Llevo días intentando escribir en el blog, pero no hay manera, la conexión va lentísima, como si se contagiara del tremendo calor que nos acosa, y no me deja insertar las imágenes que deseo. Al final he conseguido poner ésta, que no tiene nada que ver con la película que deseo comentar, Madres e hijas. El panorama cinematográfico veraniego es penoso, como sabéis, y este año más, con la enorme competencia del fútbol. El pasado fin de semana fue para llorar, según los distribuidores. Cuando por fin acabe el Mundial quizá mejoren las cosas. Fiel a mi costumbre, venciendo la pereza que me da el calor, fui a ver esta maravilla de Rodrigo García, hijo de Gabriel García Márquez. Cuenta la historia de tres mujeres cuyas vidas acaban cruzándose teniendo en común la maternidad vista de modos diferentes. Los actores son sensacionales. Annette Bening está increíble dando vida a Karen, que se vio obligada por su madre a dar en adopción a su hija porque la tuvo con catorce años. Es una mujer difícil, amargada por ese recuerdo. Nunca olvidó a su hija, a la que no conoció. Le escribe cartas, imagina cómo es, cómo se llamará, le guarda regalos de cumpleaños... La relación con su madre, ya mayor y casi impedida, no es fácil. Llega a conocerla mejor cuando muere gracias a la asistenta, a quien contó cosas que ella ignora. Encuentra el amor inesperadamente en Paco (Jimmy Smits), un nuevo compañero de trabajo que le ofrece comprensión, estabilidad y cariño.
Su hija se llama Elizabeth (magnífica Naomi Watts), es una abogada de éxito de 36 años que perdió a su padre adoptivo y apenas tiene contacto con su madre de adopción. No sabe o no puede establecer relaciones personales sólidas y duraderas. Aguanta poco tiempo en cada trabajo, no quiere echar raíces. Inicia una aventura con Paul (sobrio y expresivo Samuel L. Jackson, sensacional), su jefe, viudo y con hijos mayores, pero deciden acabarla por miedo al exceso de compromiso, aunque él está dispuesto a hacerse cargo del hijo que ella espera si es suyo, algo que ella no le aclara porque también ha tenido relaciones con un vecino casado por el simple afán de aventura y placer sexual.
Lucy quiere ser madre a toda costa, pero al no poder serlo por vía natural decide embarcarse en el proceso de adopción con su marido. Van a adoptar al hijo de una muchacha de veinte años, hija de una madre soltera. El marido tiene muchas dudas y finalmente se separan porque él desea un hijo propio, no adoptado, pero ella sigue adelante con su idea. Cuando tiene finalmente al bebé no es el esperado (no cuento más por si la veis) pero aprende que ser madre es difícil, que la criatura absorbe todo su tiempo y no deja espacio para casi nada más, es exigente y acaparador. Cualquier madre sabe lo que es eso.
La película está llena de detalles bonitos y otros duros, no es edulcorada pero es realista y tierna. Se entrecruzan varias vidas de hombres y mujeres, sobre todo mujeres, con el tema común de la maternidad vista desde diferentes ángulos. La sensibilidad del director, también autor del guión, es exquisita. Mima las historias, las entrelaza sin forzarlas, las resuelve con naturalidad. Es un excelente tratado sobre la mujer y sobre la maternidad que interesará también a los hombres.
Se ha escrito y dicho tanto sobre la figura de la madre... La relación materno-filial no suele ser fácil. Todos conocemos casos de madres absorbentes, acaparadoras, dominantes, causantes de no pocos problemas en sus hijos, pero también de lo contrario, madres entregadas, cariñosas, abiertas, que enseñan a los hijos a volar y a crecer en libertad. Las consultas de psicólogos y psiquiatras están llenas de hijos que arrastran serios problemas con sus progenitores. Yo fui (o soy) una de ellas y doy fe de lo difícil que es aclarar esa maraña de sentimientos contradictorios y solucionar la relación amor-odio que se establece entre padres e hijos. Hablar de ello me llevaría muchas páginas. Me costó asistir a varios grupos de terapia, en los que aprendí muchísimo, pero finalmente llegué a la raíz del asunto y pude entender muchas cosas. Y es que la familia, esa institución tan sacralizada por algunos, se convierte en demasiadas ocasiones en un nido de víboras, en una lucha de intereses y de poder, incluso en una tumba porque los sucesos más terribles a veces se desarrollan en el hogar. Ese nudo primigenio no siempre es idílico ni acogedor. Los maestros conocemos cantidad de casos de padres ineptos, desentendidos, malos educadores por exceso o por defecto, y también de lo contrario, claro.
Supongo que siempre se ha dicho que la familia está en crisis, no es nada nuevo. Los partidarios a ultranza de la familia tradicional ven el aborto, el divorcio, el matrimonio entre homosexuales, la reproducción asistida, la píldora, el preservativo, la maternidad o paternidad en soledad y otros hechos "modernos" como enemigos peligrosos que van a acabar con ella. Yo no lo veo así. Conozco casos de familias tradicionales desastrosas y de familias "diferentes" felices y estupendas. Hasta hace no muchos años ser madre soltera, por ejemplo, era un terrible deshonor, aparte de un pecado mortal, y hoy es una opción tan válida como otra cualquiera. Ser buena madre no está garantizado por un papel, un sacramento o un apellido. Requiere cariño y paciencia, sobre todo, buenas dosis de entrega y de sentido común, de generosidad y de alegría. Yo sólo tengo un hijo, estupendo, eso sí; me habría encantado tener más, pero la Naturaleza no estaba por la labor, qué le vamos a hacer. Ya tiene 23 años, que se me han pasado en un vuelo. Disfruté muchísimo de él cuando era bebé, cuando le llevaba al parque, cuando montábamos juntos en bici, en las cabalgatas de Reyes, viendo las películas de Disney, asistiendo a sus progresos en los estudios... No me he perdido nada. Odio a esas madres que tienen dos hijos y dicen que les sobra uno y medio, o las que se lamentan continuamente del tiempo que, según ellas, les roban sus hijos porque no pueden ir al cine, salir por la noche o gastar lo que les apetece. ¿Para qué tienen hijos entonces? Un hijo te cambia la vida, debe cambiártela, pero no es un castigo ni una cruz. Es una obligación, sí, pero no una castración. Compaginar hoy trabajo y maternidad es una heroicidad, pero no significa desentenderse ni abandonar a las criaturas.
El tema, como veis, da para mucho. Cada uno tiene su experiencia y su visión. Yo os recomiendo ver la película porque es cine del bueno y porque hace sentir y pensar. Está llena de detalles que no deben pasar desapercibidos. Al fin y al cabo, todos somos hijos y seguramente padres, así que nada de lo que en ella se refleja nos es ajeno.
Id al cine, siempre hay buenas opciones y las salas están fresquitas (a veces demasiado). Felices vacaciones a todos.