta en su ciencia, dando mil vueltas a los conocimientos que poseía y buscando respuestas a sus preguntas. El Universo siempre ha fascinado al hombre, incluso hoy que está mucho más explorado. Hypatia observa maravillada el cielo noche tras noche intentando desentrañar sus misterios. Pero, ay, es una mujer sabia y eso ha sido un serio peligro en muchas épocas y culturas. Fue lapidada, descuartizada y vejada tras su muerte (no desvelo nada al decirlo, está en cualquier información sobre la historia). Sin ser cristiana (no quiso someterse a ninguna religión, lo que demuestra su inteligencia) se convirtió en mártir porque suponía una amenaza para la intolerancia que representaba Cirilo. Hay tantas escenas significativas, tantos detalles... Es la magia del cine, decir con una imagen lo que las palabras apenas esbozan.
Ágora está teniendo excelentes resultados de taquilla. Yo la vi en una sala con más de seiscientas butacas y estaba prácticamente llena. Me alegra esta buena acogida de público, se la merece, aunque no sea una obra maestra. La considero interesante, atrayente, bonita. Contiene muchos datos fundamentales para entender incluso situaciones actuales porque las inquietudes humanas son atemporales. Me encantan esas escenas de la Tierra vista desde el cielo para ir acercándose poco a poco al escenario de la película, son toda una metáfora de lo quiere contar: somos apenas una gota en el universo, pero ésta es nuestra casa, la única que tenemos, y poseemos las armas necesarias para vivir felices en ella y llegar a atisbar qué se esconde mucho más allá. Sin embargo, nos empeñamos en destruir este tesoro, inconscientes y fatuos, orgullosos de nuestro mínimo poderío, egoístas y crueles. No creo que aprendamos nunca, por desgracia. Hypatia lo sabía, y la mataron. Si alguna lección se desprende de Ágora es que debemos ser humildes, comprensivos, generosos. Por supuesto, os la recomiendo.
Feliz semana a todos.

sábado, 17 de octubre de 2009

LA INCIERTA NORMALIDAD

Resulta difícil acercarse al tema de las deficiencias, tanto físicas como psíquicas. Desde que estamos inmersos en la llamada "corrección política", llegando a veces a extremos realmente patéticos, no se sabe qué decir ni hacer en ciertas situaciones. Los maestros estamos acostumbrados a tratar con alumnos más o menos dotados intelectualmente, pero hay que tener un tacto exquisito a la hora de tratar con los menos favorecidos y sobre todo con sus padres. Recuerdo que hace muchos años el padre de un alumno muy limitado me dijo tras mis observaciones: "No, si yo no pretendo que sea médico o ingeniero, con que sea maestro me conformo". Sin comentarios.
Los ACNEE reciben ahora una atención especializada, por fortuna, y los que sufren alguna deficiencia más profunda son atendidos en centros de integración o de carácter especial. Las personas que se ocupan de ellos también son especiales, no sólo por su formación, sino por su actitud personal. Tienen una paciencia infinita, unos modales suaves y afectuosos, hablan en voz baja y son comprensivos hasta lo inimaginable.
Hasta hace no muchos años tener un hijo con síndrome de Down o cualquier otra deficiencia suponía una tremenda carga e incluso una vergüenza. Esos niños eran ocultados a la vista pública, sobre todo si tenían hermanos "normales" en edad ya casadera. Una joven no podía decir que tenía un hermano así si quería optar a un matrimonio ventajoso. No recibían más atención que la familiar, quizá cargada de buenas intenciones (no siempre, por desgracia), pero en muchos casos se convertían en el hazmerreír de gente cruel que los convertía en blanco de sus burlas. La imagen del "tonto del pueblo" se repetía dolorosamente una y otra vez.
Hoy se sabe mucho más sobre este síndrome y otros muchos de índole parecida. Se sabe, por ejemplo, que una estimulación temprana y una educación adecuada llega a convertirles en personas autónomas y en trabajadores responsables dependiendo de su grado de discapacidad. Ya no se esconden, al contrario, y el trato que reciben da la medida de lo que hemos conseguido en materia educativa y social. Aún hay quien piensa que se les dedican demasiados recursos, pero la realidad es otra. Hay familias desesperadas porque no saben qué hacer con estas personas tan especiales y las Administraciones miran para otro lado con injusta frecuencia.
El cine ha tratado estos casos con desigual resultado. Grandes actores han encarnado a personajes con alguna deficiencia: Tom Hanks en Forrest Gump, Sean Penn en Yo soy Sam, John Malkovich en De ratones y hombres y muchos más, tanto españoles como extranjeros. Pero eran eso, actores, personas "normales" interpretando a otras diferentes. La novedad de Yo, también, premiada en el último Festival de Cine de San Sebastián, estriba en que un hombre de treinta años con síndrome de Down se interpreta a sí mismo con honestidad y sin más pretensiones que mostrar una faceta sincera y verídica sobre su caso y el de otros como él. Llegó a terminar las carreras de Magisterio y Psicopedagogía y lleva años luchando por la integración de personas discapacitadas. Ha salido frecuentemente en los medios de comunicación, sobre todo a raíz de la Concha de Plata donostiarra, galardón obtenido también por la magnífica Lola Dueñas, su compañera en la película. Yo, también es un acercamiento al mundo de los deficientes verídico y honesto, sin caer en el ternurismo, que habría sido lo más fácil, ni en la caricatura. La línea que separa la sensibilidad de la cursilería es muy sutil. Aquí las situaciones son verídicas, no están maquilladas ni dulcificadas, aunque la realidad es mucho más dura. A los deficientes se les impide no sólo el acceso a ciertas discotecas, entre otros muchos lugares, sino también el derecho a disfrutar de su sexualidad. Son sensibles y buscan amor, como todos los demás, pero lo tienen mucho más difícil. La película muestra con delicadeza éstas y otras situaciones cotidianas a las que se enfrentan. Pablo Pineda tiene una lógica aplastante, Lola Dueñas arrastra un pasado doloroso que intenta olvidar y superar entrgándose en la noche a cualquier hombre que le acerque. Dice en un momento dado: "Me he acostado con muchos hombres, pero nunca he hecho el amor." Quizá este eufemismo sea una de las grandes verdades de la película. Pablo aspira a enamorarla, ella no sabe qué hacer, se siente desconcertada y halagada a la vez. No puedo contaros más. Hay otra pareja que culmina su historia de amor en una escapada de los moldes sociales que les oprimen. Me recordaban a esa preciosa canción de Víctor Manuel titulada Sólo pienso en ti, tan tierna. De modo que las personas "normales" no saben manejar sus sentimientos, los "subnormales" lo tienen mucho más claro.
Porque, ¿qué es ser "normal"? Definición del diccionario: Dícese de lo que se halla en su natural estado. Que sirve de norma o regla. Dícese de lo que por su naturaleza, forma o magnitud se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano. Y "subnormal" es: Inferior a lo normal. Dícese de la persona afectada de una deficiencia mental de carácter patológico. ¿Aclara algo? Creo que más bien poco en este caso.
Recomiendo la película por lo que trata y sobre todo por el modo de hacerlo. Habla de sentimientos, de humanidad, de realidad. Los abundantes primeros planos muestran por sí solos lo que pasa por la mente y el corazón de los personajes. Emociona y hace reflexionar. Todos tenemos cerca algún caso de discapacidad pero les prestamos escasa atención. Tienen mucho que enseñarnos, lo sé por experiencia. Su discapacidad intelectual no les impide tener sentimientos y reclamar de los demás el mismo cariño que ellos ofrecen desinteresadamente. Es una película diferente, bonita y sin pretensiones, pero cargada de ternura.
Feliz semana a todos.

domingo, 11 de octubre de 2009

SI LA COSA FUNCIONA

El viernes, después de la forzosa baja por mi inoportuna afonía, fui a ver la última de Woody Allen, "Si la cosa funciona". Me reí mucho y pasé un rato estupendo. Es el Woody de siempre, no el de "Vicky Cristina Barcelona", por fortuna. No llega a la genialidad de "Match Point", que es una rara avis en su producción, pero es ácida, inteligente, divertida, ocurrente y compleja a pesar de su aparente simplicidad. El cómico Larry David (creador dela exitosa serie Seinfeld) encarna a Boris Yellnikoff, un hombre maduro que dice haber estado a punto de ganar el premio Nobel de Física, divorciado de una mujer bella e inteligente que vive solo en un apartamento descuidado, sobreviviendo a base de dar clases de ajedrez a niños a los que llama "gusanos" y cosas peores y que larga sus discursos irónicos y pesimistas a sus amigos. Sabe que no es una persona con la que guste estar, es desagradable y ha intentado suicidarse, por lo que no espera nada de la vida. Es desaliñado y nada simpático, pero el Destino, ese imprevisible desconocido, se le aparece personificado en Melody, una joven bellísima, encantadoramente ingenua y alegre que cambia por completo su existencia. Ha huido de su casa y espera obtener una vida mejor en Nueva York, escenario favorito de Allen. Le pide asilo y se queda hasta conseguir casarse con él, algo que ni de lejos entraba en sus planes, pero no es una aprovechada ni una timadora, le quiere y le admira de verdad a pesar de sus muchas diferencias. Todo va bien durante un año, hasta que aparece su madre, con la que no se llevaba nada bien. Y empiezan los líos característicos de Woody, los diálogos ingeniosos (siempre ha de haber una referencia a los judíos, faltaría más), las situaciones insólitas, los giros del guión, las situaciones imprevisibles felizmente resueltas hasta llegar a un final redondo. Pocos personajes, diálogos muy trabajados, actores excelentes: ése es nuestro Woody admirado de siempre, el desencantado y sin embargo esperanzado, el que a pesar de su edad, o quizá gracias a ella, sabe que todo es posible, que cualquier cosa puede pasar, que a la vuelta de la esquina te espera el amor y con él (cuando funciona) la felicidad. ¿Y por qué no pensar así? ¿Acaso está todo escrito y decidido? Por supuesto que no. Cualquier detalle puede suponer un giro radical, una cambio vital. La vida es imprevisible, nadie puede predecir el futuro, para bien o para mal. Como suele decirse, espera siempre lo mejor, prepárate para lo peor y acepta lo que te llegue.
Y el amor, ah, el amor, esa poderosa fuerza que nos eleva o nos hunde, nos salva o nos condena, nos engrandece o nos destruye. Resulta imposible describir sus efectos, hay que sentirlo para entenderlo. Sin él no podemos vivir pero es imposible determinar por qué unas veces triunfa y otras no, por qué algunas parejas duran años y años felices y otras se quiebran en medio de reproches y dolor infinito. Ni la afinidad de gustos y caracteres ni una vida cómoda y sin aparentes problemas garantizan una unión viable, cuanto más si en el devenir diario aparecen los roces, la falta de respeto, la incomprensión, la incomunicación, la falta de tiempo, la economía precaria... Y, sin embargo, puede estar ahí, aparecer de la forma más insospechada, como aparece Melody en la vida de Boris, que nada esperaba ya. Hoy ya no extrañan las noticias que hablan de enamoramientos y matrimonios entre jubilados, ancianos felices que han encontrado una nueva e inesperada compañía en el tramo final de su vida. Una tía abuela mía se casó a los 70 años con un viudo algo mayor que ella, y tendríais que haber visto su ilusión el día de su boda. Que su felicidad tuviera corto recorrido no es lo más importante.
Se nota el peso de la edad real de Woody Allen. Siempre ha hecho referencia a ella, pero en esta película creo que es más palpable. Es más realista y más sereno sin perder la ironía y la mordacidad. No le importa decir lo que piensa, aunque sea lo que hemos dado en llamar "políticamente incorrecto". A estas alturas no le queda nada por demostrar ni tenemos por qué exigirle una obra maestra cada año, algo de lo que nadie es capaz. Como alguien dijo una vez, ya le gustaría a más de uno que su mejor obra fuera como una de las "menores" de Allen. Ya sé que no gusta a todo el mundo, pero la recomiendo a todo el que quiera pasar una hora y media larga inteligentemente divertida.
Otro día os hablaré de la obra "La tortuga de Darwin", con una increíble Carmen Machi. Hasta entonces, feliz día de fiesta y buena corta semana laboral.