martes, 24 de noviembre de 2015

TRUMAN

AVISO PARA NAVEGANTES : ESTE COMENTARIO CUENTA DETALLES DE LA PELÍCULA QUE QUIZÁ NO QUIERAN CONOCER QUIENES DESEAN VERLA, LO QUE SUELE LLAMARSE SPOILER.
                      Con este aviso no pretendo alejar a quienes tengan previsto ver Truman, pero me resulta difícil comentar ciertos aspectos sin dar detalles concretos. Truman es la historia de una amistad entre dos hombres que tras años sin verse lo hacen por última vez debido a las circunstancias que atraviesa Julián (magnífico Ricardo Darín). Tomás (estupendo Javier Cámara) viaja desde Canadá para pasar con él cuatro días en Madrid. Julián lleva un año luchando contra el cáncer y ha decidido no continuar con el tratamiento, sabe que no tiene curación y no quiere acabar sufriendo una terrible agonía en un hospital entre extraños. Tiene preparadas unas pastillas facilitadas por un médico para morir cuando él decida, cuando su cuerpo empiece a dar serios problemas. Es una elección terrible, pero él lo cuenta con asombrosa serenidad. Tomás intenta disuadirle, sin éxito. La decisión está tomada, y Darín consigue transmitir en cada escena el poder de quien sabe que puede tomar las riendas de su futuro en lugar de dejar que sea la enfermedad quien lo haga. Es un final anunciado, pero él decide en qué estación quiere apearse. Aceptar su destino es una dura lección que admira a cuantos le conocen. Su rostro muestra por sí solo toda la grandeza y todo el dramatismo que requiere su personaje, deberían estudiarlo en todas las escuelas de cine.
                        Sin fáciles dramatismos, escenas lacrimógenas o sensiblería siempre al acecho, Cesc Gay consigue contar lo justo y necesario para entender a Julián y empatizar con él desde su primera aparición . Transmite verdad, una credibilidad a prueba de telefilm en cada mirada y en cada gesto. Ya no tiene que callar nada, no tiene que guardar las apariencias, puede ser sincero como nunca lo ha sido.Puede decir a la cara "Sé que me has visto, no tienes que disimular" a quien resulta incómodo dirigirse a él, porque, ¿qué le dice? Casi todos hemos pasado por situaciones así: en cuestiones difíciles preferimos evitar el encuentro, no sólo por evitar oler a muerto sino por temer no dar la talla. La enfermedad, el sufrimiento y la muerte nunca son temas gratos, huimos de ellos cuanto podemos. ¿Y si es un amigo quien te dice que desea verte por última vez? No quiere compasión ni falso consuelo, quiere compartir unos días con alguien que fue importante para él y que al cabo de los años, a pesar del presumible escaso contacto que han mantenido, sigue siendo su amigo. Amigo, esa palabra que tanto significa y que con frecuencia empleamos con demasiada frivolidad.
                            ¿Cómo se enfrenta uno al final definitivo? Hace falta mucho valor para decir adiós a los seres queridos (quizá sólo en el pasado), al trabajo que ha llenado gran parte de la existencia (el de actor, en este caso), a la vida, en suma, con todo lo que encierra. El amor, el hijo, la forma de afrontar la existencia, todo adquiere un valor nuevo, más intenso, con la importancia de quien sabe que ese abrazo en Amsterdam no podrá repetirse. Pero, ante todo, Julián quiere dejar en buenas manos a su mejor compañero de los últimos años, el más leal, el que nunca defrauda: su anciano perro Truman, pacífico pero ya cansado. Se lo dice a Tomás: "Yo tengo dos hijos: uno es Truman". Las personas pueden sobrevivir por sus propios medios, pero el perro necesita un nuevo amo, y no es asunto baladí, por eso se lo encarga a quien mejor puede entenderlo y cuidarlo.
                            Cesc Gay esquiva hábilmente los detalles escabrosos. Habría sido fácil dejarse resbalar por la ladera de la emotividad y caer en los tópicos al uso. Lo difícil es tratar un tema así con sinceridad y justeza sin huir de la realidad. Tomás elige su ataúd y su funeral sin dramatismos innecesarios. Por cierto, el tanatorio que aparece es en el que estuvieron mi madre y mi tío, curiosa coincidencia que me removió viejos recuerdos. Julián descubre pronto que las palabras de consuelo no van a surtir efecto, así que hace lo mejor que puede hacer por su amigo: acompañarle, comprenderle, ayudarle. Es todo lo que Tomás necesita, aparte de algo de dinero (es caro morirse, ya lo sabemos). 
                                Algunas escenas tienen un cierto humor, fino y elaborado, y otras sirven para descargar la tensión en aumento. No hay nada gratuito ni concesiones a la galería. Darín nunca defrauda. Cómo olvidar El secreto de sus ojos, Nueve reinas, Elefante blanco, Una pistola en cada mano... Siempre te lo crees, interprete el papel que interprete. Transmite verdad, fuerza, sensibilidad. Cámara le da la réplica justa, por eso se llevaron al alimón el premio al Mejor Actor en el último Festival de San Sebastián. De sus tiempos en la inolvidable Siete vidas ha evolucionado hasta la interpretación que más me ha emocionado antes de ésta, la maravillosa Vivir es fácil con los ojos cerrados.
                                 Es difícil ver una película así sin salir con el ánimo tocado, pero Truman no es triste ni amarga. Cuenta una realidad dura pero con el valor añadido de la cercanía del amigo y la entereza lejos del dramatismo. Nos olvidamos de lo importante que es decir te quiero porque nos parece demasiado obvio, pero es imprescindible comunicarnos emocionalmente, algo nada sencillo. Si esperas, puede que la ocasión nunca llegue y una vez atravesado el umbral ya no hay marcha atrás. Yo sentí una inyección de fuerza al acabar la proyección: hay otra salida, hay más soluciones cuando ya no queda ni esperanza.
                                 Por no extenderme más dejo para otro día hablar de La adopción, crónica muy recomendable sobre el calvario que deben atravesar las personas que deciden adoptar un hijo en el extranjero (en España creo que hoy es imposible).