
Por otro lado, mi hermana sale ¡por fin! mañana del hospital para terminar la recuperación en casa, y yo tengo tres días de baja porque mi garganta llevaba mucho tiempo tranquila y se ha puesto rebelde, me duele y necesita Neobrufén, vahos, gárgaras, descanso y silencio. Así que aquí estoy, encerradita y cuidándome...
Fui a ver Más allá de la vida a pesar de algunas críticas que no perdonan al viejo Clint que no entregue una obra maestra tras otra, como si fuera tan fácil... La verdad es que me gustó mucho, aun reconociendo que está lejos de Mystic River, Million Dollar Baby o Cartas desde Iwo Jima, que por cierto pusieron en la tele doblada (yo la vi en versión original). Lo que me asombra de este gran hombre de cine es que no repite los temas y es capaz de cambiar de registro sin aparente esfuerzo. Lo mismo se pone casi odioso en Gran Torino que aparece insólitamente tierno en Los puentes de Madison. Demuestra una sensibilidad poco común al filmar las historas más diversas, mima a sus personajes, cuida hasta el último detalle y acompaña todo ello con una música suave y sugerente.

El tema de Más allá de la vida es delicado, resbaladizo. Tres personas ven cambiar sus vidas a raíz de experiencias relacionadas con la muerte, con la visión de lo que hay al otro lado. No pretende dar respuestas, sólo muestra su sufrimiento. No da una charla metafísica ni manipula nada. Hay cantidad de charlatanes y embaucadores sin escrúpulos que sacan pingües beneficios del dolor ajeno y timan descaradamente a personas que buscan respuestas porque han perdido a alguien muy querido. En la película, Marie (Cécile de France), una periodista francesa, está a punto de morir en el tsunami de Indonesia. Milagrosamente, vuelve a la vida, no sin haber visto qué hay más allá, lo que transforma su vida. Se dedica a buscar respuestas, sabe que muchas personas han experimentado lo mismo. Su existencia da un vuelco personal y profesional.

En Londres viven Marcus y Jason, gemelos idénticos que deben cuidar de su madre alcohólica con una madurez impropia de su edad. Jason muere trágicamente y Marcus no sabe cómo afrontar la vida sin él. Necesita respuestas, se siente muy solo. Le buscan una familia de acogida mientras su madre se somete a una cura de desintoxicación. Así, tras varios intentos infructuosos, contacta con George (Matt Damon), poseedor de lo que él considera una maldición más que un don: a través de las manos contacta con lo más íntimo de las personas, lo que le proporciona bastante dinero hasta que decide llevar una existencia al margen de todo eso, a pesar de la oposición de su hermano, que sólo ve en ello un buen negocio. Su gran ídolo es Dickens, cuyas obras escucha para ahuyentar esos fantasmas que le atormentan. Su admiración le lleva a Londres, donde visita su casa natal. Y así confluyen las tres historias, tres personas de diferente edad y condición que tienen en común el dolor relacionado con la muerte. Porque no sé de dónde ha salido ese niño con la angustia reflejada en su cara pero es lo que más me emociona de toda la película, y es lo que agradezco al cine, esa capacidad de removerme por dentro. Habrá quien diga que es tramposa y cosas así, pero yo la recomiendo porque es sensible y sin pretensiones. Clint Eastwood sólo quiere contar una historia (tres, en este caso) con sobrado dominio de la cámara (fabulosa la escena inicial del tsunami) y sin pretender dar lecciones de moralidad o aparentar ser un experto parapsicólogo. Nada más... y nada menos.
De dioses y hombres no habla del Más Allá, sino de unos monjes cistercienses que viven en el humilde monasterio de Tibhirine (Argelia) sin hacer proselitismo, conviviendo pacíficamente con los habitantes musulmanes del poblado cercano, participando de sus celebraciones y ayudándoles en todo lo posible, dándoles atención médica y demostrando que la convivencia es posible si se dejan a un lado los fanatismos y la intolerancia. Los ocho monjes, con Christian a la cabeza (magnífico Lambert Wilson), viven de su trabajo, recolectan miel para venderla en el mercado, cuidan el huerto, rezan y entonan cánticos varias veces al día, en suma, dedican su vida a la oración y al trabajo (Ora et labora) y a ayudar al prójimo, sea el que sea. Más de uno ha recordado El gran silencio, documental que no vi. Estos monjes encarnan lo que debería ser siempre la Iglesia Católica: humilde, tolerante, pacífica... Si yo conociera más ejemplos así seguramente cambiaría de opinión respecto a ella, pero...
Desde principios de los 90, todo cambia. El ascenso del radicalismo islámico envuelve al país en una revuelta sangrienta que acaba con el asesinato del presidente Mohamed Boudiaf. En la Nochebuena de 1995, un grupo armado entró en el monasterio. Presentan un ultimátum a los monjes: deben marcharse, abandonar el país. Los monjes se ven obligados a decidir colectivamente. Su elección, sea la que sea, tendrá conscuencias irreversibles. Cuando rechazan la protección del Ejército, el único que puede defenderles de los rebeldes, el gobierno argelino les pide que regresen a Francia. Cada monje deberá decidir de acuerdo con lo que está en juego a nivel humano, político y religioso, además de profundizar en su alma y su conciencia. La tensión dramática acompaña la vida diaria, tanto práctica como mística, de la comunidad: sus fuertes ataduras con los habitantes del pueblo vecino, así como el espíritu de paz y caridad que intentan oponer a la violencia que sacude el país.

De dioses y hombres describe la realidad de la entrega de los monjes, el mensaje de paz que desean compartir al quedarse con sus hermanos musulmanes y la posibilidad de un terreno fraternal y espiritual compartido entre la cristiandad y el Islam. Los monjes llamaban al ejército "los hermanos de la llanura" y a los terroristas "los hermanos de la montaña". No tenían nada de ingenuos, eran conscientes de que pisaban la delgada línea entre dos bandos y que su posición era muy ambigua.


El tema de Más allá de la vida es delicado, resbaladizo. Tres personas ven cambiar sus vidas a raíz de experiencias relacionadas con la muerte, con la visión de lo que hay al otro lado. No pretende dar respuestas, sólo muestra su sufrimiento. No da una charla metafísica ni manipula nada. Hay cantidad de charlatanes y embaucadores sin escrúpulos que sacan pingües beneficios del dolor ajeno y timan descaradamente a personas que buscan respuestas porque han perdido a alguien muy querido. En la película, Marie (Cécile de France), una periodista francesa, está a punto de morir en el tsunami de Indonesia. Milagrosamente, vuelve a la vida, no sin haber visto qué hay más allá, lo que transforma su vida. Se dedica a buscar respuestas, sabe que muchas personas han experimentado lo mismo. Su existencia da un vuelco personal y profesional.

En Londres viven Marcus y Jason, gemelos idénticos que deben cuidar de su madre alcohólica con una madurez impropia de su edad. Jason muere trágicamente y Marcus no sabe cómo afrontar la vida sin él. Necesita respuestas, se siente muy solo. Le buscan una familia de acogida mientras su madre se somete a una cura de desintoxicación. Así, tras varios intentos infructuosos, contacta con George (Matt Damon), poseedor de lo que él considera una maldición más que un don: a través de las manos contacta con lo más íntimo de las personas, lo que le proporciona bastante dinero hasta que decide llevar una existencia al margen de todo eso, a pesar de la oposición de su hermano, que sólo ve en ello un buen negocio. Su gran ídolo es Dickens, cuyas obras escucha para ahuyentar esos fantasmas que le atormentan. Su admiración le lleva a Londres, donde visita su casa natal. Y así confluyen las tres historias, tres personas de diferente edad y condición que tienen en común el dolor relacionado con la muerte. Porque no sé de dónde ha salido ese niño con la angustia reflejada en su cara pero es lo que más me emociona de toda la película, y es lo que agradezco al cine, esa capacidad de removerme por dentro. Habrá quien diga que es tramposa y cosas así, pero yo la recomiendo porque es sensible y sin pretensiones. Clint Eastwood sólo quiere contar una historia (tres, en este caso) con sobrado dominio de la cámara (fabulosa la escena inicial del tsunami) y sin pretender dar lecciones de moralidad o aparentar ser un experto parapsicólogo. Nada más... y nada menos.



De dioses y hombres describe la realidad de la entrega de los monjes, el mensaje de paz que desean compartir al quedarse con sus hermanos musulmanes y la posibilidad de un terreno fraternal y espiritual compartido entre la cristiandad y el Islam. Los monjes llamaban al ejército "los hermanos de la llanura" y a los terroristas "los hermanos de la montaña". No tenían nada de ingenuos, eran conscientes de que pisaban la delgada línea entre dos bandos y que su posición era muy ambigua.
Los monjes cistercienses-trapenses basan su vida monástica en los cantos, los rezos, el trabajo, el silencio, las enseñanzas del abad y los intercambios entre monjes durante los Capítulos. Todo se decide mediante votación precedida por una conversación privada en el despacho del abad. No tienen una misión apostólica de evangelización y no practican el proselitismo. La regla de San Benito exige que alberguen la prójimo y compartan con él lo que tienen, sobre todo con los pobres y los extranjeros y los que sufren. Fomenta el trabajo manual y las relaciones con los vecinos durante periodos de inseguridad y restricciones.
Es una película bellísima, dramática y tremendamente poética a la vez, humana y reflexiva. La escena más emocionante muestra a los monjes escuchando El lago de los cisnes de Tchaikowski en un clímax inigualable, prólogo del terrible final. Es una historia conmovedora. Los monjes son al fin y al cabo humanos y tienen dudas, vacilan sobre la decisión que deben tomar, pero saben que su camino está trazado. Nadie menciona la palabra "martirio", no lo veían así. Vemos sus contradicciones y su coraje, tienen miedo de quedarse pero traicionarán sus principios si huyen a Francia. Quieren vivir pero saben que en buena medida han quemado sus naves y que su futuro, quizá muy corto, está en esa tierra.

Me pregunté una y otra vez en la oscuridad de la sala por qué no es posible la convivencia que predicaban estos monjes con el ejemplo hasta el final, por qué las religiones son una de las principales causantes de guerras, por qué el fanatismo lleva a asesinar al diferente, al que ven como un peligro... Nadie tiene la respuesta, lo sé. Hablamos y hablamos pero al final muchas veces son las armas quienes dicen la última palabra. Oscuros intereses dificultan la paz y el entendimiento en muchas partes del mundo. ¿Qué nos separa? ¿Qué nos une?
Buen cine, una vez más, muy recomendable para algo más que pasar el rato. Feliz semana a todos.