sábado, 17 de octubre de 2009

LA INCIERTA NORMALIDAD

Resulta difícil acercarse al tema de las deficiencias, tanto físicas como psíquicas. Desde que estamos inmersos en la llamada "corrección política", llegando a veces a extremos realmente patéticos, no se sabe qué decir ni hacer en ciertas situaciones. Los maestros estamos acostumbrados a tratar con alumnos más o menos dotados intelectualmente, pero hay que tener un tacto exquisito a la hora de tratar con los menos favorecidos y sobre todo con sus padres. Recuerdo que hace muchos años el padre de un alumno muy limitado me dijo tras mis observaciones: "No, si yo no pretendo que sea médico o ingeniero, con que sea maestro me conformo". Sin comentarios.
Los ACNEE reciben ahora una atención especializada, por fortuna, y los que sufren alguna deficiencia más profunda son atendidos en centros de integración o de carácter especial. Las personas que se ocupan de ellos también son especiales, no sólo por su formación, sino por su actitud personal. Tienen una paciencia infinita, unos modales suaves y afectuosos, hablan en voz baja y son comprensivos hasta lo inimaginable.
Hasta hace no muchos años tener un hijo con síndrome de Down o cualquier otra deficiencia suponía una tremenda carga e incluso una vergüenza. Esos niños eran ocultados a la vista pública, sobre todo si tenían hermanos "normales" en edad ya casadera. Una joven no podía decir que tenía un hermano así si quería optar a un matrimonio ventajoso. No recibían más atención que la familiar, quizá cargada de buenas intenciones (no siempre, por desgracia), pero en muchos casos se convertían en el hazmerreír de gente cruel que los convertía en blanco de sus burlas. La imagen del "tonto del pueblo" se repetía dolorosamente una y otra vez.
Hoy se sabe mucho más sobre este síndrome y otros muchos de índole parecida. Se sabe, por ejemplo, que una estimulación temprana y una educación adecuada llega a convertirles en personas autónomas y en trabajadores responsables dependiendo de su grado de discapacidad. Ya no se esconden, al contrario, y el trato que reciben da la medida de lo que hemos conseguido en materia educativa y social. Aún hay quien piensa que se les dedican demasiados recursos, pero la realidad es otra. Hay familias desesperadas porque no saben qué hacer con estas personas tan especiales y las Administraciones miran para otro lado con injusta frecuencia.
El cine ha tratado estos casos con desigual resultado. Grandes actores han encarnado a personajes con alguna deficiencia: Tom Hanks en Forrest Gump, Sean Penn en Yo soy Sam, John Malkovich en De ratones y hombres y muchos más, tanto españoles como extranjeros. Pero eran eso, actores, personas "normales" interpretando a otras diferentes. La novedad de Yo, también, premiada en el último Festival de Cine de San Sebastián, estriba en que un hombre de treinta años con síndrome de Down se interpreta a sí mismo con honestidad y sin más pretensiones que mostrar una faceta sincera y verídica sobre su caso y el de otros como él. Llegó a terminar las carreras de Magisterio y Psicopedagogía y lleva años luchando por la integración de personas discapacitadas. Ha salido frecuentemente en los medios de comunicación, sobre todo a raíz de la Concha de Plata donostiarra, galardón obtenido también por la magnífica Lola Dueñas, su compañera en la película. Yo, también es un acercamiento al mundo de los deficientes verídico y honesto, sin caer en el ternurismo, que habría sido lo más fácil, ni en la caricatura. La línea que separa la sensibilidad de la cursilería es muy sutil. Aquí las situaciones son verídicas, no están maquilladas ni dulcificadas, aunque la realidad es mucho más dura. A los deficientes se les impide no sólo el acceso a ciertas discotecas, entre otros muchos lugares, sino también el derecho a disfrutar de su sexualidad. Son sensibles y buscan amor, como todos los demás, pero lo tienen mucho más difícil. La película muestra con delicadeza éstas y otras situaciones cotidianas a las que se enfrentan. Pablo Pineda tiene una lógica aplastante, Lola Dueñas arrastra un pasado doloroso que intenta olvidar y superar entrgándose en la noche a cualquier hombre que le acerque. Dice en un momento dado: "Me he acostado con muchos hombres, pero nunca he hecho el amor." Quizá este eufemismo sea una de las grandes verdades de la película. Pablo aspira a enamorarla, ella no sabe qué hacer, se siente desconcertada y halagada a la vez. No puedo contaros más. Hay otra pareja que culmina su historia de amor en una escapada de los moldes sociales que les oprimen. Me recordaban a esa preciosa canción de Víctor Manuel titulada Sólo pienso en ti, tan tierna. De modo que las personas "normales" no saben manejar sus sentimientos, los "subnormales" lo tienen mucho más claro.
Porque, ¿qué es ser "normal"? Definición del diccionario: Dícese de lo que se halla en su natural estado. Que sirve de norma o regla. Dícese de lo que por su naturaleza, forma o magnitud se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano. Y "subnormal" es: Inferior a lo normal. Dícese de la persona afectada de una deficiencia mental de carácter patológico. ¿Aclara algo? Creo que más bien poco en este caso.
Recomiendo la película por lo que trata y sobre todo por el modo de hacerlo. Habla de sentimientos, de humanidad, de realidad. Los abundantes primeros planos muestran por sí solos lo que pasa por la mente y el corazón de los personajes. Emociona y hace reflexionar. Todos tenemos cerca algún caso de discapacidad pero les prestamos escasa atención. Tienen mucho que enseñarnos, lo sé por experiencia. Su discapacidad intelectual no les impide tener sentimientos y reclamar de los demás el mismo cariño que ellos ofrecen desinteresadamente. Es una película diferente, bonita y sin pretensiones, pero cargada de ternura.
Feliz semana a todos.

15 comentarios:

Animal de Fondo dijo...

Yolanda, cuando estudiaba el bachiller yo valoraba mucho la inteligencia. Hasta que descubrí que somos lo que hacemos y no lo que fantaseamos. Entonces aprendí a valorar la bondad, al darme cuenta de que inteligencia tenemos poca. Nos llamamos normales, pero basta mirar lo que hemos hecho, nuestra historia, para darnos cuenta de la realidad de nuestras taras. Mantenemos en la miseria a media humanidad. Permitimos que miles de niños mueran de hambre cada día. Mantenemos guerras entre nosotros que son paradigma de horror y de vileza. En vez de cooperar unos con otros, competimos. ¿Tú crees que si dispusiéramos de una inteligencia "normal" haríamos todo esto?
Por eso pienso, por una parte, que entre nuestra "normalidad" y la de quienes tienen un poco menos de coeficiente que nosotros no hay una diferencia relevante. Y por otra si no serán más "normales" unos seres más afectuosos que nosotros, aunque les tiemble el pulso a la hora de disparar.
Un abrazo

Joselu dijo...

Esta vez puedo hablar con conocimiento de causa pues ayer me fui solo al cine a ver dos películas, la que hoy comentas y Si la cosa funciona. La primera me produjo una honda inquietud, tanta que me arrojó fuera la mayor parte de la película. No pude disfrutarla porque la historia que allí se cuenta se vertebra en torno al sexo. ¿Puede aspirar un muchacho (inteligente y sensible)con una alteración del cromosoma 21 a aspirar al amor (y a hacerlo) con una mujer de 46 cromosomas? Estamos habituados a historias de amor disímiles en cuanto a la edad (Si la cosa funciona, por ejemplo), en cuanto a la raza, la condición social y sexual. Aceptamos que en el terreno del amor todo es posible, pero en el caso que hoy nos ocupa ¿también? Yo sentía admiración por el protagonista (por el actor también, que se interpreta a sí mismo), sentía compasión por su situación, pero no podía aceptar la realidad de aquella relación. No aprobaba que pudiera llevarse a cabo. Había un tabú que me dominaba. Todos sabemos cómo reaccionamos en el caso de saber durante el embarazo que el hijo que esperamos es síndrome de down. No hay compasión. Nadie entiende que es otra dimensión de la vida, tan plena como la que vive el protagonista y tan llena de sentimientos y de deseos. Comete el error de enamorarse de una diferente a él y eso no es posible. La misma resolución de la película muestra que no lo es sino como excepción que puede conllevar el dolor de por vida (y habrá de disimularse). Pero tampoco está permitido el amor entre los iguales. En la película dos síndromes se escapan para vivir una historia de amor con sexo (quizás que es lo que está en el fondo de todo), pero eso supone la prohibición, peor que el incesto. Yo reconozco que vi la película asombrado e inquieto porque el tabú me dominaba. No podía decir ¿por qué no?, como hubiera dicho en cualquier otra circunstancia. Pero la realidad de Pablo Pineda era tan poderosa... y era tan legítimo su amor y deseo de Lola Dueñas... que me llevó a sentimientos contradictorios y extraños. No salí igual de la película, no. Pero me di cuenta de ese tremendo tabú mental al que no sé qué salida darle. No sé cuál es la solución o el mejor planteamiento. ¡Vaya tragedia personal la del protagonista! ¡Qué inmenso dolor tener la inteligencia y el conocimiento para gritar con rabia que soy un hombre. Terrible. Una película perturbadora.

Yolanda dijo...

Animal de Fondo, es verdad que cometemos auténticas atrocidades siendo "normales". Llegamos a unas cotas de crueldad e injusticia inimaginables. Los "subnormales" no perpetran actos como el Holocausto o una guerra. Acabo de ver "Ágora" y compruebo que en miles de años no hemos avanzado nada, no hemos aprendido nada, el fanatismo y la intolerancia son iguales, unos grupos quieren dominar a otros a costa de lo que sea, utilizando a Dios como excusa o lo que tengan más a mano, qué más da. No entendemos de bondad ni de amor, podemos descubrir la órbita de los planetas pero no somos capaces de bucear en nuestro corazón. Ay, qué pena de inteligencia...
Un abrazo.

Yolanda dijo...

Joselu, celebro que podamos comentar dos buenas películas. Ya sé que te gustó "Si la cosa funciona", como era de esperar. Es estupenda y divertida sin ser una nadería.
"Yo, también" es un mazazo a la conciencia y los convencionalismos que rigen nuestras vidas, nos gusten o no. La historia de amor de Pablo y Lola no puede fructificar, no puede ir más allá de esa noche que comparten, por mucho que lo deseen. Lola puede superar su trauma, Pablo será siempre un hombre limitado por su alteración genética, pero con deseos y sentimientos "normales", lo que le causará una frustración tras otra. Se sabe diferente, que es el mayor dolor. Está condenado a no ser considerado un hombre "normal" a pesar de sus estudios, siempre le estará vedado el amor con una mujer sin su deficiencia, incluso con ella, como bien dices. Se ha debatido mucho este punto. Se ha llegado a hablar de castración forzosa para evitar embarazos cuando menos incómodos e inconvenientes. El sexo no necesita un alto coeficiente intelectual para ser disfrutado y todo el mundo tiene derecho a ello. La película es incómoda, sí, nos hace pensar hasta dónde somos capaces de llegar con personas así. Si ya de por sí cualquier relación es complicada, ¿cómo afrontar una con semejantes obstáculos? No sé, me veo incapaz de decidir qué haría en un caso así.
Feliz semana. Un abrazo.

Animal de Fondo dijo...

No he visto la película, así que lo que me apetece comentar es el tema en abstracto. No lo haría tal vez si los tres que estamos comentando fuéramos otros, pero entre vosotros me siento libre de opinar, pensando que no os molestaréis si digo algún disparate. Solamente quiero pensar, no hacer leyes ni juzgar a nadie.
Joselu plantea muy bien el tabú. Es decir, hay una presión social casi insuperable para que pensemos o al menos nos expresemos de una manera. Mientras nos sometamos a esa presión no podremos ver con claridad, porque no seremos libres de hacerlo.
El tabú del que hablamos se mezcla con otro tabú: el de no admitir la discusión sobre el antropocentrismo de nuestro pensamiento. Ese tabú nos impone que somos superiores a todo. Por tanto tenemos derechos absolutos sobre la vida y la muerte de todas las demás especies con vida. No digamos sobre lo inanimado. Ahora que está de moda plantearse el poner límites a la destrucción de nuestro ecosistema, no se piensa nunca que algo externo tenga algún derecho, sino que a "nosotros" nos empieza a convenir no destruirlo. Es decir, seguimos pensando que todo el universo gira alrededor nuestro, de los "normales". No sé si me explico.
No entiendo nada de cromosomas, pero me repugna a la razón que seres más afectuosos y más nobles que nosotros estén por debajo en algún sentido. ¿De donde sacamos que el que la mayoría tenga tantos cromosomas es una garantía de ser los que "mejor" han "evolucionado"?
Si llegáramos a este planeta sin saber nada, desde una nave, si fuéramos por un momento verdes y con antenas, ¿con quién querríamos convivir?
Perdonad si mis razonamientos han sido un disparate, no lo sé. Solamente quería contrastarlos con vosotros.

Miguel dijo...

Es éste un tema espinoso, querida colega, un tema muy complicado de poner sobre la mesa. No he visto la película, pero he leído tu crónica (como todas, magnífica) y me hago, pues, un poco la idea de lo que va el tema. Es un tema tabú el que se trata aquí. Nos han enseñado que no es posible que alguien con estas deficiencias psíquicas pretenda llegar a tener una vida sexual,digamos "normal". Más bien estamos acostumbrados a lo que cantaba Víctor Manuel en su preciosa canción "Sólo pienso en ti". Por eso pienso que la película en este sentido es rompedora. Y casi me atrevería a decir que políticamente incorrecta.

Un abrazo.

Sarashina dijo...

Pues tenéis razón, por mucho que nos hagamos los buenos y los correctos, en el fondo late ese tabú, yo diría que casi insufrible. ¿Habrá en ello algo ancestral y diría yo que de raíz biológica? Es decir, el hecho de que la diferencia, mal dicho la "tara", sea tan evidente, nos impide aceptar como normal o natural esas relaciones sexuales. Amorosas, podría ser. Amistosas, desde luego. Pero ¿sexuales? Eso es inquietante, no os quepa la menor duda, pero no sé si la raíz está en donde yo digo o en otra parte, de construcción social.
No sé si veré la película. Quizás sí, y si no la veo será una cuestión de oportunidad y de tiempo, no por prejuicios, al menos con el cine, no los tengo. Lo que no sé es qué haría con la realidad, si fuera caso cercano. No me atrevo a poner la mano en el fuego por mí. Quizás hace falta más normalización.

Yolanda dijo...

Animal de Fondo, tienes toda la razón. El hombre se cree dueño y señor de cuanto hay sobre la Tierra y no le importa destruir cuanto no le es directamente provechoso, ignorando estúpidamente que cargarse el planeta a base de esquilmarlo y maltratarlo significa destruir la única casa que tiene. Eso hemos hecho los "normales", dejar de lado el sentido común para desdeñar cuanto creemos inferior, sobre todo a nuestros semejantes. A duras penas respetamos alguno de sus derechos, pero sólo porque nos conviene. Nos hemos vuelto insensibles y déspotas (bueno, lo hemos sido siempre) y los más desfavorecidos lo tienen cada vez peor. Nos ponemos como fieras cuando nos tocan mínimamente algún privilegio, pero nos importa un comino que muchísimos seres humanos vivan en medio de la incomprensión general, sabiéndose "diferentes" (¿en qué? ¿por qué?) y por ello apartados. Hay barreras que somos incapaces de derribar. Los menos dotados mentalmente pueden enseñarnos mucho, pero no nos interesa, los apartamos, los esquivamos, les negamos la posibilidad de llevar una vida digna. Vamos a pagar mu caro este egoísmo atroz.
Un abrazo.

Yolanda dijo...

Miguel, afortunadamente esta vez el tema de la sexualidad de los deficientes mentales está tratado con sensibilidad, realismo y sensatez. Es innegable que existe, pero seguimos sin concederles el derecho a disfrutar de sus cuerpos y a gozar del amor de pareja. ¿Ser menos inteligente supone sentir menos? Pues no, lo sabemos, pero queremos taparlo y prohibirlo. Y ellos sufren, vaya si sufren, porque esa atracción existe y es tan fuerte como en otro cualquiera.
Tienes que ver la película, te gustará.
Un abrazo, colega.

Yolanda dijo...

Clares, una cosa es ver la película y estar de acuerdo con sus planteamientos y otra ser capaz de renunciar a tabúes ancestrales. No conozco a nadie que acepte con normalidad las relaciones sexuales de los deficientes, quizá porque no tengo casos cercanos, pero si seguimos teniendo prejuicios contra las relaciones sexuales entre adolescentes o ancianos, por poner casos extremos, con más motivo nos parece "anormal" el placer físico entre personas "diferentes". Aún nos queda mucho por aprender.
Un abrazo.

Lola dijo...

El tema del sexo de los discapacitados lo toque en en un post que trataba de una prostitura que solo tenia clientes con deficiencias de toda clase, tanto psiquicas como físicas. Es un grave problema que algun dia las administraciones tendrán que plantearse.
Voy a ver la peli. Un beso Lola

Rosa Cáceres dijo...

La inteligencia más importante es la inteligencia emocional, y ésta consiste en saber empatizar con todo lo humano. Saber ser afectuoso, corresponder a quiénes lo son con nosotros.Cosas sencillas que desprecia la sociedad en aras de una competitividad que nos impulsa siempre a ser egoístas, a pisar cabezas para subir y ,sobre todo, a menospreciar al que no es como nosotros queremos que sea, de "listo", entre comillas lo escribo..Y no es eso, no es eso.
Me has interesado en la película. La veré.

Rosa Cáceres dijo...

Se me olvidaba, respecto a este tema es muy interesante leer "Los bufones de Dios", de Morris West.

María dijo...

Yolanda, te agradezco el que hayas hecho mención de esa película, yo no la he visto, pero te aseguro que iré a verla porque, me gustan las películas sensibles y llenas de ternura.

En cuanto a la inteligencia, yo valoro más las emociones que la inteligencia de las personas, porque ... ¿qué adelantamos con que una persona sea muy inteligente si tiene un corazón de piedra? en cambio, cuando la persona está llena de profundidad, de interior, es mucho más rica en sentimientos.

Un bello post, el tuyo, me ha encantado.

Un beso y feliz tarde.

Yolanda dijo...

Lola, Rosa, María: gracias por leerme y por vuestros comentarios. Me alegra haber suscitado vuestro interés por ver la película, que es digna y sensible sin ser una obra maestra. Hay que ver cosas que nos toquen la fibra sensible y nos hagan pensar. Los sentimientos han de estar por encima de la inteligencia fría, sin empatía y sin comprensión hacia los demás.
La sexualidad en los deficientes es un tema no resuelto, existe, pero es incómodo para todos los implicados. Parece mentira que en pleno siglo XXI sigamos sin saber qué hacer con el deseo de ciertas personas (los viejos son otra categoría incomprendida en este sentido).
Id a ver la película y ya me contaréis. Un abrazo.