jueves, 12 de julio de 2012

NO ESPERES

            
¡No podemos esperar más! ¡Van a acabar con todo! ¿Qué será lo siguiente? ¿El aire que respiramos, como dice Serrat? No sé qué podemos hacer que resulte eficaz, pero lo peor es resignarse. Ya hemos aguantado demasiado. Habrá que estar atentos a las movilizaciones o medidas que propongan quienes tienen poder de convocatoria, solos no conseguiremos nada.

sábado, 7 de julio de 2012

LOS NIÑOS SALVAJES

Por fin pude ver ayer Los niños salvajes, la última película de Patricia Ferreira, premiada en el último festival de Málaga. Hace unos meses escuché la entrevista que le hicieron en A vivir que son dos días (qué pena que Montserrat Domínguez haya cambiado de aires...) y decidí que iría a verla. Me temo que ha tenido poca difusión y que la taquilla no ha acompañado los buenos augurios de la crítica, lamentablemente. Quizá muchos estén ya cansados del cine español que aborda problemas sociales, o de la Guerra Civil, o de la mala situación de la enseñanza pública, o de lo incomprendidos que están los adolescentes (aborrescentes, dice una colega mía)... El caso es que ni en las recién estrenadas vacaciones veraniegas consigo alejarme de lo que me atrae irremediablemente por mi profesión y por mis inquietudes e intereses.
Me dio pena ver el cine prácticamente vacío, aunque en estas fechas sólo los (sub)productos juveniles e infantiles, tan penosos generalmente, consiguen atraer a muchos espectadores. Qué lástima... Yo fui con una buena amiga y su hijo adolescente, de edad muy cercana a Gabi, Álex y Oki, los protagonistas de la película, y me asombró que no les gustara demasiado. Debería ser al contrario, dada su mayor cercanía al tema tratado. Mi hijo ya no es adolescente ni yo soy profesora de Secundaria, pero me sentí más implicada y conmocionada que ellos ante las imágenes que narran la historia de estos y otros chavales que pasan su vida entre las aulas cada vez más abarrotadas y problemáticas, los amigos, el ¿inevitable? botellón, la tecnología omnipresente y, desde luego, la familia, la verdadera piedra de toque de su existencia.
Confieso sentirme incapaz de dar clase a chavales de esta edad. Durante muchos años fui profesora de la extinta 2ª Etapa de EGB, lo que me proporcionó grandes satisfacciones, no pocos disgustos y, sobre todo, muchísimo trabajo cuyos frutos he recogido tiempo después al comprobar que aquellos alumnos casi nunca fáciles acabaron reconociendo y agradeciendo lo que hicimos por ellos. El resultado de esta labor nuestra se come no sé si frío, como la venganza, pero sí muy madurado, por lo tardío.
Hoy no sabría cómo empezar una clase dirigida a chicos más altos que yo, muchos malencarados, insolentes, críticos, aburridos por unas asignaturas en absoluto relacionadas con sus intereses, y al mismo tiempo inseguros, frágiles, temerosos sin dejar de ser osados y audaces, con ganas de cambiar el mundo, ese mundo que encarnan sus padres y profesores, injusto, duro y cruel. 
El comentario más generalizado a la hora de hablar de adolescentes es que no hay quien los entienda. Se toma como una enfermedad inevitable pero afortunadamente pasajera (esa Edad Prohibida tan célebre en mi juventud, no sé ahora). En la película, los profesores representan los estereotipos intemporales: el hueso (Bacterio, típico mote, que provoca con su actitud una desafortunada respuesta de Álex), el tradicional (la mayoría, entre resignados e impotentes pero partidarios de la línea dura), y la única discordante, una joven orientadora que busca ayudar a los  alumnos que llaman a su puerta, cada uno con varios problemas y con una acuciante necesidad de ser escuchados. Creo que ésa es la clave de la película: falta diálogo para comprender a los demás, sea adolescente o adulto, alumno o padre. Compartimos espacios, pero no nos comunicamos, sea por la prisa, el egoísmo, las diferencias particulares o la intransigencia. Excusa muy manida, lo sé, pero siempre actual y verídica.
La directora nos conduce a sentir simpatía por estos jóvenes, no especialmente problemáticos: no son drogadictos, no viven en barrios marginales, sus familias son normales... ¿Qué les lleva a intentar huir de todo eso, de sus hogares cómodos y aparentemente felices? La madre de Oki le prepara ensaladas de espinacas y tofu, pero ella se pirra por la pizza. Los padres de Álex intentan, sin éxito, sacar adelante un bar sin comprender que él siente pasión por los graffitis, que además se le dan francamente bien. El padre de Gabi es dueño de un gimnasio, chulo, prepotente y adúltero, muy exigente con su preparación física pero nulo como estimulante entrenador. Todos, cada uno a su estilo, les transmiten el mismo mensaje: la vida es dura, hay que trabajar mucho para forjarse un porvenir, déjate de tonterías y estudia, que es tu única obligación, a mí tampoco me apetece nada madrugar para ir cada día a ganar dinero... Paren el mundo que me bajo, piensan los chavales. No me gusta vuestro mundo, el tinglado que habéis montado, odio vuestra hipocresía, quiero otro ambiente, quiero viajar, irme lejos, huir de vuestras estúpidas exigencias... Lo que han pensado todos los adolescentes desde el principio de los tiempos, a buen seguro, pero hoy lo piensan cada vez más temprano y son más radicales. Seguramente tienen razón al cuestionar todo cuanto los adultos queremos inculcarles a toda costa. Yo tampoco estoy conforme con el dramático circo que hemos montado entre todos, y menos aún con la situación actual, errática e injusta como pocas, pero, ¿qué hago? ¿Qué puedo hacer? No puedo renunciar a mi trabajo fijo, aunque mi sueldo y mi prestigio estén por los suelos, ni a mi coche, ni a mi casa, ni a los caprichos que aún me puedo permitir, ni  a los derechos que intentan arrebatarme en pocos meses tras años y años de lucha por conseguirlos... ¿Qué podemos enseñar a los adolescentes actuales? ¿Qué valores les transmitimos: que el dinero es el único dios, que el poder es lo que importa, que hay que cerrar puertas y fronteras para salvaguardar lo que nos queda, que ser bueno es ser tonto...? Lo más repetido hoy es esto es lo que hay y tal como están las cosas, y seguimos como si no pasara nada enseñando a Calderón, o ecuaciones de segundo grado o las leyes de Méndel. Que nuestro sistema educativo hace aguas por todas partes es evidente, pero no lo es menos que todos estamos acojonados, desorientados y cabreados, sea cual sea nuestra situación o trabajo. ¿O no?
Los quinceañeros de la película buscan otra cosa, otra vida, pero les cierran todas las salidas. Álex pierde la beca para estudiar dibujo en Ámsterdam, Gabi no puede participar en el campeonato de kickboxing y Oki toma una dramática decisión que cambiará su vida para siempre. El sistema los engulle, los aniquila, como a todos. No hay salida, o, si la hay, no está a su alcance.
Es una película nada complaciente, no busca sonrisas ni alabanzas gratuitas. Quiere despertar conciencias, mostrar una realidad que casi nadie quiere ver, alertar del peligro que corren los adolescentes incómodos. Lo de menos es que irrumpan en un centro comercial en plena noche para hacer una gamberrada o que se aburran en clase, como nos ha ocurrido a todos más veces de las que estamos dispuestos a reconocer. Lo realmente importante es  cómo quieren vivir su vida, cómo quieren que sea el mundo que les rodea. Protestar por el apresurado contenido de un examen de Matemáticas es casi la obligación no escrita de cualquier estudiante, como lo es reclamar la independencia y el derecho a disponer del dinero de la cuenta bancaria para ayudar a un amigo. Que levante la mano quien no se sintió incomprendido en esos años (y es mucho suponer que lo sea ahora), quien no fue  obediente y sumiso por obligación, quien no ha perpetuado los modelos familiares y sociales aprendidos desde la cuna... No sé si salvajes es el adjetivo más adecuado para definir a estos aborrescentes, pero tienen algo nuestro, algo de lo que fuimos y tal vez seguimos siendo. En absoluto quiero disculparles ni ser condescendiente. No son del todo inocentes, pero sí víctimas en gran medida. Son, desde luego, complejos, y no siguen un patrón único. Intentar generalizar siempre es peligroso e injusto. 
Buscad la película y ya me contaréis si merece la pena o no. Felices vacaciones, en cualquier caso.