domingo, 16 de octubre de 2011

SOMOS FRÁGILES


Casi un mes sin escribir, qué poco me duraron los buenos propósitos... El tiempo pasa volando y se me acumulan las tareas y los compromisos. La casa nueva consume gran parte de mis energías y no doy abasto. Ni atiendo ésta ni me centro en la nueva, no me luce apenas todo lo que hago. Fregar una y otra vez es como la maldición de Sísifo, nunca se acaba. Y no puedo desentenderme de la compra, la comida, la ropa... Así no hay quien tenga bien la tensión... Y este calor impensable a estas alturas, insoportable por lo inusual, que impide la llegada de la necesaria lluvia. El campo está reseco y sediento, agostado. No habrá otoño, me temo, pasaremos directamente a los rigores invernales.
Vaya rosario de lamentaciones, cómo empiezo... El caso es que pensaba escribir sobre nuestra humana fragilidad, nuestra naturaleza propensa a las enfermedades y nuestro empeño, inútil muchas veces, por alargar la vida en buenas condiciones. Os ahorraré la retahíla de penurias propias y ajenas. El caso es que aunque no escriba pienso mucho en lo que quisiera decir. El cine sigue siendo un estupendo recurso para reflexionar sobre asuntos varios. Tenía muchas ganas de ver No habrá paz para los malvados y no me defraudó. Es un relato tenso, oscuro, nada complaciente. Conviene no contar mucho sobre el argumento, aunque a estas alturas ya se ha dicho casi todo sobre la magnífica actuación de José Coronado, que no fue premiado, incomprensiblemente, en el Festival de San Sebastián. Ya deberíamos estar acostumbrados a las decisiones de los jurados supuestamente cinéfilos, como a las de los literarios. Qué pocas veces coincide calidad con premio... Menos mal que la taquilla está dando en las narices a los sesudos cineastas y el público llena las salas una semana tras otra. No es para menos. Me admira que un hombre tan guapo sea capaz de encarnar a un tipo renegrido, áspero, desaliñado y desencantado por dentro y por fuera, un policía de pasado brillante que inesperadamente acaba enredado en un turbio asunto de final imprevisible. Solitario, huraño, bronco, cruel, cínico, de vuelta de todo, enfrentado a una juez justa y tenaz y cuestionado por sus propios compañeros. No hay medias tintas ni concesiones a la galería. La película es violenta, pero no al estilo de Tarantino, ni sangrienta sin más. La vida en la calle, entre prostitutas, drogadictos, mafiosos, chulos, estafadores, terroristas... no es nada idílica. Supongo que quien trata con ellos un día y otro, año tras año, acaba irremediablemente manchado y tocado por esa podredumbre que a muchos nos pasa casi desapercibida. Sabemos que existe, pero hacemos como que no la vemos. Intentamos que no nos contamine, que no invada nuestra existencia con apariencia de anuncio publicitario, pero en el momento menos pensado nos alcanza e incluso puede cambiarnos para siempre. Santos Trinidad , nombre elegido con toda intención, es un policía marginal, curtido en las peores batallas, un cabrón borracho y prepotente que, sin embargo, te obliga a ponerte de su parte.Y hasta aquí puedo leer. Si os gusta el cine negro, la emoción, la intriga, la resolución de una buena trama con personajes creíbles y actuales, id a ver No habrá paz para los malvados. Os gustará, seguro.
El viernes pasado no tenía ganas de ver películas de aliens, malvados o personajes atormentados. Mi ánimo no necesitaba dramones ni películas oscuras o difíciles, así que elegí Larry Crowne , la última de Tom Hanks y Julia Roberts. No es una gran película, no pasará a los anales de la historia ni se llevará ningún premio, pero me hizo pasar un buen rato y relajarme, algo que siempre agradezco. Tiene su poquito de crítica social (cincuentón repentinamente despedido tras muchos años de eficaz desempeño de sus funciones, elegido muchas veces como el empleado del mes, por no tener estudios superiores, una excusa como otra cualquiera para justificar eso que eufemísticamente llaman ERE), que en otras manos habría sido utilizada de muy distinta manera. Aquí el propio Hanks opta por la esperanza y el optimismo para superar una dura prueba a una edad en la que parece difícil buscar un nuevo rumbo capaz de encauzar una vida abocada al desastre: aún queda mucho por pagar de la hipoteca, está divorciado y veinte años en la Marina le impidieron acceder a una carrera universitaria. ¿Qué hacer? Primera cruel realidad: no hay trabajo para él, no da el perfil adecuado. Aconsejado por un   espabilado vecino, se matricula por primera vez en una universidad, en un curso aparentemente poco complicado para aprender a hablar en público. La profesora es nada menos que Julia Roberts, ya no joven pero aún buena actriz y poseedora de una sonrisa atractiva como pocas. Desencantada de su trabajo, hastiada de su vida personal, con un marido parásito enganchado al ciberporno y supuesto escritor, empieza el curso con el explícito deseo de no tener que continuar por falta de alumnos. Pero no, ahí están, un grupo variopinto que debe aprender a hablar ante los demás utilizando recursos curiosos. El meollo de la cuestión no es cómo una profesora saca adelante a un grupo de alumnos difíciles, sino cómo unas personas se relacionan entre sí de manera insospechada, surgida de modo natural y espontáneo. Larry abandona su coche para montar en scooter, mucho más económico, con lo que entra a formar parte de un particular y simpático club. Debe deshacerse de muchas de sus pertenencias anteriores y renunciar incluso a su casa, pero al fin encuentra la felicidad. No muy bien tratada por la crítica, tachada de ingenua y simple, Larry Crowne, Nunca es tarde ofrece lo que promete: optimismo, ausencia de complicaciones y, sobre todo, esperanza. Hace bueno el refrán que afirma que cuando una puerta se cierra se abre una ventana. ¿Por qué no?, te preguntas al salir. ¿Por qué no puede suceder esto? Y se agradece este soplo de frescura en esta crispada época, la verdad.
En el polo opuesto, Luis Tosar , en otra memorable actuación, encarna a César, un encantador portero, en Mientras duermes, un thriller psicológico nada sutil que sigue la estela de Polanski o Hitchcock y que en algún momento me recordó a la mítica Luz de gas. César es un hombre profundamente infeliz que no soporta que los demás gocen de ese don que  a él se le niega y se dedica con terrible frialdad a hurgar en sus vidas y manipularlas con una crueldad estudiada y meticulosa. Disfruta haciendo daño, borrando la sonrisa de sus rostros, especialmente la de Clara, una joven que se convierte en su mayor reto. No debo contar nada. Hay escenas escalofriantes por lo que sugieren: nos creemos a salvo en nuestros hogares, nos sentimos seguros en un piso céntrico y casi lujoso, confiamos en ese afable portero que lo mismo nos lleva el periódico que desatasca el fregadero o cuida de los perros en nuestra ausencia. Todo parece maravilloso, pero nada lo es. Una niña de corta edad es capaz de acorralar a un adulto vistiendo su uniforme de estricto colegio religioso. La vida de los vecinos del inmueble está en manos de ese portero de oscuro pasado y mente maquiavélica que nos plantea la vieja pregunta: ¿la maldad es consecuencia de una enfermedad? ¿Justifica ésta los terribles actos que el loco llega a cometer? Somos frágiles, como os decía al principio. El más pintado puede ser blanco de un desalmado que pone su inteligencia al servicio del mal de manera sutil y refinada, con una crueldad fría y calculada de resultados imprevisibles.  Nuestro destino puede variar drásticamente de rumbo si se cruza en nuestro camino alguien así, alguien de apariencia seráfica que nos manipula a su antojo, nos daña, nos altera o nos utiliza para sus infames propósitos. Todos conocemos personas así o similares, nadie se libra de ellas. Sabemos que debemos huir de quienes nos roban energía, de las personas que irradian negatividad y negrura, pero no sabemos identificar a tiempo a esas serpientes reencarnadas que pueden destruirnos sin perder la sonrisa. Otra vez el sabio refranero nos avisa: Del agua mansa líbreme Dios, que de la brava me guardo yo.
Feliz semana a todos.