sábado, 28 de noviembre de 2009

PIENSO Y SIENTO ... (LUEGO EXISTO)


Acaba la semana con frío y lluvia, como debe ser a estas alturas de noviembre. Ya ha durado demasiado el otoño inusualmente cálido que alarma, y con razón, a los preocupados por la evolución del clima de nuestro planeta. El trimestre pesa, ya estamos todos cansados y necesitados de un respiro. Dentro de unos días disfrutaremos de un puente que algunos aprovecharán para hacer un viaje o darse algún capricho. Y el día de la lotería nos despediremos de las aulas hasta el próximo enero. Demasiados días, dicen algunos; una necesidad, pensamos otros que soportamos día a día tensiones y trabajos de todo tipo.

Yo he tenido una semana muy ajetreada. Se aproxima la primera evaluación y hay que afinar mucho para poner las notas. Siempre hay descontentos, pero nadie piensa en lo que supone para lo maestros dar vueltas y más vueltas a las calificaciones, por claros que estén los criterios de evaluación. Intentamos ser justos y buscar el bien de nuestros alumnos, a veces somos demasiado generosos y les damos una oportunidad (yo los llamo "aprobados terapéuticos") y otras es necesaria una llamada de atención. A estas alturas ya está todo dicho: el esfuerzo personal suele brillar por su ausencia, los contenidos cada vez son más penosos, las sucesivas reformas no hacen sino agravar el problema, el alarmante aumento del fracaso escolar no parece tener solución... Pero ahí seguimos, al pie del cañón. He estado viendo en la página www.leer.es algunas actividades para el dichoso Informe PISA y es de llorar. Sé lo que trabajo con mis alumnos y me desanimo cuando veo que no son capaces de entender esos textos ni de solucionar los problemas que les proponen. Lo mismo podría decirse de las Pruebas CDI de la Comunidad de Madrid. Están mal planteadas, contienen preguntas que no se ajustan al currículo actual y nadie sabe cómo se puntúan. Cada año hacemos constar razonadamente en la Memoria nuestras quejas, y no sirve de nada. Ganas nos dan de tirar la toalla, sentimos una terrible impotencia cuando vemos el abismo entre nuestro esfuerzo y nuestros logros. Da igual que protestemos, reneguemos, propongamos o preparemos algo más acorde con nuestras metas:al final hay que hacer lo que nos mandan, presentar unas programaciones inútiles y unas competencias que aún no sabemos para qué sirven, llevar a cabo actividades que consumen un tiempo precioso en las clases, rellenar papeles y más papeles... En mi caso particular de esta semana, he tenido que adelantar 120 euros con mi tarjeta de crédito para reservar una visita al museo de El Prado en marzo, he dedicado casi una hora de la tarde del viernes al acabar mi jornada a un padre angustiado por su situación de separado, he pasado largas horas en mi casa preparando clases y controles... pero todo eso no cuenta absolutamente nada si no entrego a tiempo las malditas competencias o no puedo justificar una ausencia en la hora de exclusiva. Me parece demencial.

Así es la enseñanza, un continuo ajetreo, mil situaciones distintas cada día, ratos agradables, otros no tanto, mucha paciencia, mucho trabajo... Y, sin embargo, entro en las clases a gusto, veo las caritas de mis alumnos sonrientes, intento ser amena sin perder el rigor, atiendo sus demandas a veces un tanto insólitas ("Se me ha atascado la cremallera de la mochila", "Necesito una tirita porque me he cortado", "Fulanito no quiere sentarse conmigo porque en el partido le he sacado tarjeta roja"...), nada importante pero todo vivo, urgente y necesario para ellos. Si consigo el clima adecuado me siento satisfecha: leen a gusto, trabajan concentrados, intervienen levantando la mano... Los resultados, lamentablemente, no son siempre los deseados. ¿Por qué? No lo sé, ojalá lo supiera. Echo un vistazo a los textos de hace años y veo que contenían lecturas del Lazarillo, Cela, Borges, Mark Twain... Hoy la literatura infantil es mucho más abundante pero, salvo excepciones, su lenguaje es paupérrimo y las historias, simples y ramplonas. Les gustan, evidentemente, pero tienen que leer (y entender) textos científicos, divulgativos o simplemente curiosos. El mayor problema de los alumnos actuales, diga lo que diga no sé qué "experto" que ha estado en nuestro país días atrás, es la comprensión lectora. No saben interpretar un texto. Si las preguntas no tienen una respuesta literal y muy sencilla no saben contestarla. En un control de Matemáticas no sabían qué era "producto" y "diferencia". Cielo santo, ¿qué está pasando? ¿Son más torpes que los alumnos de hace años? No lo creo. Tienen más problemas personales (la separación de sus padres es un trauma terrible), están sobrecargados de actividades extraescolares, sufren las consecuencias del desarraigo por traslados que no llegan a asimilar o entender, acusan la prisa del mundo actual, reciben modelos vergonzosos del cine y sobre todo de la televisión (dan ganas de mandar a la hoguera a ciertos personajes que llenan horas de programas sonrojantes)... Y nosotros intentamos suavizar todo eso, aislarles del caos que a veces nos rodea, ayudarles en su camino por la vida recién estrenada. Demasiada tarea, y demasiado dura, con muy pocos apoyos eficaces. A veces, eso sí, vienen madres agradecidas por lo que hemos hecho con sus hijos. Han notado una gran diferencia con respecto a centros anteriores y lamentan tener que irse, pero las circunstancias mandan.

Así que acabé ayer por la tarde con "saturación mental" y me fui a ver Adventureland, una historia de adolescentes afortunadamente fuera de lo común, nada de sandeces ni humor basto y grosero, un relato sencillo e inteligente sobre lo que supone entrar de golpe en el mundo adulto. Un joven recién graduado debe renunciar a su proyectado viaje por Europa porque sus padres atraviesan un bache económico y tiene que pasarse el verano trabajando por un sueldo mísero en un parque de atracciones local donde descubre el amor y otras verdades. Es una película que pasará casi desapercibida, pero es digna y está bien interpretada. Mi hijo lleva varios años trabajando en Caprabo y ahora también en Carrefour, a la espera de poder empezar a ejercer como maestro, y la verdad es que la experiencia laboral en esos sitios es dura, pero provechosa. Ha aprendido mucho sobre el valor del dinero y el trato con jefes y compañeros de todo tipo, que no es poco. Yo recomiendo a todos los chavales que pasen por alguna experiencia similar, pero no todos están dispuestos a "rebajarse" haciendo cierto tipo de trabajos. Peor para ellos.

Joaquín Sabina me acompaña con su último disco. Sólo lo he escuchado una vez. Me parece más tranquilo que en otros anteriores, con letras muy trabajadas, serias y reflexivas. Será que se está haciendo mayor... Me encanta como poeta, aunque sea un juerguista impenitente. Ha empezado una nueva gira y ya están todas las entradas vendidas. Suerte para él.

Feliz semana a todos.

domingo, 22 de noviembre de 2009

TODOS ESTAMOS TOCADOS

El viernes tocaba teatro. Conseguimos ponernos de acuerdo un grupo de excelentes colegas y amigos y fuimos a ver Toc, Toc, una desternillante sátira sobre los trastornos obsesivo-compulsivos (TOC en el lenguaje psiquiátrico). La oferta teatral madrileña es abundante y variada y permite elegir aquello que más te guste o te apetezca. Esta vez elegimos una obra divertida porque a estas alturas de trimestre necesitamos reírnos y relajarnos y no estamos para dramas. Conseguimos nuestro objetivo con creces. Toc, Toc , del francés Laurent Baffie, asegura casi dos horas de risas continuas, con siete actores estupendos que encarnan a pacientes con distintas patologías que acuden a la consulta de un afamado doctor que garantiza la mejoría de su mal en una sola sesión. El doctor no aparece y ellos montan su propia terapia de grupo. Hay un afectado por el síndrome de Tourette (ST) que involuntariamente insulta y vocifera a quienes le rodean, un taxista obsesiondo por el cálculo (se llama Camilo y en su camiseta pone "K 1.000 O"), genial, ocurrente y bastante tocapelotas (con perdón), una hipocondriaca fanática de la limpieza que cree ver en todas partes microbios y posibles contagios, una joven que repite dos veces cuanto dice y oye, una mujer mayor que se persigna continuamente y cree haber olvidado las llaves, o haber dejado abiertos el gas y los grifos, entre otras obsesiones, y un joven para quien la simetría y el orden lo son todo, junto a su incapacidad enfermiza para pisar las rayas del suelo, lo mismo que le ocurría a Jack Nicholson en Mejor, Imposible , una de las mejores comedias de los últimos años. Los seis conforman un grupo variopinto y curioso que establece unas relaciones muy especiales. Todos están allí porque ningún especialista hasta la fecha ha conseguido encontrar alivio para su TOC, lo que les impide llevar una vida digamos normal. El taxiste dice que ha ido allí por su mujer, que tras veinticinco años no soporta su manía calculadora, porque él, la verdad, no siente que tenga realmente un problema. Primera fase de una enfermedad: la negación. "Yo no tengo un problema, son los demás quienes lo tienen. ¿Cómo pueden vivir con este desorden?", por ejemplo. ¿Cuándo un defecto, o una manía, o una obsesión, llegan a convertirse en una enfermedad? Mi abuelo paterno era hipocondriaco y nunca fue tratado por un psicólogo. Sus obsesiones eran el pan nuestro de cada día. Tomaba treinta y tantas pastillas al día, aparte de jarabes e inyecciones. Si alguien le contaba que tomaba tal medicamento para el hígado, él se lo compraba de inmediato por prevención. Se ponía voluntariamente dolorosas inyecciones de hígado o hierro y la vacuna contra el tétanos cada dos por tres porque temía morir si se pinchaba accidentalmente con un clavo algo oxidado. Dos veces tuvieron que ingresarlo en un hospital porque estaba convencido de que se había infectado. "No tiene nada, pero si no le tratamos como si lo tuviera se muere de verdad", dijo el médico. Gastaba cantidades ingentes en medicamentos, por supuesto, y hacía el pedido por teléfono a la farmacia como si fuera el Hipercor. Todas las noches comprobaba una y mil veces puertas, ventanas, grifos y llaves de paso. Y, sin embargo, nadie consideró que mereciera atención psicológica.
Pasa el tiempo y el doctor sigue sin aparecer. La enfermera explica que viene en avión desde Londres y que la niebla primero y el tráfico después le están retrasando. Así que los seis pacientes empiezan una partida de Monopoly curiosa y esclarecedora. El ritmo de la obra va subiendo y se suceden las situaciones hilarantes, los diálogos ingeniosos (gran mérito del autor de la versión española, Julián Quintanilla) y los toques humorísticos y humanos a un tiempo. Al fin y al cabo, son enfermos que necesitan ayuda. Y se les ocurre montar una peculiar terapia de grupo: por orden de llegada, cada uno tiene tres minutos para intentar controlar su problema apoyado por los demás. El éxito parece desigual e incluso nulo: no tienen remedio. Pero alguien cae en la cuenta de lo que realmente ha pasado: por un momento, todos han conseguido controlarse y olvidarse de lo suyo. ¿Cuándo? Cuando se han olvidado de "su" problema y se han volcado en el otro: el joven pisa las rayas sin pensar cuando va en busca de un vaso de agua, la fanática de la limpieza se olvida de ello cuando toca al otro... Dejar de mirarse al ombligo es el paso imprescindible para curarse, eso es lo que aprenden sin la ayuda de ningún médico, simplemente hablando entre ellos, comprendiéndose, apoyándose mutuamente. Y una frase: "La amistad no ensucia". Gran verdad, desde luego. Así que después de tanta risa además hemos aprendido algo: todos los problemas tienen solución, o al menos mejoría, con ayuda de los demás. Encerrrarse en uno mismo agrava cualquier contratiempo, por duro que sea. Y, por el contrario, darse generosamente a los otros es altamente beneficioso para el propio equilibrio emocional. No se trata de ir dando la brasa a todo el que nos rodea, sino de buscar (y ofrecer) comprensión y complicidad. Los maestros lo sabemos muy bien. El intercambio de información y materiales y la aparentemente simple concesión de unos minutos de atenta escucha obran milagros, más, mucho más que tantas reuniones largas, tediosas e inútiles que no llevan a ninguna conclusión válida. Hay quien dice que si acudiéramos más a los amigos no tendríamos que ir tanto al psiquiatra, y no es ninguna tontería. Hay casos en los que resulta necesario, claro, pero si descargáramos más las tensiones riéndonos y charlando con los amigos nos iría mucho mejor. Es la mejor terapia. Yo acudí a varios grupos así hace años y aprendí muchísimo. Lo que vi, escuché y aporté en las muchas sesiones me ayudaron a sacar y conjurar mis demonios, ésos que me hacían tanto daño. Es una experiencia muy recomendable.
Tras la risa, bocata de calamares, algo tan castizo y tan nuestro. Madrid era un hervidero variopinto, curioso y alborotado. Muchos hacían largas colas para comprar el décimo que supone en muy pocos casos la solución a sus problemas. Es la tradición de cada Navidad, un rito ineludible. Y acabamos con un chocolate con churros que nos dejó un dulce sabor de boca. "Di que es el valor del chocolate", me insistía Miguel, el alma de nuestras salidas. Y es que lo tomamos en el establecimiento de Valor, el buen chocolate que tan bien conocen los habitantes de Villajoyosa, por ejemplo. Así que fue una noche perfecta, unas horas que nos sirvieron para olvidarnos de la larga y ajetreada semana laboral entre amigos entrañables, valores seguros que nunca fallan y siempre están ahí, para lo bueno y para lo aciago, como hemos demostrado en no pocas ocasiones. La amistad es un sentimiento impagable, enriquecedor y sólido como pocos. No hay que dejar crecer la hierba en su camino, según el sabio proverbio. Seguiremos caminando, pues, día tras día, por aulas, patios y pasillos, y otras veces cambiaremos el espacio de nuestros pasos. No importa el lugar, nunca estaremos solos.
Cambiando de tercio, una breve reseña cinematográfica. Fui a ver "2012" porque tenía invitaciones, pero no la recomiendo. Os la resumo: efectos especiales, 10; historia, 0,5. Es increíble de principio a fin. Los guionistas han hecho un corta y pega con otras películas catastrofistas del tipo de Titanic, La aventura del Poseidón, El día de mañana y otras por el estilo, así que los actores están porque tiene que haber personas, pero nada más. Tal como vamos, no hará falta un meteorito ni una invasión extraterrestre ni unas extrañas erupciones solares para acabar con nuestra vieja Tierra, nosotros solitos vamos a destruirla a no mucho tardar. Hay suficientes armas nucleares como para cargársela y el cambio climático lo está haciendo inexorablemente porque no somos capaces de modificar nuestra manera de obtener bienestar. Y nadie parece capaz de cambiar este rumbo...
Feliz semana a todos.

sábado, 14 de noviembre de 2009

CELDA 211

Celda 211 es una película durísima, sobrecogedora, impactante. Iba avisada, pero ya la primera escena me dejó clavada en la butaca. Poco después aparece la nuca rapada de Luis Tosar y sabes que se va a apoderar de las dos horas restantes. Se oyeron comentarios, exclamaciones, más tarde algún insulto dirigido a un personaje especialmente repulsivo, y eso que hay varios acreedores al título. Es una gran película y además es española, que no es poco. Ha triunfado en cuantos festivales se ha proyectado, aunque no sé si ha recibido algún premio o se presentaba fuera de concurso. Es cine carcelario, género que tiene muchos adeptos. Recuerdo especialmente Cadena Perpetua, con Tim Robbins y Morgan Freeman en papeles inolvidables. Anteriores son El hombre de Alcatraz, Fuga de Alcatraz o La leyenda del indomable, entre otras muchas. Quizá tengan tanto interés porque muestran un mundo duro y despiadado en el que nadie desea entrar más que de visita, si acaso. Jesús Quintero presentó con su peculiar estilo una serie de entrevistas con reclusos en Cuerda de presos, y decía que si algo había aprendido era que cualquiera puede encontrarse en esa situación en el momento menos pensado. Entrevistó, por ejemplo, a un hombre ya mayor que, harto de la ludopatía de su mujer, que se gastaba todo cuanto estaba a su alcance y lo que podía sacar malvendiendo las pertenencias familiares, cogió la escopeta, entró en el bingo donde sabía que acudía día tras día y la mató. Una tragedia anunciada que él pagó con largos años de cárcel. La televisión se encarga de airear casos espeluznantes, pero suele tratarlos de manera repulsiva y morbosa, lo que les quita toda credibilidad. En lugar de hacernos odiar el delito se recrea en los detalles más sórdidos, muchas veces sin contrastarlos. Busca testigos no siempre fiables y recurre a cualquier método con tal de hacerse con un trozo del pastel de la audiencia. Miserables.
Celda 211 no hace concesiones a nadie, no es complaciente ni políticamente correcta y es especialmente crítica con el poder, que sale muy mal parado. Juan, un joven funcionario de prisiones, acude un día antes de su incorporación oficial a la cárcel para familiarizarse con ella. Un desdichado incidente desencadena la tragedia. Debe hacerse pasar por un preso más, lo que le obliga a mentir y hacer cosas impensables cuando todo se complica. Un motín encabezado por Malamadre (magistral Luis Tosar) coge rehenes y pide una serie de mejoras en sus condiciones. Me cuesta no contar nada más porque todo ocurre con rapidez y los acontecimientos trágicos se suceden de manera inexorable. El espectador quisiera otro desarrollo, pero no es posible. La tensión no decae ni un momento. Hay personajes rudos, duros, crueles, desengañados, curtidos por la vida que les ha llevado allí y por la estancia entre barrotes. Algunos actores son presos reales y los que no te hacen dudar de su condición. Antonio Resines no es aquí el cómico bonachón al que nos tiene acostumbrados, y es una de las grandes bazas de la película. Dice Carlos Boyero, que le dedica grandes elogios a pesar de su proverbial reparo, cuando no directa antipatía al cine español, que sobran los flashbacks que muestran la vida de Juan con su mujer embarazada, y yo creo justamente lo contrario, que marcan el dramático contraste entre la feliz normalidad y la tragedia en la que se ve envuelto.
Sentí rabia e impotencia en más de una escena. ¿Por qué han de ser así las cosas, la vida en la cárcel, las soluciones políticas? Ignoro cómo es vivir encerrado. Sé que muchos creen que los presos viven estupendamente, que disfrutan de muchas comodidades y que nunca cumplen sus condena por completo, por atroz que haya sido su delito. Un funcionario relativamente reciente me dijo hace poco que los reclusos viven como Dios porque el Estado español es cien por cien garantista. No sé si creerle. La Justicia es desesperadamente lenta y no siempre hace honor a su nombre. ¿Cómo puede demorarse un juicio con su correspondiente sentencia durante años? ¿Qué siente en todo ese tiempo el que se juega quizá el resto de su vida? Da escalofríos sólo pensar en la posibilidad de pasar por un trance así.
Luis Tosar, que ya ha demostrado sobradamente lo buen actor que es (recordemos, por ejemplo, Los lunes al sol o Te doy mis ojos, entre otras) se marca aquí un personaje digno de un Goya, por lo menos, aunque puede aspirar de sobra a metas más altas. No parpadea, es el amo de la función con sólo un gesto. Siempre me ha asombrado cómo los buenos actores controlan su mirada. Da más respeto que miedo. En un mundo en el que las lealtades y las traiciones son a muerte hay que saber bien con quién te juntas. Sabemos que la droga circula con holgura en las cárceles, que los funcionarios hacen la vista gorda para recibir soplos convenientes, que algunos presos pasan información a cambio de ciertos privilegios, que la política está por encima de la ética en ocasiones... Es un mundo oscuro y cruel en el que se desdibujan más que nunca los límites entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, lo humano y lo irracional. Id a verla si os gusta el buen cine y soportáis las emociones fuertes. Coincidí con un matrimonio amigo y él me comentó que le había resultado casi inaguantable. No es una película para cualquiera, desde luego, y merece realmente la pena.
Buena semana a todos.

domingo, 8 de noviembre de 2009

TRAMPA PARA PÁJAROS

Hay que reconocer que asistir con regularidad a conciertos, teatro, cine, exposiciones y museos se ha puesto en un pico. Estar al día en lo referente a la cultura supone no sólo interés sino también cierto poder adquisitivo. No hace mucho hablábamos por estos lares cibernéticos de los derechos de autor y las descargas en internet, sin llegar a ninguna conclusión válida para todos, claro está. Yo defendía que la cultura deber ser asequible, pero no gratis. Me encantaría ver a Les Luthiers, por ejemplo, pero las entradas buenas cuestan nada menos que setenta euros, y me parece un abuso, la verdad. Serán muy buenos, pero a qué precio... Los teatros "normales" tienen precios más baratos, dentro de un orden, claro. Una salida a Madrid para asistir a una obra supone no poco desembolso entre el precio de la entrada, el transporte (no digamos si vas en coche y además debes pagar el aparcamiento), el café o la caña que te tomas, la cena o piscolabis... Lo hago de vez en cuando, a pesar de todo, aun reconociendo que algunos precios son abusivos. Por eso aprovecho las giras teatrales que recorren los municipios cercanos, obras nada desdeñables que recalan en Casas de Cultura y Auditorios para acercar a un público más modesto las representaciones que han tenido éxito en la capital. No hace mucho os hablé de La tortuga de Darwin, con una genial Carmen Machi. Ayer le tocó el turno a Trampa para pájaros, del varias veces denostado José Luis Alonso de Santos, muy bien interpretada por Manuel Bandera y un casi desconocido Juan Alberto López, que encarnan perfectamente a dos hermanos muy diferentes enfrentados desde niños y que deben encarar juntos una situación límite provocada por uno de ellos, Mauro, policía en un serio aprieto por no saber afrontar las consecuencias de un grave error.
Trampa para pájaros fue escrita hace ya algunos años. Cuenta en tiempo real el encuentro entre Mauro, el hermano mayor, policía rudo, amargado y dolido con quienes fueron sus colegas, dispuestos ahora a liquidarle, y Abel, el pequeño, pianista, homosexual y defensor de los valores humanos y democráticos por los que su hermano sólo siente desprecio. Mauro es machista, torturador confeso, rudo, áspero y resentido, y sin embargo no se hace odioso, más bien despierta cierta compasión porque es un ser atormentado y enfermo, descreído, que se siente traicionado por ese sistema que le amparó y adiestró durante años para cometer actos atroces. Todo sale a relucir en la conversación que mantienen en el desván de la casa familiar, lleno de recuerdos: las peleas infantiles, los abusos del mayor, la preferencia de la madre por el pequeño, más guapo, obediente y educado, los caminos tan diferentes que tomaron, la sombra autoritaria del padre militar... Mauro siguió sus órdenes y se hizo policía; Abel (ya marcado por el nombre) dejó ese ambiente tan opresivo para estudiar música. Su vida tampoco ha sido un camino de rosas, pero al menos la ha elegido él y no se avergüenza de nada. Mauro cuenta historias terribles de lo que ha visto durante tantos años en el mundo de los terroristas, los delincuentes, las prostitutas, los políticos sin escrúpulos, los policías corruptos... Justifica la tortura: "A ver si te crees que un terrorista se sienta contigo tomando un café y te cuenta por las buenas dónde están los zulos, las armas, la información..." Vivió formado y amparado por un régimen político que ya no existe y ahora el actual se vuelve contra él, y no lo asimila, no puede entenderlo. Él sólo cumplió con su obligación, hacía lo que le mandaban, era lo que había que hacer. Abel se escandaliza, él piensa de otra manera, cree en los valores democráticos, en la legalidad, en la honradez. "Pero en qué mundo vives", viene a decirle Mauro. Él ha conocido lo peor de la sociedad, esas cloacas que todos sabemos que existen pero que no queremos ver. Me recordaba en cierta manera a Jack Nicholson en Algunos hombres buenos cuando dice (más bien grita) a Tom Cruise que a ver qué se ha creído un niñato como él que quiere dormir tarnquilo a costa de que él vigile el muro, pero sin querer saber cómo y encima le pide cuentas sobre el modo de hacerlo.
Así que he aquí la cuestión: ¿se pueden garantizar la paz, el bienestar y el orden sin violar las leyes democráticas? ¿Nos importan de verdad los métodos empleados para combatir el delito? ¿Justificamos la tortura en algunos momentos? ¿Y la pena de muerte? No faltan casos y ejemplos en uno y otro sentido. Un colega decía, por ejemplo, que "se podía hacer hablar" al presunto asesino de la chica andaluza cuyo cadáver aún no ha aparecido. Supongo que a más de uno se le habrá ocurrido lo mismo. Ídem con el secuestro del Alakrana: cuatro tiros bien dados y se acabó el problema. Pero no es tan fácil, no cuando se ha alcanzado cierto nivel de civilización y justicia. El camino hacia la paz y el orden (menuda frase hecha) no es sencillo, nunca lo ha sido. Antes se recurría a métodos más expeditivos, y huelga recordar casos y casos de terribles errores no tan lejanos. Siempre se puede encontrar una justificación: no había otro camino, era inevitable, corrían peligro vidas inocentes... Y algunas veces casi lo entiendes y otras se te revuelven las tripas. Tras cada brote violento puedes encontrar un abuso, históricamente hablando. Un país invade a otro buscando agua, comida, poder, riqueza, venganza... y éste se defiende, lógicamente. ¿Se puede evitar la guerra? En muchos casos, sí, en otros no está tan claro. Por eso siempre ha habido (y habrá, es de suponer) muchos hombres como Mauro que obedecen ciegamente al poder, al que les ordena dejar a un lado los escrúpulos y llevar a cabo actos sucios, rastreros y crueles porque la sociedad necesita verse libre de todos los que amenazan su bienestar, sus vacaciones, su caña de los domingos, el colegio de sus hijos... ¿Cuál es el precio de nuestra forma de vida? ¿Quién limpia esas cloacas para que no nos llegue siquiera su olor?
Mauro, ahora casi desequilibrado, se siente traicionado por quienes antes aplaudían sus actos. Pistola en mano se justifica diciendo que "si me han entrenado como a un perro, es lógico que muerda". Su mujer ya no puede más, no soporta tanta tensión. Él tampoco. Abel intenta hacerle entrar en razón, es decir, entregarse. Mauro sabe lo que le espera si lo hace. Ahora está al otro lado de la línea, esa delgada línea que separa lo que llamamos el bien y el mal, la justicia y el delito, la legalidad y el abuso. En algo de lo que dice sí estamos todos de acuerdo: los políticos nos utilizan para colocarse en posición de ejercer el poder, en cuanto pueden se llenan los bolsillos con nuestro dinero y pueden ser tan delincuentes como el más miserable chorizo de poca monta. No hay más que echar un vistazo al panorama actual para constatarlo. ¿Qué podemos hacer? ¿No votar? Puede, pero si siguen votando unos cuantos su elección será legítima. No podemos dejar de pagar impuestos, ni de acudir al trabajo, ni apearnos del mundo, en suma, si no nos gusta. Todos nos sentimos en algún momento desencantados por los políticos que hemos elegido, casi nunca estamos de acuerdo con las leyes que promulgan y las decisiones que toman, pero no por ello nos liamos a tiros a las primeras de cambio ni cometemos otras barbaridades. Dice Serrat en una canción algo así como que "Sería fantástico que todo estuviera como está mandado y que no mandara nadie", pero eso es una utopía, una fantasía inalcanzable. Una colega mía de hace años, excelente persona, decía que no podemos vivir pensando que estamos rodeados de sinvergüenzas, desconfiando de todos y creyendo que todo y todos cuantos nos rodean son sucios y malos. Tenía razón. Una cosa es vivir con los ojos cerrados y otra ver sólo el lado oscuro de la vida.
Trampa para pájaros me revolvió por dentro, lo reconozco. Es una obra dura, amarga, nada complaciente con el poder, de las que hacen pensar. Cada uno puede sacar sus propias conclusiones. Cada vez que veo algo así me reafirmo en mis convicciones, en las que me hacen creer en muchas personas, en la utilidad de mi trabajo a pesar de todos los sinsabores, en todo lo bueno que me rodea. Quizá sólo podamos hacer eso, encender una cerilla en vez de maldecir las tinieblas, mantener nuestro trozo de acera limpia para que lo esté la calle, derrochar sonrisas y buen hacer sin dejar de ser realistas. En suma, vivir y tratar de hacer la vida más agradable a nuestro alrededor. Seguirá existiendo la figura de Mauro, y la de Abel, y la de cada uno de nosotros, con su historia personal y familiar a cuestas, con sus dudas, sus errores y sus grandezas. Somos humanos, quizá en eso se resume todo.
Feliz semana.

domingo, 1 de noviembre de 2009

DÍA DE DIFUNTOS... Y RÉQUIEM POR LA ENSEÑANZA PÚBLICA

He tenido una semana muy cargada en todos los sentidos, sobre todo en el colegio. Los padres están acostumbrados a acercarse a nosotros al entrar o al salir, sin esperar a la hora reglamentaria de tutoría: que si mi niño está malito y no puede venir, que tenga usted el papel que mandó, que cómo va mi niña... Si pudiéramos, escribiríamos una novela con cada caso. Nunca sabemos de qué vamos a enterarnos al llegar. Esta semana nuestra sorpresa ha sido mayúscula al comprobar que nos han adjudicdo una alumna nueva en 6º procedente del IES cercano. Sí, habéis leído bien: empezó el curso en 1º de ESO, después de cursar "de aquella manera" 6º en un centro concertado. No aprobó, pero al irse del centro le "regalaron" la promoción. Había estado varios años en el extranjero y su nivel de conocimientos, incluida la lengua española, es penoso. Su madre no estuvo de acuerdo con el cambio de etapa, pero, por cuestiones que aún desconozco, tuvo que remover Roma con Santiago hasta conseguir que el Inspector Jefe autorizara el traslado a nuestro colegio. Así que ahí está la criatura, afrontando por segunda vez en dos meses escasos un nuevo centro, nuevos profesores, nuevos compañeros, nuevo material... Le mandé escribir una redacción sobre ella, sus gustos, sus mascotas... para hacerme una idea de su capacidad de expresión. Escribió diez líneas escasas y le pregunté cuántos años tenía. "Doce", me contestó. "¿Y no escribes ni una línea por año? Anda, cuéntame algo más." Así que a ver qué hacemos con ella. A veces tengo la sensación de que los centros públicos somos la casa de tócame Roque. Si no fuera por nosotros estos casos, y tantos otros, no tendrían solución. ¿Es razonable lo ocurrido con esta niña? Pues no, y lo malo es que a nosotros nos fríen con papeles, programaciones, competencias, estadísticas... y para qué, digo yo, si cada dos por tres hay que modificarlo todo. Qué falta de seriedad... En qué manos estamos...
Mucho peor es lo ocurrido en el IES de Brunete. Hace poco más de una semana les obligaron a reducir a uno los Bachilleratos de Humanidades y Sociales, eliminaron los desdobles y los apoyos y se llevaron a tres profesores recién contratados, que han vuelto a engrosar las listas del paro porque hay que reducir gastos. ¡Y no pasa "ná"! Ésta es la política educativa de la Comunidad de Madrid, la que gestiona la inefable Esperanza con mano férrea, la que pelea con su "jefe" de filas por el control de Cajamadrid mientras presume de liberal. ¿Tantos millones de madrileños están ciegos? ¿No ven cómo se privatiza la sanidad y la educación para beneficiar a los listos de turno? ¿Qué hacen los sindicatos?
Precisamente el otro día hablé con un par de sus representantes. No siento simpatía por ellos en general, lo reconozco. Creo, como muchos, que son unos "renegados de la tiza" que, salvo excepciones, no nos representan ni nos defienden. Son la otra cara del poder. Me contaron, entre otras cosas, que ahora tienen entre manos el caso de una profesora de ESO denunciada por unos padres y dejada a su suerte por el Equipo Directivo correspondiente. Resulta que pilló copiando a una alumna en los exámenes de septiembre, le quitó la chuleta y la suspendió, claro. El papá de la criatura fue a protestar, faltaría más, y además la denunció por "intromisión en la intimidad de su hija" (?) porque la chuleta en cuestión estaba en su estuche y la profesora, evidentemente, la sacó de ahí. Para colmo, el asunto llegó a la Inspección, que le pidió la programación y todos los papeles imaginables. Al no constar en ningún sitio que copiar en un examen era motivo de suspenso (?), la profesora se encontró en una situación de total indefensión, por lo que recurrió al sindicato. Y en ésas andan, a ver cómo sale de este atolladero la compañera. Nunca había oído un caso semejante, y eso que yo también he pasado por situaciones cuando menos insólitas.
También me contaron, como caso divertido, para compensar, que en un colegio de Madrid con un alto porcentaje de inmigrantes pasó la Secretaria por las clases para rellenar esas prolijas estadísticas que tanto gustan a la Administración. En una de ellas notó que un alumno con claros rasgos sudamericanos no levantó la mano al ser preguntado: "¿De dónde eres?". "De Perú". "¿Y por qué no levantas la mano?" "¡Es que no tengo papeles!", respondió, asustado. Supongo que pocos pueden llegar a entender la respuesta del muchacho, ni llegar a imaginar su pánico ante ciertas situaciones. Muchos como él están escolarizados, sí, con suerte, pero arrastran una historia familiar normalmente sangrante y la amenaza de la expulsión siempre está ahí.
Para rematar la semana, el viernes celebramos (más bien celebraron, yo me quedé en mi clase corrigiendo porque mis alumnos estaban de excursión) el dichoso Halloween con disfraces de monstruos varios y desfile de calabazas elaboradas por los propios alumnos a instancias de las profes de Inglés. Todo muy americano, para eso somos un centro bilingüe. Es una batalla perdida. Yo temo esta fecha, ya lo comenté el año pasado. Nunca me libro de las pandas de gamberros que no saben divertirse sin hacer daño, sea el motivo que sea. Anoche vi pasar algunas de estas bárbaras hordas con máscaras y disfraces que sin molestarse en llamar siquiera al timbre tiraron directamente tres huevos, por lo menos, a la fachada de mi casa. Otros vecinos tuvieron peor suerte, si cabe: quitar huevo reseco de la carrocería de los coches es harto difícil, alguno incluso tenía la ventanilla bajada y la tarea se extiende a la tapicería. Viva la globalidad, sí, señor, si la entendiéramos bien...
A pesar de todo tuve un rato para releer "Don Juan Tenorio", que siempre es un placer, y hoy he dedicado buena parte de la tarde a elaborar huesos de San Expedito para que mañana los saboreen mis colegas. Hay que mantener las tradiciones españolas, tan ricas en todos los sentidos.
Para terminar, os contaré una auténtica anécdota de Noche de Difuntos vivida por una colega a la edad de doce años, más o menos. Es de un pequeño pueblo de Segovia, y tal noche como ésta que nos ocupa, fría y ventosa, volvía a casa acompañada por unas amigas cuando vieron venir por la carretera dos fantasmas blancos y resplandecientes agitados por el viento en plena oscuridad. Corrieron a sus casas, invadidas por el pánico, claro está. Al día siguiente supieron la verdad de lo ocurrido: una vecina fue a recoger unas sábanas que tenía tendidas en el huerto, temiendo que se las llevara el viento, y como estaban tiesas por el frío tuvo que llevarlas sujetándolas una con cada mano, por lo que vistas desde lejos parecían dos auténticos fantasmas. Es de imaginar el susto de las pobres niñas al ver cobrar vida a unos simples trozos de tela.
Vuelvo a recomendaros el artículo de Pérez Reverte titulado "Sus muertos más frescos". Y también es buena ocasión para releer "El miedo", magistral relato de Valle-Inclán. Nada saben de esta inteligente sutileza los guionistas de esas películas de supuesto terror llenas de sangre y vísceras, historias insustanciales trufadas de gritos histéricos y situaciones esperpénticas (en el peor sentido de la palabra). Hace unos años se me ocurrió ir a ver una película japonesa titulada "Llamada perdida". En qué hora... Ya la taquillera me advirtió: "¿Va sola?" "Sí". "Es de miedo". "Ya". "De mucho miedo", insistió. "Bueno, no se preocupe, si me desmayo ya me recogerá alguien". La sala estaba casi llena de adolescentes. La historia iba de unos chavales que van muriendo a las veinticuatro horas justas de recibir una llamada en sus móviles. Tras el primero, el cine fue un desmadre: empezaron a sonar los móviles, las musiquitas, contestaban a voz en grito entre risas, saltaban de una butaca a otra... Dinero y tiempo perdidos, qué le vamos a hacer...
Feliz semana a todos.