sábado, 31 de enero de 2009


La Duda es, con razón, una de las grandes apuestas para los Oscar de este año. Todos los protagonistas están en estado de gracia, como dicen los críticos, en especial Meryl Streep, la mejor actriz, quizá, del panorama actual. Sabe convertirse en cada personaje que interpreta, sea comedia (El diablo viste de Prada), drama (Los puentes de Madison, La decisión de Sophie, Leones por corderos) o incluso musical ( Mamma Mía!). Lo domina todo, nada se le resiste. Aquí interpreta un personaje antipático desde el principio pero lleno de fuerza. Su condición de religiosa no es especialmente relevante, aunque no lo parezca. Lo mismo se puede decir del sacerdote encarnado por Philip Seymour Hoffman, de apariencia bondadosa y aperturista y por tanto enfrentado a la monja directora de un colegio neoyorquino en 1964.
Supongo que conocéis la trama: en el seno de un colegio religioso surge la duda de si el sacerdote ha abusado del único niño negro del centro o no. Lo de menos es si ha sido cierto o no, lo cual, tratándose de un tema tan espinoso, no deja de sorprender; lo que cuenta son las interpretaciones y los diálogos. No es un ataque contra la Iglesia, el asunto puede surgir en cualquier centro, aunque esa institución en concreto tenga mucho que esconder (y de lo que avergonzarse) al respecto. La sospecha está siempre ahí, nadie está libre de ella, y su contrario, la certeza, suele ser difícil de demostrar. Aquí no aparece, todo es duda hasta el final, como bien indica el título.
La han comparado con La calumnia, con razón, y con Expiación, aunque la lista de películas que presentan un tema parecido es larga y fructífera. La difamación da mucho juego. No hacen falta ni siquiera indicios, basta con soltar un rumor y está hecho el daño. El sacerdote lo cuenta muy bien con un ejemplo en un sermón: una feligresa confiesa haber murmurado sobre un vecino y pregunta cómo puede remediar el daño; el sacerdote le dice que suba a la azotea de su casa y raje con un cuchillo una almohada. Vuelve la mujer con la tarea realizada y solicita una respuesta: "¿Y ahora qué debo hacer?". El sacerdote responde: "Ahora recoge todas las plumas que ha esparcido el viento". "Pero eso es imposible", razona con toda lógica. "Pues eso es lo que has hecho: ahora es imposible reparar el daño." ¿Cabe mejor enseñanza? Cualquiera está a merced de la maledicencia, y aunque se demuestre su falta de culpabilidad siempre estará a expensas de los que quieran seguir sospechando o murmurando. Lo sé porque lo he vivido muy de cerca.
El primer niño negro del colegio, con ciertos problemas familiares, encuentra apoyo y ayuda en el sacerdote, y eso no pasa desapercibido. De ahí a la sopecha de pederastia hay un paso, y no porque la monja sea especialmente mala, pero sí es muy rígida y conservadora. Supongo que no se acostumbra a los cambios en las costumbres (anda que si viera las de ahora, le daba un soponcio...) y no tolera la relajación de las mismas ni el incumplimiento de las normas. Un comentario inocente de una monja joven y encantadora (estupenda Amy Adams) desata el drama, pero nadie se rasga las vestiduras, no hay gritos ni escenas violentas. Se plantea una duda que a algunos les parece razonable sin tener ninguna prueba. Es un duelo entre diferentes modos de ver una misma realidad. ¿Quién no se ha visto involucrado alguna vez en una situación parecida? No necesariamente tan grave, entendedme bien: un asunto con varias lecturas, cualquiera que precise una posición a favor o en contra. La verdad no siempre brilla por sí misma, la justicia no siempre se cumple, la certeza es más una opinión que una prueba. Somos mucho más dados a la difamación porque suele salir gratis y nos gusta el morbo. Todos conocemos rumores más o menos malintencionados sobre personajes públicos y en internet hay miles de páginas dedicadas a las llamadas "leyendas urbanas", del tipo "yo no lo he visto pero Fulanito asegura que es verdad", y qué decir de la televisión, que crea y destroza imágenes de cualquiera con la misma facilidad que cambian de cámara. "Difama, que algo queda", dice el refrán, y que razón tiene. No basta con ser honrado, responsable, trabajador: si te creas un enemigo o alguien te coge ojeriza, prepárate. Yo tengo compañeros muy queridos que han pasado por ello y jamás han oído una disculpa. Les hicieron sufrir un calvario simplemente por cumplir con su obligación y se vieron envueltos en un proceso que pudo tener graves consecuencias. En todas partes hay mala gente, por desgracia.
La Duda no da respuestas, pantea incertidumbre y deja que cada cual saque sus conclusiones. Uno puede ver la lucha por el poder, otro el miedo al aperturismo, otro el peligro de no aplicar mano dura en todos los ámbitos, no sólo en la enseñanza... Yo vi, sobre todo, una historia muy trabajada y muy bien interpretada, unos personajes que llenan la pantalla e hipnotizan con cada detalle. Me encanta cómo el cine destaca algunos objetos o magnifica los rostros y las expresiones. Qué gran y bella mentira es el cine...
Feliz semana a todos.

domingo, 25 de enero de 2009

REVOLUTIONARY ROAD

Revolutionary Road trata de sueños truncados, de promesas incumplidas, de falsedades sociales, de fracasos personales y de pareja... Es una historia trágica y dura que hay que ver para disfrutar de un buen guión y del trabajo de la acoplada pareja formada por Leonardo Di Caprio (cada vez me gusta más este hombre) y la maravillosa Kate Winslet, aquella rolliza promesa de Titanic que desde entonces no ha hecho mas que crecer como actriz y se ha hecho acreedora de no pocos galardones. Ya ha conseguido el Globo de Oro y va camino del Óscar, ojalá se lo den porque aquí está magnífica.
Los Wheeler son un joven matrimonio americano de los años 50 que se creían "especiales", maravillosos, llenos de sueños, con todo un prometedor futuro por delante. Él ha estado en la guerra y ella quiere ser actriz. Él trabaja en la misma empresa en la que trabajó su padre durante más de veinte años desempeñando una labor anodina y tediosa que no le satisface pero que le permite mantener a su familia en una bonita casa de las afueras. Ella es una insatisfecha ama de casa que aspira a ser feliz, simplemente eso. El bienestar material no la llena, desea vivir una existencia más plena, más enriquecedora. Convence a su marido para irse a París durante una temporada para intentar cumplir esos sueños que tuvieron hace años porque el tiempo no pasa en balde y la vida se les escapa día tras día sin darse cuenta. Una cosa son las apariencias de familia perfecta y otra la realidad de la pareja. Hay escenas duras, cruces de acusaciones, violencia verbal que amenaza con llegar a física. Parece haber acabado el amor, que en algún momento parece fundamentado en un error. Es una película intensa, con diálogos sin desperdicio y profundidad de argumento. La gran Kathy Bates llena algunas escenas, ella es la que instaló en tan idílico paraje a la pareja "especial".
Algunos espectadores comentaban al finalizar que "vaya rollo", pero os puedo asegurar que no lo es en asoluto. Hay que verla sabiendo a lo que se va, desde luego. Si a uno le gustan las historias planas, intrascendentes o simplonas debe elegir otra cosa. Yo disfruto con las películas que me hacen pensar, que me emocionan de algún modo o que son "diferentes", y ésta lo es, como lo fue en su tiempo American Beauty, también de Sam Mendes. Quizá nos han acostumbrado como espectadores a obras facilonas de rápido consumo y olvido y nos hemos dejado llevar por esa costumbre de "usar y tirar" para no tener que plantearnos nuestra propia existencia. Ver reflejada en una pantalla la propia frustración es duro, es mucho más fácil hacer una crítica superficial que no te haga ver más allá, que no te obligue a mirar hacia dentro para no tener que hacer frente a la mediocridad y al aburrimiento que preside muchas vidas, o parte de ellas al menos. ¿Quién es totalmente feliz? ¿Quién no ha deseado alguna vez cambiar de vida, de trabajo, de pareja? Lo malo es que los cambios casi siempre se reducen a mudarse a una casa más grande, comprar un coche más potente o buscarse un amante ocasional que por un rato nos haga sentirnos otra vez maravillosos y atractivos. Y el mal de fondo sigue ahí, intocado e inalterable. Todos tenemos deseos incumplidos, metas más o menos excelsas que quizá no consigamos nunca o aspiraciones que acaban como el rosario de la aurora. No hay que perder la ilusión (no confundir con las ilusiones) pero tampoco desdeñar lo que tenemos. Todos podemos mejorar en nuestro día a día y permitirnos de vez en cuando un capricho que nos sacie las ansias de aventura o de explorar caminos diferentes, los que sean, en cualquier campo. Y tenemos, sobre todo, personas que nos quieren y a las que queremos. Ese cariño hay que mimarlo y cuidarlo con esmero. El insatisfecho por naturaleza nunca se verá saciado, sólo será moderadamente feliz (la felicidad a tiempo completo no existe) el que sabe vivir acorde con sus posibilidades y no aspira a imposibles. Cada persona es un mundo, evidentemente, y no hay recetas universales. Grandes escritores, filósofos y pensadores han querido dar respuesta a todas las dudas que nos asaltan, pero la solución está en manos de cada uno. Vivimos tiempos críticos (y no sólo económicos), pero, ¿qué época no lo ha sido? ¿Acaso la estabilidad es duradera? ¿No estamos siempre expuestos a la duda, a la incertidumbre, a la lucha diaria? Los que trabajamos con personas en crecimiento sabemos que cada día es diferente, que nunca hay dos alumnos iguales y eso nos obliga a cambiar continuamente de estrategia. Para algunos es motivo de frustración, para otros supone un reto. Me gusta buscar cada día una actividad diferente o un modo distinto de encarar las clases para no dejar que la rutina acabe con las ganas de trabajar, ya de por sí escasas en algunos. No se trata de montar un tiovivo, sino de prestar atención a esas situaciones que necesitan un tratamiento personal. Todos queremos ser y sentirnos únicos. A veces un simple detalle marca la diferencia y es el "clic" que hace saltar el resorte adecuado. Es lo bueno de este trabajo, que nos permite ayudar a otros sin apuntarse a ninguna ONG en países lejanos.
Aprovecho para deciros que estoy leyendo Paraíso inhabitado, de la gran Ana Mª Matute y que me está llevando por caminos largamente descuidados. Habla de la infancia sin tópicos ni idealismos, tiene una prosa cuidada y tierna que invita a la reflexión y a la lectura tranquila. Os lo recomiendo.
Feliz semana a todos.

sábado, 17 de enero de 2009

LA CLASE

NegritaNegrita

Tenía muchas ganas Negritade ver esta película. Aparte del aval de buen cine francés sobre educación (basta recordar Hoy empieza todo o Ser y tener, entre otras) recibió la Palma de Oro en Cannes y es candidata a los Oscar. Debería ser de visión obligatoria para todos los padres de adolescentes y para cualquiera de éstos medianamente preocupado por lo que le rodea. A los profesores no creo que haga falta recomendársela, irán a verla para sentirse reflejados en ese profesor de Lengua Francesa en un instituto de un barrio de París, con su ánimo, su valor, su paciencia, sus métodos a veces innovadores, sus dudas y sus errores, porque es imposible no cometerlos en este trabajo; los que tratan con adolescentes han de hacerlo con sumo cuidado, deben tener más tacto que un cirujano para no levantar ampollas y saben que siempre están al mismo tiempo en el ojo del huracán y en el punto de mira. Todo lo que dicen o hacen puede ser cuestionado por cualquiera y están expuestos a denuncias y críticas simplemente por emplear una palabra en lugar de otra o por perder los nervios en un momento de tensión, algo fácilmente comprensible porque los adolescentes son provocadores por naturaleza y disfrutan cuestionando métodos, personas y programas.

La película está interpretada por el autor del libro en que se basa, Entre les murs, François Bégaudeau. Cuesta creer que tanto él como los alumnos (el nombre de sus personajes es el suyo propio) no sean actores profesionales. La película parece casi un documental, veraz y sincero, y se pasa en un vuelo pero deja un poso que da para muchos comentarios y muchas reflexiones. No idealiza nada ni a nadie, cuenta las cosas como son. Los alumnos de catorce años son de las Antillas, de Mali, de Marruecos, de China..., vamos, como ocurre en cualquier instituto español. Aparecen los problemas de la inmigración, de la diferencia de culturas (no hay más que recordar los sucesos que conmovieron Francia no hace mucho), la indiferencia, el desinterés, la provocación, el cansancio de los profesores, la toma de medidas disciplinarias duras pero necesarias... Me llamó la atención que en la Junta de Evaluación participaran las delegadas de clase manteniendo una actitud rayana en la grosería y provocando más tarde con su interpretación de los hechos un grave altercado.

Cada escena da para un largo comentario por sí sola. Los diálogos son fluidos e intensos, es la vida diaria de tantas aulas la que aparece en la pantalla, mucho más apasionante y dura de lo que cree la mayoría de la gente. A la salida escuché parcialmente la conversación que mantenía un matrimonio con su hija adolescente, lo que me sugirió que esta película es ideal para verla con los hijos y hablar sobre ella. Los padres suelen ser bastante ignorantes de lo que ocurre en las clases. Es bastante normal que cuando les cuentas lo que hacen sus hijos te digan "no me lo puedo creer", "no es posible", "es que no me cuenta nada", "no me enseña las notas"... Sólo las entrevistas con los padres dan para un libro. La escena en la que se ven reflejadas es magistral, todos los docentes hemos pasado por situaciones así, y mucho peores, cantidad de veces. Hacemos de psicólogos, consejeros matrimoniales, orientadores, mediadores...

Hoy el gran problema no es el bajo nivel, la incongruencia de las leyes educativas, el desbarajuste de los programas, por mucho que se quiera hacer hincapié en todo ello, que tiene su importancia, evidentemente. Una de las grandes cuestiones es la falta de asistencia al profesorado y lo poco valorados que seguimos estando. Cualquiera puede cuestionar nuestro trabajo y causarnos graves problemas sólo con amenazar o presentar una denuncia sin pruebas. La Inspección siempre teme a los padres más que a los profesores y sus medidas de presión son mucho más efectivas. ¿Que falta un profesor y no cubren la baja? Una carta al periódico y a los dos días tenemos sustituto (eso ha pasado en mi colegio hace nada). ¿Que el profesor de Música no ha dejado nada escrito y el sustituto no puede evaluar a todos los alumnos en una semana? No problem: los Tutores ponemos Suficiente a todos y a otra cosa, mariposa, todo con tal de no dejar la casilla en blanco para evitar protestas. Da igual que nos pasemos horas preparando programaciones, criterios de evaluación, que tengamos que levantar acta de cada maldita reunión, que tengamos que justificar cada paso que damos... Cuando a la Administración le conviene se pasa todo eso por el forro y cualquier calificación vale. ¿Qué valor tiene entonces nuestro trabajo? En la mayoría de los casos, nuestra mayor recompensa es el reconocimiento de nuestros alumnos, que son los que de verdad conocen nuestro trabajo. De nuestra actitud hacia ellos depende en gran medida el éxito conjunto de cada grupo. Ahora hay que ganarse al alumno cada día, no vale la autoridad impuesta ni se da nada por supuesto. Cada clase es un reto y los deslices se pagan caros. Por eso soportamos tanta tensión y tenemos miedo a actuar en muchos casos. No basta con la intención, ni siquiera con saber que lo estás haciendo bien: como alguien no lo entienda así no tenemos ninguna capa protectora que nos defienda de los malintencionados, ignorantes y atrevidos. Siempre hay que tener una explicación convincente a mano, por si acaso vienen mal dadas. No se nos permiten fallos, aunque nos toque enmendar más de una vez los ajenos.

Id a ver la película, os gustará y hablaréis mucho de ella.

Ah, por cierto, el Capitán Trueno ha sido todo un éxito entre mis alumnos. Les encanta.


lunes, 12 de enero de 2009

























Si el Capitán Trueno pudiera venir
nuestras cadenas saltarían en mil,
de él aprendimos que el bueno es el mejor,
lo que al pasar el tiempo comprendemos que no...
Si le Capitán Trueno pudiera venir,
nuestras cadenas saltarían en mil,
monstruos gigantes, princesas encantadas,
el malo siempre palma, la chica se salva...
Ven, Capitán Trueno, haz que gane el bueno...
que el mundo está... al revés...
NegritaA bordo de su barco subiríamos tú y yo,
perseguidos por los años, desde que él los dejó,
en océanos de tebeo, con escobas de papel,
Negrita¡haríamos a los piratas retroceder!
NegritaVen, Capitán Trueno, haz que gane el bueno...
Negrita(Letra y música de Asfalto)
Negrita
Han vuelto a publicar los álbumes de El Capitán Trueno, el héroe de tebeo de hace... puf... muchos años. Yo tenía diez años cuando empecé a leerlos. Me gastaba mi paga semanal de diez pesetas en comprar aquellos tebeos grandes, en blanco y negro, excepto la portada, que luego leía ilusionada y feliz en las tarde calurosas del Sáhara. Qué buenos ratos aquéllos... No me gustaban los tebeos "de niñas", prefería las aventuras del héroe medieval, siempre acompañado por los fieles Goliat y Crispín y castamente enamorado de Sigrid, la reina de Thule. Nunca concedieron los dibujantes y guionistas de tantas historias una escena de amor entre ellos, faltaría más, estamos hablando de los años sesenta, y había que preservar las mentes infantiles de cualquier perjudicial fantasía erótica. Daba igual, porque la imaginación era libre y todos nos imaginábamos algún que otro escarceo en las sombras de la noche, entre una aventura y otra. Creo que voy a comprar estos nuevos ejemplares porque aquellos originales se perdieron vaya usted a saber dónde. No sé dónde los voy a poner, pero el Capitán Trueno se merece un lugar en mi casa. Me hizo soñar, me llevó a países exóticos antes que Salgari y Verne, despertó mi imaginación y satisfizo mi deseo infantil de creer que el bien siempre gana al mal. Más pronto que tarde aprendí que no siempre (casi nunca) es así, pero los finales felices siempre han tenido muchos adeptos. Me enseñó lo que era el valor, aunque a través de guiones torticeros (la censura lo podía casi todo), la amistad, el compañerismo, la ayuda al débil... Por eso deseo releer aquellas historias, para ver si lo que recuerdo se corresponde con la realidad, aunque temo el resultado: ya no tengo diez años y he visto demasiadas cosas como para saber que el mal es poderoso, pero aún me queda una buena dosis de idealismo (por eso soy maestra, entre otros motivos).
El deseo de justicia novelada me llevó después a devorar El Coyote (por eso mi hijo se llama César) y años después establecí el paralelismo entre aquellos héroes y Don Quijote, que anhelaba, como ellos, "desfacer entuertos". Y qué hacemos los maestros sino enderezar errores día tras día, ayudar al débil (ignorante, emigrante, retrasado...), poner un poco de luz en tantas situaciones equívocas... Somos héroes como ellos, aunque no salgamos en ningún libro o tebeo siquiera. Todo el que es capaz de hacer más agradable la vida a su alrededor es un héroe sin necesidad de subirse a un globo o derrocar a un tirano, aunque qué mayor tirano que la ignorancia. En los tiempos de los efectos especiales abusivos y de los juegos electrónicos quizá sea buena idea volver la vista a las antiguas historias que hicieron buenos lectores a lo largo de generaciones crecidas entre historias en blanco y negro. Yo soñé mil veces ser Sigrid o el mismísimo Capitán Trueno, quería ser la protagonista de aquellas aventuras. ¿Quién no ha soñado alguna vez con ser Indiana Jones, Supermán o Spiderman? Todos queremos ir más allá, en la realidad o viajando con la imaginación. Hay quien desea ir a la India o culmina el Camino de Santiago, pero todos realizamos de alguna manera ese viaje interior que nos lleva hacia territorios desconocidos incluso sin movernos del sillón. Benditos sean los héroes de nuestra infancia que nos iniciaron en el mundo real de los sueños...





































viernes, 9 de enero de 2009


Éste que veis aquí, parafraseando a Cervantes, y perdón por el atrevimiento, es un autógrafo de Arturo Pérez-Reverte dedicado a mi humilde persona gracias a la intervención de mi marido, que ayer lo llevó en su taxi a su sesión semanal en la Academia. Él (mi marido) sí que debería escribir un blog, pero ya veis, soy yo quien vierte aquí sus reflexiones y experiencias. El caso es que conoce mi admiración por Pérez-Reverte y se lo dijo, de ahí el recuerdo escrito que os muestro. Es cierto que he leído la práctica totalidad de la obra de este periodista y escritor, incluidos sus artCursivaículos semanales, y que me gusta bastante, aunque a veces no comparta del todo sus opiniones porque me parecen demasiado broncas e incluso extremistas, pero admiro su dominio del lenguaje (utiliza los adjetivos como nadie) y su valentía por decir lo que piensa sin preocuparse de agradar a unos u otros. Creo haberle oído decir alguna vez algo así como que su propósito al escribir es no aburrir al lector, por eso sus novelas son ágiles y se han adaptado tantas veces al cine. Alatriste quizá pecó de ambición, pues era imposible condensar varias novelas en una película, por larga que fuera, pero me pareció un producto mas que digno y desde luego Viggo Mortensen cuenta con toda mi admiración. Fui a ver la exposición organizada con tal motivo en la Casa de la Panadería y salí encantada.
Recuerdo un verano en Málaga en el que leí La piel del tambor bajo la sombrilla, me atrapó desde el principio. Me sobrecogió la dureza de El Húsar, o Territorio Comanche. Se documentó a fondo para La carta esférica, cuya adaptación cinematográfica no pasó de correcta, y me encantó El club Dumas, llevada a la pantalla nada menos que con Johnny Depp interpretando a Corso. Igualmente saltaron a la pantalla El maestro de esgrima y La tabla de Flandes, que corrieron diversa suerte. Parece que La reina del sur será interpretada por la sensual Eva Mendes, veremos el resultado. Estoy a la espera de la publicación de su última obra, Ojos azules, también de corte histórico, un género que Pérez-Reverte cuida con esmero.
Cada año releo un artículo suyo memorable, Sus muertos más frescos, pues, como a él, Halloween me parece abominable. Me quito el sombrero ante sus dardos envenenados. Tiene razón cuando arremete contra las distintas leyes educativas por diversos motivos en un famoso artículo, y he de aclararle, por si no lo sabe pero se lo imagina, que los maestros sNegritaeguimos desempeñando nuestra labor de una manera más que digna a pesar de ellas y contraviniendo muchas veces la normativa oficial, o, en su caso, adaptándola a la realidad de nuestras aulas, que no es poco. No es culpa nuestra que la Guerra Civil se "ventile" en dos páginas en algunos libros de texto, por citar sólo un ejemplo, pero éste ya es otro tema largamente tratado en muchas páginas impresas y de internet.
No sé si Pérez-Reverte leerá este post, pero por si lo hace quiero decirle que ojalá lea también otros de los que suelo visitar y convenza a su amigo Javier Marías de la maravillosa calidad que desprenden muchos de ellos, no los que él leyó, desde luego. Es un mundo inabarcable, y aunque es bien cierto que cualquiera puede escribir lo que mejor le parezca sin censura de ningún tipo, lo es también que la elección personal es primordial a la hora de visitar cualquier página. Ni todo en internet es sagrado ni infalible ni es un arma de Satanás, como pretenden algunos.
Nos vemos en los libros... o en la Red, señor Pérez-Reverte. Un saludo.

martes, 6 de enero de 2009

Frío, frío...




Ya tenemos encima otra ola de frío, con todas las complicaciones que conlleva. Vaya vuelta al trabajo, bien provistos de jerséis y bufandas y con la gripe siempre al acecho. Me he pasado la tarde de Reyes corrigiendo controles que tenía pendientes, pero bueno, después de tanto descanso no está mal recordar lo que me espera pasado mañana. Supongo que mis alumnos estarán bastante "empanados" el primer día, con un poco de suerte el lunes empezarán a despertarse. Paciencia.
Daba gusto hoy ver en la tele tantas caras infantiles felices con sus juguetes, qué pena que los niños crezcan y nos perdamos ese espectáculo... La otra cara es la cantidad de basura que se genera y, sobre todo, el despilfarro que supone tanto capricho. Les hacemos consumistas desde la cuna. Queremos dárselo todo cuando ya hemos experimentado en nuestras carnes que nada material nos satisface por sí solo, ni una casa preciosa, ni un coche nuevo ni dinero de sobra. Es necesario un cierto bienestar, por supuesto, pero la acumulación de bienes no garantiza la felicidad. No sé si leisteis un reportaje en EL PAÍS la semana pasada que hablaba, una vez más, de la relación padres-hijos. Una viñeta de Forges lo ilustraba a la perfección. Un niño preguntaba a otro: "¿Y tú qué les has pedido a los Reyes?" "Una tarde con mis papás". Así de cruel y verídica es la situación actual. Los niños reciben demasiados obsequios, no llegan a apreciarlos todos, se cansan enseguida de algunos y los desechan apenas utilizados. Yo procuré dar una segunda vida a los juguetes de mi hijo, es injusto tirar tanto objeto aún útil, pero lo que más me duele este año es comparar estas imágenes con las de los niños muertos en Palestina. Para ellos no hay Navidad ni Reyes, ni siquiera pueden jugar tranquilos en la calle porque las bombas israelíes no entienden de edades, matan a quien esté bajo ellas. Triste final de vacaciones...
Han dado el Premio Nadal a Maruja Torres, tal como se rumoreaba. Estos premios ya han perdido toda capacidad de sorpresa. Siguen siendo prestigiosos pero ahora las editoriales organizadoras se aseguran unas buenas ventas premiando a autores consagrados, no sirven, como en sus orígenes, para descubrir nuevos valores, así que los noveles no tenemos nada que hacer. Antes solía leer las obras premiadas, con los años fueron perdiendo calidad o al menos me desilusionaron bastante y ahora soy más selectiva. Por ejemplo, uno de los últimos Planeta, La fortuna de Matilde Turpin, no me gustó nada. De Savater me gustaría poder decir lo contrario, pero todavía me resisto a leerlo. Hace muchos años escribió un bodrio titulado Caronte aguarda y hasta que no leí Ética para Amador y Política para Amador no me reconcilié con él. De Maruja Torres me encantan sus artículos, siempre ácidos y atinados, pero no tanto sus novelas, no entiendo muy bien por qué. Quizá esta vez le conceda otra oportunidad.
El que siempre me gusta es Buenafuente, aunque sale a unas horas infumables para quienes debemos madrugar. Es de lo poco que se salva en el desolador panorama televisivo actual. Cuanto mejores son los televisores, peor es la televisión.
Os dejo con una frase que he oído en House: "Prefiero vivir con los pájaros a desperdiciar mi vida pensando cómo puedo volar."
Feliz regreso a todos.

jueves, 1 de enero de 2009

Ya hemos traspasado oficialmente la barrera que separa un año de otro, segundo de propina incluido. Más de uno habrá tomado las uvas a destiempo, supongo que todos hemos brindado con alguna bebida espumosa y alguno habrá cumplido con los ritos que marca la superstición para asegurarse un buen año. De todas las tradiciones que rodean esta fecha, la que más me gusta es el Concierto de Año Nuevo desde Viena. Durante años creí que no podía ser en directo, que toda aquella gente no podía estar tan bien vestida y tan arreglada a esas horas de la mañana tras una noche que se supone de juerga, y que la sala dorada, magníficamente engalanada, estaba sacada de una película de Sissi. Pero es real y en directo, y aunque repitan piezas del programa año tras año no pierden ni un ápice de elegancia o buen gusto. Grandes directores han movido su batuta en ese escenario mágico, y aunque no entiendo gran cosa de música clásica me encanta ver cómo cada uno tiene sus gestos peculiares y disfruta con la calidad de las melodías y la complicidad de un público incondicionalmente entregado. Hoy se ha estrenado en ese menester el gran Barenboim, argentino de origen judío que ha ofrecido un concierto maravilloso. Ha dirigido más al público que a la orquesta en la gran Marcha Radetzky, que a mi padre le encantaba. Ha sido todo un espectáculo. Suelen gustarme menos los números de ballet, algo recargados. Barenboim, según la tradición, ha felicitado el nuevo año en inglés (otros directores lo hacen en varios idiomas) y se ha acordado del conflicto entre palestinos e israelíes, pero, a juzgar por las últimas noticias, de momento han hecho poco caso a sus peticiones de paz. Ojalá pronto encuentren una salida pacífica, aunque no satisfaga a todos, algo punto menos que imposible.

Con el concierto de fondo he empezado a preparar la primera comida del año: crema de calabaza, langostinos, volovanes rellenos de besamel de merluza, lomo de cerdo con salsa de oporto y piña y mango con Cointreau de postre. Dicho así parece complicado, pero no lo es. La verdad es que a estas alturas ya estamos todos saturados de comida y sólo pensar en ella nos entran náuseas, por lo menos a mí. Y aún queda el roscón de Reyes, otra dulce tradición que no puede faltar. Eso sí, merece la pena comprarlo de buena calidad, como el de Viena Capellanes, que está de lujo. Mi marido suele traer uno por estas fechas.

Así que ya estamos preparados para empezar un nuevo año con toda la lista de buenos propósitos habitual: gimnasio, inglés, no al tabaco... lo normal. No sirve de nada, pero seguimos creyendo que empieza un año más en blanco, como si todo lo demás no contara. Si al menos tuviéramos alguna intención de cumplir tan idílicos deseos noNegrita nos iría mal, pero mucho me temo que un cambio de fecha no garantiza nada. BastNegritaaría, creo yo, con intentar (sólo intentar) ser un poco más amables con los demás, desempeñar nuestro trabajo con más interés y ganas, cuidarnos un poquiNegritato en todos los sentidos y, sobre todo, ser más felices. Los que no tengan una meta importante y clara (aprobar unas oposiciones, por ejemplo) podemos conformarnos con seguir más o menos como hasta ahora. Los que tenemos una vida más o menos segura y estable aspiramos a no perderla, aunque nadie está a salvo de nada y en cualquier momento el destino puede darnos un zarpazo inesperado. En la SERNegrita han hecho algo curioso: han recordado algunos de los vaticinios que hicieron hace justamente un año y resulta curioso comprobar que acertaron bien poco, vamos, como el cantamañanas de Rappel o quizá menos, y eso que eran asuntos bastante lógicos. Por ejemplo, Nadal ha arrebatado el primer puesto del tenis mundial a Federer, Rajoy no ha dejado la política a pesar de haber perdido (otra vez, ¡bien!) las elecciones, USA tiene un presidente negro (y la otra alternativa clara era una mujer, toma ya...), ni El Orfanato ni Las trece rosas triunfaron en los Goya (lo hizo La soledad, contra todo pronóstico, que también me gustó a pesar de su lentitud y su ausencia de banda sonora)... y así unos cuantos "patinazos" más. Por suerte, en algunos pronósticos se equivocaron. El futuro es por definición imprevisible, por mucho que queramos asegurarlo y controlarlo. Nuestra mortalidad nos impide fijar nada para el día de mañana, así que mejor vivir sin hacer grandes planes, no vaya a ser que se cumplan. Recordad lo que se vaticinaba para el año 2ooo, o lo que se creía iba a ser el nuevo siglo hace unas décadas. ¿Quién podía adivinar el auge de los móviles, o de internet, o la avalancha de nuevas tecnologías? Por eso, mejor no jugar a ser dioses. Mortales y bien mortales somos, así que disfrutemos del mundo tangible a nuestro alcance.

Feliz Año Nuevo a todos.