



Tras la visita cultural, una cañita en una terraza (hacía una tarde primaveral de lujo) hasta que nos encontramos con el resto de los colegas que habíamos quedado para despedir a nuestra entrañable Dana, una maravillosa americana, dulce, inteligente, competente y guapa que tras tres años entre nosotros vuelve por un tiempo a su USA natal, aunque regresará dentro de un tiempo. Bocata de calamares, cañas, croquetas, sidra, pulpo... de todo un poco entre risas y muy buen ambiente. Cuando nos sentamos en un bar precioso entregamos varios obsequios a nuestra querida Dana y leímos entre todos un Brindis que llevaba yo preparado, cogido de aquí y de allá con algunas aportaciones mías. Yo tomé una caipirinha, qué rica... Total, que acabamos a las tantas. Lo pasamos genial.
Y el lunes 24, ¡a Benicássim! Salimos a las ocho con treinta y cuatro chavales impacientes y nerviosos y cuatro monitores que nos iban a acompañar a todas horas hasta la vuelta. Ya he hecho no sé cuántos viajes de este tipo, creo que ocho, y éste ha sido el más redondo en cuanto a organización y resultados. Mi colega Mar y yo (aquí nos veis preparadas para las actividades náuticas, yo soy la que está de pie, madre mía qué pintas...) no tuvimos que hacer nada. El viaje no fue nada cansado, hicimos una parada reglamentaria y los chavales aguantaron muy bien, porque lo normal es que se pongan muy pesados, ya sabéis: ¿Falta mucho? ¡Tengo sed! ¿Cuándo llegamos? ¿Dónde está el hotel?
El hotel era estupendo. Estaba lleno de jubilados, qué cantidad de gente, pero no hubo ningún problema porque había espacio para todos. El buffet, variado y de calidad. Hemos comido de lujo. Los niños se han portado muy bien, nos felicitaron por ello los responsables del hotel. Cierto que son buenos chicos, no más inquietos de lo normal, pero el verdadero mérito era de los monitores, que los organizaron desde el principio en tres grupos, cada uno con un monitor, más la coordinadora, una eficacísima Patricia joven y animosa. Tenían un repertorio inagotable de canciones, juegos, actividades... Los chavales no han estado ni un momento ociosos. Los tiempos muertos en estos viajes son los que dan problemas. Controlaban los móviles, las habitaciones, la comida, con una dedicación absoluta y una manera de dirigirse a los niños que les hizo ganarse su respeto y su cariño desde el primer momento. Estaban encantados, aunque alguno se quejó de "demasiado control" y "falta de intimidad". Participaron en todo de buena gana y saciaron sus deseos de disfrute con creces.
El martes fuimos a hacer las actividades náuticas: piragüismo, windsurf y catamarán. No hacía apenas viento y los catamaranes (yo subí en uno por primera vez en mi vida) navegaban muy despacio. Qué tendrá el mar que gusta tanto... A los niños les encanta la playa, jugar con la arena, bañarse, y eso que el agua estaba bastante fría, lógico en estas fechas.
El miércoles fuimos a Valencia, a ver el Museo de las Artes y las Ciencias. Para mí era la tercera visita, y he de reconocer que me encanta. Dicen que es el mayor acuario de Europa. Es fabuloso, desde luego.
Tras la comida al aire libre fuimos a ver el museo. Se necesitan varias horas para aprovecharlo como es debido. Tiene actividades y contenidos francamente interesantes.



La exhibición de los delfines siempre resulta atractiva, es una apuesta segura. Eligieron, oh casualidad, a dos de nuestros alumnos para colaborar en la función, algo que nunca olvidarán. Para ellos fue todo un premio.
Luego vimos las distintas zonas, desde los polos hasta los trópicos, todo muy bien explicado. El mar y sus moradores siempre resulta fascinante, como ya os conté en mi entrada sobre Océanos. Me gustaría poder leer algún día con detenimiento todos los paneles informativos, pero yendo con críos es imposible. Si alguien no lo ha visto todavía se lo recomiendo muy de veras.

Después fuimos al Hemisféric, para la proyección de la película Viaje mágico a África, que resultó decepcionante, la verdad. La ponen también en cines, pero no creo que tenga mucho éxito. Una pena. Muchos se durmieron...
El jueves repetimos las actividades náuticas, esta vez con un viento considerable que parecía presagiar tormenta. Volví a montar en catamarán, y me lo pasé en grande. ¡Aquello volaba sobre el mar! Íbamos a toda vela, empapados por las olas, gritando de júbilo y emoción. Parecíamos intrépidos navegantes, novatos asombrados en medio de unas aguas cada vez más bravas. ¡Fue estupendo! Los niños temblaban de frío, pero yo no, para mi propio asombro. Podíamos haber seguido más tiempo, pero ya no aguantaban más, lástima.

Una niña sufrió el único percance de todo el viaje: al llegar a la playa, un golpe de viento hizo golpear un palo sobre su cabeza y le causó una brecha que hubo de ser cosida con ocho grapas en el cercano Centro de Salud. Nada importante. Avisamos a la madre y mi colega se fue con ella al hotel para que descansara.
Por la noche tuvimos discoteca con baile y juegos. Cómo se arreglaron los niños, qué graciosos y qué guapos estaban... Algunas niñas incluso se pintaron los ojos con una maestría que ya quisiera yo... El caso era tenerles siempre en danza y entretenidos, y para eso los monitores se las pintaban como nadie.

Leyeron una vez más las notas introducidas en el Buzón de la Amistad, actividad que ya conoceréis, aquí rebautizada como Señales de Humo en una vistosa caja verde con plumas y todo porque cada grupo tenía el nombre de una tribu india: arapahoes, kawalasakis y cherokees. Algunos tenían muchas cartas, otros ninguna. Yo escribí unas cuantas y también recibí varias. La más curiosa decía: " Que sepáis que Yolanda también sabe divertirse (por lo del catamarán)". Todo con buen humor y pena por ser la última noche.
Habían preparado unas divertidas actuaciones muy imaginativas para demostrar sus dotes artísticas, algo que ya había quedado patente en la Semana Cultural, como os conté. A estas edades les encanta participar en todo lo que suponga novedad. A veces hay que empujarles un poco, pero normalmente están deseando disfrazarse, bailar y actuar.
Y el último día tocaba evaluacion del viaje, entrega de diplomas y baño en la piscina como despedida. Yo me di un último paseo por la playa, hacía un día fantástico.


Y emprendimos la vuelta tras la comida. Iban entretenidos con las películas que les ponían. No hubo problemas. Llovió varias veces, eso sí, incluso granizó de lo lindo.Esta vez no tenían muchas ganas de llegar. Se lo habían pasado en grande y la vuelta el colegio no les apetecía nada. A la llegada hablamos con algunos padres, no con todos. Ya debería estar acostumbrada, pero me parece una falta de cortesía no dar siquiera las gracias a las personas que han atendido a los niños durante cinco días con sus noches. Hay muchos padres que cogen la maleta y al niño y se van sin decir ni adiós. Qué le vamos a hacer... Dicen que de bien nacido es ser agradecido, pero hay muchos que ni saludan. De pena.
Aunque todo ha salido de fábula esta vez, he de reconocer que tienen razón los que se niegan a hacer este tipo de viajes, especialmente con adolescentes, mucho más problemáticos. Dicen "que vayan con sus padres", pero no es lo mismo, ni mucho menos. Entre los niños se establecen unas relaciones diferentes, especiales, que no tienen cabida en el colegio. A los profes nos ven también en otro ambiente, en otras situaciones, remando con ellos, mojándonos lo mismo, riéndonos, sin la tensión de las clases. Yo he entrado con ellos en cuevas, he hecho largas marchas, me he tirado por tirolinas, he atravesado puentes tibetanos... Esta vez ha sido diferente, más descansada por la gran labor de los monitores, que dejaron bien claras las normas el primer día y las hiceron cumplr a rajatabla. Quien crea que estos viajes son una anarquía están muy equivocados. Claro que depende mucho de la organización, y para eso no vale cualquier agencia, las hay pésimas, desde luego. Son una experiencia inolvidable y suponen otra forma de aprender. ¿Repetiré? Quién sabe... Depende de las fuerzas que tenga dentro de un par de años, cuando vuelva a ser tutora de 6º.
A pesar de haber ido a visitar a mi hermana (se recupera muy despacio, tiene anemia y la tensión baja y se encuentra muy cansada y desanimada a ratos) y corregido no pocos controles he tenido tiempo de ir al cine. He visto Two lovers, con un magnífico Joaquin Phoenix y una no menos estupenda Gwyneth Paltrow (mira que tiene un nombre difícil esta chica...) Isabella Rossellini hace de madre preocupada pero comprensiva con tal de que su hijo sea feliz. Es una historia de amor a tres bandas, nada romántica si ello es sinónimo de blandura y yupi-yupi, al contrario, son seres que sufren y se agarran al amor como tabla de salvación. Me gustaría poder comentarla con alguien que la haya visto. Os la recomiendo.

