lunes, 20 de octubre de 2008

Lunes, lunes

Vaya, he conseguido insertar por fin una imagen gracias a la ayuda inestimable de mi colega Juan Antonio, un gran profe donde los haya. Cuánta buena gente hay en el Magisterio, como escribí en una ocasión. Yo tengo unos compañeros increíbles, aunque a veces tengamos diferencia de opiniones. Es un gusto poder charlar de cualquier tema, compartir un café o pasarlo en grande en esas rutas madrileñas que con tanto esmero prepara Miguel. Hay antiguos compañeros, algunos ya jubilados, que regresan con motivo de alguna celebración o para seguir colaborando con nosotros y siempre es un placer volver a verles. Otros no quieren saber nada de lo que dejan atrás, es otra opción igualmente válida. Yo creo que seré de los que vuelvan para seguir haciendo hasta cuando pueda lo que más me gusta: enseñar. Aún me quedan muchos años para la jubilación, y de momento no la deseo. Es un lujo que te guste tu trabajo, lo sé porque lo veo a diario. No hay nada peor que cargar años tras año con la cruz de una labor que te desagrada, sea la que sea, porque hay barrenderos felices y abogados insatisfechos, por decir algo al azar. Lo malo es que te obligan a elegir quizá demasiado pronto lo que deseas ser en la vida y son muchos los que cambian de rumbo si sienten haberse equivocado. Me parece bien, desde luego. Hay quien cuelga la corbata para montar una casa rural y quien recupera los estudios tras años de reponedor en Carrefour. Todo lo veo correcto con tal de encontrar una ocupación satisfactoria.
Trabajar con niños y adolescentes no es fácil. Pasan años antes de encontrar "tu" método, la forma de llegar a ellos, de hacerles trabajar en silencio, de motivarles para que disfruten aprendiendo, de hablarles sin gritar ni enfadarte aunque te pongan en el disparadero, de comunicarles tu amor por el trabajo bien hecho, de sacar de ellos todas sus posibilidades (ya sabéis aquello de que no todos valen para todo, pero todos valen para algo), en fin, de hacer de ellos lo que antes se llamaba "personas de provecho" y que se reduce, ni más ni menos, a enseñarles a caminar por una senda procelosa llamada vida. No todos mis colegas piensan así, creen que es una meta demasiado ambiciosa e inalcanzable, o que simplemente no es nuestra misión, que debemos limitarnos a enseñar cuatro cosas que marca la ley y ya está. Yo creo que enseñes lo que enseñes siempre estás transmitiendo una forma de ser y de ver el mundo que les acaba llegando e influyendo: se enseña más con el ejemplo que con la palabra. Me encanta que vayan a verme antiguos alumnos que aún recuerdan con cariño el viaje a Canarias, o aquel Carnaval tan divertido, o el taller de cocina... Ellos siguen avanzando y nosotros también, aunque parezca que estamos estancados en el mismo colegio haciendo el mismo trabajo. Cada nuevo alumno es un reto distinto, y cada vez más difícil, en eso creo que estamos todos de acuerdo. Tiempo tendremos de debatir sobre esto.
De momento os recomiendo leer un reportaje aparecido ayer en EL PAÍS: Mucho título y pocas letras. Es de los pocos que no indignan al leerlo, porque es vergonzoso cómo tratan la enseñanza en los medios en general. Cualquiera se cree con derecho a opinar sobre las leyes, la forma de dar clase, los contenidos o la disciplina en las aulas. Pero quién se habrán creído que son, paletos ignorantes aunque bien pagados. Claro que mucho de lo que cuenta este artículo también es discutible, pero al menos no carga las tintas exclusivamente contra los profesores, que suele ser lo habitual. La verdad es que en los tiempos que corren mantener el amor por la palabra bien dicha y correctamente escrita es más una heroicidad que otra cosa. Cada vez tenemos que enseñar más cosas en el mismo tiempo, y es imposible. No hace tantos años que los libros de texto traían nada menos que veinticinco temas, y se daban todos. Ahora son quince y gracias, y andamos siempre agobiados. Claro que antes no teníamos Educación Vial, ni temas transversales, ni mil actividades muy interesantes pero tremendas devoradoras de tiempo lectivo. ¿Cómo compaginarlo todo? Haciendo juegos malabares, intentando aunar disfrute y aprendizaje, condensando varias actividades... Es complicadísimo. Y encima tenemos que luchar contra la influencia de la nefasta televisión, los videojuegos y la sociedad en general, tan poco proclive hoy a perpetuar y apreciar valores como la honestidad, el esfuerzo y lo que antes se llamaba simplemente "buenos modales". El panorama es bastante desolador, pero muchos no tiramos la toalla porque sabemos que lo que hacemos merece la pena. Yo no voy a descubrir la vacuna contra el SIDA ni ganaré nunca el Nobel, pero sí sé que durante los dos años que tenga alumnos a mi cargo voy a hacer todo lo que pueda por ellos y voy a darles los instrumentos necesarios para seguir avanzando en su vida escolar y personal con aprovechamiento y casi, casi, hasta felicidad. Optimista que es una, pero es que si no empiezas el día con una sonrisa estás perdido.
Hoy es lunes. ¡Feliz semana a todos!

1 comentario:

Joselu dijo...

Leí el artículo Mucho título y pocas letras y me confirmó mis apreciaciones sobre el estado del lenguaje entre los adolescentes a los que doy clase. No hay amor a la lengua, a sus reglas, a su elegancia. Todo esto parece desfasado y propio de otro tiempo en que se valoraba la buena dicción y la escritura correcta.