martes, 6 de enero de 2009

Frío, frío...




Ya tenemos encima otra ola de frío, con todas las complicaciones que conlleva. Vaya vuelta al trabajo, bien provistos de jerséis y bufandas y con la gripe siempre al acecho. Me he pasado la tarde de Reyes corrigiendo controles que tenía pendientes, pero bueno, después de tanto descanso no está mal recordar lo que me espera pasado mañana. Supongo que mis alumnos estarán bastante "empanados" el primer día, con un poco de suerte el lunes empezarán a despertarse. Paciencia.
Daba gusto hoy ver en la tele tantas caras infantiles felices con sus juguetes, qué pena que los niños crezcan y nos perdamos ese espectáculo... La otra cara es la cantidad de basura que se genera y, sobre todo, el despilfarro que supone tanto capricho. Les hacemos consumistas desde la cuna. Queremos dárselo todo cuando ya hemos experimentado en nuestras carnes que nada material nos satisface por sí solo, ni una casa preciosa, ni un coche nuevo ni dinero de sobra. Es necesario un cierto bienestar, por supuesto, pero la acumulación de bienes no garantiza la felicidad. No sé si leisteis un reportaje en EL PAÍS la semana pasada que hablaba, una vez más, de la relación padres-hijos. Una viñeta de Forges lo ilustraba a la perfección. Un niño preguntaba a otro: "¿Y tú qué les has pedido a los Reyes?" "Una tarde con mis papás". Así de cruel y verídica es la situación actual. Los niños reciben demasiados obsequios, no llegan a apreciarlos todos, se cansan enseguida de algunos y los desechan apenas utilizados. Yo procuré dar una segunda vida a los juguetes de mi hijo, es injusto tirar tanto objeto aún útil, pero lo que más me duele este año es comparar estas imágenes con las de los niños muertos en Palestina. Para ellos no hay Navidad ni Reyes, ni siquiera pueden jugar tranquilos en la calle porque las bombas israelíes no entienden de edades, matan a quien esté bajo ellas. Triste final de vacaciones...
Han dado el Premio Nadal a Maruja Torres, tal como se rumoreaba. Estos premios ya han perdido toda capacidad de sorpresa. Siguen siendo prestigiosos pero ahora las editoriales organizadoras se aseguran unas buenas ventas premiando a autores consagrados, no sirven, como en sus orígenes, para descubrir nuevos valores, así que los noveles no tenemos nada que hacer. Antes solía leer las obras premiadas, con los años fueron perdiendo calidad o al menos me desilusionaron bastante y ahora soy más selectiva. Por ejemplo, uno de los últimos Planeta, La fortuna de Matilde Turpin, no me gustó nada. De Savater me gustaría poder decir lo contrario, pero todavía me resisto a leerlo. Hace muchos años escribió un bodrio titulado Caronte aguarda y hasta que no leí Ética para Amador y Política para Amador no me reconcilié con él. De Maruja Torres me encantan sus artículos, siempre ácidos y atinados, pero no tanto sus novelas, no entiendo muy bien por qué. Quizá esta vez le conceda otra oportunidad.
El que siempre me gusta es Buenafuente, aunque sale a unas horas infumables para quienes debemos madrugar. Es de lo poco que se salva en el desolador panorama televisivo actual. Cuanto mejores son los televisores, peor es la televisión.
Os dejo con una frase que he oído en House: "Prefiero vivir con los pájaros a desperdiciar mi vida pensando cómo puedo volar."
Feliz regreso a todos.

6 comentarios:

Sarashina dijo...

Pues sí, aquí también ha vuelto el frío y bien que lo sentimos, porque estamos poco acostumbrados. Y de la vuelta, para qué te voy a contar. Yo también pasé unas horas ayer tarde trabajando en eso. Dentro de diez minutos me voy al instituto de nuevo. Ya veremos cómo va todo este trimestre.
Mira, los premios esos tan gordos están prácticamente acordados de antemano, porque son casi institucionales y comerciales, por supuesto. De los que hablas, pues a mí me gustan bien poco. Periodista y escritor de novelas son dos cosas que no se casan; tampoco filósofo y novelista. En fin, hay que rebuscar para leer cosas que estén bien. Yo voy así, un poco de investigadora parda.

Marta dijo...

La verdad es que si que hece frio, pero tampoco consigo imaginarme unas Navidades calurosas. Siempre pienso: Pobres los que les toca hacer de Papa Noel en Australia, con el calor que hace y todos tapaditos, jeje.
Estoy totalmente de acuerdo contigo cuando dices que estamos creando una saciedad consumista. Quizás deberíamos pararnos a reflexionar sobre como frenarlo, pero parece que tampoco tenemos tiempo para ello. Yo aún no tengo hijos, pero siempre que voy a jugar con mis dos primitos mellizos de 5 añitos intento ser yo su único juguete, añadiendo sólo a veces, un lapiz, papel y colores, una caja, una cuerda... y la verdad noto que ambos niños están deseando que su prima vaya. Claro que tienen demasiados juguetes (tendrías que ver ayer el comedor de casa mis abuelos cuando llegamos todos con los regalos), y es por ello que creo que siguen prefiriendo la compañía a los juguetes, pues estos les sobran y la compañía a veces la echan de menos. Pero estamos demasiado sumergid@s en esta sociedad consumista como para educar a los peques en unos valores que no lo sean. Es una pena

Joselu dijo...

Tener demasiado es una enfermedad tan grave o más que carecer de todo. No podemos imaginar ahora cómo es un mundo en que las cosas sean escasas y por tanto valiosas. Los objetos se cargan de misticismo. Recuerdo una película titulada Los dioses deben estar locos en que un bosquimano encuentra una botella de Coca Cola que ha caído de un avión. Nunca la había visto antes. Cree que es un objeto mágico. Desconocemos la relación con los objetos que no sea la de usar y tirar. Hubo un tiempo en que las cosas eran para siempre. Nos preparamos para volver. Yo no tengo que corregir pero mañana empieza nuestro nuevo periplo del segundo trimestre. Espero que estos día te hayan cargado las pilas.
Un abrazo, colega.

Yolanda dijo...

Clares, no sé quién estará mañana más despistado, mis alumnos o yo. Vuelta a la rutian hasta las cortas vacaciones de Semana Santa. Valor y al toro. De los premios literarios qué te voy a contar, pensamos lo mismo, aunque a veces me gusta algo de lo que leo de ese tipo de premios.
Marta, es muy difícil escapar del consumismo pero sí se puede enseñar a los niños a disfrutar de una manera barata e imaginativa. Nosotros dedicamos el año pasado la Semana Cultural a los juego tradicionales y no veas cómo se lo pasaron con cuatro cosas bien económicas, como la comba, el corro, los botes, el chito, los sacos...
Joselu, me he pasado las vacaciones "hibernando", mis mayores ocupaciones eran dormir y leer. Ahora será distinto, pero no pienso renunciar del todo a lo que me gusta. Ni siquiera sé qué tengo que hacer mañana, pero todo se andará.
Gracias a todos.

Marta dijo...

Buenas Yolanda! Espero que hoy hayas tenido una vuelta agradable al cole.

Te he dejado un meme en mi blog por si te apetece desconectar un poco de la vuelta al cole.

Un abrazo.

Miguel dijo...

Bueno, se han acabado las vacaciones. Otra vez a clase. A la fuerza unos y otros hemos tenido que afrontar la nueva situación. Un poco desengrasados al principio, pero a media mañana ya estaba metido en materia como si tal cosa.
La reflexión a que nos llevan las fiestas es realmente la que tú propones. Demasiado, siempre tenemos la impresión que sobra todo, sobra comida, sobran regalos, sobran juguetes. Hay que saber conjugar la felicidad con la satisfacción de las necesidades reales.
Un saludo y feliz vuelta al cole.