jueves, 25 de noviembre de 2010

ÉL NO ES MALO

Él no es malo, entiéndelo. Sólo necesita mucho cariño. Sí, ya sé que tiene un modo muy raro de demostrarlo, pero, qué quieres, yo soy así. ¿Es que tú nunca has estado enamorada, Inés? ¿Y has puesto condiciones alguna vez? Entonces eso no es amor. No pongas esa cara, tú eres tan racional que no comprendo cómo puedes llevar tantos años con Alberto, que se desvive por ti, y tú sólo piensas en que su sueldo y el tuyo juntos os dan para pagar la hipoteca, tener dos coches y marcharos de vacaciones un par de veces al año. Vale, eso es importante, sí, pero no lo es todo. Ay, Inés, si tú supieras... ¿Que te lo cuente? ¿Y qué más quieres saber? Cada vez que te hablo de Juan pones mala cara y empiezas a reñirme. ¿Que no me riñes? Bueno, quizá no sea ésa tu intención, pero lo haces, por eso no te cuento más cosas. Me dices que tengo ojos de cordero degollado. ¿De dónde sacas esas comparaciones? Yo no estoy degollada, quizá un poco triste, pero el amor no es un camino de rosas. Qué le voy a hacer, cuando me llama y me dice "Ven" no puedo hacer otra cosa. ¿Que no vaya? ¿Y quedarme pensando qué hará y qué no hará, con quién andará, qué comerá, si es que come? ¿Que ya es mayorcito para comer solo? Tú no lo entiendes. No te rías o me iré. Ya sé que no te estás burlando, que eres mi amiga y que sólo a ti puedo contarte todo esto. No puedo decírselo a nadie más. Una vez leí que las relaciones extremas y difíciles son las que más enganchan, pero yo no me siento enganchada por eso. Tú crees que me gusta sufrir, y que por eso estoy tan colgada de Juan, pero no es eso. Uno no elige el amor, es el amor quien nos elige, y a mí me ha tocado éste, que no es tan malo como tú piensas. ¿Que te lo demuestre? ¿Y cómo se demuestra el amor si no eres tú quien lo siente? Tú no puedes entender lo que siento cuando se abraza a mí llorando a veces cuando llego, parece un crío, con lo alto y fuerte que es. Luego se le pasa y empieza a contarme mil cosas, todo lo que ha hecho, con quién ha estado, cuántos temas lleva ya estudiados... Es que tú no sabes lo duras que son esas oposiciones, si no se desahoga conmigo, ¿con quién va a hacerlo? ¿Quién va a ayudarle mejor que yo? No, no me estoy engañando, yo sé que me necesita tanto como yo a él, aunque seamos una pareja tan poco convencional. ¿Que no somos una pareja? ¿Y qué somos entonces? No, no estoy loca. ¿Por qué me dices eso? Qué sabrás tú... Perdona, sé que lo sabes, no quería decir eso. Es que somos muy distintas. Yo soy capaz de estar horas enteras viendo cómo estudia Juan, casi sin hacer nada, ni limpiar, por no hacer ruido que le moleste. Muchas mujeres han sacrificado su carrera y su vida por ayudar a sus maridos si eran importantes y necesitaban todo su apoyo. ¿Que son machistas? Qué cosas tienes. Y yo no lo soy tampoco, ni Juan, sólo es... especial. Mira, anoche preparó él la cena. No seas tan sarcástica, lo hace más veces. ¿Pero por qué te empeñas en ver sólo lo negativo? ¿Acaso tú estás siempre como unas castañuelas? Pues yo tampoco. ¿Que qué pasó hace tres días? Ah, eso... Bueno, fue una noche especial. No me hagas repetírtelo. Cuando llegué él estaba fatal. Sin decirme nada me arrastró hasta la cama. Hacía mucho que no le veía tan... eufórico. ¿Que si fue violento? No, qué va. Bueno, tampoco fue muy mimoso que digamos, pero yo ya estoy acostumbrada a sus desahogos. Hicimos el amor (a él no le gusta que lo diga así, es mucho más claro, no sabes qué cosas dice cuando está excitado, pero yo todavía me pongo colorada, no te rías) y luego... Luego me dijo que necesitaba estar solo y me fui a dormir al sofá. Me eché a llorar, claro, pero no insistí. Me levanté un par de veces para ver cómo estaba y allí seguía, durmiendo como un bebé. ¿Que por qué no le desperté a bofetadas? Pero qué bruta eres. Cuando conseguí dormirme ya era casi de día. A eso de las ocho se levantó, me dio un beso, me acarició la mejilla y me dijo que tenía que irse, que yo hiciera lo que quisiera y que ya me llamaría. Sí, como siempre, aunque te enfade tanto saberlo. ¿Que hasta cuándo voy a aguantar así? ¿Sabes tú cuánto tiempo vas a querer a Alberto? El amor no e suna inversión a plazo fijo, o te lo trabajas día a día o lo pierdes, y yo lucho por él cada hora, cada minuto. Porque yo le quiero, ¿sabes? Yo le quiero.

lunes, 8 de noviembre de 2010

UN LUNES CUALQUIERA




Lunes, ocho menos cuarto de la mañana. Suena el despertador. Sé que si no me levanto enseguida llegaré tarde, pero me vence la pereza. Me preparo el desayuno, recojo el periódico y el pan. Echo un vistazo a las noticias, que también suenan en la radio. Ecos y repercusiones de la visita del Papa (siempre la misma cantinela, con la Iglesia no puede ni Dios) y las mismas cansinas tertulias, la corrupción que no cesa, la crisis interminable, los ataques de unos contra otros repetidos, monótonos, vergonzosos, la gente normal y corriente harta de tanta ineptitud, de tanta mentira. Me ducho deprisa, me arreglo y salgo pitando, como siempre. Hoy hace frío, más de lo previsto. Nos habíamos acostumbrado a la primavera en otoño y el cielo gris nos recuerda que ya estamos en noviembre.
A la entrada del colegio se repite el atasco diario, coches mal aparcados que impiden el paso de los autocares. Una madre me habla brevemente de su hijo: si vuelve a portarse mal no va a la semana de la nieve. Subimos más o menos en fila. Deseo fervientemente encontrar la pizarra colgada y la estantería clavada a la pared. El miércoles instalaron una pizarra digital en mi clase y estuvimos dos días con la ancestral pizarra verde en el suelo, con el consiguiente riesgo, pues pesa lo indecible. Un alumno muy trasto se acercó a la estantería tambaleante y se le cayó encima toda la RAE en forma de diccionarios, sin consecuencias, por fortuna. Hoy ya han colocado ambas cosas, pero mi clase está hecha un desastre y sé que no tendré ni un minuto libre para colocarla.
Lengua a primera hora. Les reparto las redacciones corregidas y les escribo refranes sobre noviembre en la pizarra:
En noviembre, quien no tenga abrigo, que tiemble.
Por Todos los Santos, nieve en lo alto; por San Andrés, nieve en los pies.
Por Santa Catalina, la nieve se avecina.
En noviembre tu fuego enciende.
Del 20 de noviembre en adelante el invierno ya es constante.
Si en noviembre oyes que truena, la cosecha será buena.
Les mando unos ejercicios de ortografía. Alguno se fija en mi pañuelo, unas niñas dicen que huelo muy bien. No se les escapa una. Luego toca Estudio, ahora con el pomposo nombre de Alternativa a la Religión. Dieciocho criaturas con el libro de lectura, única actividad oficialmente permitida en esas preciosas dos horas completas semanales. Una compañera me sustituye para que podamos hablar mi compañero y yo con la psicóloga del SOEV sobre un alumno problemático. Llegó el año pasado, rebotado de un privado, y dio bastantes problemas. Se mostraba agresivo, decía muchos tacos, llegó a insultar gravemente a la profesora. No tenía amigos. Decidimos cambiarle de clase de modo provisional y parece que en la mía se encuentra más a gusto, se lleva mejor con los compañeros y trabaja más, así que vamos a seguir con esta medida hasta ver qué nuevos pasos da la psicóloga.
Mates, división por tres cifras, cálculo. Recreo, horror, el primer día de frío y me toca. Sopla un viento gélido que nos hace pensar que está nevando en la cercana sierra, ya nevada, preciosa. Ofrezco a los que pasan unos huesillos que hice el sábado, gustan a todos. "¡Qué ricos!" "¿Cómo los haces?" "Dame la receta". Una niña me ha dado también una caja de galletas Cuétara para los profes porque hoy es su cumpleaños. La empresa de comedor, además, nos ha hecho un bizcocho que les sale delicioso y unos pequeños emparedados fritos que desaparecen en cuestión de minutos. Se agradece el café calentito.
Ha vuelto María, de baja desde antes de la muerte de su padre. Está triste y más delgada. Blanca se encuentra mal pero no conseguimos que deje de vigilar el recreo. Son minutos siempre escasos para recados, saludos, intercambios... Reina el buen ambiente y la armonía, somos quizá una rara avis en la profesión, a tenor de lo que cuentan muchos.
Vuelta a clase, dos horas más. A las dos y media los alumnos han acabado, nosotros no. Algunos comemos en el colegio: judías verdes, pollo a la plancha, una especie de pastel de patata y champiñones, ensalada, fruta... A las tres y media, continuación del claustro de hace dos semanas, maldita sea, vuelta a hablar de la jornada única, que a todos nos tiene estresados y agotados. "Gracias" a la tabarra que están dando algunos padres nos la van a quitar quizá antes del final del trimestre, en cuanto acaben las obras de la ampliación del comedor. Consiguieron que hablaran de nosotros en la mismísima Asamblea de Madrid. Con la que está cayendo y se ocupan de un asunto tan particular, y además sin ningún rigor, con argumentos manidos e inexactos. Opiniones, informaciones, comunicados... Más de una hora para certificar que la enseñanza sólo preocupa realmente a los maestros: los políticos van a lo suyo (captar votos, ganar elecciones y justificarse), los padres se desentienden cada vez más (aumenta el número de padres y madres de niños de Infantil que reconocen que no pueden con sus hijos, manda narices, lo que hay que oír) y la sociedad nos sigue culpando de todos los males que nos acechan: vandalismo, botellón, falta de valores...
Tras el claustro, reunión Interciclo. Los profesores de 3º a 6º, más la PT y la Jefa de Estudios, debatimos sobre la conveniencia o no de entregar los exámenes a los alumnos para que se los lleven a casa. Finalmente decidimos dárselos corregidos para que los vean y comprueben los fallos, pero los guardaremos en el colegio. Si algún padre quiere verlos deberá pedir una tutoría.
También comenzamos a elaborar unos criterios básicos de evaluación para entregar a los padres, nada nuevo, pero conviene hacerlo constar por escrito.






La tarde es aún más fría y ventosa. Llego a casa casi a las seis, con ganas de descansar un poco, pero apenas me siento suena el teléfono. Maldita publicidad no solicitada, qué manía de soltar como una ametralladora ofertas ininteligibles. A veces cuelgo sin más, lo siento, sé que es una grosería pero no tengo tiempo ni ganas de discutir con alguien que sólo sabe recitar a piñón fijo unas consignas absurdas.
Luego me toca ir a comprar, horror, y recoger la cocina, hacer la cena... Mientras escribo veo a medias Syriana, que ya vi en cine, muy compleja y desmoralizadora, terriblemente realista. Qué mundo tan enrevesado, movido por la avaricia, los intereses cruzados, el ansia de poder. Menos mal que anuncian para el miércoles Irma la Dulce, una deliciosa comedia del genial Billy Wilder con una maravillosa Shirley McLaine en todo su esplendor y un magnífico Jack Lemmon. Es una de esas películas que siempre agrada volver a ver.


Así empieza mi semana, que preveo atareada, como todas. Martes y jueves, Pilates; sesión con el fisio también el jueves; el miércoles, presentación en Majadahonda del libro Querida Maestra, de mi entrañable colega Julia Resina. No pienso faltar. El viernes, por fin empieza un poco de respiro. Iré al cine, supongo. Últimamente he visto The Town y Caza a la espía, bastante recomendables ambas, más entretenida la primera. Ben Affleck ya va siendo un buen actor y mejor director además de seguir siendo guapo y Naomi Watts y Sean Penn son grandes figuras reconocidas por todos.
Encontraré algunos momentos para leer, ver alguna película, hablar con seres queridos, ocuparme de los míos, de mí... Seguiré entrando en clase dispuesta a compartir lo que sé con mis alumnos, guiándoles, ayudándoles. Me mantendré alerta, qué remedio, y acabaré cansada, pero feliz, porque sé que mi vida es ordenada a pesar de su aparente caos, satisfactoria, plena. Me siento afortunada por tener lo que tengo: un trabajo que me encanta, una familia maravillosa, amigos estupendos, ausencia de problemas garves de salud o económicos... Sería una ingrata si me quejara de algo. Por eso creo que debo dar a los demás algo de todo ello, aportar mi humilde labor para que algo a mi alrededor sea mejor, más agradable y llevadero. No sé si lo consigo, pero quiero creer que sí, que las buenas intenciones siempre recalan en algún puerto.
Feliz semana a todos.