domingo, 30 de mayo de 2010

DE MONET A BENICÁSSIM

Tengo tantas cosas que contar hoy... A ver cómo cuento lo justo para no cansar a mis lectores, aunque resumir no es precisamente mi fuerte.

El viernes 21 fi con dos amigas a ver la exposición sobre Monet y la abstracción que ha terminado hoy en el Museo Thyssen. Era bonita, pero me decepcionó un poco, como a mis amigas. Aprovechando el gancho de Monet estaban otras obras de pintores abstractos, como Rothko, por ejemplo, y he de reconocer que ese tipo de pintura me dice más bien poco porque mi información sobre ella es bastante escasa. Me gustan algunos cuadros por el colorido, más que nada, pero no suelo ver por ningún sitio las figuras que supuestamente dan nombre a los lienzos. Paleta que es una, qué le vamos a hacer.

Había muchos cuadros muy parecidos, los famosos de nenúfares o de los tulipanes del jardín de Giverny, pero ni rastro de las catedrales u otros motivos. Una pena. Colorido no faltaba, eso sí. Nos pareció una muestra más bien escasa, aunque bonita en su diversidad. Siempre es agradable ver cosas bellas. Me habría encantado comprar el catálogo, que era estupendo, como su precio, pero me pareció un abuso. Es lo malo de las tiendas de los museos, el que sea: los artículos a la venta son muy tentadores y de buena calidad, pero muy caros. Lástima...


Curiosamente, hace unos días me enviaron un power point precioso con imágenes de Monet y su jardín. Eso sí merece la pena verlo.
Tras la visita cultural, una cañita en una terraza (hacía una tarde primaveral de lujo) hasta que nos encontramos con el resto de los colegas que habíamos quedado para despedir a nuestra entrañable Dana, una maravillosa americana, dulce, inteligente, competente y guapa que tras tres años entre nosotros vuelve por un tiempo a su USA natal, aunque regresará dentro de un tiempo. Bocata de calamares, cañas, croquetas, sidra, pulpo... de todo un poco entre risas y muy buen ambiente. Cuando nos sentamos en un bar precioso entregamos varios obsequios a nuestra querida Dana y leímos entre todos un Brindis que llevaba yo preparado, cogido de aquí y de allá con algunas aportaciones mías. Yo tomé una caipirinha, qué rica... Total, que acabamos a las tantas. Lo pasamos genial.



Y el lunes 24, ¡a Benicássim! Salimos a las ocho con treinta y cuatro chavales impacientes y nerviosos y cuatro monitores que nos iban a acompañar a todas horas hasta la vuelta. Ya he hecho no sé cuántos viajes de este tipo, creo que ocho, y éste ha sido el más redondo en cuanto a organización y resultados. Mi colega Mar y yo (aquí nos veis preparadas para las actividades náuticas, yo soy la que está de pie, madre mía qué pintas...) no tuvimos que hacer nada. El viaje no fue nada cansado, hicimos una parada reglamentaria y los chavales aguantaron muy bien, porque lo normal es que se pongan muy pesados, ya sabéis: ¿Falta mucho? ¡Tengo sed! ¿Cuándo llegamos? ¿Dónde está el hotel?




El hotel era estupendo. Estaba lleno de jubilados, qué cantidad de gente, pero no hubo ningún problema porque había espacio para todos. El buffet, variado y de calidad. Hemos comido de lujo. Los niños se han portado muy bien, nos felicitaron por ello los responsables del hotel. Cierto que son buenos chicos, no más inquietos de lo normal, pero el verdadero mérito era de los monitores, que los organizaron desde el principio en tres grupos, cada uno con un monitor, más la coordinadora, una eficacísima Patricia joven y animosa. Tenían un repertorio inagotable de canciones, juegos, actividades... Los chavales no han estado ni un momento ociosos. Los tiempos muertos en estos viajes son los que dan problemas. Controlaban los móviles, las habitaciones, la comida, con una dedicación absoluta y una manera de dirigirse a los niños que les hizo ganarse su respeto y su cariño desde el primer momento. Estaban encantados, aunque alguno se quejó de "demasiado control" y "falta de intimidad". Participaron en todo de buena gana y saciaron sus deseos de disfrute con creces.

El martes fuimos a hacer las actividades náuticas: piragüismo, windsurf y catamarán. No hacía apenas viento y los catamaranes (yo subí en uno por primera vez en mi vida) navegaban muy despacio. Qué tendrá el mar que gusta tanto... A los niños les encanta la playa, jugar con la arena, bañarse, y eso que el agua estaba bastante fría, lógico en estas fechas.



El miércoles fuimos a Valencia, a ver el Museo de las Artes y las Ciencias. Para mí era la tercera visita, y he de reconocer que me encanta. Dicen que es el mayor acuario de Europa. Es fabuloso, desde luego.
La exhibición de los delfines siempre resulta atractiva, es una apuesta segura. Eligieron, oh casualidad, a dos de nuestros alumnos para colaborar en la función, algo que nunca olvidarán. Para ellos fue todo un premio.
Luego vimos las distintas zonas, desde los polos hasta los trópicos, todo muy bien explicado. El mar y sus moradores siempre resulta fascinante, como ya os conté en mi entrada sobre Océanos. Me gustaría poder leer algún día con detenimiento todos los paneles informativos, pero yendo con críos es imposible. Si alguien no lo ha visto todavía se lo recomiendo muy de veras.

Tras la comida al aire libre fuimos a ver el museo. Se necesitan varias horas para aprovecharlo como es debido. Tiene actividades y contenidos francamente interesantes.
Después fuimos al Hemisféric, para la proyección de la película Viaje mágico a África, que resultó decepcionante, la verdad. La ponen también en cines, pero no creo que tenga mucho éxito. Una pena. Muchos se durmieron...

El jueves repetimos las actividades náuticas, esta vez con un viento considerable que parecía presagiar tormenta. Volví a montar en catamarán, y me lo pasé en grande. ¡Aquello volaba sobre el mar! Íbamos a toda vela, empapados por las olas, gritando de júbilo y emoción. Parecíamos intrépidos navegantes, novatos asombrados en medio de unas aguas cada vez más bravas. ¡Fue estupendo! Los niños temblaban de frío, pero yo no, para mi propio asombro. Podíamos haber seguido más tiempo, pero ya no aguantaban más, lástima.
Una niña sufrió el único percance de todo el viaje: al llegar a la playa, un golpe de viento hizo golpear un palo sobre su cabeza y le causó una brecha que hubo de ser cosida con ocho grapas en el cercano Centro de Salud. Nada importante. Avisamos a la madre y mi colega se fue con ella al hotel para que descansara.

Por la noche tuvimos discoteca con baile y juegos. Cómo se arreglaron los niños, qué graciosos y qué guapos estaban... Algunas niñas incluso se pintaron los ojos con una maestría que ya quisiera yo... El caso era tenerles siempre en danza y entretenidos, y para eso los monitores se las pintaban como nadie.
Leyeron una vez más las notas introducidas en el Buzón de la Amistad, actividad que ya conoceréis, aquí rebautizada como Señales de Humo en una vistosa caja verde con plumas y todo porque cada grupo tenía el nombre de una tribu india: arapahoes, kawalasakis y cherokees. Algunos tenían muchas cartas, otros ninguna. Yo escribí unas cuantas y también recibí varias. La más curiosa decía: " Que sepáis que Yolanda también sabe divertirse (por lo del catamarán)". Todo con buen humor y pena por ser la última noche.


Habían preparado unas divertidas actuaciones muy imaginativas para demostrar sus dotes artísticas, algo que ya había quedado patente en la Semana Cultural, como os conté. A estas edades les encanta participar en todo lo que suponga novedad. A veces hay que empujarles un poco, pero normalmente están deseando disfrazarse, bailar y actuar.


Y el último día tocaba evaluacion del viaje, entrega de diplomas y baño en la piscina como despedida. Yo me di un último paseo por la playa, hacía un día fantástico.
Y emprendimos la vuelta tras la comida. Iban entretenidos con las películas que les ponían. No hubo problemas. Llovió varias veces, eso sí, incluso granizó de lo lindo.Esta vez no tenían muchas ganas de llegar. Se lo habían pasado en grande y la vuelta el colegio no les apetecía nada. A la llegada hablamos con algunos padres, no con todos. Ya debería estar acostumbrada, pero me parece una falta de cortesía no dar siquiera las gracias a las personas que han atendido a los niños durante cinco días con sus noches. Hay muchos padres que cogen la maleta y al niño y se van sin decir ni adiós. Qué le vamos a hacer... Dicen que de bien nacido es ser agradecido, pero hay muchos que ni saludan. De pena.



Aunque todo ha salido de fábula esta vez, he de reconocer que tienen razón los que se niegan a hacer este tipo de viajes, especialmente con adolescentes, mucho más problemáticos. Dicen "que vayan con sus padres", pero no es lo mismo, ni mucho menos. Entre los niños se establecen unas relaciones diferentes, especiales, que no tienen cabida en el colegio. A los profes nos ven también en otro ambiente, en otras situaciones, remando con ellos, mojándonos lo mismo, riéndonos, sin la tensión de las clases. Yo he entrado con ellos en cuevas, he hecho largas marchas, me he tirado por tirolinas, he atravesado puentes tibetanos... Esta vez ha sido diferente, más descansada por la gran labor de los monitores, que dejaron bien claras las normas el primer día y las hiceron cumplr a rajatabla. Quien crea que estos viajes son una anarquía están muy equivocados. Claro que depende mucho de la organización, y para eso no vale cualquier agencia, las hay pésimas, desde luego. Son una experiencia inolvidable y suponen otra forma de aprender. ¿Repetiré? Quién sabe... Depende de las fuerzas que tenga dentro de un par de años, cuando vuelva a ser tutora de 6º.


A pesar de haber ido a visitar a mi hermana (se recupera muy despacio, tiene anemia y la tensión baja y se encuentra muy cansada y desanimada a ratos) y corregido no pocos controles he tenido tiempo de ir al cine. He visto Two lovers, con un magnífico Joaquin Phoenix y una no menos estupenda Gwyneth Paltrow (mira que tiene un nombre difícil esta chica...) Isabella Rossellini hace de madre preocupada pero comprensiva con tal de que su hijo sea feliz. Es una historia de amor a tres bandas, nada romántica si ello es sinónimo de blandura y yupi-yupi, al contrario, son seres que sufren y se agarran al amor como tabla de salvación. Me gustaría poder comentarla con alguien que la haya visto. Os la recomiendo.

Buf, ya está bien... Feliz semana a todos.


















domingo, 16 de mayo de 2010

DONDE VIVEN LAS SIRENAS

Los de CINESA han tenido la amabilidad de invitarme al cine por mi cumpleaños y aproveché la ocasión para ver una película maravillosa, con millones de protagonistas vivos, bellísimos, ingrávidos gracias al medio en el que viven, los océanos, los inmensos y azules océanos que ocupan la mayor parte de nuestra casa, la maltrecha Tierra.

La vida surgió del agua. La Tierra es el único planeta, que sepamos hasta la fecha, en el que hay vida. Gran parte de ella se desarrolla en las variadas aguas que nos rodean, desde la Antártida hasta el Ecuador, del Polo Norte en vías de desaparición hasta el inmenso Pacífico. Qué especies tan diversas, qué prodigio de color, de variedad, de paz... La gran pantalla se llena de seres polimorfos, extraños unos y familiares otros, de color, de actividad casi siempre silenciosa. Por ella desfilan las gigantescas ballenas, majestuosas, juguetonas, íncreíblemente gráciles por vivir en el agua, su único medio posible. Otras especies pueden verse en los acuarios, ellas no, su tamaño lo hace imposible. Sólo el hombre es su enemigo, su depredador.

La película tiene algo de voz en off, pero no es un documental televisivo al uso. Sería la envidia del mismísimo Cousteau. Una música suave, envolvente, subraya la belleza de unas imágenes idílicas, paradisiacas. Te sientes convertido en sirena, deseas formar parte de esa inmensidad húmeda plagada de vida, fundirte con su pródiga naturaleza.
Los océanos son grandes desconocidos. Sirvieron de escenario de grandes viajes en busca de nuevos horizontes y hoy son fuente de riqueza, pero su sobreexplotación y el mal uso que hacemos de ellos les están causando daños quizá irreparables. Veamos, por ejemplo, la tragedia que vive el Golfo de Méjico por la avaricia de una gran petrolera. A estas alturas, pese a las voces que nos avisan del peligro, seguimos utilizando el petróleo de manera exhaustiva. ¿Cuánto más vamos a destrozar para mantener nuestro estilo de vida actual? Los océanos se mueren lentamente porque los usamos como vertedero de nuestros desechos. Contaminamos sus aguas, las que nos proporcionan una parte importante de nuestro sustento, con lo que, tarde o temprano, nos comemos nuestra propia basura. Hacemos desaparecer especies cada día. Nos alegramos de que con el deshielo del Polo Norte se abrirá una nueva vía comercial, menuda inconsciencia...


Hace años que sabemos que la vida está amenazada por la mala acción del hombre. Hasta que él apareció, la Naturaleza estaba en equilibrio. Incluso tras los grandes desastres naturales (glaciaciones, caída de meteoritos, maremotos, erupciones volcánicas...) la vida se abría paso, de otra manera, pero no se detenía. Sólo el hombre destruye indiscriminadamente a su antojo y conveniencia allá por donde pasa. Deforesta grandes bosques y selvas, desertiza vergeles, cambia el curso de los ríos, inunda fértiles valles, mata por placer y maltrata cuanto se pone a su alcance si cree que a cambio obtiene algún beneficio económico. Es el depredador por excelencia, mucho más temible que todos los tiburones blancos juntos, mucho más mortífero que el peor de los virus.



Los animales de esta admirable película viven conforme a su naturaleza. Hay rapidísimos cazadores que sólo matan para sobrevivir, pero todo es armónico, nadie se salta las normas que rigen en los océanos desde hace miles de años. Todos desempeñan su papel a la perfección. Son gregarios o solitarios, grandes o pequeños, anfibios o decididamente acuáticos, pero cada uno tiene su misión y su lugar en el agua. Flotan libremente en la inmensidad azul. Qué envidia de esas aletas, de esas branquias que les hacen extraños a nuestros ojos, de su agilidad. Hay miles de especies distintas, muchas aún sin catalogar, pero otras han desaparecido para siempre. Nos las hemos cargado, y sabemos que otras están en serio peligro. ¿Qué hacemos? Nada. Pensamos que los de Greenpeace, científicos y naturalistas son unos catastrofistas agoreros que exageran la gravedad de la situación. Los responsables de poner un poco de orden miran hacia otro lado porque tomar medidas sería impopular, y bastante tienen con la que está cayendo ya. Cuando sea demasiado tarde, ¿qué harán? ¿Qué haremos?


El hombre alardea de los terrenos que ha conquistado al mar, pero, ¿y lo que le ha quitado? En las desembocaduras de muchos ríos ya no hay vida, sólo suciedad. En esas corrientes dulces ya no corre la misma agua, ha disminuido o desaparecido. Hace un rato he visto en la televisión imágenes del Manzanares lleno de bañistas hace no tantos años, o el Tajo. ¿Qué ha pasado para que hayan "domesticado" el río madrileño hasta permitir, oh milagro, que nos podamos mojar los pies (sólo los pies) en algunas zonas ? ¿Por qué hemos inundado grandes zonas llenas de vida desplazando a millones de personas sin contemplaciones?

Ocho años han estado filmando estas maravillosas escenas en todos los mares del mundo. Qué paciencia hasta conseguir esa escena precisa, esa imagen de la supervivencia o del amor entre madre y cría, tan bonitas... Los creadores de efectos especiales deben de estar verdes de envidia por no poder siquiera imaginar tanta diversidad, tanta riqueza y tan bonita sin necesidad de efectos en 3D ni trampas. Los océanos son profundos, misteriosos, insondables. Guardan aún muchos secretos. Apenas conocemos parte de ellos. El fondo marino presenta montañas, valles, simas, lo mismo que la tierra emergida. Cuando el mar se enfada debemos echarnos a temblar, baste recordar el tsunami de hace pocos años o los miles de naves desaparecidas bajo sus aguas. El más grande y potente de los barcos es apenas un frágil esquife comparado con su fuerza. Nos atrae, nos gusta bañarnos en él, jugar en sus aguas, desafiarle. Pero le tenemos poco respeto, no sabemos cuidarlo ni apreciarlo en lo que vale.


A pesar del desdeñoso comentario del chico de la taquilla ("No hay casi nadie") comprobé con agradable sorpresa que había bastantes espectadores, entre ellos no pocos niños acompañados de sus sensatos padres. Me dieron ganas de felicitarles, no es normal esta actitud, por desgracia. Muchos aplaudimos al final. Dura unos cien minutos, pero se me hizo corta. Me quedé con ganas de seguir a los delfines en sus saltos, a las ballenas en sus piruetas, a los pingüinos en su baño helado incluso. Qué delicia de tarde en una sala a oscuras convertida en inmenso acuario... Casi se sentían las salpicaduras del agua, parecía que de un momento a otro podías zambullirte en la inmensidad turquesa, nadar junto a esas criaturas que parecen sacadas de un cuento. ¿Os habéis fijado en que casi todos los peces parecen sonreír?

Id a ver Océanos si queréis pasar una tarde diferente y ver una película de altísima calidad plástica y conceptual. Tiene una web interesantísima: www.oceans-lefilm.com La versión española es incluso más completa, con un apartado para educadores: www.verticecine.com Debería ser de visión obligada en todos los colegios e institutos.

Me estoy planteando invitar a algún alumno a verla como premio, además de recomendársela a todos, por supuesto. Pero queda poco tiempo, pues el lunes 24 nos vamos a Benicássim de Viaje de Fin de Curso. Para ellos es una ocasión para disfrutar con sus amigos lejos de los padres, para los responsables es una semana que no tiene nada de viaje de placer, aunque tiene buenos momentos, indudablemente. Ya he hecho unos cuantos de este tipo. Este año vamos con monitores a todas horas, espero que sea más descansado que en otras ocasiones, especialmente las noches, recuerdo algunas terribles. Y a ver si acompaña el tiempo, que ya va siendo hora de disfrutar del sol después de un larguísimo y crudo invierno. Ya os contaré.
Ésta es mi entrada número cien, qué barbaridad, quién me lo iba a decir cuando empecé... ¿Tanto he escrito ya? Parece que sí. Espero seguir contando con vuestras visitas y vuestros comentarios. Siempre abrís ventanas nuevas e interesantes a mis propuestas. Gracias a todos. Sois unos lectores y escritores impagables.
Feliz semana.





lunes, 10 de mayo de 2010

LOS CHICOS DE HISTORIA

Llevo todo el fin de semana pensando en la obra de teatro que vi el viernes con algunos colegas. Se titula Los chicos de Historia y ya ha terminado su periplo por toda España, así que mucho me temo que si alguien no la repone no vais a poder verla, lamentablemente. Es de Alan Bennett, autor británico poco conocido aquí. La versión española, así como la dirección e interpretación, es de José Mª Pou, un monstruo de la escena, dueño de un físico imponente y de una voz modulada, profunda e inconfundible. Durante bastante tiempo estuvo poniendo el broche final al programa de la SER A vivir, que son dos días, con un poema siempre adecuado y engrandecido por su perfecta dicción. Cómo me gusta el teatro y los buenos actores... En palabras del propio Pou, el teatro es consuelo. Actores y espectadores comparten el mismo aire, el mismo espacio. El teatro no se puede bajar de internet, supone actividad, desplazarse, complicidad con el autor y los intérpretes.
Los chicos de Historia no es la típica historia de un profesor revolucionario que saca adelante a un grupo de alumnos difíciles. Muestra a un grupo de estudiantes de Secundaria a punto de entrar en la Universidad, preferiblemente Oxford o Cambridge, paradigmas de la excelencia británica, guiados por un profesor poco ortodoxo, Héctor (nombre de héroe, encarnado por José Mª Pou), cínico, algo extravagnte, libre, ajeno a los convencionalismos, que prefiere enseñar a sus alumnos a pensar, a vivir y a madurar a través de la música, el cine clásico y la poesía. El saber no está sólo en los libros de texto. Su asignatura se llama, pomposamente, Conocimientos generales, y él hace lo que le da la gana. Sus alumnos le quieren, permitiéndole ciertas licencias impensables en otros.
Habla sin complejos del placer de ser culto y estar bien educado. La enseñanza es el motivo principal de la función, evidentemente, contraponiendo dos estilos bien diferentes: el profesor cuyos métodos están encaminados a lograr el éxito académico, contratado a tal efecto por el Director, que quiere resultados acordes con sus expectativas, y el humanista nada dogmático que lleva a sus alumnos por caminos artísticos, vitales y nada técnicos. Es el profesor que enseña a vivir, el que habla de poesía y de cine clásico y crea una complicidad especial con los adolescentes, desbordantes de energía. Uno guía por el camino hacia el éxito plegándose a las normas establecidas, otro prefiere primar la madurez personal. Todos los jóvenes desean ir a una buena Universidad, pero disfrutan al mismo tiempo de ese tipo de saber que no suele tener cabida en las aulas. Son brillantes y agudos, saben tocar el piano y cantar, recrean escenas de películas inolvidables y recitan versos inmortales, todo con pasión y convencimiento, sin dejar de triunfar en los estudios. Consiguen su propósito, pero al final de la obra sabremos que su vida posterior no tiene nada que ver con el paso por esos templos del saber. Héctor quiere enseñarles a pensar, a actuar en la vida, enfrentándose al sistema educativo tradicional. Oxford y Cambridge no significan nada, a pesar de su fama.
Dice Héctor en un momento dado que "los exámenes no sirven para nada, sólo para aprobar y lograr una meta cueste lo que cueste". Gran verdad, desde luego. Debemos superarlos para obtener un título o un puesto de trabajo, a costa de muchos sacrificios, pero la vida y la formación personal son otra cosa muy distinta. Y no dejo de preguntarme, hace años que lo hago, cómo demonios se puede compaginar el saber con el disfrute, el estudio con el placer, el rigor con la afabilidad... De algún modo, sé la respuesta. Sé que tras muchas horas de estudio he conseguido importantes metas, y que ha merecido la pena. Eso me ha permitido poder dedicarme luego a otras actividades más placenteras y libremente escogidas y disfrutar de un bienestar nada desdeñable. A veces, muchas, odié algunas asignaturas, algunos profesores, algunos exámenes. Otras supe disfrutar del placer de la lectura, del conocimiento, del saber que había llegado hasta mí tras siglos de cultura, y cuanto más aprendía, más podía seguir aprendiendo.
¿Soy capaz de transmitir ese sentimiento a mis alumnos? No siempre, por desgracia. Cuando les veo desmotivados, apáticos, vagos, me pregunto por qué están así y qué parte de culpa tengo yo. Uno por uno tienen explicación y solución, pero yo no puedo aplicarla, tengo las manos atadas por la burocracia, el sistema educativo y los padres, entre otros obstáculos. No es justo cargar sobre los docentes toda la responsabilidad del fracaso escolar, a pesar de ser un recurso muy utilizado por la demagogia barata. Que si no les motivamos, que si las clases deben ser más atractivas, que si debemos aumentar su autoestima... ¿Y quién habla del amor propio, del interés de las familias, de la superación personal, del esfuerzo, del gozo de aprender? Como decía Elvira Lindo hace poco, antaño nos decían que la vida es un valle de lágrimas y que nada es gratis, hay que ganárselo; hoy las nuevas generaciones se creen desde la cuna en un parque de atracciones con entrada libre en el que sólo cuenta divertirse y disfrutar, por eso no soportan el dolor, de cualquier tipo, el sacrificio necesario para conseguir algo, lo quieren todo y lo quieren ya.
Más de un padre me ha dicho que repetir curso sería un golpe terrible para su retoño, que prefieren que pase aun sabiendo que no está preparado. ¿Qué padre en sus cabales puede decir semejante barbaridad? Pues muchos, lo puedo asegurar. Cierto es que la repetición es el último recurso, pero, ¿quién ha hecho caso a las notas, las llamadas, los controles, los trabajos, los boletines trimestrales...? Apenas unos cuantos; el resto prefieren seguir en el limbo: darse por enterados supone hacer frente a una responsabilidad que les resulta incómoda. Tapan los agujeros afectivos con zapatillas Nike, artilugios electrónicos de última generación y caprichos a tutiplén. Nada de un rato de lectura o conversación con ellos, normas en casa, atención de verdad, palabras de elogio hacia el colegio, preocupación por sus cosas... Hay tantos buenos niños malcriados, desatendidos, engañados... Engañados, sí, engañados, porque no les dicen la verdad, no les exigen un mínimo de orden y esfuerzo, no les enseñan que no hay que conseguir un sobresaliente para ser una persona honesta, recta, cumplidora, trabajadora y leal, pero que sin una mínima formación no van a poder aspirar a un puesto de trabajo mínimamente digno.
Los chicos de Historia es inteligente, mordaz, políticamente incorrecta. El texto no tiene desperdicio y, a pesar de algunos momentos cómicos, resulta dramático y profundo. Dice grandes verdades y provoca serias reflexiones. Habla de cuestiones tan cercanas a todos como la educación, la enseñanza (que no es lo mismo), la cultura, los libros o los clásicos del cine. El largo viaje del conocimiento es variopinto y lleno de rincones. No tiene una trayectoria única, lo que no quiere decir que todas las alternativas sean igualmente válidas. Una profesora madura y sensata (quizá no es casual que sea la única mujer de la función) pone siempre el acento en lo importante. Frente a ella, Héctor es demasiado idealista. Ha vivido mucho y está de vuelta de todo. Dice lo que quizá sea lo más bonito de toda la obra (bastante larga, por cierto): Los mejores momentos de la lectura son aquéllos en los que te encuentras con algo -un pensamiento, una sensación, una manera de entender el mundo- que hasta entonces creías que era íntimamente personal, que sólo era tuyo; y ahora, de repente, lo encuentras expresado por alguien, una persona a la que ni siquiera conoces, o que hace tiempo que ha muerto incluso. Y es como si del libro surgiera una mano y cogiera la tuya.
Esta misma idea, sin conocer este texto, se la he transmitido a mis alumnos desde hace años porque es lo que siento cuando leo, sea lo que sea. Rara vez no me parece el texto humano, nacido de lo más profundo del escritor, representando a todos los demás hombres, haciéndoles a la vez partícipes y protagonistas de la historia que ha creado. Todos podemos sentir el amor, enamorarnos, pero sólo a unos pocos les es dado el privilegio de saber expresarlo como Neruda, Machado, Lorca, Hernández, Juan Ramón y tantos otros que han sabido utilizar la palabra, ese instrumento mágico y maravilloso, para contar un sentimiento universal. Mi modelo ideal de enseñanza de la Lengua sería leer muchos libros, muy diferentes entre sí, para poder llegar al conocimiento del sustantivo y de todos los demás conceptos gramaticales. Y lo hacemos al revés: ésta es la definición de oración, ahora escribe tú los ejemplos. Si algo he conseguido ha sido, precisamente, hacer que mis alumnos difruten con la lectura y que levanten la mano cuando saben que hay un texto que se va a leer en alto.

Termina la obra con una gran verdad: la enseñanza consiste en pasar el testigo, en transmitir lo que hemos aprendido y nos ha llegado tras generaciones de ensayos y descubrimientos. El saber no puede estancarse, hay que compartirlo con los demás. Así se ha llegado a cotas muy altas y no hay que parar. Nuestros hijos tienen derecho a conocer todo lo que la Humanidad ha logrado, para bien y para mal, a través de los siglos. Con ese bagaje cultural construirán su mundo, el futuro, que todos deseamos mejor que el actual. Hay que desearlo y esperarlo, pero para ello hay que trabajar. A los maestros, los grandes transmisores de la cultura, nos compete una gran parte de esa labor, pero no somos los únicos. Si contaran más con nosotros, otro gallo nos cantaría.
Los que hemos vivido otras épocas, otros sistemas de enseñanza, sabemos lo afortunados que son los alumnos actuales y lo mal que aprovechan muchos su suerte. De alguna manera, la mayoría de los maestros de hoy compaginamos el saber más académico con actividades al aire libre, representaciones teatrales, visionado de películas, visitas a museos o centros de interés, referencias a la actualidad, juegos y un sinfín de experiencias, que, a buen seguro, harían las delicias de Héctor.
Me resulta difícil parar cuando hablo de enseñanza, como veis. Vivo profundamente mi trabajo, disfruto con él a pesar de los sinsabores y no hay un solo día en el que no me proponga hacerlo mejor que el anterior. Cuento con el apoyo de un grupo de excelentes maestros que comparten mis inquietudes y están siempre ahí cuando los necesito, tanto para compartir un café como para llevar adelante un proyecto. Por ellos, para ellos y para otros muchos que no conozco escribo éstas y otras líneas, con mi eterno agradecimiento y admiración.
Feliz semana a todos.




domingo, 2 de mayo de 2010

"FISH TANK"... Y ALGO MÁS

Llevo unas semanas con dolores en la espalda y en el brazo por unas inoportunas contracturas, lo que me ha impedido dedicarme al blog como de costumbre. Con el relajante que me ha mandado el médico creo que mejoro, pero la clave está en hacer ejercicio y cuidarme más, algo que he abandonado bastante. Mi hermana está otra vez ingresada en el hospital, no por una recaída sino por algo diferente, quizá relacionado con el corazón o con la ansiedad y la preocupación que le ha causado todo lo ocurrido. De momento le están haciendo pruebas a ver si dan con lo que tiene. Come mal porque no tiene apetito, y eso dificulta su recuperación. Esperemos que sea cuestión de tiempo y que no padezca nada grave.



El jueves fue mi cumpleaños. Como siempre, llevé algo a los chavales (galletas de chocolate) y trufas caseras para mis colegas. Tuve un día de lo más ajetreado. No faltó ni la visita del Inspector, no para felicitarme, desde luego, simplemente quería ver al 3º Ciclo. Estuvo en la clase durante toda la hora, viendo cómo la daba, revisando los cuadernos de los niños y hablando con ellos. Dijo que se nota que les hago trabajar bastante. Su obsesión son los papeles, como todos, pero no le di ni uno. Tenía ya los tochos de costumbre: evaluación de la función docente, competencias, qué sé yo... Echó de menos las programaciones, pero me salí por la tangente: por supuesto que las tenemos y las trabajamos, eliminando todo lo farragoso que preparan las editoriales. Y hay que ver qué bien están las competencias, cómo me gusta trabajarlas... Es lo que quiere oír y se lo digo, porque a nadie le interesa la verdad.
Luego estuvo hablando con mi colega de Inglés y me callé, todo lo que pienso sobre el bilingüismo es "políticamente incorrecto" y no quiero líos. Triste pero cierto. Algún día se verá que los que pensamos así tenemos razón, pero será demasiado tarde.
El viernes invité a comer a algunos colegas y pasamos un rato estupendo. Me regalaron un bolso muy veraniego. La semana anterior habíamos estado en Madrid, a pesar de que estábamos hechos polvo tras una atareadísima Semana Cultural. Nos reímos un montón y en esas horas no me dolió nada. Era el Día del Libro y había cantidad de puestos y mucho ambiente en la calle. Estas salidas nos dan mucha vida.

El viernes pude ir por fin al cine. No había mucho donde elegir y fui a ver Fish Tank, una británica del estilo de Ken Loach. Está bastante bien, aunque le sobran unos cuantos minutos de metraje. Al principio le cuesta arrancar, es lenta, pero va mejorando y tiene escenas realmente interesantes.
Cuenta la historia de Mia, una chica de quince años inadaptada y algo violenta pero capaz de sentir ternura también. Su madre, soltera, atiende a regañadientes a sus dos hijas. No sabe hacer frente a sus responsabilidades y sólo quiere divertirse. La vida familiar de Mia es, pues, un desastre. Ha sido expulsada del colegio y sólo le interesa bailar hip-hop. Se encuentra desorientada, sin nada sólido a lo que agarrarse. Es como un pez en una pecera, siempre buscando una salida pero dándose continuamente de bruces contra las paredes.
Un día su madre lleva a casa a Connor, un hombre que aparece como salvador, cariñoso con todas y en especial con Mia. Se inicia entre ellos una relación que se ve natural, nada forzada, pero... No creo que deba contaros más si vais a ir a verla porque lo mejor está en la última tercera parte.


Mia está interpretada por una maravillosa debutante llamada Katie Jarvis, descubierta por la directora casualmente en una estación mientras discutía con su novio. Acabó dándole un bolsazo y la directora, Andrea Arnold, pensó que eso era lo que buscaba. Es una chica que enamora a la cámara, natural y expresiva, frágil y dura a la vez. La vida no es amable con ella y se rebela contar su destino. Una vieja yegua que intenta liberar es la metáfora de la vida de Mia. Tiene, y no es casualidad, su misma edad.
Mia se lleva mal con sus compañeros, que la consideran rara y violenta. Por eso baila a solas en un piso abandonado, ensayando una y otra vez pasos que le hacen olvidar lo que la rodea. Se presenta a una audición, pero resulta ser una selección para chicas de alterne o poco menos y sale huyendo. Todo cuanto le ocurre son decepciones.


Fish Tank es una película realista, pero no turbia ni desagradable. Con esos mimbres podría haberse filmado una historia más áspera, y sin embargo resulta atractiva, sin ser divertida, desde luego. Todo parece natural y lógico, verídico sin llegar a dramón, que habría sido lo fácil. El equilibrio entre la seriedad y la tragedia no es sencillo de lograr. Hay escenas, como la agonía del pez o el baile a contraluz, de una rara belleza. Tiene una estética cuidada pero nada lujosa. El cine británico es así: cuida la ambientación en sus menores detalles y selecciona muy bien a los actores.

Mia es inestable y rebelde, pero consigue que sientas simpatía por ella desde el principio. Te identificas con su búsqueda, con su fragilidad. Entiendes que caiga en brazos del novio de su madre, una relación verosímil y a la vez repugnante, de consecuencias imprevisibles. Mia ha sido zarandeada por las circunstancias que le ha tocado vivir, no se la puede culpar por ser arisca e incluso violenta. ¿Qué equilibrio ha tenido en su corta vida? Ninguno. Carece de referencias válidas pero no renuncia a la búsqueda de un lugar en el mundo, a una edad en la que resulta casi imposible tomar decisiones importantes. Demasiado joven para experimentar tanta dureza, demasiado mayor para refugiarse en juegos infantiles. Se convierte en adulta a la fuerza, sin previo aviso. Y es que la vida es así: no te anticipa lo que te espera, no prepara, no advierte. Sabes que vas a caer en un charco cuando ya estás en él. Aprendes cuando experimentas, no antes. Todos somos peces en un enorme acuario en el que todo cabe. Mia dice que le gustaría ser un tigre blanco por la fiereza que demuestra, la mansedumbre no va con ella pero tampoco la maldad. Su historia respira credibilidad. Está llena de incertidumbres, miedos y rencores, como todos los adolescentes. Es una etapa difícil para ellos y para quienes los rodean. Decía Elvira Lindo en un artículo que antes nos educaban inculcándonos la idea de que la vida es un valle de lágrimas, cargando las tintas en la dureza y en la responsabilidad, y ahora es todo lo contrario: los niños nacen ya en un parque de atracciones con entrada libre, con todo a su disposición antes de que abran la boca, con derecho a todo pero sin obligaciones. Entre todos hemos creado un ficticio estado de bienestar en el que sólo descubrimos la amarga verdad cuando se desploma el castillo de naipes que hemos montado con sombras a plazos creyendo que podríamos mantener indefinidamente el sueño eterno de la inasible felicidad. Nos hemos despertado como náufragos en altamar, perdidos y desorientados, preguntándonos dónde está el yate en el que creíamos estar navegando. No hay yate, y lo peor es que nunca lo ha habido.

Pasado mañana tienen mis alumnos la prueba de CDI que lleva aplicando la Comunidad de Madrid desde hace varios años, con no poca oposición por parte de muchos profesionales. No sé quién las prepara, pero todos los años cometen errores, como incluir cuestiones no contempladas en los programas de Primaria o faltas de ortografía en los dictados. ¿Quién y cómo corrige luego esas pruebas? No me preocupa el resultado, pero en algún IES seleccionan a los alumnos de la sección bilingüe en función de la nota de esta prueba, aparte de la del expediente. ¿Es justo y razonable? Tengo mis dudas. Antes teníamos la Reválida, pero era otra cosa. No sé si es acertado llegar a un pacto en Educación, hoy por hoy lo veo imposible . Esto tiene difícil arreglo.
A pesar de todo, feliz semana.