lunes, 27 de octubre de 2008

Búsquenle los reñidores;
cérquenle los jugadores;
quien se precie, que le ataje;
y a ver si hay quien le aventaje
en juego, en lid o en amores.
¡Hola, colegas! ¿Cómo lleváis el inicio de la semana? Yo bien, con una agradable sorpresa gracias a una de mis alumnas. En mi lucha (perdida) contra Halloween les conté algunas de las tradiciones españolas relacionadas con el 1 de noviembre y les insinué lo de llevar dulces propios de estas fechas si algunos se sentía generoso. Voilá!, Patricia se ha presentado esta mañana con una bandeja de buñuelos de pastelería, gratamente festejados en el recreo. Una compañera me ha dicho en tono jocoso que tengo a mis alumnos bien adiestrados. Bueno, digámoslo así. Al menos en esta ocasión ha dado resultado la instrucción. Les he comentado que, según la tradición, cada vez que te comes un buñuelo sale un alma del Purgatorio, y, para mi pasmo, no saben lo que es. Les he dicho que se lo pregunten a las profes de Religión, pero no sé si se lo han contado. ¿Qué demonios estudian ahora estos chavales? Ya que dan Religión, mal que nos pese a muchos, al menos que enseñen lo fundamental, digo yo. Casi todos coincidimos en que sería interesante dar una Historia de las religiones, para saber lo importante de cada una, pero está visto que con la Iglesia hemos topado, no hay quien pueda con ellos.
Luego hemos tenido reunión para la CCP, y como este año soy Coordinadora me las trago todas. Venga papeles y recados. Quizá dediquemos la Semana Cultural a la gastronomía, ahora que me han quitado el taller de cocina. Hay una propuesta de la editorial Planeta para elaborar un libro de la localidad con aportaciones de los propios niños, desde Infantil hasta 6º. Es una buena idea, pero muy laboriosa. Veremos si sale adelante.
Creo haberos dicho el otro día que por estas fechas suelo releer el Tenorio, ya que se ha perdido la buena costumbre de emitirlo por televisión o representarlo en teatro. Ah, el Romanticismo, cuánto juego da en literatura... Esas historias desgarradas e hiperbólicas, desarrolladas entre fantasmas, cementerios y amores imposibles. Siempre me gustó esa etapa, desde mis tiempos de instituto. Creo que todos los maestros tenemos algo de románticos, en el sentido literario: luchamos por ideales a veces inalcanzables, nos rebelamos contra la injusticia y el poder mal ejercido y buscamos metas más allá de lo que dicta la mera norma. Ya no se lleva eso de querer redimir a un hombre (o a una mujer) por amor, pero no me digáis que no tiene su encanto seguir pensando que el cariño obra milagros. Aunque, bien pensado, qué mayor milagro que sobrevivir al día a día, a la hipoteca, al qué comemos mañana o qué hacemos el sábado o dónde vamos de vacaciones. La convivencia puede quemar mucho si no se trufa bien con mil detalles insignificantes que la hagan agradable. Parece que no queda mucho sitio para eso que se llama romanticismo a secas: velitas, cenas, lencería... Yo, la verdad, nunca he perdido la cabeza por esas cosas. Me sobran los aniversarios, los regalos y esas "tonterías" que a algunos les parecen tan importantes. Mi marido opina que cuanto más cariñosa se muestra una pareja en público, menos dura, y más de una vez he comprobado que es así. Creo que muchas parejas gastan demasiada pólvora en salvas y así les va. Bien está una sorpresa de vez en cuando, pero no hay que mosquearse por otros detalles menores. Recuerdo que la víspera de San Valentín, por ejemplo, mi marido se presentó con una rosa roja diciéndome: "Toma, para que mañana tengas suerte". Y es que tenía que ir a Puerta de Hierro para empezar los trámites para una operación. Quiso la suerte que me tocara consulta con un ginecólogo razonable que no era partidario de hacerla, con muchos argumentos. Os podéis imaginar lo contenta que salí. ¡Funcionó la intención de mi marido! ¿Casualidad? Por cierto, una compañera me recuerda que os debo la historia de cómo nos conocimos. Es verdad, pero lo haré otro día, hoy ya es muy tarde. Por eso también he de guardar para otro momento alguna reflexión sobre el Día de Difuntos. Os dejos hasta entonces con casi los últimos versos del Tenorio:
Yo mi alma he dado por ti,
y Dios te otorga por mí
tu dudosa salvación.
Misterio es que en comprensión
no cabe de criatura:
y sólo en vida más pura
los justos comprenderán
que el amor salvó a Don Juan
al pie de la sepultura.
Ya nadie escribe hipérbatos así, ¿verdad? Pero qué bonito queda...
Y para que veáis lo que he aprendido, os pongo el enlace para leer el artículo de Pérez Reverte sobre Halloween con todo el sello de la casa:
Otro día, más. Un saludo a todos.

sábado, 25 de octubre de 2008



¡Esto marcha! Gracias a la ayuda de Joselu (Profesor en la Secundaria, enlace al lado) he aprendido a añadir links a mi modesto blog. Ya iré haciendo más cosillas. Lo malo de este mundillo es que te consume mucho tiempo que a veces hay que quitarle a otros aspectos de la vida. Pero bueno, hoy es sábado y puedo permitirme el lujo de dedicarme a esto. Gracias a los que me vais escribiendo y no me perdáis de vista, que aquí estoy.
Ayer por fin me decidí a ver Camino. La verdad es que me impresionó. Me gustó mucho, a pesar de la dureza de la historia y de algunas imágenes. Creo que Javier Fesser se lo ha currado de lo lindo, a pesar de las críticas adversas que ha recibido y de las quejas de la familia de la niña. Todo ello era de esperar. Nada gusta a todos y si encima hay una implicación personal (Opus Dei mediante) se entiende que genere comentarios de todo tipo. Creo que es sobre todo una fábula llena de metáforas, de sensibilidad y de imágenes bellísimas. Carlos Boyero no comparte esta opinión, dice que sobran las escenas oníricas, pero yo creo justamente lo contrario, expresan perfectamente lo que pasa por la cabeza de la niña y ayudan a entender mejor su dolorosa situación. Comprendo que los del Opus estén rebotados, pero no les caricaturiza ni exagera lo más mínimo, lo que pasa es que no quieren darse a conocer en su verdadera dimensión, captan adeptos de otra manera. Cualquier historia, por trágica que sea, es fácilmente manipulable por motivos políticos, religiosos o sociales. Yo no comparto en absoluto la idea del sufrimiento como medio de salvación, quiero ser feliz aquí y ahora y no en un supuesto paraíso, pero entiendo que para los creyentes ciertos dogmas les sean de apoyo en los momentos difíciles.
Camino encierra muchos malentendidos (empezando por el nombre de Jesús), mucho oscurantismo y mucha infamia por parte de la madre, a la que acabas odiando (fabulosa Carmen Elías). El padre es un hombre en apariencia débil que arrastra mucho dolor, es un personaje precioso. Y Nerea Camacho, la protagonista, llena la pantalla con su mirada limpia e inocente. Qué bien refleja el deslumbramiento ante el primer amor no correspondido y la pena de los celos. Toda la película encierra múltiples mensajes, os recomiendo que vayáis a verla y os fijéis en algo más que en la polémica religiosa. Como tema de cinefórum es impagable, puede despertar tantas adhesiones como rechazos, y eso es bueno, creo que el cine ha de ser capaz de provocar sentimientos de cualquier tipo, tan acostumbrados como estamos a no sentir más allá de lo necesario. Yo agradezco que una película me emocione, me haga reír, o llorar, o pensar, lo que sea menos dejarme indiferente.
Leo en algún blog la preocupación de los profes por las faltas de ortografía. Realmente es un problema alarmante porque aparte de nosotros y poca gente más parece un asunto baladí. No son pocos los padres que creen que le damos demasiada importancia y que no se puede suspender a un alumno porque escriba burradas como "halmuada" y cosas peores. Luchamos contra una epidemia imparable, ciertamente, porque los propios medios de comunicación se comen las mayúsculas, las tildes y lo que haga falta en titulares, rótulos o anuncios. Malos tiempos para la correción lingüística en general. Algunos lo achacan al uso de los móviles y los mensajes SMS (yo ni siquiera lo tengo, me resisto a ello, y sin embargo me considero una persona muy bien comunicada con las personas que me interesan), pero yo creo que el asunto es más amplio. Es un síntoma más de la dejadez generalizada, del todo vale, de la devaluación de lo que está bien. No me gusta ser alarmista, creo que igual que valoramos los avances médicos hay que apreciar otros adelantos, lo difícil es no perder de vista lo que nos dicta el sentido común. ¿Qué tiene que ver eso con la ortografía? Yo lo veo como un elemento más del auge de la chapuza, la televisión basura o la pérdida aalrmente de los buenos modales. ¿Creéis que exagero? Mi colega Miguel seguro que está de acuerdo conmigo. Una cosa es la censura y otra dejar campo libre a la zafiedad y al mal gusto. Cada uno es muy libre de ver y pensar lo que quiera, pero a ver qué ejemplo damos a nuestros herederos. Creo que todo está unido, enlazado por hilos en apariencia invisibles. El que desprecia la ortografía seguramente tampoco valora el trabajo bien hecho ni la corrección en otros campos. Los maestros nos empeñamos en inculcar en nuestros alumnos hábitos saludables, normas adecuadas y aprecio por el esfuerzo, ahí es nada en estos tiempos. Creo que realizamos una labor muy valiosa y mucho más perceptible de lo que a veces creemos, llevados por el desánimo y el cansancio. Otra cosa es que recojamos los frutos apetecidos, pero todo se andará.
Mañana podré permitirme el lujo de leer tranquilamente el periódico en pijama después de desayunar tortitas con nata, un capricho de mi hijo. Espero que el cambio de hora no me afecte demasiado, aunque la escasez de luz a partir de ahora no me resulta agradable. Habrá que ver lo bueno del invierno: el placer de cobijarse bajo una buena manta, el calor de las chimeneas, el sabor de los caldos y cocidos... Dedicad algo de tiempo a la cocina en esta época, merece la pena. Aprovechad para hacer los huesos de San Expedito huyendo de la americanada de Halloween y releed el Tenorio, que es uno de nuestros grandes clásicos.
Feliz domingo a todos.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Entre col y col...



Es miércoles. Hoy ha llovido mucho. Ha sido un día muy atareado en el colegio, como casi siempre. Ha vuelto Pilar, nuestra Jefa de Estudios, tras la muerte de su marido. Entre todos intentamos ayudarla a superar el trance.
He estado hablando con los padres de dos alumnas y con la psicóloga. No siempre es agradable hablar con los padres, ya sabéis que a veces se ponen muy bordes por ignorancia o por simple atrevimiento, pero nos dan información muy valiosa. ¿No os ha ocurrido nunca que una madre se echa a llorar en cuanto empieza a soltar la quina que lleva dentro? A mí, sí, y creo que estoy cumpliendo una función que no me corresponde, pero no queda otra en ese momento. A veces (pocas) los padres se reconocen impotentes para resolver el problema de su criatura y piden ayuda. En esos casos da gusto proporcionarles soluciones porque es la manera más segura de sacar al niño adelante. En teoría esas conversaciones son confidenciales, pero solemos compartir la información cuando también atañe a otros compañeros. Se nota que todos estamos necesitados de un poco de atención, no dejamos escapar la ocasión de desahogarnos con el que tenemos delante, sea camarero, taxista o dependiente. Nos encanta hablar de nosotros mismos, no me lo negaréis. Una compañera me contaba hace años que una madre le contaba incluso cuándo, ejem, aprovechaban ella y su marido para hacer "eso" sin que los niños les molestaran. Quizá sin saberlo hemos salvado más de un problema familiar, no me extrañaría nada. Y es que el papel del maestro es mucho más complejo de lo que parece. En plan de coña me mandaron hace tiempo un correo hablando del asunto. Si lo encuentro os lo contaré.
Hablando de los padres, supongo que sentiréis la misma indignación que yo cuando veo cómo se comportan los niños en público teniendo al lado a sus papás. Todos sabemos lo difícil que es conseguir que un niño se porte bien en cualquier sitio, pero lo que clama al cielo es ver cómo la mayoría de los padres "pasan" de llamarles la atención y se ponen hechos una furia cuando otro lo hace con toda la razón del mundo. A ver por qué tenemos que aguantar los berridos de un crío en la mesa de al lado, o las carreras y gritos en los centros comerciales o en los centros de salud, entre otros muchos ejemplos. ¿Por qué les cuesta tanto a algunos adultos inculcar unas mínimas normas a los menores? El famoso juez Emilio Calatayud escribió un "Decálogo para tener un hijo delincuente" que no tiene desperdicio. Sin llegar a tanto, más de uno podría escribir otro parecido: "Cómo criar a un hijo maleducado" sólo con anotar lo que hacen cada día. Nadie dice que sea fácil educar a un hijo, pero si falla el sentido común y la propia educación, mal vamos. ¿Por qué tenemos tanto miedo de aplicar normas y seguirlas? Nadie desea un estilo de vida cuartelario, pero qué menos que un poco de rigor y disciplina en lo que hacemos cada día. Todos soportamos la falta de responsabilidad, aunque pocos hacen algo para remediarla.
Mientras escribo esto tengo en la olla un pudding de manzana que no sé cómo saldrá, medio me lo he inventado. En crudo está bueno, mañana lo probaremos. Me encanta cocinar, como os he dicho, aunque, obviamente, no todos los días tengo las mismas ganas de meterme entre cazuelas. Me parece una tarea bastante gratificante, en contra de lo que muchos piensan. Cuando me encargaba del taller de cocina comprobé cómo disfrutaban los chavales elaborando lo que más tarde iban a degustar con gran placer. Es una pena que ya no pueda hacerlo.Era muy cansado, eso sí, pero merecía la pena. Mi marido cocina de maravilla, se esmera mucho. En verano se encarga de las comidas y las cenas y yo vuelvo de la playa a mesa puesta, como una reina.
La foto que he puesto es de cuando el mar se pone bravo en San Sebastián, Donostia para los de allí. En días así la policía tiene que poner controles para impedir que la gente se acerque más de la cuenta a la orilla, y es que hay cada uno que se merece que se lo lleven bien lejos, por tonto.
Que tengáis felices sueños. Hasta otro día.

lunes, 20 de octubre de 2008

Lunes, lunes

Vaya, he conseguido insertar por fin una imagen gracias a la ayuda inestimable de mi colega Juan Antonio, un gran profe donde los haya. Cuánta buena gente hay en el Magisterio, como escribí en una ocasión. Yo tengo unos compañeros increíbles, aunque a veces tengamos diferencia de opiniones. Es un gusto poder charlar de cualquier tema, compartir un café o pasarlo en grande en esas rutas madrileñas que con tanto esmero prepara Miguel. Hay antiguos compañeros, algunos ya jubilados, que regresan con motivo de alguna celebración o para seguir colaborando con nosotros y siempre es un placer volver a verles. Otros no quieren saber nada de lo que dejan atrás, es otra opción igualmente válida. Yo creo que seré de los que vuelvan para seguir haciendo hasta cuando pueda lo que más me gusta: enseñar. Aún me quedan muchos años para la jubilación, y de momento no la deseo. Es un lujo que te guste tu trabajo, lo sé porque lo veo a diario. No hay nada peor que cargar años tras año con la cruz de una labor que te desagrada, sea la que sea, porque hay barrenderos felices y abogados insatisfechos, por decir algo al azar. Lo malo es que te obligan a elegir quizá demasiado pronto lo que deseas ser en la vida y son muchos los que cambian de rumbo si sienten haberse equivocado. Me parece bien, desde luego. Hay quien cuelga la corbata para montar una casa rural y quien recupera los estudios tras años de reponedor en Carrefour. Todo lo veo correcto con tal de encontrar una ocupación satisfactoria.
Trabajar con niños y adolescentes no es fácil. Pasan años antes de encontrar "tu" método, la forma de llegar a ellos, de hacerles trabajar en silencio, de motivarles para que disfruten aprendiendo, de hablarles sin gritar ni enfadarte aunque te pongan en el disparadero, de comunicarles tu amor por el trabajo bien hecho, de sacar de ellos todas sus posibilidades (ya sabéis aquello de que no todos valen para todo, pero todos valen para algo), en fin, de hacer de ellos lo que antes se llamaba "personas de provecho" y que se reduce, ni más ni menos, a enseñarles a caminar por una senda procelosa llamada vida. No todos mis colegas piensan así, creen que es una meta demasiado ambiciosa e inalcanzable, o que simplemente no es nuestra misión, que debemos limitarnos a enseñar cuatro cosas que marca la ley y ya está. Yo creo que enseñes lo que enseñes siempre estás transmitiendo una forma de ser y de ver el mundo que les acaba llegando e influyendo: se enseña más con el ejemplo que con la palabra. Me encanta que vayan a verme antiguos alumnos que aún recuerdan con cariño el viaje a Canarias, o aquel Carnaval tan divertido, o el taller de cocina... Ellos siguen avanzando y nosotros también, aunque parezca que estamos estancados en el mismo colegio haciendo el mismo trabajo. Cada nuevo alumno es un reto distinto, y cada vez más difícil, en eso creo que estamos todos de acuerdo. Tiempo tendremos de debatir sobre esto.
De momento os recomiendo leer un reportaje aparecido ayer en EL PAÍS: Mucho título y pocas letras. Es de los pocos que no indignan al leerlo, porque es vergonzoso cómo tratan la enseñanza en los medios en general. Cualquiera se cree con derecho a opinar sobre las leyes, la forma de dar clase, los contenidos o la disciplina en las aulas. Pero quién se habrán creído que son, paletos ignorantes aunque bien pagados. Claro que mucho de lo que cuenta este artículo también es discutible, pero al menos no carga las tintas exclusivamente contra los profesores, que suele ser lo habitual. La verdad es que en los tiempos que corren mantener el amor por la palabra bien dicha y correctamente escrita es más una heroicidad que otra cosa. Cada vez tenemos que enseñar más cosas en el mismo tiempo, y es imposible. No hace tantos años que los libros de texto traían nada menos que veinticinco temas, y se daban todos. Ahora son quince y gracias, y andamos siempre agobiados. Claro que antes no teníamos Educación Vial, ni temas transversales, ni mil actividades muy interesantes pero tremendas devoradoras de tiempo lectivo. ¿Cómo compaginarlo todo? Haciendo juegos malabares, intentando aunar disfrute y aprendizaje, condensando varias actividades... Es complicadísimo. Y encima tenemos que luchar contra la influencia de la nefasta televisión, los videojuegos y la sociedad en general, tan poco proclive hoy a perpetuar y apreciar valores como la honestidad, el esfuerzo y lo que antes se llamaba simplemente "buenos modales". El panorama es bastante desolador, pero muchos no tiramos la toalla porque sabemos que lo que hacemos merece la pena. Yo no voy a descubrir la vacuna contra el SIDA ni ganaré nunca el Nobel, pero sí sé que durante los dos años que tenga alumnos a mi cargo voy a hacer todo lo que pueda por ellos y voy a darles los instrumentos necesarios para seguir avanzando en su vida escolar y personal con aprovechamiento y casi, casi, hasta felicidad. Optimista que es una, pero es que si no empiezas el día con una sonrisa estás perdido.
Hoy es lunes. ¡Feliz semana a todos!

sábado, 18 de octubre de 2008

Fin de semana

Ayer fui al cine, como cada viernes. El viernes es además el día que solemos salir a comer los colegas para alejarnos un poco del cole, aunque llevamos muy mal lo de dar clase por la tarde, da mucha pereza volver. En cualquier caso el "finde" siempre se recibe con alborozo. Me fui hasta Las Rozas para ver La conspiración del pánico, aunque mi intención era ver Corredor de fondo, pero no llegué a tiempo. Con la tarjeta de Cinesa la entrada cuesta 5 euros, pero la palomitas y el agua me costaron nada menos que 7, qué ladrones. En Majadahonda la entrada ya vale 7,50, y luego dirán que hay que ir más al cine, qué morro tienen. Para una familia se pone en un pico considerable, no me extraña que la gente se baje pelis a mansalva de internet y se monte una sesión privada en el salón de su casa.
La película no está mal, aunque resulta bastante increíble, o no tanto si supiéramos de verdad con qué medios cuenta el poder para controlarnos. El argumento no es nuevo ni algunas situaciones tampoco: un chico normal y currante, pero indisciplinado y algo anárquico que se lleva mal con su padre se ve envuelto en un lío considerable sin saber cómo ni por qué. En eso se parece a Enemigo público, o, mejor aún, a Con la muerte en los talones, aunque a ésta no le llega ni a los ídem, y eso que copia con bastante descaro una de las escenas. Aparece un superordenador que recuerda al Hal de 2001: Una odisea del espacio, voz incluida. ¿Hasta qué punto es lícito entrometerse en la vida privada de las personas para salvaguardar la seguridad nacional? ¿Por qué algunos países se creen con derecho a invadir otros y causar miles de muertos? ¿Estamos realmente a salvo de los que dicen salvarnos? Hay cámaras por todas partes, quién sabe hasta dónde nos vigilan y de lo que son capaces con tal de seguir haciéndonos creer que todo lo hacen por nuestro bien. ¿Nuestro bien? ¿Qué derecho tiene nadie a saber adónde voy y con quién, o qué hago en mi tiempo libre, o lo que compro en el supermercado? Vamos por la vida sintiéndonos seguramente a salvo, pero no lo estamos. Cierto que a veces esos métodos sirven para atrapar a algún delincuente real, pero otras no son sino abuso de poder. Nos pueden encontrar en cualquier sitio, con cualquier motivo. No estamos a cubierto de virus (y no precisamente el de la gripe), de hackers y del Poder. A más supuesto desarrollo, mayor riesgo para la privacidad. En fin, el cine siempre ofrece historias espectaculares, esperemos que no todas se hagan realidad algún día.
No me apetece nada ver Camino, aunque confieso que me pica la curiosidad, pero la idea de ver en la pantalla el sufrimiento de una niña utilizado con fines propagandísticos me revuelve por dentro. Ya sé de lo que son capaces la Iglesia y el Opus. Conozco de sobra sus ideas sobre el sufrimiento glorificador, te dicen continuamente que es bueno sufrir en esta vida porque tendrás tu recompensa en la próxima. Joder, yo quiero ser feliz aquí y ahora, no cuando no pueda disfrutarlo, porque la existencia del Paraíso está por demostrar. Rompí con la Iglesia hace tiempo por motivos largos de explicar, y día tras día me demuestran que no se merecen mi atención ni mi dinero, que reciben a pesar de todo.
Ya estoy acabando Los hombres que no amaban a las mujeres. Ya tengo El documento Saldaña, que tiene buena pinta, y Un asesinato piadoso, de J.M. Guelbenzu. En verano leí Mil soles espléndidos, que es una preciosidad a pesar de su dureza, y Retrato en sepia, con bastante retraso con respecto a su publicación, pero bueno, ahí estaba, esperándome. Como siempre me ha encantado leer y me gasto una pasta en libros intento que mis alumnos también se enganchen a la lectura, pero es difícil. Les gusta mucho leer en voz alta, eso sí, y animo a los padres para que lo hagan, pero rara vez lo consigo. Hoy hay muchísmas publicaciones para cualquier edad, pero yo me hice lectora con Verne, Stevenson, Salgari, la colección Historias de la editorial Bruguera, el Capitán Trueno, el Coyote (mi ídolo de juventud), Frank G. Slaughter, Sven Hassel (los libros que tenía mi padre) y tantos otros. Durante años fui ferviente seguidora de Antonio Gala, pero sus últimas novelas me defraudaron mucho. A quien admiro de veras es a Almudena Grandes, pero la de las últimas novelas, porque no pude con Malena es un nombre de tango o Las edades de Lulú. En cambio me encantaron Los aires difíciles (la adaptación al cine fue muy digna), Modelos de mujer, Atlas de geografía humana y, sobre todo, El corazón helado, un novelón. También estoy a la espera de lo próximo de Lorenzo Silva, que siempre consigue engancharme, tanto en las novelas policiacas como en las dirigidas al público juvenil.
Otro día, más. Buen fin de semana a todos.

jueves, 16 de octubre de 2008

Nunc coepi (Ahora empiezo)

Me llamo Yolanda, como podéis ver en mi dirección. Me confieso una maestra feliz, aunque esté mal decirlo en estos tiempos de crisis, zozobra y desconfianza. Llevo trabajando más de treinta años, que se dice pronto, siempre en la enseñanza pública, en la que creo y a la que defiendo con todas las armas a mi alcance. Me encanta mi trabajo, siempre me ha gustado, aunque he pasado por etapas nada idílicas, pero siempre apasionantes. He trabajado en Móstoles, Parla, Majadahonda y Villanueva de la Cañada. No me he movido mucho, como veis, he tenido suerte con mis destinos. Hice Magisterio en Burgos, mi ciudad natal, y Madrid. Aprobé la oposición a la primera, en aquella época no es que fuera fácil, pero había muchas plazas. Viví en el Sahara español, en El Aaiún, desde 1965 hasta 1973, época de la salida de España de aquel territorio. Como sobre eso hay tantas opiniones diferentes no diré nada, al menos de momento. Mi padre era militar y me inculcó el respeto a la autoridad, disciplina y el valor del esfuerzo. Soy la mayor de seis hermanos y muy pronto aprendí a cocinar, que me encanta, y a cuidar de ellos. Me vendrá de ahí la vocación, no sé.
Rarezas de la vida, mi primer trabajo fue en una agencia de viajes y luego en Iberia, previa oposición también. Sólo tenía 16 años, pero seguí estudiando hasta acabar COU (el años de su implantación, anda que no hace años...) y cuando me echaron (entonces me sentó como un tiro, luego me alegré del giro que dio mi vida) empecé Magisterio.
Me casé a los 30 años y tengo un hijo de 21, encantador. También va a ser maestro, no sabe dónde se mete, pero yo no he influido en él de ningún modo, aunque creo que será buen maestro porque es una persona excelente. Mi marido es taxista y es un encanto, cocina de maravilla y lo mejor que puedo decir en su favor es que con él me siento libre. Otro día os contaré cómo nos conocimos, es una historia de lo más pintoresco.
Me encanta leer (ahora estoy con Los hombres que no amaban a las mujeres, que me tiene enganchada), escribir (se me da bien contar lo que siento y pienso, pero soy poco creativa),pasear, hacer crucigramas (es un lujo que me permito sobre todo en verano), las series policiacas e ir al cine, entre otras cosas. Al cine voy los viernes, sola y con palomitas. Me encanta ese rato a oscuras en una sala metida en una historia que suele gustarme, aunque elijo las películas en función de mi apetencia del día, o de las críticas. A veces me apetece una comedia (aunque escasean las buenas), otras un drama y otras simplemente una buena historia. La verdad es que a veces mis expectativas se ven defraudadas, pero normalmente disfruto con lo que veo. No es que no sea exigente, es que sé a lo que voy y lo que espero.
El título de la entrada de hoy está cogido de un libro que leí hace muchos años, La vida sale al encuentro, de aquéllos que por entonces llenaban mi tiempo y mi cabeza de ideas que más tarde comprobé totalmente equivocadas. Pero no temáis, no voy de erudita ni nada por el estilo. Simplemente se me ha ocurrido y ya está.
Lo de maestra feliz es cierto. Disfruto mucho con lo que hago. Lo que son las cosas, al cabo de tantos años he descubierto el placer de acompañar a un niño en sus primeros pasos en lectoescritura, un trabajo que otros odian porque requiere mucha paciencia y no siempre es reconocido. En enseñanza, a menor edad del alumno, más mérito del profesor, más trabajo y más valor. No hay ninguna etapa fácil, lo que ocurre es que no todos valemos para todo. Hay profesores de IES maravillosos que en Primaria no sabrían qué hacer y viceversa. Ya os iré contando hitorias de mis alumnos.
Ahora estamos preparando el dichoso Halloween, al que mal rayo parta, y eso que soy profesora de inglés, pero me parece que nos hemos dejado invadir por una tradición que nos es ajena y extraña. A ver por qué tenemos que aguantar esas pandillas de chavales disfrazados de monstruitos que nos asaltan pidiendo truco o trato, si apenas nadie en España sabe qué demonios significa eso. Todos los años tengo que soportar que bandas de vándalos estrellen huevos contra mi coche o contra mi casa, entre otras lindezas. No hago más que repetir, llegadas estas fechas, que teniendo los huesos de santo, los de San Expedito, el Tenorio (que releo casi cada año) y tantas historias de ánimas no tenemos ninguna necesidad de recurrir a costumbres de otras culturas, respetables, desde luego, pero lejanas en el tiempo y en el espacio. Me encanta el inglés, pero no me atrae en absoluto vivir sus costumbres hasta ese punto. Pérez Reverte lo cuenta estupendamente en un artículo de hace años titulado Sus muertos más frescos. Si lo buscáis en Google lo encontraréis.
Como dato curioso os diré que hace un par de años les conté a mis alumnos algunas cosas sobre la tradición del Día de Difuntos en España y les dije que no podíamos hacer en clase (entonces teníamos un taller de cocina que nos encantaba a todos) ninguno de esos dulces, pero que si alguno se sentía generoso podía obsequiarnos con ellos, y, efectivamente, al cabo de dos días se presentó una niña con un montóan de huesos de San Expedito hechos por su madre con su ayuda. Eso sí, los tenía hasta contados: dos para cada compañero y tres para los profes. Todo un detalle.
Otro día, más. Un saludo a todos.