La isla interior es una historia dura, íntima, realista y estremecedora sobre unos personajes que sufren, sufren mucho por su situación personal y por su herencia familiar. Tres hermanos, Gracia (muy cambiada Cristina Marcos, pero perfecta en su papel), Martín (excelente Alberto San Juan, premio al Mejor actor en la Semana de Cine de Valladolid) y Coral (sufriente Candela Peña, siempre tan expresiva) deben reunirse con su madre (Geraldine Chaplin, madre dura y manipuladora) en la casa familiar en Las Palmas porque el padre (Celso Bugallo, aquí esquizofrénico) ha intentado suicidarse y está en coma. Los tres viven, desde hace tiempo, con el temor a heredar la enfermedad del padre, ya manifiesta de alguna manera en dos de ellos. O acaso están enfermos por otra causa, no se sabe hasta qué punto una enfermedad mental es genética o se produce por motivos educacionales y ambientales.
Martín es un escritor frustrado lleno de manías, obsesionado con el orden. Es profesor de instituto, está enamorado de una alumna y cree, en su delirio, que se va a ir con ella a París. Alberto San Juan está perfecto en su papel. En algunas escenas llega a ser cómico, pero infunde sobre todo lástima. Me recordó mucho a un tío mío ya fallecido, por eso digo que no está claro el desencadenante de su dolencia. Su problema, entre otras cosas, es su madre, una madre dominante y áspera que maneja con mano férrea la familia desde que su marido es incapaz de hacerlo. Parece que está a gusto en ese papel, disfruta con el poder, con la ascendencia sobre su marido y sus hijos. Pero también sufre, como todos los demás.
Martín es un escritor frustrado lleno de manías, obsesionado con el orden. Es profesor de instituto, está enamorado de una alumna y cree, en su delirio, que se va a ir con ella a París. Alberto San Juan está perfecto en su papel. En algunas escenas llega a ser cómico, pero infunde sobre todo lástima. Me recordó mucho a un tío mío ya fallecido, por eso digo que no está claro el desencadenante de su dolencia. Su problema, entre otras cosas, es su madre, una madre dominante y áspera que maneja con mano férrea la familia desde que su marido es incapaz de hacerlo. Parece que está a gusto en ese papel, disfruta con el poder, con la ascendencia sobre su marido y sus hijos. Pero también sufre, como todos los demás.
Coral es la más normal, si por normal se entiende no tomar medicación y llevar una vida insatisfactoria porque lo que desea, ante todo, es ser querida, sentirse amada, como su personaje en Princesas, que sólo deseaba trabajar en un supermercado y que su novio la recogiera a la salida, una aspiración humilde y humana. Aquí tampoco lo consigue. Está enamorada de un hombre casado, en cuya casa trabaja como asistenta. Se engaña pensando que él la necesita, en realidad sólo es un pasatiempo, una aventura sin importancia. Ella espera mucho más, algo que no llega y que la arrastra hacia la humillación. Cuando alguien vive una historia imposible hace cosas ilógicas, rayanas en la locura o al menos en la insensatez. La insatisfacción, el choque con la realidad, a veces es insoportable.
Lo mismo le ocurre a su hermana Gracia, actriz en una serie de televisión que confunde la realidad con la ficción. Cristina Marcos está muy cambiada desde aquella divertida comedia titulada Todos los hombres sois iguales. Aquí tiene la mirada extraviada, como si lo que ve no fuera lo que se imagina. Se ha fabricado un mundo paralelo, irreal, en el que cumple sus deseos, cuando deja de tomar la medicación recetada por el psiquiatra. Las pastillas la devuelven al mundo tangible, lo que no soporta. Es dubitativa, como una muñeca rota, llena de sufrimiento y de vacilaciones. No sabe qué hacer para ganarse el cariño de su familia. Quiere conseguir el amor de un compañero, y reacciona con violencia cuando no lo logra.
Lo mismo le ocurre a su hermana Gracia, actriz en una serie de televisión que confunde la realidad con la ficción. Cristina Marcos está muy cambiada desde aquella divertida comedia titulada Todos los hombres sois iguales. Aquí tiene la mirada extraviada, como si lo que ve no fuera lo que se imagina. Se ha fabricado un mundo paralelo, irreal, en el que cumple sus deseos, cuando deja de tomar la medicación recetada por el psiquiatra. Las pastillas la devuelven al mundo tangible, lo que no soporta. Es dubitativa, como una muñeca rota, llena de sufrimiento y de vacilaciones. No sabe qué hacer para ganarse el cariño de su familia. Quiere conseguir el amor de un compañero, y reacciona con violencia cuando no lo logra.
Es una familia unida por el dolor, no sólo por el cercano final del padre, sino por el sufrimiento que arrastran desde tiempo atrás. Coral insiste en que Martín debe dejar la casa de sus padres, tiene que irse lejos, lejos de ese ambiente asfixiante y enloquecedor. Martín lo intenta, pero se sabe que no podrá hacerlo. Le han hecho inútil, le han cercenado sus ilusiones, sus posibilidades de ser escritor. Si la familia no te hace libre, te ahoga. Creo que no hay término medio. Los mayores dramas y las mayores alegrías transcurren entre los muros de la casa familiar, muchas veces invisibles a los ojos ajenos. Cuando salta alguna noticia terrible es habitual escuchar a los vecinos que "parecían normales, nada hacía presagiar esta tragedia". ¿Se ve venir el drama? ¿Se adivina? Si así fuera, podría evitarse, ¿no? Y, sin embargo, sucede una y otra vez, con una frecuencia alarmante. La familia es el nido natural del ser humano, debería ser cálido, acogedor, abierto, pero pocas veces lo es. Cuando los hijos son pequeños se mantiene cierta armonía, pero al llegar a la edad adulta, con nuevas incorporaciones, el equilibrio se rompe. Quizá era demasiado frágil, o artificial. Todos tenemos familias con esqueletos en el armario, con secretos, con rencores largamente guardados, con recuerdos dolorosos, a veces con verdaderos traumas. Los lazos de sangre no garantizan nada, más bien son una amargura añadida porque quien más debería querer causa en ocasiones un daño irreparable. Nos hacen creer que se quiere a todos los hijos por igual, que quien nos trae al mundo lo darían todo por nosotros, que familia y cariño siempre son sinónimos, y resulta terrible comprobar en ocasiones que no es así. Damos por sentado que debemos llevarnos bien con padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, sólo por el hecho de compartir la sangre y el apellido, cuando la tozuda realidad nos demuestra continuamente lo contrario. Las forzadas reuniones familiares a veces acaban en urgencias o en la comisaría, o, en el mejor de los casos, dejan un amargo sabor de boca. Hemos idealizado esta institución. Por supuesto que hay familias felices, al menos parcialmente, pero es un caldo de cultivo para confrontaciones y disgustos.
En la película hay escenas en la UCI, que tanto he visitado recientemente, como sabéis. Me resultaba terriblemente conocido ese ambiente de enfermos graves, tubos y máquinas que mantienen la vida hasta límites casi inimaginables. Quién me manda recordar todo eso comiendo palomitas... Pero lo aguanté bien, iba prevenida. También sabía que iba a ver un drama familiar, pero es un drama muy bien contado y mejor interpretado. Los actores son la gran baza de las películas españolas, junto con el guión. Aquí supongo que el título alude a ese aislamiento interior que todos sentimos al menos alguna vez, aunque estemos rodeados de gente. En la película viven en una isla (preciosa, por cierto, digna de ser visitada y disfrutada) rodeada por un océano inmenso, pero en vez de libertad les proporciona angustia, indefensión. No puedo contaros mucho más sin hablaros de mi propia familia, y no es el momento más adecuado. Me hizo pensar y recordar, pero no me hizo sufrir, lo que ya es mucho para mí a estas alturas.
Dunia Ayaso y Félix Sabroso se pasan al drama tras comedias como Perdona, bonita, pero Lucas me quería a mí. Dominan con buen pulso unos personajes atormentados, en busca de cariño y comprensión, zarandeados por la vida. Tienen miedo, son frágiles, están desorientados. Quieren cambiar, pero no pueden. Tienen miedo incluso a tener miedo. Necesitan calor, comprensión, compañía. ¿Y quién no? Es una película recomendable, desde luego, si buscas una historia intensa y cercana, porque todos somos en realidad náufragos en el mar de la existencia. Los que tenemos suerte encontramos salvavidas a los que asirnos. Otros continúan a la deriva, perdidos en su isla interior porque las otras, las reales, están demasiado lejos.
Feliz semana a todos.