domingo, 29 de mayo de 2011

TODOS ERAN MIS HIJOS (Y ALGO MÁS)

La realidad es tozuda y con frecuencia poco agradable. Aún estamos bajo los efectos de las elecciones, tan desafortunados y desalentadores para muchos, y seguimos pendientes de los cada vez más numerosos indignados que dan muestras continuas de educación, civismo e inteligencia frente a la brutal represión policial y las voces airadas de quienes les consideran hippies, ociosos y revoltosos porque se han atrevido a poner en solfa un sistema injusto y decadente. No sé cómo acabarán, pero cuanto más sé de ellos más cargados de razón me parecen. Su lucha pacífica es actual, pero no es nueva. Los modelos de barbarie, corrupción y ambiciones han estado presentes en otras épocas, somos, por desgracia, poco originales.  


El gran Henry Miller estrenó en 1947 en Broadway, bajo la dirección de Elia Kazan, nada menos, Todos eran mis hijos, un drama genial, intenso y nada complaciente sobre la ambición, la culpa, el remordimiento y los secretos familiares que trascienden las paredes del hogar. Joe Keller (magnífico Carlos Hipólito) es un empresario de éxito que ha hecho fortuna gracias, entre otras cosas, a la fabricación de elementos para aviones de combate en la reciente Guerra Mundial. La prisa, la competencia y la ambición condujeron al terrible error de enviar unas piezas defectuosas que causaron la muerte a veintiún pilotos. Un empleado suyo cargó con la culpa y está en la cárcel mientras él sigue con su vida, encarnación del sueño americano, héroe incluido, pues su hijo mayor murió durante la contienda.
Su mujer, Kate (estremecedora Gloria Muñoz) no ha superado el dolor por la muerte del hijo, se niega a aceptarla, está convencida de que volverá algún día pues se le dio por desaparecido. Intenta mantener la armonía familiar, es la figura sobre cuyos hombros recae la responsabilidad de evitar problemas y guardar el orden establecido. Por eso no consiente que su hijo menor, Chris (muy bueno Fran Perea, contra todo pronóstico, he de confesarlo) se case con Ann ( estupenda Manuela Velasco), novia de Larry, el hermano ausente pero muchas veces mencionado porque su muerte sigue planeando sobre todos los demás.
Aparece George, hermano de Ann, dispuesto a reivindicar la inocencia de su padre, injustamente culpado de un error del que no fue responsable. Bajo la aparente buena relación con los vecinos que incluso juegan a las cartas en casa de Joe late la sospecha, la desconfianza. Todos saben o intuyen la verdad pero prefieren fingir que la ignoran para evitar problemas. Las relaciones humanas tienen mucho de hipócritas, las mentiras parecen necesarias para no tirarnos al cuello de más de uno.
La tensión va en aumento hasta el trágico desenlace. Joe reconoce, finalmente, su culpa en aquel desgraciado accidente, pero se justifica diciendo que lo hizo por su familia, que necesitaba el dinero para darles una vida cómoda y desahogada, que otros muchos hicieron lo mismo para satisfacer la demanda bélica (terrible verdad), que tenía que hacerlo para seguir siendo competitivo... Y estremece e indigna saber que es así, entonces y siempre: los caídos en las guerras son carne de cañón pero en demasiadas ocasiones no interesa saber los detalles de su muerte. Recientemente se ha conmemorado el octavo aniversario del terrible accidente del YAK42 y los vergonzosos hechos posteriores. Los auténticos culpables están libres. ¿Cómo puede alguien seguir viviendo como si nada hubiera pasado tras acciones así?  ¿Qué clase de conciencia permite sobrevivir siendo responsable de la muerte de otros? Pienso en los nazis aún ocultos Dios sabe dónde, en los asesinos de tantos africanos, asiáticos, sudamericanos..., en los criminales de guerra que nunca pagan su culpa, en los dictadores que mandan al patíbulo a cuantos se les oponen... La lista puede ser interminable.
Chris admira a su padre, por eso la verdad le resulta doblemente dolorosa: a la muerte del hermano debe sumar la terrible certeza de la culpabilidad de su padre. ¿Qué debe hacer ahora? Toda su vida se desmorona. Él, que también luchó en la guerra, ya no sabe cuál es su lugar. Sólo queda el dolor.
Henry Miller dosifica perfectamente la tensión, utiliza las palabras precisas para ir mostrando los sentimientos que cada cual lleva dentro. El idílico jardín americano se convierte en el escenario en el que se desarrolla la tragedia. Son unos pocos vecinos, unas cuantas familias, pero representan a miles, quizá a millones que han vivido lo mismo, alcanzados por los tentáculos de cualquier guerra, por la ignominia de tantas acciones vergonzosas. Es imposible no estremecerse ante sus palabras, sus gestos,sus imponentes silencios.
Gran parte del teatro (lleno pese a la final futbolística) aplaudió en pie la maravillosa representación . Todos los actores estuvieron sublimes, hacía tiempo que no veía unas interpretaciones tan perfectas y ajustadas. Ojalá lleguen a muchos lugares de España para dar a conocer este clásico imperecedero. Conviene no olvidar para saber reconocer el Mal bajo cualquiera de sus seráficas apariencias. 

Sólo un par de recomendaciones más: El Castor, la última película dirigida por la inteligente Jodie Foster, que aquí cede el protagonismo a Mel Gibson, un actor y director más que estimable a pesar de ser un bocazas ultraconservador. Cuenta una historia con varias lecturas, centrada en la depresión de un exitoso hombre de negocios que se desmorona como otros muchos y que encuentra la salvación aparente en una marioneta que se adueña de su vida y de su familia. Es una película interesante, me sorprendió gratamente.

Para terminar con algo optimista, no dejéis de ver Midnight in Paris, la última de Woody Allen, soñadora, inteligente y original. No es la mejor de este neurótico confeso pero desprende alegría de vivir, algo muy necesario hoy día. Nos muestra París con unas imágenes tan bonitas que dan ganas de salir pitando con cualquier excusa, es un documental impagable. La banda sonora es preciosa,como siempre. No soporto habitualmente a Owen Wilson, pero Allen sabe sacarle el mejor partido posible. Todos los demás actores no desentonan en absoluto: Kathy Bates, Adrien Brody, Marion Cotillard, incluso Carla Bruni en un breve papel (menuda prenda para el pequeño Sarkozy). Conviene que no sepáis más para no estropear la magia que encierra. Alguien comentó a la salida que "cómo se nota que a éste la crisis le tiene sin cuidado", pero al fin y al cabo ése es el propósito del cine, hacerte olvidar por un rato la cruda realidad.


Feliz semana a todos.



martes, 17 de mayo de 2011

NO TENGAS MIEDO







Aún no he podido hablar con nadie que haya visto No tengas miedo, la última película de Montxo Armendáriz, todavía en los cines. Trata un tema incómodo y la gente no está por la labor de sufrir. Como ocurre en la realidad, por desgracia, prefiere mirar hacia otro lado o cerrar los ojos. Yo fui a verla sabiendo a lo que iba, movida por el interés que me suscitaban las críticas leídas u oídas. Las más fiables hablaban de delicadeza y tacto al abordar un asunto tan delicado, y no se equivocaron.

La película se apoya en un sólido guión que elude el morbo y las situaciones demasiado explícitas. Muestra sin enseñar, por eso resulta más atroz lo que adivinas que lo que ves. Ves esa mano paterna amorosa y solícita y te revuelves al saber lo que ocurre cuando la cámara sólo enfoca la cara de la niña, una Michele Jenner fabulosa en cada escena. Lluis Homar representa a la perfección un papel difícil, incómodo. Hay quien dice que da incluso pena. A mí no me la dio. Por mucho que me lo expliquen, no puedo ni siquiera intentar entender qué mueve a un padre a destrozar la vida de su hija. Es lo mismo que los maltratadores: ¿Son enfermos o simplemente malos? Yo me inclino por lo segundo. No sé nada de patología criminal o mentes desviadas, más allá de lo que cuentan las películas, ni me interesa. Todo intento de justificación me irrita, me parece injusto. En la película aparecen testimonios reales de personas que han padecido abusos, casos espeluznantes, y uno de ellos dice algo así como que para cuando encontró el valor   suficiente para denunciar a su agresor el delito ya había prescrito. "¿Y mi dolor cuándo prescribe?", se pregunta. El malvado se va de rositas, la víctima tarda años en recuperarse o no lo consigue nunca. Las secuelas son tanto físicas como psíquicas, terribles, increíbles.




Dice Carlos Boyero algo así como que "el hombre del saco está en casa", y nada más cierto. A todos de pequeños nos previenen contra los extraños, el peligro que representa que un desconocido nos ofrezca caramelos para llevarnos a lugares terribles, pero nadie nos advierte de lo retorcido que puede llegar a ser un abuelo, un profesor, un cura, un padre, de las atrocidades que se cometen entre las paredes del sacrosanto hogar, el respetable internado, la impoluta sacristía. Adultos asquerosos que abusan sin ningún escrúpulo de menores indefensos, incluso bebés, que machacan su inocencia y su cariño con el peor de los delitos impunemente, porque encima lo peor no es el hecho en sí, con ser terrible, es que además el resto de la familia, incluso la Iglesia,  sabe y calla, oculta la tremenda verdad, no muele a palos al cerdo ni le castra sin miramientos, se hace la desentendida y aquí paz y después gloria. Las víctimas están terriblemente solas, doblemente solas porque aunque les crean, algo harto improbable, nadie hace nada.  



Aquí es la madre, interpretada por Belén Rueda, la que escucha (más bien sólo oye) las quejas de su hija sin darle crédito. Hacerle caso habría supuesto un vuelco en su vida así que lo soluciona marchándose y dejándola con su padre porque es quien mejor puede cuidarla. Se desentiende de ella. Silvia está sola, terriblemente sola. Se siente trágicamente unida a su padre por una relación ambigua pero muy profunda. Se refugia en la música y en el juego de manera enfermiza, no sonríe hasta el final, cuando se vislumbra la esperanza. Ha pasado su infancia y adolescencia sufriendo en silencio. Un día estalla y encuentra por fin a una persona capaz no sólo de entenderla sino de encauzar su miedo y su inseguridad  a través de la palabra. Verbalizar lo que nos ocurre es el primer paso para solucionarlo, hay que poner palabras al dolor, a la rabia, a la frustración. Hay miles y miles de casos y sólo una pequeña parte salen a la luz.  ¿Qué pasa con el resto? ¿Cómo recuperan su vida las víctimas? ¿Cuántos cabrones pagan su culpa? Muy pocos. Los hay de todo tipo y condición, en todas las escalas sociales, pero abundan los que utilizan su poder para hacer daño, mucho daño. 

Armendáriz tardó años en hallar la manera de contar mediante imágenes esta realidad sangrante. Buscó, investigó, entrevistó a víctimas y terapeutas. No tengas miedo está narrada desde el punto de vista de Silvia, la cámara se mueve con ella. Sientes su dolor, su impotencia a través de su mirada ojerosa y triste. Pamplona es el escenario perfecto, lluviosa y fría cuando corresponde. 
No sé por qué nos da tanto reparo ver películas como ésta, valiente, delicada, respetuosa, honesta pese a la tremenda realidad mostrada. Te conmueve si eres sensible, pero no es desagradabe gracias a una fabulosa labor de contención y mimo, de cariño hacia esos seres indefensos que han de encarar cada día como si fuera un punto de partida porque les han robado el pasado. En mi vida profesional he conocido varios casos de maltrato, por desgracia, pero ninguno de abusos, que yo sepa. Por eso estoy especialmente sensibilizada sobre esta dura realidad. De mi experiencia personal... otro día, si acaso. No temáis verla, es dura pero muy recomendable.
Totalmente distinta (es lo bueno del cine) es El inocente, mala traducción de la novela de Michael Connelly The Lincoln Lawyer. Conocemos mejor el sistema judicial norteamericano que el nuestro gracias a productos como esta buena película que cuenta la historia de un abogado sin escrúpulos (uno más, diréis), muy bien encarnado por Matthew McConaughey (hay que ver con el apellido...) que tropieza con un caso que se complica por momentos. Sorpresas, giros de guión, hallazgos inesperados... todos los ingredientes necesarios para fabricar una intriga correcta y bien resuelta se dan cita aquí. Me gustó mucho porque me encantan las novelas policiacas y el cine negro, me atrae la investigación policial y el estudio de los personajes. Muy recomendable para los amantes del género.
Estoy deseando ver Midnight in Paris, el último regalo de mi admirado Woody Allen. Dicen que es estupenda. Incluso sus película menores tienen algo grande. Ya os contaré.


lunes, 2 de mayo de 2011

CINE, TEATRO, VIDA...

Diversas circunstancias me han tenido alejada del blog. He cambiado de ordenador pero han surgido otros problemas con los que no contaba.

El pasado viernes fue mi cumpleaños y lo celebré con mis alumnos y colegas con alegría y buen humor. Les llevé tarta de queso y brownie y comimos en un sitio agradable. Algunos miembros de mi familia vinieron ayer y también fue agradable. Mi hermana y mi cuñada van mejorando, por fortuna. Hoy me ha tocado recoger y limpiar, pero como no he tenido clase ha sido llevadero.

Pude ver la versión teatral de La sonrisa etrusca justo antes de vacaciones. Es una adaptación admirable, dada la complejidad de la obra original. Héctor Alterio y Julieta Serrano están geniales, no así el resto del elenco, bastante flojitos. Si habéis leído la preciosa novela de José Luis Sampedro recordaréis que cuenta la historia de Bruno, nombre de guerra de Salvatore, que viejo y enfermo va a Milán a casa de su hijo para intentar una curación y descubre la ternura a través de su trato con Brunetino, su nieto, y Hortensia, una mujer con la que simpatiza de inmediato aunque le consideran gruñón y huraño. Me gustó esa forma de entablar una relación sentimental a las puertas de la muerte, libre de explicaciones y de convencionalismos. Los viejos tienen a gala decir lo que piensan sin ningún pudor. Bruno luchó contra los fascistas y sabe lo que es el peligro, el valor y la muerte. No entiende la manera moderna de educar a un niño, dejándolo solo llorando en su habitación, lo que le lleva a enfrentarse con su nuera, a quien llama "la Gestapo". Le queda poca vida y sin embargo no quiere rendirse. Muere con esa sonrisa enigmática en los labios, la que vio en un sarcófago etrusco.

La obra ha estado poco tiempo en Madrid, creo que ahora van de gira, así que si podéis id a verla, os gustará.

Mis amigas y yo aprovechamos la tarde para ver parte de la exposición Heroínas, la que está en la Fundación CajaMadrid y en el Thyssen. Contiene cuadros preciosos con la mujer como tema en diversas facetas: mártires, lectoras, místicas, magas... Safo, Juana de Arco, Santa Catalina, Circe... tantas y tantas mujeres famosas y anónimas que han vivido, sufrido, luchado, gozado y amado a lo largo de los siglos. A pesar de lo que hemos avanzado, sigue teniendo razón Mafalda: "La mujer, más que un papel, ha desempeñado un trapo en la historia de la Humanidad".
Código Fuente es la segunda película de Duncan Jones, hijo de David Bowie, tras Moon, una original historia de ciencia ficción que vi en su momento. Ésta es también del mismo género, pero más elaborada y sobre todo con más medios muy bien empleados. El argumento es bastante increíble: un capitán del ejército americano es enviado una y otra vez a un tren a punto de estallar para descubrir al terrorista. Sólo dispone de ocho minutos para averiguarlo, lo que convierte cada regreso en una cuenta atrás con un solo final si no consigue su propósito. Tiene giros de guión que van desvelando la verdad hasta el desenlace, así que no os cuento más. Me gustó bastante a pesar de su inverosimilitud. Jake Gyllenhal, Michele Monaghan y Vera Farmiga están muy bien en sus papeles.
HappyThankYouMorePlease (así, todo junto) es una comedia con diálogos inteligentes a partir de situaciones insólitas unas y corrientes otras. No tiene aires de grandeza ni insulta el buen gusto del espectador, a diferencia de otras supuestas comedias llenas de humor grueso y barato que no soporto aunque llenen las salas. Ésta es una película pequeña pero agradable, de las que dejan buen sabor de boca y recuerdo grato en los oídos. A partir del encuentro de un aspirante a escritor y un niño que ha pasado ya por varios hogares de acogida se tejen otras historias normales, de las que cualquiera podría ser protagonista. Me gustan estas películas bien hechas, sin alharacas ni efectos especiales desmesurados, con poco público, por desgracia.


Incendies es la más dura de las que he visto últimamente, sólo comparable a En un mundo mejor, que resulta blanda a su lado. Dos hermanos gemelos, chico y chica, descuben en la lectura del testamento de su madre que su padre no ha muerto y que tienen un hermano al que deben buscar para entregar un sobre, igual que a su padre. Están en Canadá y la búsqueda les lleva a Oriente Medio, quizá Líbano en los años 80/90 porque no se especifica. Cada escena supera a la anterior en dureza y dramatismo. Es una película de historias y de personajes que sufren al verse envueltos en circunstancias terribles porque les ha tocado nacer en una época convulsa en un país desgarrado por una guerra tras otra, por conflictos que parecen no tener fin. Cuesta entender a qué vienen ciertos detalles hasta que en el terrible final se descubre todo. Es el desenlace más impresionante que recuerdo, de los que dejan encogido y apesadumbrado. Y sin embargo la película, bastante larga, es hipnótica, fantástica, una gran obra. Ha obtenido varios premios y un gran éxito de crítica pero me temo que tiene poca difusión porque no es grata de ver. La recomiendo vivamente porque agradezco cuanto me hace pensar y sentir. Estamos quizá demasiado acostumbrados al horror de los telediarios y no nos fijamos en las personas que están tras esas imágenes casi rutinarias ya, seres que arrastran un pasado lleno de dolor y sufrimiento y que acaso ni siquiera tengan un futuro no ya feliz sino ni siquiera "normal".

Una última recomendación por si no lo habéis hecho ya: leed el discurso de Ana Mª Matute con ocasión de la entrega del Premio Cervantes. Qué prosa tan limpia y sencilla, tan sentida, tan clara y humilde. Una maravilla. Siento no saber poner el enlace, un día de éstos aprenderé a hacerlo...

Feliz semana a todos.