domingo, 10 de abril de 2011

EN UN MUNDO MEJOR


En un mundo mejor es la película danesa que recibió el Óscar a la mejor película extranjera hace apenas un mes. Tenía muchas ganas de verla y no me ha decepcionado. Es dura y emotiva, como todas las de Susanne Bier, al menos las que yo he visto, especialmente Hermanos.

En un mundo mejor se muestra la violencia, el odio y la crueldad en dos lugares bien diferentes, Dinamarca y África. La fama de Dinamarca como país idílico y modélico cae por tierra aquí. Entre los daneses hay chavales matones y crueles y adultos violentos y fanfarrones como en cualquier otro lugar. En un campamento de refugiados en África ejerce su trabajo Anton, médico sensato y valiente, padre de dos hijos y a punto de separarse de su mujer por una infidelidad. Allí vive día a día la miseria, la enfermedad y el horror que provoca un jefe del lugar: uno de sus pasatiempos consiste en abrir el vientre de las embarazadas para ganar la apuesta sobre el sexo del bebé. Cuando acude al médico para que le cure una terrible herida en la pierna las enfermeras y el resto del personal se niegan a ayudarle, en justa venganza.

Elías, hijo mayor de Anton, sufre acoso en el colegio por ser sueco, por sus dientes, por esos detalles que otros chavales sin escrúpulos aprovechan para machacarle sin compasión hasta que aparece Christian, que se enfrenta al cabecilla sin piedad. Christian acaba de perder a su madre por un cáncer y no ha superado su rabia y su dolor. Mantiene una difícil relación con su padre, que sigue con su trabajo en Londres, por lo que él debe quedarse en casa de su abuela. La muerte de su madre le ha endurecido, no acepta la debilidad y comienza una escalada de violencia inusual en un niño de doce años hasta llegar a un suceso trágico pero no irreparable, por fortuna.

Elías se deja ayudar, aunque no comparte los sentimientos de venganza de su amigo. Piensa que ha de haber otra salida, pero la más rápida es, como muchos creen, pagar con la misma moneda. Por eso asisten atónitos y un tanto avergonzados a la pasividad de Anton cuando es atacado por un mecánico chulesco por una pelea de niños en el columpio. Anton no devuelve los golpes, decide marcharse con los niños, que esperaban otra reacción. Averiguan quién es y dónde trabaja el mecánico para planear un resarcimiento, pero Anton desbarata sus planes yendo a buscarle y diciéndole que no ha conseguido nada a pesar de sus golpes, que es un cobarde y que no vale la pena perder el tiempo con él. Los chicos no entienden nada y Christian empieza a pensar en una venganza de imprevisibles consecuencias.

La película va ganando en intensidad dramática y consigue emocionar y sobrecoger. Da miedo y pena la cara de Christian, que no sonríe ni una sola vez, frío y vengativo. Qué fácil es montar una bomba casera con las instrucciones que se encuentran en internet... Es verídico, no un invento de la directora. Es un chico que no consigue controlar sus emociones ni sus sentimientos porque quizá no se lo han enseñado, y la pérdida de su madre le descoloca por completo. Aflora su crueldad, que él considera justa, hasta que comprende que necesita ayuda.

Todos los personajes sufren, de uno u otro modo. Son vulnerables y atormentados, lo que los hace más cercanos y creíbles. La mujer de Anton no puede perdonar su infidelidad, pero siguen queriéndose. El padre de Christian no sabe cómo hablar con su hijo, siente que le está perdiendo a pesar de contarle la verdad sobre la muerte de su madre y cómo la soportó él mismo. Todos se ven envueltos por la misma tela de araña, en Dinamarca y en África. El dolor, la maldad y la violencia no conocen distancias ni fronteras. En cada sitio se manifiestan de manera diferente, pero en esencia son iguales, algo consustancial al ser humano, tan animal y tan primitivo como hace millones de años. No sé si entonces existía alguien como Anton, pero necesitamos muchos como él. La policía sólo soluciona una parte del problema, pero no lo ataja ni previene. Los profesores tampoco parece que acierten demasiado. Quienes conocemos bien a los chavales sabemos lo crueles que pueden llegar a ser, aunque algunos no lo crean. Lo que no es cierto es que nos quedemos de brazos cruzados ante una situación de violencia o acoso, al menos es lo que yo he vivido en más ocasiones de las que quisiera recordar. Es muy desagradable verse envuelto en problemas así, pero ocurren prácticamente todos los días. ¿Por qué es tan habitual la violencia entre niños pequeños que lo tienen todo? ¿Por qué insultan y pegan con tanta saña? ¿Por qué algunos padres se creen con derecho a atacarnos incluso físicamente sin ningún miramiento? Podemos equivocarnos, evidentemente, pero nada justifica reacciones tan desmesuradas. Con ejemplos así, ¿qué se puede esperar de los niños?

La película tiene un final esperanzador sin ser fácil ni sensiblera. Obliga, más que invita, a la reflexión a través de potentes imágenes y una fotografía fascinante. El reto es cómo manejar la violencia, cómo educar a los niños en un mundo dominado por ella, cómo escapar de la fácil y terrible ley del ojo por ojo. La directora ha sabido impregnarla de humanidad sin hacer concesiones fáciles. Es altamente recomendable, sin duda.

Feliz semana a todos.

7 comentarios:

Lola dijo...

La crueldad, la furia, en fin, la supervivencia del más fuerte, la llevamos en lo más profundo del cerebro antiguo y la educación nos hace tenerla ahí quieta y no experimentarla nada más que en momentos puntuales. En la adolescencia es cuando más se tiene a flor de piel.
Valdrá la pena ver esa película para aprender de ella. Un beso Lola

Miguel dijo...

Desde luego el tema es peliagudo. Y plantea un asunto recurrente a lo largo de la historia, que no es otro que el de si la violencia se combate con violencia o con no violencia. Es algo actual. Algo que se ve en la calle y en las aulas. Y es algo que nos sobrepasa. Y que solo puede tratarse con la prevención. Con una educación rica en valores, pero esto no siempre da resultado.

Un beso.

Yolanda dijo...

Lola, muchos creen que el colegio es la solución a los problemas que inevitablemente afloran unos años más adelante. Confiamos demasiado en el poder de la educación. La violencia está por todas partes, cada vez es más difícil intentar combatirla. Yo veo cada mañana casos de padres y madres que aparcan mal y molestan mucho, se ponen hechos un basilisco si les llaman la atención o les multan, y sus hijos lo ven un día y otro. Quizá luego entran exigiendo vete a saber qué, y nada de por favor, claro. No podemos hacer nada para combatir ese nefasto ejemplo. Ay...
Un beso muy fuerte.

Yolanda dijo...

Miguel, el gran reto es lo que tú dices, la educación en valores. No podemos tirar la toalla, pero cada vez es más difícil, los niños vienen ya con unos puntos de vista muy marcados y con los años no hacen sino empeorar. Viven la violencia cada día, en todas partes. La tienen asumida e interiorizada. Algún día contaré lo que escriben mis alumnos cuando pueden ser espontáneos, parecen psicópatas en potencia. ¡Ojalá me equivoque!
Un abrazo, colega.

Joselu dijo...

No he leído la totalidad de tu post, sólo por encima, y la razón es que quiero ver esa película sin saber demasiado de ella. Este pasado fin de semana quería verla pero no la proyectan en los cines de Cornellà y había de bajar a Barcelona. Había leído alguna crítica que no la dejaba muy bien como ejemplo de película previsible y producto de un guión lleno de moralismo. Tu crítica me la hace ver con más confianza. Hay un sector de los críticos que, cuando ven una película o un concierto que tiene fundamentos de solidaridad, lo descalifican por moralista y lo apuntan al tópico de la bondad que está tan de moda. Creo que opinaré cuando consiga verla. ¿Por qué somos crueles? ¿Por qué los niños son crueles? ¿Por qué los adultos son crueles? No sé, se siente placer en hacer daño a alguien al que se pretende rebajar de alguna manera, y sobre el que nos queremos sentir superiores. La motivación: el resentimiento, la envidia, el complejo de inferioridad, el placer puro y duro de hacer daño, al que no escapa casi nadie. Sólo hay que ver conversaciones en que se "pela" al ausente con el regocijo de todos los presentes, que han de disimular su felicidad transitoria de poderse sentir en un plano superior. Es un sentimiento muy arraigado en los humanos que no existe en los animales que no están marcados por la doblez.
Hablaré sobre la película en cuanto consiga verla. A ver si puedo este fin de semana, aunque no creo porque nos vamos a Galicia. ¡Quiero verla!
Un abrazo, colega.

Perséfone dijo...

¿Por qué tengo la impesión de que siempre son las mejores películas las que menos publicidad reciben?

No la conocía, pero depués de leer tu "crítica" te promero que la apunto en mi lista de pendientes.

Un abrazo y gracias por la reomendación.

Yolanda dijo...

Perséfone, es cierto que las buenas películas suelen tener poca publicidad y si no estás muy al tanto se te pasan. En cambio, a las más comerciales, y malas por lo general, les dedican una pasta en promociones y publicidad. Yo procuro informarme antes de ir al cine y suelo acertar si sé lo que busco. Ésta es de las buenas, pero me temo que a pesar del Óscar tendrá poca taquilla, lástima... Ve a verla, creo que te gustará y te hará pensar.
Un beso.