domingo, 31 de enero de 2010

UP IN THE AIR

Tenía muchas ganas de ver Up in the air, la última aparición de mi admirado George Clooney en la gran pantalla. Huele a Oscar en varios apartados y creo que se llevará alguno. Es más que alta comedia, ese estilo que en Hollywood dominan tan bien cuando se empeñan. El protagonista, Ryan Bingham, vive de aeropuerto en aeropuerto y de hotel en hotel porque su trabajo consiste en viajar allá donde su empresa le mande para comunicar despidos a empleados de todo tipo. Se lo dice con corrección y frialdad, sin sentimientos. No les da motivos ni explicaciones, sólo les dice que sus servicios ya no son necesarios y les ofrece una carpeta llena de supuestas alternativas porque ese final puede suponer un gran comienzo. Y se va, sin más.
Es todo un profesional de los viajes: hace la maleta tamaño cabina para no tener que pasar por facturación rápida y eficazmente, no lleva más de lo necesario y conoce todos los trucos para no perder tiempo. Sabe a qué agencia de alquiler de coches debe llamar, qué compañía ofrece mayores ventajas y qué tarjetas debe utilizar para ser un pasajero privilegiado. Su aspiración es llegar a una desorbitada cifra de millas viajadas para formar parte de un selecto club que hasta el momento sólo cuenta con seis miembros. Todo sin perder su encantadora sonrisa, su porte impecable y sus modales exquisitos, con una eficacia que ya quisieran muchos, yo misma, que soy un desastre haciendo maletas y me perdería en cualquier aeropuerto, seguro.

Apenas pisa por su casa, no tiene casi contacto con sus hermanas y mantiene las relaciones que le apetecen sin ningún compromiso. Se siente libre, aséptico, ligero de equipaje en el sentido más literal del término, sin ataduras, sin compromisos. Es un empleado eficaz que vive de despedir a otros. Es un hombre odioso, pero no puedes odiarle porque es George Clooney, la reencarnación de Cary Grant, pulcro, perfecto, caballeroso, siempre en su sitio, sin despeinarse ni perder la sonrisa.
A veces es invitado a dar conferencias y mantiene una curiosa tesis que fue lo que más me hizo pensar de la película. Muestra una mochila al auditorio y les hace pensar en que la llevan sobre sus hombros. Ahora deben imaginar todo con lo que cargan: muebles, libros, la casa, el coche... todos los objetos que poseemos. Pesan, ¿verdad? Y, visto así, tiene razón: nos empeñamos en atesorar demasiados objetos, muchos superfluos. Yo, desde luego, sé que tengo demasiadas cosas, muchas de ellas en perfecto desuso desde hace años, pero ahí siguen, ocupando espacio y acumulando polvo. Creo que somos muchos los que padecemos el Síndrome de Diógenes pero en limpio, aunque es un flaco consuelo.
Luego pasa a las personas: metamos en la mochila a los amigos, hermanos, padres, compañeros, conocidos, cónyuge, hijos... El peso ya llega a ser insoportable. Y ahí es donde no estoy de acuerdo. Las personas no son una carga, no deben serlo. Si se convierten en un peso imposible de soportar es por un problema serio: alguien que nos está haciendo daño, una relación enfermiza... En condiciones normales, las personas a las que queremos nunca son un impedimento, sino todo lo contrario. Es confortador saber que al otro lado del teléfono suena una voz amiga, que en un momento de apuro sabemos que alguien concreto no nos va a fallar, que si necesitamos ayuda o consuelo alguien nos lo va a proporcionar. Todos necesitamos ese calor humano. Cuanto más llena esté nuestra mochila de personas, más acompañados andaremos nuestro camino.


Ryan no lo ve así, por eso no quiere tener pareja, ni hijos, ni siquiera casa propia. No quiere compromisos ni ataduras. Conoce a Alex, una mujer muy semejante a él, interpretada por Vera Farmiga, una mujer fascinante, elegante y gran actriz. Se ven sin ningún problema cuando quieren, cuando sus respectivos trabajos les permiten coincidir en alguna ciudad del vastísimo EEUU. Se sienten bien juntos, se atraen mucho, se divierten. No piden más. Pero, ay, llega una joven que revoluciona la empresa de Ryan con un nuevo método de trabajo: despido por ordenador. Ya no hace falta ver cara a cara al pobre despedido, la pantalla es un escudo que permite realizar la misma función a miles de kilómetros. Una feroz crítica al sistema capitalista, a la deshumanización de las relaciones laborales: Ha sido un buen trabajador durante veinte años, pero ya no le necesitamos. Adiós y muchas gracias. Buena suerte. Y eso es todo. Ryan no siente nada tras haber dicho lo mismo cientos, acaso miles de veces. Pero ahora este nuevo sistema amenaza con cambiar su forma de vida: no más viajes, no más desplazamientos, es hora de asentarse y echar el ancla. Así que se lo plantea seriamente, pero... Y hasta aquí puedo contar para no destripar el final por si vais a verla.




Las escenas del viaje con su joven nueva colega, la eficiente Natalie, son las más divertidas de la película. Yo también me prestaría gustosa para recibir unas cuantas lecciones del médico más apuesto que pasó por Urgencias. Hay un intercambio de opiniones y de formas de actuar, algo que les cambia a los dos.
Su hermana pequeña se va a casar y eso le lleva a su ciudad natal, a su antiguo instituto, a la poca familia que tiene. Surge un contratiempo y él lo soluciona eficazmente. No cree en el matrimonio, pero sabe que su hermana va ser feliz con ese hombre. Esa escena también es memorable.




Up in the air es una pequeña joya, una obra maestra de la acidez envuelta en azúcar, una fábula de nuestro tiempo, marcado por la prisa, la inmediatez, la falta de valores y el capitalismo feroz. Tiene ternura y tristeza, hondura y humor, inteligencia y pesimismo, todo junto pero no revuelto, muy bien dosificado y mejor contado. Yo pasé un rato estupendo viéndola y os la recomiendo. Es mordaz y elegante sin ser en absoluto superficial. George Clooney es un gran actor. Aún recuerdo la última escena de la gran Michael Clayton, ese largo plano de su rostro en el taxi reflejando los terribles sucesos vividos. Aquí compone un personaje complejo, protegido por una coraza para llevar a cabo su trabajo de tiburón frío y eficiente. Elige ser un solitario para no sentir y así no sufrir. Su mundo afectivo es deliberadamente limitado y aséptico. No tiene escrúpulos por el asqueroso trabajo que realiza. Al fin y al cabo, alguien tiene que hacerlo, y mejor estar a este lado de la mesa si pintan bastos. En tiempos de crisis (¿alguna vez no lo hemos estado?) nadie puede permitirse el lujo de ser compasivo y sensible. Y, sin embargo, es más necesario que nunca ser un ángel fieramente humano, como decía Blas de Otero. Siempre estamos al borde del abismo, por eso siempre necesitamos tener cerca una mano amiga que nos salve de la destrucción.
Ya en Juno, original y divertida, su director y guionista, Jason Reitman, dio buena muestra de su talento. Su hábil mezcla de drama y comedia ya ha recibido varios premios, y con razón. Veremos qué nos ofrece la próxima vez.
Feliz semana a todos.





















13 comentarios:

Novicia Dalila dijo...

Tengo que verla.
Yo también "admiro" (que bonita forma de llamar a lo que este hombre me provoca) a G. Clooney...:P

Estoy de acuerdo contigo. Las personas, y menos las queridas, no son una carga ni un lastre. Son algunas vivencias, algunos hechos, algunas experiencias, las que pesan y nos limitan el paso....

Un beso, Yolanda, y feliz semana.

Rosa Chover dijo...

hola Yolanda, soy nueva por aquí, me gustó Up in the air pero no llegó a conmoverme... mi marido salió del cine emocionado y yo salí habiendo visto una peli más y a mi más adorado George Clooney y su maravilloso porte, pero sin más... tienes razón en el maravilloso sentido del humor que rezuma toda la peli, y lo de la mochila es verdad que a mí también me dio que pensar... bueno, pero la teoría de la mochila ya me la había contado algún que otro ejecutivo en una conferencia de trabajo a lo Clooney, sólo que en sentido contrario, había que llenarla de conocimientos y experiencias y eso sería lo que nos llevaríamos de ese despacho cuando un día nos fuéramos de allí -para más datos el caído Arthur Andersen-... yo también tengo cientos de cosas en casa que no sé para qué sirven, trato de desprenderme de muchas de ellas cuando hago mudanza, pero es muy difícil, vivo apegada a personas y cosas, para bien o para mal... creo sinceramente que para bien... en cuanto a despedir a gente, aquí también empieza a haber multinacionales que envían a sus directivos de la central, a quienes a veces no has visto en tu vida, a contarte que te están echando a la calle pero ahí te está esperando un mundo maravilloso... hacerlo por internet, al paso que todo llegará...

Joselu dijo...

No ha he visto, pero tu reseña me induce a hacerlo. El planteamiento es interesante pero tengo la impresión de que es algo predecible. No has revelado cómo acaba pero tengo la impresión de que será un final correcto de acuerdo a los modelos de Hollywood. Me puedo equivocar.
Sobre todas las cosas que amontonamos como Diógenes modernos, tienes razón. Hubo algo en el desastre de El Carmelo en Barcelona que me impresionó. Se produjo un hundimiento en el subsuelo y tuvieron que desalojar los vecinos de algunas casas. Salieron precipitadamente y nunca más pudieron volver a recoger sus pertenencias, sus objetos de valor, sus recuerdos... Me pareció desolador con la importancia que damos a tantas cosas que un día -tarde o temprano- habremos de dejar definitivamente. ¿Llegará un día en que alguien prescindirá de nosotros? Es terrible la incerteza y el drama de esos más de cuatro millones de parados que hay en España que no sé cómo les habrán comunicado su despido. Esto se está poniendo francamente mal. Feliz semana. Un cordial saludo.

Sarashina dijo...

Te voy a hacer caso. Yolanda, estás consiguiendo que deje el sofá y el dvd y me lance a las salas, que es, sin duda, la mejor manera de ver el cine. A mi marido le van a faltar películas para ver a este paso, pero yo me salto la mayoría, porque no soy tan voraz y desconfío de las películas por manía. Que no me gustara "La cinta blanca" no quiere decir nada respecto a tus sabias recomendaciones: tampoco me arrepiento de haberla visto. Salvo de ella, todo el misterio que envuelve a ese pueblo violento y cruel, con apariencia de tranquilidad, es lo que más me gustó. Ya te contaré de esta.

Yolanda dijo...

Novicia, hoy por casualidad una mujer a la que no conozco me ha dicho que a ella no le gustó nada la película por el tema que trata, pero yo creo que merece la pena verla y pensar sobre ella. Ya me contarás.
Yo estoy encantada de seguir conociendo gente, cada vez lleno más mi mochila pero no me pesa, al contrario.
Un beso.

Yolanda dijo...

Manuel, bienvenida a estos lares. Por tu comentario compruebo, una vez más, que la misma película suscita opiniones muy diversas, y eso es bueno porque significa que no hay una visión única, sino múltiple y variada. La verdad es que yo suelo encontrar el lado positivo a todo lo que veo porque voy dispuesta a pasar un buen rato. Esas dos horas del viernes en una sala oscura comiendo palomitas me saben a gloria, son el final de una semana normalmente ajetreada y me lo merezco.
En nuestro camino vamos guardando cosas que quizá no sirvan, per que tienen un significado, son recuerdos de una vida. Las personas positivas y queridas no pesan, nos enriquecen y nos hacen crecer en el aspecto humano. No sabía que estos símiles son utilizados en el mundo empresarial, pero no me extraña. En educación manejamos otros conceptos.
En cuanto a los despidos, yo también sufrí uno injusto cando era joven pero en mi caso fue para bien porque gracias a eso decidí ser maestra, de lo que nunca me he arrepentido. Entonces me costó casi una depresión, pero luego me alegré infinito de dejar Iberia y su mundo. Claro que hoy es de temer un despido, casi nadie ve otra oportunidad en ese cambio. Este mundo actual es cualquier cosa menos compasivo y justo.
Gracias por leerme. Un saludo.

Yolanda dijo...

Joselu, ya comentaremos el final de la película cuando la veas, no quiero adelantarte nada. A ver si también aprecias en ella algo más que la simple apariencia. Es fácil quedarse en la cáscara, yo ya sabes que voy más allá.
Las cosas importan, claro que importan. Es terrible lo que nos puede pasar como a esos vecinos de El Carmelo: imagínate que por un desastre así pierdes las fotos de tus hijas, de tus padres, tus pertenencias mas queridas. ¿No tienen valor? Yo creo que sí lo tienen, y mucho. Otra cosa es guardar ropa y más ropa, que suele quedarse anticuada pero no nos atrevemos a tirarla, pero, ¿te desharías de todos los libros que has leído y disfrutado, de los discos de jazz que tanto te gustan, de los recuerdos d etus viajes, de tus fotos? Cierto que algún día lo perderemos todo porque no podremos llevarlo con nosotros, pero mientras tanto hay que disfrutar de ello. Cuando murió mi madre y tuvimos que "deshacer la casa", como suele decirse, yo sentí como si estuviera profanando su tumba, hurgando en sus cajones, disponiendo de sus cosas, las que ella tanto apreciaba. Si hubiera tenido secretos, los habríamos encontrado. ¿Teníamos derecho a ello? Yo creo que no. Al final unas cosas se tiraron, otras se malvendieron, otras se regalaron y otras nos las repartimos, pero la sensación seguía ahí. Ya no queda nada en común para mí y mis hermanos y yo sigo sintiéndome huérfana porque ya no tengo raíces, una casa familiar a la que volver. Mi única casa es ahora ésta, la mía, con todas mis cosas. ¿Demasiadas? Es posible, pero cada una tiene su valor y su significado.
En cuanto a los despidos, cada uno es un drama, desde luego. Algunos encuentran otra salida, muchos no. Mi marido, por ejemplo, ha pasado por varias ocupaciones sin ningún problema porque lo mismo puede ser bombero que astronauta, y si tiene que dedicarse a cuidar jardines pues también lo haría, pero comprendo que es un caso especial. ¿Qué podría ser yo sino maestra? Cocinera, quizá. Tal como están las cosas, nunca se sabe.
Un fuerte abarzo, colega.

Yolanda dijo...

Clares, yo llevo años con la costumbre de ir al cine los viernes y me lo tomo como un regalo. En cambio, apenas veo pelis en DVD, si acaso, las que ponen por la tele, pero no es lo mismo. El cine hay que verlo en pantalla grande, en su ambiente.
Que no te guste una película que a mí me agradó es normal, cada uno tiene sus propias interpretaciones. Ya ves que yo utilizo mis crónicas para hablar de temas "colaterales", lo que me sugiere lo que veo. Ya me contarás qué te parece ésta, espero que te guste.
Un beso.

Unknown dijo...

Muy buena reseña de la película. Yo la he visto y la verdad que descargué porque estoy opositando y sin trabajo, así que imagínese. Es estupenda la película y su comentario. Felicidades.
Me encanta el nombre de su blog.

Miguel dijo...

Yo creo que la gente en general (y yo en particular) tenemos cierto miedo de dejarnos cosas en este mundo. Y es que cuando viajamos, abandonamos nuestro lugar de residencia (en cierta manera es como un tránsito, una pequeña muerte) y tenemos que aparecer en otro lugar (es como si naciéramos) y por eso queremos llegar a nuestro destino con todo lo que teníamos antes. Yo soy de los que haría maletas enormes porque no quiero que me falte de nada de lo que tengo en el lugar de residencia en mi lugar de destino. Pero esto no es posible, y sí, un cierto síndrome de que algo nos falta, existe en cada uno de mis viajes.

Un abrazo.

Yolanda dijo...

Gema, el cine es ideal para olvidarse durante un buen rato de todo lo que nos preocupa. En épocas especialmente tensas o difíciles es aún más eficaz.
Celebro que te gustaran la película y mi comentario. Y el título de mi blog fue lo primero que se me ocurrió, no me lo pensé mucho, pero se aproxima bastante a lo que soy. Tengo la suerte de disfrutar con mi trabajo, a pesar de todos los pesares. Espero que me dure, porque la jubilación aún me queda lejos, aunque pueda hacerlo a los 60, si no nos lo impiden. Si estoy bien de salud no me importa seguir porque ahora, después de más de treinta años, creo que por fin lo estoy haciendo bien.
Un beso.

Yolanda dijo...

Miguel, yo hago fatal las maletas. Llevo un montón de cosas que luego no uso "por si acaso". No escarmiento. Cuando vamos mi marido y yo a San Sebastián parece que nos mudamos. Creo que, efectivamente, queremos tener todo lo nuestro allá donde vamos, no sé si es un síntoma de inseguridad o de infantilismo, como el niño que no puede dormir sin su peluche o su mantita. Me encantaría poder pasar con menos, pero no hay manera. ¿Aprenderé algún día? Como no sea en mi próxima reencarnación...
Un abrazo, colega.

Lola dijo...

Después de leerte me apetece ver la peli. Esta la veré.
Tus críticas me han venido al pelo y si no sabes el porque, pásate por mi blog. Un beso Lola