
sábado, 31 de enero de 2009

domingo, 25 de enero de 2009
REVOLUTIONARY ROAD

sábado, 17 de enero de 2009
LA CLASE
Tenía muchas ganas
de ver esta película. Aparte del aval de buen cine francés sobre educación (basta recordar Hoy empieza todo o Ser y tener, entre otras) recibió la Palma de Oro en Cannes y es candidata a los Oscar. Debería ser de visión obligatoria para todos los padres de adolescentes y para cualquiera de éstos medianamente preocupado por lo que le rodea. A los profesores no creo que haga falta recomendársela, irán a verla para sentirse reflejados en ese profesor de Lengua Francesa en un instituto de un barrio de París, con su ánimo, su valor, su paciencia, sus métodos a veces innovadores, sus dudas y sus errores, porque es imposible no cometerlos en este trabajo; los que tratan con adolescentes han de hacerlo con sumo cuidado, deben tener más tacto que un cirujano para no levantar ampollas y saben que siempre están al mismo tiempo en el ojo del huracán y en el punto de mira. Todo lo que dicen o hacen puede ser cuestionado por cualquiera y están expuestos a denuncias y críticas simplemente por emplear una palabra en lugar de otra o por perder los nervios en un momento de tensión, algo fácilmente comprensible porque los adolescentes son provocadores por naturaleza y disfrutan cuestionando métodos, personas y programas.
La película está interpretada por el autor del libro en que se basa, Entre les murs, François Bégaudeau. Cuesta creer que tanto él como los alumnos (el nombre de sus personajes es el suyo propio) no sean actores profesionales. La película parece casi un documental, veraz y sincero, y se pasa en un vuelo pero deja un poso que da para muchos comentarios y muchas reflexiones. No idealiza nada ni a nadie, cuenta las cosas como son. Los alumnos de catorce años son de las Antillas, de Mali, de Marruecos, de China..., vamos, como ocurre en cualquier instituto español. Aparecen los problemas de la inmigración, de la diferencia de culturas (no hay más que recordar los sucesos que conmovieron Francia no hace mucho), la indiferencia, el desinterés, la provocación, el cansancio de los profesores, la toma de medidas disciplinarias duras pero necesarias... Me llamó la atención que en la Junta de Evaluación participaran las delegadas de clase manteniendo una actitud rayana en la grosería y provocando más tarde con su interpretación de los hechos un grave altercado.
Cada escena da para un largo comentario por sí sola. Los diálogos son fluidos e intensos, es la vida diaria de tantas aulas la que aparece en la pantalla, mucho más apasionante y dura de lo que cree la mayoría de la gente. A la salida escuché parcialmente la conversación que mantenía un matrimonio con su hija adolescente, lo que me sugirió que esta película es ideal para verla con los hijos y hablar sobre ella. Los padres suelen ser bastante ignorantes de lo que ocurre en las clases. Es bastante normal que cuando les cuentas lo que hacen sus hijos te digan "no me lo puedo creer", "no es posible", "es que no me cuenta nada", "no me enseña las notas"... Sólo las entrevistas con los padres dan para un libro. La escena en la que se ven reflejadas es magistral, todos los docentes hemos pasado por situaciones así, y mucho peores, cantidad de veces. Hacemos de psicólogos, consejeros matrimoniales, orientadores, mediadores...
Hoy el gran problema no es el bajo nivel, la incongruencia de las leyes educativas, el desbarajuste de los programas, por mucho que se quiera hacer hincapié en todo ello, que tiene su importancia, evidentemente. Una de las grandes cuestiones es la falta de asistencia al profesorado y lo poco valorados que seguimos estando. Cualquiera puede cuestionar nuestro trabajo y causarnos graves problemas sólo con amenazar o presentar una denuncia sin pruebas. La Inspección siempre teme a los padres más que a los profesores y sus medidas de presión son mucho más efectivas. ¿Que falta un profesor y no cubren la baja? Una carta al periódico y a los dos días tenemos sustituto (eso ha pasado en mi colegio hace nada). ¿Que el profesor de Música no ha dejado nada escrito y el sustituto no puede evaluar a todos los alumnos en una semana? No problem: los Tutores ponemos Suficiente a todos y a otra cosa, mariposa, todo con tal de no dejar la casilla en blanco para evitar protestas. Da igual que nos pasemos horas preparando programaciones, criterios de evaluación, que tengamos que levantar acta de cada maldita reunión, que tengamos que justificar cada paso que damos... Cuando a la Administración le conviene se pasa todo eso por el forro y cualquier calificación vale. ¿Qué valor tiene entonces nuestro trabajo? En la mayoría de los casos, nuestra mayor recompensa es el reconocimiento de nuestros alumnos, que son los que de verdad conocen nuestro trabajo. De nuestra actitud hacia ellos depende en gran medida el éxito conjunto de cada grupo. Ahora hay que ganarse al alumno cada día, no vale la autoridad impuesta ni se da nada por supuesto. Cada clase es un reto y los deslices se pagan caros. Por eso soportamos tanta tensión y tenemos miedo a actuar en muchos casos. No basta con la intención, ni siquiera con saber que lo estás haciendo bien: como alguien no lo entienda así no tenemos ninguna capa protectora que nos defienda de los malintencionados, ignorantes y atrevidos. Siempre hay que tener una explicación convincente a mano, por si acaso vienen mal dadas. No se nos permiten fallos, aunque nos toque enmendar más de una vez los ajenos.
Id a ver la película, os gustará y hablaréis mucho de ella.
Ah, por cierto, el Capitán Trueno ha sido todo un éxito entre mis alumnos. Les encanta.
lunes, 12 de enero de 2009








Han vuelto a publicar los álbumes de El Capitán Trueno, el héroe de tebeo de hace... puf... muchos años. Yo tenía diez años cuando empecé a leerlos. Me gastaba mi paga semanal de diez pesetas en comprar aquellos tebeos grandes, en blanco y negro, excepto la portada, que luego leía ilusionada y feliz en las tarde calurosas del Sáhara. Qué buenos ratos aquéllos... No me gustaban los tebeos "de niñas", prefería las aventuras del héroe medieval, siempre acompañado por los fieles Goliat y Crispín y castamente enamorado de Sigrid, la reina de Thule. Nunca concedieron los dibujantes y guionistas de tantas historias una escena de amor entre ellos, faltaría más, estamos hablando de los años sesenta, y había que preservar las mentes infantiles de cualquier perjudicial fantasía erótica. Daba igual, porque la imaginación era libre y todos nos imaginábamos algún que otro escarceo en las sombras de la noche, entre una aventura y otra. Creo que voy a comprar estos nuevos ejemplares porque aquellos originales se perdieron vaya usted a saber dónde. No sé dónde los voy a poner, pero el Capitán Trueno se merece un lugar en mi casa. Me hizo soñar, me llevó a países exóticos antes que Salgari y Verne, despertó mi imaginación y satisfizo mi deseo infantil de creer que el bien siempre gana al mal. Más pronto que tarde aprendí que no siempre (casi nunca) es así, pero los finales felices siempre han tenido muchos adeptos. Me enseñó lo que era el valor, aunque a través de guiones torticeros (la censura lo podía casi todo), la amistad, el compañerismo, la ayuda al débil... Por eso deseo releer aquellas historias, para ver si lo que recuerdo se corresponde con la realidad, aunque temo el resultado: ya no tengo diez años y he visto demasiadas cosas como para saber que el mal es poderoso, pero aún me queda una buena dosis de idealismo (por eso soy maestra, entre otros motivos).
viernes, 9 de enero de 2009


martes, 6 de enero de 2009
Frío, frío...

jueves, 1 de enero de 2009




