martes, 7 de junio de 2011

TIEMPO, TIEMPO...

Todos nos quejamos de la falta de tiempo. Vamos corriendo a todas partes, nos tomamos deprisa el desayuno, nos impacientamos en el coche, acumulamos compromisos, mandamos mensajes por el móvil en lugar de hablar tranquila y reposadamente, posponemos lo que no nos parece realmente urgente... Nos sentimos aturullados y sin embargo no nos concedemos unos momentos de descanso porque nos aterra el vacío, no queremos tiempo para pensar. La expresión latina horror vacui supongo que se refiere a eso, al miedo que nos da el silencio, la quietud, no hacer nada. Si no estamos ocupados continuamente nos parece que no estamos completos, que lo estamos haciendo mal. Hay muchos que identifican la actividad con el bienestar, no se conceden reposo  porque lo peor que les puede pasar es perder el tiempo. Sentimos ida la juventud con su lozanía, nos quejamos de la falta de fuerzas, de las arrugas, de las canas, y sin embargo es en la madurez cuando saboreamos más intensamente los placeres que la vida nos ofrece. Aprender a paladear un vino o un manjar lleva su tiempo. Tiempo, tiempo... Todo nos lleva a él.
Estos días cercanos al final de curso son terribles para los docentes. Se nos acumulan exámenes, recuperaciones, juntas de evaluación, reuniones con padres, comidas, cenas, compromisos... "No tengo tiempo" en la frase más repetida. Cuesta encontrar un hueco para hablar con un compañero, para fijar una cita. Yo tengo cinco citas entre hoy y mañana para hablar de otros tantos alumnos, y las que me quedan... Todos requieren atención y tiempo incluso a la entrada, en la fila. Yo suelo recibir a quien me reclama sin reserva previa, aunque hay quien abusa y cree que debemos estar disponibles a todas horas.
Últimamente me siento más pasiva cuando no estoy trabajando. Cumplo con mis obligaciones, faltaría más, pero con calma. Necesito pensar, no sé muy bien por qué ni en qué, pero lo necesito. Paso horas con escasas ocupaciones, como aletargada. Debería hacer más, pero no me sale ahora mismo. Ya lo haré. Cuando estoy eufórica me cunde muchísimo el tiempo, ordeno y limpio como una máquina. Otras veces miro los montones de papeles y carpetas con indiferencia. Ahí están, acumulando polvo año tras año. Tareas de antaño, afanes antiguos, recuerdos de una vida. Hay algo de mí en todo ello, algo que quizá no quiero limpiar ni remover. Y me sobran tantas cosas... ¿Qué es necesario? ¿Qué es accesorio? Vivimos en la abundancia material y nos falta la espiritual. Somos personas, no números (aunque Hacienda nos lo recuerde especialmente estos días), necesitamos calor humano más que calefacción y aire acondicionado.  
Cuando tenga tiempo volveré sobre todo esto...