Shutter Island viene precedida de la fama de Martin Scorsesse y Leonardo DiCaprio, director e intérprete, respectivamente, de esta nueva muestra de cine negro con tintes psiquiátricos. Es su cuarta colaboración y parece que van a seguir trabajando juntos. El rodaje fue bastante duro. Scorsesse, urbanita recalcitrante, soportó mal rodar en exteriores bajo terribles tormentas. DiCaprio se sintió muy solo alejado de los suyos, quizá por eso encarna tan bien al policía obsesionado por su pasado y afectado por el entorno en el que debe trabajar.
Shutter Island cuenta la investigación de una misteriosa desaparición en un hospital psiquiátrico para peligrosos delincuentes en una remota isla en la bahía de Boston en 1954. Hasta allí llegan, con la amenaza de un tiempo infernal, un par de policías federales a quienes no van a poner nada fácil su misión ni los guardas ni el personal sanitario, con un sombrío Ben Kingsley a la cabeza como director de la institución, acompañado de un no menos inquietante Max Von Sydow. Quedan al descubierto los métodos empleados en la época para este tipo de enfermos, algo que ya vimos en la inolvidable Alguien voló sobre el nido del cuco con Jack Nicholson ya haciendo de las suyas.
El hospital es tan sombrío e inhóspito como la isla, totalmente aislado de cualquier influencia exterior. Los enfermos no son más temibles que sus guardianes. Hay pabellones secretos y métodos encubiertos para dominar la mente humana. Estamos en plena Guerra Fría y todo vale para ganar la partida tras la Segunda Guerra Mundial. El propio Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) intervino en ella como soldado. Estuvo en la liberación de Dachau y no puede olvidar esa terrible experiencia. Vive atormentado por la muerte de su esposa en un incendio provocado por un pirómano al que ha perseguido durante años.
El hospital es tan sombrío e inhóspito como la isla, totalmente aislado de cualquier influencia exterior. Los enfermos no son más temibles que sus guardianes. Hay pabellones secretos y métodos encubiertos para dominar la mente humana. Estamos en plena Guerra Fría y todo vale para ganar la partida tras la Segunda Guerra Mundial. El propio Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) intervino en ella como soldado. Estuvo en la liberación de Dachau y no puede olvidar esa terrible experiencia. Vive atormentado por la muerte de su esposa en un incendio provocado por un pirómano al que ha perseguido durante años.
La investigación se complica. Los policias sólo encuentran trabas y más misterios. En lugar de avanzar se sienten atrapados en una red en la que nada es lo que parece. Una gran tormenta contribuye a crear un clima de intriga y tensión. Los muros del Hospital Ashecliffe esconden experimentos nada legales ni éticos. Los enigmas se suceden y Teddy debe hacer frente a sus fantasmas asaltado por dolorosas migrañas. Sus sueños son recuerdos del pasado, de la guerra y de su esposa.
No puedo ni debo contar más si vais a ir a verla. Es una película extraña, sorprendente y claustrofóbica. La fotografía contribuye a crear un ambiente de inquietud y pesadillas. Los intérpretes son todos excelentes. Algunas escenas recuerdan a Hitchcock y otras a El resplandor. La ambientación, los decorados y el vestuario están cuidados al detalle. Scorsesse sabe proporcionar tensión y grandes historias, aunque de manera irregular. Con esta película no ha logrado buenas críticas, y sin embargo yo creo que es subyugante y diferente. Creo que la clave está en dejarse llevar y seducir por las imágenes, meterse en la pantalla y compartir las dudas y los miedos del protagonista. No escuché elogiosos comentarios a la salida, y lo siento. No es una película para cualquier tipo de público, sobre todo si va buscando un thriller al uso. Está basada en una novela de Dennis Lehane, de quien también son Mystic River y Adiós, pequeña, adiós, dos tremendos dramas llevados con gran acierto a la pantalla.
¿Cuál es el límite entre la locura y la "normalidad"? ¿Puede uno ser consciente de su mal? Una vez se lo pregunté a una psicóloga y me dijo que sí, que uno se da cuenta de estar volviéndose loco. Pero, ¿a qué llamamos locura? Todos conocemos personas a quienes consideramos trastornados y sin embargo ellos no se tienen por tales. ¿Quién puede delimitar el concepto de "normal"? A pesar de tantos años de estudios y experimentos, la mente sigue siendo casi inescrutable. Algunos aparatos miden sus trastornos objetivamente, caso del deterioro del cerebro por Alzheimer, por ejemplo, pero otros son invisibles e indetectables físicamente. La Psicología es una ciencia apasionante pero muy difícil. Los que hemos vivido trastornos de tipo depresivo sabemos lo difícil que resulta contar lo que te pasa, expresar con palabras la angustia, el miedo, la desesperanza, la fragilidad, la inseguridad, todo lo que lleva a caer en un pozo al que no se le ve ni el fin ni la salida.
Dicen que las enfermedades mentales son propias de sociedades avanzadas, las que tienen cubiertas sus necesidades básicas y otras más superficiales. Cuando se lucha por la supervivencia no se puede pensar en otra cosa. Los países nórdicos, tan modélicos ellos en tantos aspectos, tienen no pocos casos de suicidios. Una vez leí que es porque el individuo no tiene que hacer grandes esfuerzos para rodearse de bienestar, se lo dan hecho y esa falta de lucha resulta a la larga frustrante y deprimente. Pero, por otro lado, la ausencia de horizontes esperanzadores también resulta dolorosa. ¿En qué quedamos?
No pocos afirman que vivimos en una sociedad enferma, falta de valores e insolidaria. Por desgracia, no faltan ejemplos para atestiguarlo. Los maestros somos psicólogos a la fuerza. La experiencia y la observación nos ayudan a detectar problemas que a veces tienen fácil solución y otras requieren una intervención especializada. Los divorcios, normalmente traumáticos, causan tremendos problemas en los niños, incapaces de entender ese alejamiento, ese abandono en el que se ven inmersos desde edades muy tempranas, justamente cuando más necesitan estabilidad, cariño y seguridad. Si además presencian peleas y discusiones el daño es casi irreparable. Esta misma semana una pareja protagonizó una escena lamentable a la salida del colegio ante su hijo de cuatro años porque el responsable no había ido a recogerlo a la hora prevista y el otro exigía un certificado al colegio para denunciarlo en el juzgado. Y así, caso tras caso.
¿Cómo van a crecer estas criaturas? ¿Quién puede ayudarles? Se vuelven egoístas y duros, arrastran una gran inestabilidad durante largo tiempo y quizá nunca superen ese dolor. Pero el dolor, ése u otro, está siempre al acecho y no sabes por dónde puede venir ni cómo librarte de él. En cualquier momento podemos perder pie, tambalearnos y caer. Contar en esos momentos con la ayuda adecuada es un valor inestimable. Abrirse paso entre la bruma no es fácil. Hay quien tarda en conseguirlo, para otros se convierte en una misión imposible. No hay respuestas fáciles ni simples.
¿Yqué decir de los trastornos que llevan al crimen, los que arrastran los recluidos en este centro? ¿Han de ser tratados como delincuentes o como enfermos? ¿Qué era Hannibal Lecter en realidad? Estos personajes dan mucho juego en la ficción, pero en la vida real resultan espeluznantes. ¿Realmente el "asesino de la Katana" oía voces que le impulsaron a matar a su familia? Habrá quien lo dude, no sin razón.
No quería irme por estos derroteros. No soy una especialista en dolencias mentales, ni mucho menos. Lo que sé lo he aprendido por propia experiencia y algunos estudios. Contar los muchos casos de inestabilidad psicológica de mis alumnos es casi secreto del sumario. En cualquier caso, es un tema apasionante al que quizá vuelva cuando esté más informada.