domingo, 31 de mayo de 2009

YA HUELE A VERANO


Diga lo que diga el calendario, ya está aquí el verano. El calor mesetario ha llegado de golpe, como siempre, adueñándose de cuerpos, mentes, escaparates y armarios. De un día para otro aligeramos el vestuario, empezamos a preparar gazpacho y ensaladas y pensamos en las inminentes vacaciones. En verano cambiamos los rituales cotidianos, retiramos las alfombras, guardamos las mantas y los jerséis, lavamos a toda prisa la ropa ligera y alegre largamente arrinconada y contempalmos, horror de los horrores, nuestra piel blancuzca que las camisetas y los pantalones cortos muestran de modo inmisericorde. Las mujeres soportamos mal ese cambio tan drástico. Por un lado nos apetece aligerar el vestuario y pasar del gris monjil al rosa adolescente, pero, descontentas siempre con nuestro aspecto, nos vemos poco favorecidas con tanta piel al descubierto. Hemos ido tapando nuestro abrigo natural con capas y capas de tejidos cálidos y ahora llega la hora de la verdad, como nos recuerdan una y otra vez las llamadas revistas femeninas. Y digo yo: ¿de verdad es eso tan importante? Pues no. El calor obliga a despojarse de ciertas prendas, bendita sea la hora de quitarse tanta lana de encima, y en vez de disfrutar del cambio de estación nos amargamos pensando en los malditos kilos de más, en la inevitable flaccidez y en la palidez de la piel, en una época en la que el moreno es signo de salud y bienestar, aunque los dermatólogos no se cansan de advertirnos de los peligros del exceso de sol. Ya es hora de ser realistas y de disfrutar de lo que somos y de lo que tenemos sin compararnos con esas artificiales modelos y actrices que pasean sus famélicos palmitos encaramadas a sus perpetuas ojeras.

Qué queréis que os diga, sufro como cualquiera por el exceso de peso y por mis muchas imperfecciones, pero me niego a ir tapada de los pies a la cabeza para ocultar mis defectillos. Vestir bien en verano es fácil con la ingente oferta al alcance de todos los bolsillos. Con un poco de buen gusto y de sentido común se puede ir estupendo, cómodo y fresquito sin caer en el ridículo. En esto, como en todo, el peligro está en no asumir la propia condición. No se puede vestir como un adolescente pasada cierta edad porque resulta patético. Por mucho que algunos envidien esos cuerpos y esas edades una falda demasiado corta o un ombligo al aire son opciones erróneas. A este tema ha dedicado varios mordaces artículos Pérez-Reverte, siempre tan crítico.

No me gusta el calor insoportable que se adueña de casi toda España durante tres largos meses o más, pero disfruto con la gran oferta de frutas veraniegas, por ejemplo (esas cerezas prietas y jugosas, los dulces melones, las nectarinas rojas y refrescantes, las paraguayas de forma aplastada, los melocotones olorosos y ambarinos...), la variedad de ensaladas (admiten todo tipo de ingredientes más allá del tomate y la lechuga, tan socorridos), los fríos y sabrosos gazpachos (por sí solos ya son todo un menú de verano algunos días), las barbacoas (olor inconfundible del verano en tantas urbanizaciones)... Me encanta ver la gran oferta de los mostradores de los mercados en esta época, es como si la Naturaleza entera saliera de su letargo y nos ofreciera una explosión de colores y sabores acorde con la expansión de los cuerpos, liberados de sus ataduras invernales.

Me encanta que los días sean ya tan largos, poder pasear hasta casi las diez, leer tranquilamente a la sombra sin prisa, sestear en la penumbra, y, llegado agosto, disfrutar de Donosti y sus alrededores tanto en la playa como bajo la lluvia, que nunca falla en esa zona. Estoy deseando volver a disfrutar de las puestas de sol desde el monte Igueldo y ver el batir furioso de las olas en el Peine de los Vientos. Todo se ralentiza porque el calor no invita al movimiento, todo lo contrario, incita a la quietud y al reposo. Dicen que en Madrid tenemos nueve meses de invierno y tres de infierno, pero lo mismo, o más, podría decirse de otras zonas. En cualquier caso, vivimos en un país pródigo en lugares deseables para disfrutar de unos días de descanso, sean cuales sean nuestras aficioes y preferencias.

Para los docentes y estudiantes junio es un mes terrible. Es el último del curso y el que nos exige más trabajo en las peores condiciones: exámenes, evaluaciones, recuperaciones, papeleo absurdo e interminable, oposiciones, reuniones... Las clases se hacen muy pesadas porque las aulas se convierten en hornos y todos estamos ya cansados. Los chavales quieren ir al servicio una y otra vez y su lógica desgana es palpable. Algunos padres se muestran ahora (a buenas horas, mangas verdes) preocupados por el posible suspenso de sus vástagos, como si las múltiples advertencias recibidas a lo largo del curso hubieran sido una mera anécdota. Otros piden material para trabajar en verano, como si eso fuera la panacea, el remedio a diez meses de escaso esfuerzo. A estas alturas ya sabemos que todo el pescado está vendido y sólo cabe esperar que el curso próximo aprendan antes la lección. Los que tienen una oportunidad en septiembre harían bien en aprovecharla, pero la experiencia nos demuestra año tras año que en la mayoría de los casos es un puro trámite con poco fruto. Penoso, pero es así.

Quería hablaros de la adaptación cinematográfica de Millenium I: Los hombres que no amaban a las mujeres, pero el repentino cambio de estación me ha hecho variar de idea. Os diré que es una estimable versión en imágenes, correcta y ágil de la novela que tanto éxito está teniendo desde su publicación. Este tipo de novelas tiene su público y no gusta a todos, lo sé. A mí me gustan, me entretienen, aunque reconozco su falta de estilo en muchos casos. En este caso la trama es complicada pero está bien resuelta. En la película, como suele ocurrir, faltan detalles que sí aparecen en la novela, pero cuenta lo fundamental con una estética muy cuidada, seña de identidad del cine nórdico. Es muy apropiada para pasar un buen rato (es bastante larga, pero se pasa en un vuelo) sin más complicaciones.

Id por la sombra y no escatiméis en agua, por dentro y por fuera. Feliz semana a todos.

sábado, 23 de mayo de 2009

GOOD

Algunos temas son repetidamente tratados en el cine, con mayor o menor fortuna. La 2ª Guerra Mundial, el Holocausto, el nazismo y en España la Guerra Civil (algunos piensan que en exceso y con pocas variaciones). Quizá sea bueno recordar tanto para no olvidar. Good es la última, por ahora, que trata el tema del nazismo, pero desde un punto de vista diferente, algo siempre de agradecer. Cuenta la historia de un profesor universitario de literatura en la Alemania ya a principios del nazismo, con problemas personales: madre enferma, dos hijos, un suegro entrometido, una mujer algo ausente... El partido en el poder le solicita para que escriba un ensayo que apoye las teorías sobre la eutanasia porque el argumento de una novela suya versaba sobre ello. Pensaba que era llamado para un fin poco claro y casi se siente aliviado cuando comprueba que sólo se trata de eso, de un escrito. No comparte las ideas nazis, pero cree que son unos exaltados que durarán poco en el poder. Se alarma un tanto cuando en el patio de la Universidad queman un montón de libros y el rector le dice que debe eliminar a Proust de su lista de autores recomendados porque es uno de los tenidos por peligrosos contrarios al régimen imperante. Ni siquiera entonces John Halder (estupendo Viggo Mortensen) reacciona con miedo. Casi sin darse cuenta se ve convertido en un alto mando del III Reich. Su mejor amigo es un psicoanalista judío que ve el peligro real cuando es demasiado tarde. No huyó de Alemania mientras pudo porque era alemán, había luchado por su país en la 1ª Guerra Mundial, no tenía por qué marcharse. Cuando por fin decide hacerlo le resulta imposible y es llevado a un campo de concentración en Silesia.
John Halder deja a su mujer porque inicia una relación con una de sus alumnas que le persigue descaradamente. Cuando se queda embarazada es alabada en una fiesta porque va a perpetuar la raza aria, de la que ella es perfecta exponente. En cambio, otro dirigente nazi que no puede tener hijos no asciende como debería debido a esa "pequeña" complicación. Se encuentra tan desesperado que piensa incluso en buscar un joven que deje embarazada a su mujer. ¿Por qué no, si ésa es la obligación de todo buen alemán, según el partido?
Good es la historia de un hombre atormentado que se ve involucrado casi sin enterarse en un sistema cruel y totalitario que llegó a ser capaz de cometer las mayores atrocidades. ¿Alguien pudo haber previsto desde sus inicios hasta dónde llegarían? Pero las directrices estaban marcadas desde el principio. La explicación quizá sea que la espiral creció sin medida y el ansia de poder y sangre de Hitler no tenía límites. Dio al pueblo alemán lo que creía necesitar en ese momento, una forma de volver a su sueño tras las penosas condiciones de rendición que les impusieron después de la 1ª Guerra Mundial. Les dijo lo que querían oír. Quizá sea cierto que gran parte de los alemanes desconocían los crímenes nazis, y que incluso muchos soldados no eran conscientes de lo que hacían, pero cuesta creerlo, la verdad. ¿Cuándo se es consciente de los propios actos y de sus consecuencias? John Halder es un hombre bueno e inteligente que no cuadra con la idea del nazi asesino. Se afilia al partido para asegurarse su puesto en la Universidad sin imaginar siquiera las consecuencias de semejante acto. ¿Cuándo se da cuenta de su error? Cuando comprueba que las personas que le rodean, sobre todo su amigo Maurice, sufren por ello, pero ya es tarde para volverse atrás. La escena final es demoledora.
Viggo Mortensen encarna perfectamente al profesor atormentado al que le ha tocado vivir una época intensa y atroz en un país en la que no se podía ser neutral, un periodo de la Historia duro y terrible. Ahora conocemos toda su magnitud, por eso es necesario no olvidar porque puede repetirse, al menos en parte, en cuanto se den las condiciones propicias para ello. La extrema derecha tiene no pocos seguidores y basta "calentar" lo suficiente a ciertas personas para acusar al extranjero de muchos males nacionales y para resucitar viejos fantasmas siempre al acecho. Me acordé, viendo la película, de La Ola, que también recomendé en su día, y de otra, quizá de los años setenta, francesa, que creo se titulaba I, como Ícaro. Cuenta un experimento para comprobar la inclinación o predisposición de cada cual a obedecer al poder. Unos voluntarios deben aplicar pequeñas descargas eléctricas a personas aparentemente vulgares sometidas a una serie de preguntas. Cuando se equivocan, zas, descarga. Al principio son muy pequeñas, pero van creciendo en intensidad según avanza el experimento. Los "examinadores" cumplen con su "deber" porque así se lo han mandado, y cuando se dan cuenta de la barbaridad que están cometiendo es demasiado tarde. Quizá todos nosotros seamos iguales: cuando el rechazo o el castigo al otro es pequeño no le damos importancia. ¿Acaso no empezó así el nazismo? Al principio sólo se trataba de excluir a los judíos de ciertos ámbitos públicos, luego se cerraron sus locales, después se les marcó con una señal, más tarde se les confinó en guettos... hasta llegar a matarlos por millones. Tamaña atrocidad creció poco a poco, como crecen la maldad, el odio, la xenofobia, el racismo... No podemos permanecer impasibles ante estos males que no duermen ni desaparecen. Lo dije en otro foro cuando vi Crash: hay que hacer algo. No podemos dejar que el fanatismo, la intolerancia y la injusticia ganen la partida.
Good no es una película redonda, pero es bastante recomendable. Hace pensar, que ya es suficiente para ir a verla. Da pie para hablar sobre la atracción del poder, por ejemplo, para averiguar qué tiene para que tantos caigan en sus redes, lo deseen y no quieran abandonarlo. Viggo Mortensen llena la pantalla, como siempre. En Promesas del Este estaba memorable. Cuenta en una entrevista que sufrió un estremecimiento cuando se puso el uniforme de las SS, y no era para menos. Nunca me defrauda, aunque como no he visto El señor de los anillos no le he visto en el papel que le dio fama. Me gustó también mucho en Alatriste, a pesar de sus defectos.
Id al cine, siempre hay algo que merece la pena ver. Feliz semana a todos.

sábado, 16 de mayo de 2009

Esta semana me tocaba cine palomitero. Ya no ponen La vergüenza, tendré que esperar a verla en DVD, así que caí en la tentación de ver la continuación de El Código DaVinci, que era bastante pesada. El libro era bastante malo, desde luego, pero, inexplicablemente, se convirtió en un gran éxito de ventas. La oposición de la Iglesia le hizo un gran favor. Ángeles y demonios, también un best-seller, ha corrido mejor suerte en el cine. Es bastante larga pero muy entretenida. Eso sí, si no buscas credibilidad y te limitas a disfrutar de un buen espectáculo visual y de una trama entre lo policiaco y lo religioso, porque no soporta un análisis mínimamente riguroso. Se lo han currado con los escenarios (todo reproducciones, el Vaticano no deja rodar allí) y los actores están bastante bien en general. No leí el libro porque no quería más de lo mismo, pero como producto de entretenimiento cumple a la perfección. Hay derroche de medios, incluido un salto en paracaídas sobre la plaza de San Pedro. Todo increíble, claro, pero te lo tragas con total naturalidad porque de eso se trata, de entretener. Si quieres pensar sobre la Iglesia hay otros métodos y otras películas: Escarlata y Negro, Las sandalias del pescador, Amén... Todos conocemos su poder, sus tesoros y sus métodos, así que ponerse a contar una historia haciendo elucubraciones sobre todo ello no parece muy difícil. Las pistas se fabrican a voluntad porque cada cual las interpreta a su manera, es lo bueno de la imaginación. La Historia Sagrada, las vidas de santos, la abundante imaginería, los ritos, los símbolos, todo proporciona ingente material para crear mil historias. Lo de menos es la Fe, según yo lo veo. Nunca he entendido cómo puede tener millones de seguidores, supongo que porque todos necesitamos creer en algo y si nos ofrecen una respuesta plausible o una esperanza no necesitamos más. Yo sí lo necesito, por eso no quiero nada con esta religión que me impusieron y que tantos destrozos me causó. Pero ésa es otra historia.
Siempre me ha gustado Tom Hanks, me parece que conoce bien su oficio y además no va de ídolo. Se le ve cómodo en su papel. Al estilo de un súper agente, tiene que salvar a cuatro cadenales y evitar la detonación de una bomba de antimateria, nada menos. Sigue las pistas concienzudamente y corre por iglesias y subterráneos en busca de los dichosos Illuminati (¿son también una invención? No lo he buscado). Ewan McGregor está cuanto menos curioso con sotana, cumple muy bien con su papel de camarlengo. Su personaje es el más complejo, como sabréis ya los que habéis leído el libro. Como curiosidad, sale Thure Lindhardt, que no os sonará pero estaba estupendo en Flame y Citron, que vi hace unos meses. La chica, Ayelet Zurer, cumple y poco más. Creo que faltan más toques de humor, pero el plazo se agota y no hay tiempo para chistes.
Conocemos de antemano muchos detalles relacionados con el Papa: no hay autopsia ni siquiera en caso de muerte dudosa (ya nos lo contaron en El Padrino con mucho más encanto), los cardenales se reúnen en la Capilla Sixtina a puerta cerrada para elegir a su sucesor, el público congregado en la Plaza de San Pedro espera anhelante la fumata blanca... Ritos y más ritos, pero en el fondo es más de lo mismo, común a todas las sociedades: la lucha por el poder no conoce fronteras, y de eso la Iglesia católica sabe un rato. Poder material, desde luego, porque atesora incalculables riquezas, y poder espiritual porque tiene jurisdicción, consentida o no, sobre millones de almas. Se permite el lujo de opinar sobre leyes civiles y de intervenir en las decisiones de una mayoría legítima si no coinciden con sus intereses. Pretende gobernarnos a todos con "sus" normas como si no hubiera más bondad y justicia fuera de ellas. Quiere convertirnos en pecadores dignos de arder en el infierno a los partidarios del aborto (o simplemente por no oponernos), el divorcio o la investigación con células madre. A la fuerza tiene que ser enemiga de la ciencia, no es que hablen distinto lenguaje, es que son radicalmente diferentes.
Hablando de algo totalmente distinto, he empezado a leer Déjame entrar, que me está gustando. Ya os contaré en qué se diferencia de la película, que por lo que veo tiene numerosos admiradores.
Feliz semana a todos.

domingo, 10 de mayo de 2009

UN BUEN HOMBRE

Hoy me tocaba ver cine español. Una colega me habló de esta película que van a retirar pronto, me temo, así que he ido a verla. Está bien, aunque tiene algunas trampas y no acaba de desarrollar la idea original, que es buena. Lo mejor son los actores, como suele pasar. Tristán Ulloa es Un buen hombre y Emilio Gutiérrez Caba, que siempre ha sido un gran actor, su amigo mayor, casi un padre para él y mentor en la Facultad de Derecho.
La película comienza con la clase inaugural del curso: Vicente (Tristán Ulloa) anima a los alumnos principiantes, les dice que van a ser los encargados de hacer cumplir las leyes, unos superhombres, los guardianes del Bien porque sin duda existe, igual que existe el Mal. Es un hombre intachable, católico, justo, cumplidor, con una buena posición y una mujer que le quiere. Cree que es bueno porque hace las cosas según el libro. Tiene unas convicciones morales inamovibles, en las que lo blanco es blanco y lo negro es negro, no hay lugar para claroscuros. El mundo le compensa por su "bondad" al otorgarle una Cátedra a la que aspiraba. Pero algo sale mal: se convierte en testigo de un crimen y se coloca en una posición en la cual tiene que ampliar su visión, entender que, en la vida real, las cosas son mucho más complicadas y tienen muchas más lecturas de las iniciales. Cuando sus propios intereses se mezclan en la trama descubrimos de lo que es capaz "un buen hombre", nada que ver con la idea inicial.
Pregunta: ¿se debe hacer cumplir la ley o ayudar al amigo al que tanto se debe? ¿Se puede ser asesino sin renunciar a lo que ha costado tanto conseguir? ¿Se justifica la hipocresía y el delito en determinadas circunstancias? ¿Se paga un precio por todo ello? La literatura y el cine están llenos de ejemplos de asesinos circunstanciales. Hay quien hace el Mal simplemente por eso, por maldad, pero recuerdo, por ejemplo, esa escena espeluznante de El inocente en la que el protagonista mata al bebé de su mujer dejándolo en la ventana en pleno invierno para evitar que sea su heredero, algo que le parece inconcebible: no es suyo, no es de su sangre, no tiene derecho a llevar su apellido ni a heredar su fortuna. La persona con quien vi la película lo justificaba plenamente. Yo, no. Curiosamente, acabo de terminar Catalina, la fugitiva de San Benito, cuyo punto de partida es el intercambio de recién nacidos porque el hidalgo necesita un heredero varón, y su cuarto vástago es otra niña. La envía a un convento bajo la tutela de su hermana la priora, pero no la abandona. La historia es bastante complicada, pero acaba enganchando.
No me parece que el honor familiar sea tan importante como algunos creen. Mi madre decía que no era posible querer a un hijo adoptado como si fuera propio, pero los casos que conozco afirman lo contrario. La importancia de la "limpieza de sangre" pasó a la historia. ¿O no? Hoy abundan los casos de hijos ilegítimos (aunque la ley desechó este término hace años) utilizados de modo torticero. Aún hay hijos de republicanos que han vivido en una familia que no era la suya y siguen buscando sus orígenes. Todos queremos saber de dónde venimos. Parece que conocer las raíces nos afirma en nuestra identidad. Y, sin embargo, un hijo adoptado tiene los mismos derechos que uno natural. ¿Seguro? Conozco algún caso en el que los abuelos se niegan a reconocer al nieto porque no es de su sangre. ¿Es una doble moral? ¿Es hipocresía? ¿Es una idea del honor mal entendido?
Volviendo al tema de la película, hay más casos en los que un hombre pacífico se convierte en su antítesis movido por las circunstancias. Ocurre en Perros de paja, por ejemplo, pero en este caso el protagonista, Dustin Hoffman, debe recurrir a la violencia para proteger su hogar y su familia. Cuando el atenuante es la legítima defensa las cosas cambian: no eres un asesino, te has defendido en buena ley. ¿Y si matas al asesino de tu hija porque no confías en la ley? Hay tantos casos con tantos matices que no se puede simplificar. No envidio a quienes deben aplicar las leyes, aunque todos tenemos opinión a la hora de juzgar los casos que saltan a la luz. En caliente, por ejemplo, tras un atentado, prácticamente todos somos partidarios de la pena de muerte. Otra cosa es pensar con objetividad y cierta frialdad una vez conocidas todas las circunstancias. Se dice: "Odia el delito y compadece al delincuente". No puedes juzgar sin tener todos los datos, lo cual es prácticamente imposible. En un conflicto siempre hay que escuchar a todas las partes implicadas. Todos los días nos surgen casos en los que hay que tomar decisiones, enjuiciar, dar nuestro parecer. Evidentemente, eso no implica enfrentarse a un asesinato, pero, ¿y si llegara el caso? Nunca sabemos cómo vamos a reaccionar llegado el momento. Mejor que no llegue.
Buena semana a todos.